Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Reseñas bibliográficas al 30/05/18


Reseñas Nuevos Escenarios 2018

Cs de la Educ
R#1
R#2
R#3
R#4
Brian Dirr
7 (siete)
Faltó aplicar el concepto de alienación y fetichización a la práctica profesional



María Eugenia Cuiñas
10 (diez)





Primaria
R#1
R#2
R#3
R#4
Ornella Bértola
1 (uno)
No es un libro



Stella Vengut
1 (uno)
No es un libro



Adriana Velázquez
8 (ocho)
Falta el autor del artículo o texto.
El texto no desarrolla el concepto de modernidad líquida
No hay una crítica a la argumentación del texto.





Inicial
R#1
R#2
R#3
R#4
Camila Vaca
6 (seis)
Falta desarrollo en la aplicación en la práctica profesional
¿Cómo se presenta la reflexividad en mis estudiantes?
¿Hay expertos en el sistema educativo?
¿Cómo se expresa el riesgo en mi práctica profesional?
¿Hay tensiones entre tradición y modernidad en la escuela?
La reflexividad estética ¿cómo influye en las estrategias pedagógicas actuales?



Camila Martínez
6 (seis)
Falta desarrollo en la aplicación en la práctica profesional
¿Cómo se presenta la reflexividad en mis estudiantes?
¿Hay expertos en el sistema educativo?
¿Cómo se expresa el riesgo en mi práctica profesional?
¿Hay tensiones entre tradición y modernidad en la escuela?
La reflexividad estética ¿cómo influye en las estrategias pedagógicas actuales?





Informática
R#1
R#2
R#3
R#4







jueves, 24 de mayo de 2018

“La identidad digital se volvió más importante que la real”

Luigi Zoja, uno de los teóricos contemporáneos más lúcidos del psicoanálisis
El intelectual italiano pasó por Buenos Aires para presentar su nuevo libro, sobre los orígenes de la violencia masculina. Aquí, explica que la sociedad actual es pospatriarcal, pero más machocéntrica. También aborda la paranoia en los sistemas políticos y detalla su tesis sobre la muerte del prójimo.

sábado, 12 de mayo de 2018

Del mismo palo

Por Ana Castellani

¿Se puede interpretar en clave sociológica la crisis económico-financiera que intenta conjurar el gobierno actualmente? Más allá de los condicionantes originados en el frente externo que aceleraron el proceso y de las inconsistencias macroeconómicas del modelo señaladas por economistas de todo pelaje nos invita a reflexionar sobre el comportamiento de los actores sociales y en particular por el rol de la elite económica local en este proceso. ¿Qué entendemos por elite económica local? Básicamente dos cosas. Por un lado, el conjunto de grandes empresas que operan en el mercado argentino en diversos sectores de actividad (primario, industrial, servicios, bancario-financiero, etc) y que, más allá del origen de capital (nacional, extranjero o mixto), inciden decisivamente en el proceso de acumulación de capital. Por otro, a las corporaciones/asociaciones gremiales del empresariado que intentan coordinar intereses, muchas veces divergentes, para definir estrategias políticas que condicionen el accionar estatal en favor de sus objetivos y necesidades.
¿Qué sabemos sobre esta elite tras años de analizar su comportamiento económico y político? Que si bien su composición es inestable, mantiene a lo largo del tiempo un conjunto de rasgos bien definidos:
a) La recurrente articulación con el Estado en busca de lograr transferencias de recursos diversos o directamente de convertir en políticas públicas sus demandas.
b) La primacía de una lógica predatoria y cortoplacista centrada en oportunidades de negocios que permitan internalizar rápidas ganancias extraordinarias que se invierten financieramente en el exterior.
c) Divergencias pronunciadas en torno al modelo de acumulación que requiere el país, en especial en torno a los sectores a privilegiar, la pauta distributiva a garantizar y el grado de regulación estatal sobre la economía.
d) Disociación pronunciada entre acción política y acción/desempeño económico.
Con la llegada al poder de Cambiemos, la elite tuvo por primera vez en la historia la posibilidad de gobernar tras elecciones democráticas. El hecho de que un tercio de los altos funcionarios del gabinete inicial de Macri sean ex directivos de grandes firmas y/o corporaciones empresarias da cuenta de esta articulación novedosa entre las elites tal como señalamos en el Observatorio de las Elites Argentinas. La oportunidad histórica de legitimar socialmente un proyecto propio del poder económico y convertirse en elite dirigente. 
Sin embargo, ese proyecto y esa vocación parecen brillar por su ausencia. La coyuntura actual permite ver con nitidez los cuatro rasgos estructurales de la elite económica internalizados dentro del propio gobierno. Primero, la captura de la decisión pública exacerbada al extremo cuando ministerios enteros quedan en manos de representantes sectoriales que logran convertir el lobby en política pública atentando contra toda posibilidad de coordinación macro (Agroindustria, Energía y Finanzas como casos emblemáticos). Segundo, las profundas divergencias de modelo que se visibilizan en el manejo de las tarifas de los servicios públicos, la desregulación y la apertura irrestricta de la cuenta capital combinada con la necesidad de hacer política fiscal gradualista para no perder legitimidad social, que generaron un combo explosivo. Y no por la incapacidad/impericia de los funcionarios sino por la propia lógica predatoria de las diversas fracciones de la elite que internalizan la puja sectorial en el seno del gabinete. Tercero, los constantes “cantos de sirena” que se escuchan en los foros empresariales, las muestras incondicionales de apoyo al gobierno en el espacio público que se combinan con la persistente fuga de divisas dando cuenta de la disociación profunda entre acción política y económica de la elite.
Macri confió plenamente en lo que siempre creyó y demandó cuando formaba parte de esa elite: liberalizar, desregular, brindar todos los incentivos necesarios para la inversión privada, poner el Estado al servicio del capital. Y se quedó esperando la lluvia de inversiones que nunca llegó. La historia económica nos muestra que no funciona así, la elite tiene poder de veto al avance de los proyectos de cuño nacional-popular pero no tiene vocación de liderar un proyecto propio que garantice el desarrollo del país, ni siquiera en los términos que ellos lo imaginan, porque eso supone una apuesta económica fuerte que no están dispuestas a realizar en la medida que es más rentable apostar a la recurrente inestabilidad macroeconómica. La principal debilidad de este gobierno viene de su propia base social, y ya sabemos que no hay nada peor que la astilla del propio palo. 
* Observatorio Elites Argentinas Idaes-Unsam.

domingo, 6 de mayo de 2018

¡Leer a Karl Marx!: Una conversación con Immanuel Wallerstein

Immanuel Wallerstein 


Marcello Musto 

Durante tres décadas, las políticas e ideologías neoliberales han sido casi incontestables en todo el mundo. Sin embargo, la crisis económica de 2008, las profundas desigualdades que existen en nuestra sociedad -en particular entre el Norte y el Sur Globales- y los dramáticos problemas ambientales de nuestro tiempo han instado a distintos académicos, analistas económicos y políticos a reabrir el debate sobre el futuro de capitalismo y la necesidad de una alternativa. Es en este contexto que hoy, en casi todas partes del mundo, con ocasión del bicentenario del nacimiento de Marx, hay un "renacimiento de Marx"; un retorno a un autor que en el pasado fue asociado erróneamente con el marxismo-leninismo dogmático y, luego, descartado precipitadamente tras la caída del Muro de Berlín.
Volver a Marx no solo es indispensable para comprender la lógica y la dinámica del capitalismo. Su obra es también una herramienta muy útil que proporciona un examen riguroso que aborda por qué fracasaron los experimentos socioeconómicos previos para reemplazar el capitalismo por otro modo de producción. Una explicación de estos fracasos es fundamental para nuestra búsqueda contemporánea de alternativas.
Immanuel Wallerstein (www.iwallerstein.com), actualmente investigador sénior en la Universidad de Yale, New Haven - EE. UU., es uno de los sociólogos vivos más importantes y uno de los académicos más idóneos con quién hablar sobre la relevancia actual de Marx. Veterano lector de Marx, su obra se ha visto influenciada por las teorías del revolucionario nacido en Trier el 5 de mayo de 1818. Wallerstein es autor de más de 30 libros, que han sido traducidos a varios idiomas, incluido su afamado The Modern World-System, publicado en cuatro volúmenes entre 1974 y 2011. Le entrevistó Marcello Musto, profesor asociado de Teoría Sociológica en la Universidad de York, Canadá, amigo y colaborador de Sin Permiso.
Marcello Musto: Profesor Wallerstein, 30 años después del fin del llamado "socialismo realmente existente", continúa habiendo publicaciones, debates y conferencias en todo el mundo sobre la vigencia y capacidad explicativa del presente de Karl Marx. ¿Es sorprendente? ¿O cree que las ideas de Marx continuan teniendo relevancia para aquellos que buscan una alternativa al capitalismo?
Immanuel Wallerstein: Hay una vieja historia acerca de Marx: se le arroja por la puerta principal y vuelve a colarse por la ventana trasera. Eso es lo que ha sucedido una vez más. Marx es relevante porque tenemos que lidiar con cuestiones sobre las que todavía tiene mucho que decir y porque lo que dijo es diferente de lo que la mayoría de otros autores han argumentado sobre el capitalismo. Muchos columnistas y académicos, no solo yo, encuentran a Marx extremadamente útil y hoy atraviesa por una nueva fase de popularidad, a pesar de lo que se predijo en 1989.
La caída del Muro de Berlín liberó a Marx de las cadenas de una ideología que tenía poco que ver con su concepción de la sociedad. El panorama político tras la implosión de la Unión Soviética ayudó a liberar a Marx del papel de mascarón de proa de un aparato de estado. ¿Qué tiene la interpretación del mundo de Marx que continúa atrayendo la atención?
Creo que cuando las personas piensan en la interpretación del mundo de Marx resumida en un concepto, piensan en la "lucha de clases". Cuando leo a Marx a la luz de los problemas actuales, la lucha de clases significa para mi la lucha necesaria de lo que llamo la Izquierda Global, que creo busca representar al 80% de la población mundial en términos de ingresos, contra la Derecha Global, que representa tal vez al 1 por ciento de la población. La lucha es por el otro 19 por ciento por conseguir su apoyo y evitar que apoye a la otra parte.
Vivimos en una era de crisis estructural del sistema mundial. El sistema capitalista existente no puede sobrevivir, pero nadie puede saber con certeza qué lo reemplazará. Estoy convencido de que hay dos posibilidades: una es lo que llamo el "Espíritu de Davos". El objetivo del Foro Económico Mundial de Davos es establecer un sistema que mantenga las peores características del capitalismo: la jerarquía social, la explotación y, por encima de todo, la polarización de la riqueza. La alternativa es un sistema que debe ser más democrático y más igualitario. La lucha de clases es el intento fundamental de condicionar que reemplazará al capitalismo en el futuro.
Su reflexión sobre la clase media me recuerda la idea de hegemonía de Antonio Gramsci, pero creo que también se trata de comprender cómo motivar a la mayoría de la gente, el 80 por ciento que usted menciona, a participar en política. Esto es particularmente urgente en el llamado Sur global, donde se concentra la mayoría de la población mundial y, dónde, en las últimas décadas, a pesar del aumento dramático de las desigualdades producidas por el capitalismo, los movimientos progresistas son mucho más débiles que antes. En estas regiones, la oposición a la globalización neoliberal a menudo se ha canalizado hacia el apoyo a los fundamentalismos religiosos y los partidos xenófobos. Cada vez más vemos como este fenómeno también se produce en Europa.
La pregunta es: ¿nos ayuda Marx a entender este nuevo escenario? Algunos estudios publicados recientemente han ofrecido nuevas interpretaciones de Marx que podrían contribuir a abrir otras "ventanas traseras" en el futuro, para usar su expresión. Revelan un autor que extendió a otros campos su examen de las contradicciones de la sociedad capitalista más allá del conflicto entre el capital y el trabajo. De hecho, Marx dedicó gran parte de su tiempo al estudio de las sociedades no europeas y al papel destructivo del colonialismo en la periferia del capitalismo. De manera consistente, contrariamente a las interpretaciones que equiparan la concepción de Marx del socialismo con el desarrollo de las fuerzas productivas, las preocupaciones ecológicas ocuparon un lugar destacado en su obra.
Finalmente, Marx estaba muy interesado en muchos otros temas que los académicos a menudo ignoran cuando hablan de él. Entre ellos se encuentran el potencial de la tecnología, la crítica del nacionalismo, la búsqueda de formas colectivas de propiedad no controladas por el Estado y la necesidad de libertad individual en la sociedad contemporánea: todas ellas cuestiones fundamentales de nuestro tiempo. Pero además de estas nuevas facetas de Marx, que sugieren que el renovado interés en su pensamiento es un fenómeno destinado a perpetuarse en los próximos años, ¿podría indicar tres de las ideas más reconocidas de Marx que cree que vale la pena reconsiderar hoy?
Ante todo, Marx nos explicó mejor que nadie que el capitalismo no es la forma natural de organizar la sociedad. En La pobreza de la filosofía, publicada cuando tenía solo 29 años, ya se burlaba de los economistas políticos burgueses que sostenían que las relaciones capitalistas "son leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo". Marx escribió que para ellos "ha habido historia, ya que en las instituciones del feudalismo encontramos unas relaciones de producción bastante diferentes de las de la sociedad burguesa", pero que no aplicaron la historia al modo de producción que defendían; sino que representaron el capitalismo como algo “natural y eterno". En mi libro El capitalismo histórico, traté de defender que el capitalismo es lo que ha ocurrido históricamente, a diferencia de una idea vaga y poco clara defendida por algunos economistas políticos convencionales. Argumenté varias veces que no hay otro capitalismo que el capitalismo histórico. Para mí es tan simple como eso y le debemos mucho a Marx.
En segundo lugar, quiero enfatizar la importancia del concepto de "acumulación primitiva", es decir, la desposesión del campesinado de su tierra que esta en los orígenes del capitalismo. Marx entendió muy bien que este era un proceso clave para establecer la dominación de la burguesía. Tuvo lugar al comienzo del capitalismo y sigue teniendo lugar en la actualidad.
Finalmente, invitaría a una mayor reflexión sobre el tema “la propiedad privada y el comunismo". En el sistema establecido en la Unión Soviética, en particular bajo Stalin, el estado poseía la propiedad, pero eso no significaba que la gente no fueran explotada u oprimidas. Lo era. Hablar de ‘socialismo en un solo país’, como hizo Stalin, nunca se le ocurrió a nadie antes, incluido a Marx. La propiedad pública de los medios de producción es una posibilidad. También pueden ser de propiedad cooperativa. Pero tenemos que saber quién produce y quién recibe la plusvalía si queremos establecer una sociedad mejor. Eso tiene que ser completamente reorganizado, en comparación con el capitalismo. Para mi, es la pregunta clave.
En 2018 celebramos el bicentenario del nacimiento de Marx y aparecen nuevos libros y películas dedicados a su vida. ¿Hay algún período de su biografía que le parezca más interesante?
Marx tuvo una vida muy difícil. Sufrió personalmente la pobreza de verdad y tuvo la suerte de tener un camarada como Friedrich Engels que lo ayudó a sobrevivir. Marx tampoco tuvo una vida emocional fácil y su tenacidad a la hora de llevar a cabo lo que él pensaba que era el trabajo de su vida -comprender como funciona el capitalismo-, es admirable. Eso es lo que creía que tenía que hacer. Marx no quiso explicar la antigüedad ni definir cómo sería el socialismo en el futuro. Esas no fueron las tareas que se impuso. Quiso entender el mundo capitalista en el que vivía.
Durante toda su vida, Marx no fue simplemente un erudito aislado entre los libros del Museo Británico de Londres, sino que siempre fue un militante revolucionario involucrado en las luchas de su época. Debido a su activismo, fue expulsado de Francia, Bélgica y Alemania en su juventud. También se vio obligado a exiliarse en Inglaterra cuando fueron derrotadas las revoluciones de 1848. Promovió periódicos y revistas y siempre apoyó los movimientos obreros de todas las maneras que pudo. Más tarde, de 1864 a 1872, se convirtió en el dirigente de la Asociación Internacional de Trabajadores, la primera organización transnacional de la clase obrera y, en 1871, defendió la Comuna de París, el primer experimento socialista de la historia.
Es verdad. Es esencial recordar la militancia de Marx. Como ha subrayado recientemente en el libro  Workers Unite!, jugó un papel extraordinario en la International, una organización de personas que estaban físicamente distantes entre sí, en un momento en que no existían mecanismos de comunicación fáciles. La actividad política de Marx también incluyó el periodismo. Lo ejerció durante gran parte de su vida, como una forma de llegar a un público más amplio. Trabajó como periodista para obtener ingresos, pero vio sus contribuciones como una actividad política. En ningún caso quiso ser neutral. Siempre fue un periodista comprometido.
En 2017, con motivo del centenario de la Revolución Rusa, algunos académicos han vuelto a comparar a Marx con algunos de sus pretendidos seguidores que estuvieron en el poder durante el siglo XX. ¿Cuál es la principal diferencia entre Marx y ellos?
Los escritos de Marx son esclarecedores y mucho más sutiles y variados que algunas de las interpretaciones simplistas de sus ideas. Siempre es bueno recordar su famosa boutade: "Si esto es marxismo, yo no soy marxista". Marx siempre estuvo dispuesto a lidiar con la realidad del mundo, no como muchos otros que dogmáticamente impusieron sus puntos de vista. Marx cambió de parecer a menudo. Estaba constantemente a la búsqueda de soluciones para los problemas a los que el mundo se estaba enfrentando. Por eso sigue siendo un guía tan útil y de tanta ayuda.
Para concluir, ¿qué le gustaría decir a la generación más joven que aún no se ha encontrado con Marx?
Lo primero que tengo que decirles a los jóvenes es que tienen que leerlo. Que no lea sobre él, sino que lean directamente a Marx. Pocas personas, a pesar de las muchas que hablan de él, han leído de verdad a Marx. Lo mismo ocurre con Adam Smith. En general, solo se lee sobre estos clásicos. La gente aprende sobre ellos a través de resúmenes de otros autores. Quieren ahorrar tiempo pero, de hecho, ¡es una pérdida de tiempo! Uno debe leer a personas interesantes y Marx es el erudito más interesante de los siglos XIX y XX. No hay dudas al respecto. Nadie es comparable en términos de la cantidad de cosas que escribió, ni por la calidad de sus análisis. Por lo tanto, mi mensaje a la nueva generación es que vale mucho la pena descubrir a Marx, pero hay que leerle, leerle y leerle. ¡Leer a Karl Marx!
Es actualmente Investigador académico sénior en la Universidad de Yale, EEUU. Fundador de la Escuela de Sociología Histórica y autor de más de 30 libros, entre ellos su obra magna, El Moderno Sistema Mundial, publicada en cuatro volúmenes entre 1974-2011por Ed. Siglo XXI.
Es profesor asociado de Teoría Sociológica de la Universidad de York, Canadá. Autor y editor de varios libros sobre Marx, entre ellos, Karl Marx’s Grundrisse (Routledge, 2008); Marx for Today (Routledge, 2012); Workers Unite! (Bloomsbury, 2014) y Another Marx (Bloomsbury, 2018).
Fuente:
Corriere della Sera, 8 de abril 2018
Traducción:
G. Buster

Marx 200: Carney, Bowles y Varoufakis

Michael Roberts

A medida que se acerca el 200º aniversario del nacimiento de Marx, aparecen una serie de conferencias, artículos y libros sobre el legado de Marx y su relevancia actual, incluyendo mi propia contribución.  Lo más interesante ha sido un discurso pronunciado la semana pasada por el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, en su tierra natal, Canadá.
En su discurso ante la ‘Cumbre del Crecimiento' en el Foro de Políticas Públicas en Toronto, Carney se propuso ser provocador y hacer un titular con una declaración de que el marxismo podría volver a convertirse en una fuerza política importante en Occidente.  “Los beneficios, desde la perspectiva de un trabajador, a partir de la primera revolución industrial, que comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII, no se sintieron plenamente en la productividad y los salarios hasta la segunda mitad del siglo XIX. Si se sustituyen fábricas textiles por plataformas, máquinas de vapor por máquinas inteligentes, el telégrafo por Twitter, se tiene exactamente la misma dinámica que existía hace 150 años (hace 170 años en realidad -MR), cuando Karl Marx escribió el Manifiesto Comunista”.
Al igual que en la primera revolución industrial en el siglo XIX, cuando Gran Bretaña encabezó la desaparición de empleos tradicionales y mantuvo bajos los salarios reales durante una generación en las dos primeras décadas del siglo XIX, en la actual Larga Depresión a nivel mundial, con la llegada de los robots y la inteligencia artificial, una nueva revolución industrial amenaza con destruir los puestos de trabajo y los medios de vida de la gente.
En 1845 Engels escribió: La situación de la clase obrera en Inglaterra, que describe la miseria y la pobreza engendradas por la sustitución del trabajo manual por máquinas y como deprimieron los ingresos reales de los trabajadores. Ahora, dice Carney, el marxismo podría volver a ser relevante ante la nueva oleada 'pro capital' (es decir, un aumento de las máquinas en relación con la fuerza de trabajo humana).
La automatización no sólo puede destruir millones de puestos de trabajo. Para todos, excepto una minoría privilegiada de trabajadores de alta tecnología, el colapso de la demanda de mano de obra podría deprimir los niveles de vida durante décadas.
En este clima, “Marx y Engels pueden de nuevo ser relevantes”, dijo Carney.
Sin darse cuenta, Carney estaba reiterando la ley general de la acumulación capitalista expuesta en el Volumen I de El Capital (capítulo 25), escrito hace unos 160 años por Marx, en el sentido de que la acumulación capitalista se expandiría y favorecería la mecanización para reemplazar el trabajo humano, pero que ello no conduciría automáticamente a unos niveles de vida mejores, menos esfuerzo y más libertad para el trabajador, sino sobre todo a una presión a la baja sobre los ingresos reales, no sólo para los que pierden sus empleos por la mecanización, sino en general. También daría lugar a un aumento del esfuerzo realizado, no a su ahorro, para los trabajadores con empleo, al mismo tiempo que dejaría a millones de personas en una situación de 'empleo precario': un ejército de reserva que el capital puede explotar o desechar según las necesidades del ciclo de acumulación. (Véase El Capital,Volumen I pp. 782-3 y mi nuevo libro, pp 32-37).
La previsión de Carney de que la revolución robótica provocará pérdidas masivas de empleo tiene un importante respaldo empírico. Sin embargo, como señaló Marx en El Capital, no se produce solo una destrucción de empleo. La tecnología también crea nuevos puestos de trabajo y aumenta la productividad del trabajo y, en función de la correlación de fuerzas en la lucha de clases entre el capital y el trabajo por el valor creado, los ingresos reales también pueden crecer.  Esto sucede en los períodos en los que la rentabilidad aumenta  y más mano de obra se incorpora al mercado de trabajo.
Por supuesto, este lado 'positivo' de la acumulación capitalista es el que le gusta difundir a la teoría economía dominante, contrariamente a las preocupaciones de Carney. Por ejemplo, Paul Ormerod, se refiere a la opinión de Carney sobre la relevancia de Marx. Desde su punto de vista, Marx “estaba completamente equivocado en una cuestión fundamental. Marx pensaba, con razón, que la acumulación de capital y el avance de la tecnología provocarían el crecimiento a largo plazo de la economía. Sin embargo, creía que la clase capitalista expropiaría todas las ganancias. Los salarios permanecerían cerca de los niveles de subsistencia: “la pauperización de la clase obrera”, como la llamó Marx.
De hecho, según Ormerod, “los niveles de vida han experimentado una mejora generalizada en Occidente desde mediados del siglo XIX. Las horas de ocio se han incrementado de manera espectacular y, lejos de ser obligados a los tres años a subir por las chimeneas para limpiarlas, los jóvenes de hoy no se incorporan a la fuerza de trabajo hasta por lo menos los 18 años”.  Al parecer, la prosperidad está al orden del día “en cada caso que una economía inicia el crecimiento económico sostenido de las economías capitalistas de mercado, desde principios del siglo XIX en Inglaterra hasta finales del siglo XX en China. Una vez que tiene lugar, los frutos del crecimiento son ampliamente compartidos“.
Hay varios aspectos que ya he abordado en notas anteriores. En primer lugar, Marx no defendió una teoría de "salarios de subsistencia". En cuanto al argumento de que el capitalismo ha sacado a todo el mundo de la pobreza y ahorrado trabajo y miseria, está lleno de agujeros. Téngase en cuenta que Ormerod habla de “una mejora generalizada en Occidente”, por tanto, ignora a los miles de millones de personas fuera de 'Occidente' que permanecen en la pobreza, sea cual sea la definición de esta. Ver mis notas específicas sobre el nivel de la pobreza mundial aquí.
Y, contrariamente a la opinión de Ormerod (como Keynes antes que él), el auge de la tecnología en el capitalismo no ha implicado una gran reducción de trabajo. He mostrado que la mayoría de la gente en “Occidente” siguen teniendo vidas laborales (en horas por año) similares a las de las décadas de 1880 o 1930; pueden trabajar menos horas por día de promedio y tener libres sábados y domingos (algunos), pero aún así trabajan 1.800 horas al año y trabajar más tiempo en general (50 años aproximadamente).
Ormerod también sostiene que la desigualdad de los ingresos y la riqueza no está empeorando y que la participación del trabajo en la renta nacional ha dejado de disminuir, al contrario de lo que defiende Carney. Sin embargo, hay una enorme cantidad de pruebas de que la riqueza y la desigualdad de ingresos no están mejorando, tanto a nivel mundial entre naciones como en las economías nacionales.
Ormerod tiene razón, sin embargo, al cuestionar el modelo sesgado de capitalismo de Carney. La participación del trabajo en el valor total creado puede subir y bajar en diferentes períodos en función de la correlación de fuerzas entre las clases y sus consecuencias en el proceso de acumulación; y el propio gráfico de Carney muestra que los salarios reales no solo se estancaron en la primera revolución industrial o actualmente, sino también en los años 1850 y 1860; y en el primer tercio del siglo XX. Así que no solo se trata de la tecnología. El actual estancamiento de los salarios reales en el Reino Unido y los EEUU es más consecuencia de la Gran Depresión de los últimos diez años que de los robots o la inteligencia artificial, que apenas han comenzado a tener impacto (el crecimiento de la productividad del trabajo es bajo o se está desacelerando en la mayoría de las economías). La rentabilidad del propio capital y la fuerza de los trabajadores en la lucha por el valor creado son más relevantes.
Por desgracia, no son sólo los economistas ortodoxos los que distorsionan o rechazan la teoría económica de Marx. En un artículo para Vox , el eminente y veterano economista marxista Sam Bowles escribe sobre el legado de las ideas económicas de Marx para descartarlas. Está de acuerdo con la opinión de Keynes de que El Capital es “un libro de texto de economía obsoleto: no sólo es científicamente erróneo; ni siquiera tiene interés o es aplicable en el mundo moderno” (Keynes 1925). Y está de acuerdo con el gurú de la economía ortodoxa de la década de 1960, Paul Samuelson, que “desde el punto de vista de la teoría económica pura, Karl Marx puede ser considerado como un post-ricardiano secundario ... y fue por otra parte ‘el economista más sobrevalorado’” (Samuelson 1962) .
Bowles considera que la teoría del valor trabajo de Marx fue “pionera, pero inconsistente y anticuada”. De acuerdo con Bowles, la teoría del valor trabajo de Marx como representación de un sistema general de intercambio y su teoría de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia “no resolvieron los problemas teóricos más destacados de su época, pero anticipó problemas que más tarde serían abordados matemáticamente”. Bowles cree que la teoría económica dominante, en particular, el marginalismo neoclásico, fue capaz de solucionar los errores de Marx sustituyendo su teoría del valor. Y eso también implica abandonar la idea de la propiedad social de los medios de producción para reemplazar el modo capitalista de producción. “Las economías públicas modernas, el diseño de mecanismos y la teoría de la elección pública también cuestionan la noción -común entre muchos marxistas actuales, aunque no desarrollada por propio Marx- de que la gobernanza económica sin propiedad privada ni mercados podría ser un sistema económico viable”.
Al parecer, todo lo que queda del legado de Marx es lo que Bowles llama “el despotismo en el lugar de trabajo”, la naturaleza explotadora de la producción capitalista; que no se debe a la explotación de la fuerza de trabajo para apropiarse la plusvalía; sino a la 'estructura de poder', que hace que los magnates y los gestores tengan la batuta sobre los siervos-trabajadores. Por lo tanto, todo lo que nos queda es una teoría política (e incluso no tiene mucho que ver con la teoría política de Marx, para el caso) porque las ideas económicas de Marx son 'anticuadas' o erróneas.
He analizado todos los argumentos de Bowles (y los de Keynes y Samuelson) en diferentes notas en el pasado, y más a fondo en mi nuevo libro, Marx 200. En resumen, se puede demostrar que la teoría del valor de Marx es lógica, consistente y esta respaldada empíricamente. Incluso proporciona una explicación convincente del movimiento relativo de los precios en el capitalismo, aunque ese no fuese su principal objetivo. Su objetivo principal era mostrar la forma particular en la que el modo de producción capitalista explota la mano de obra humana con fines de lucro; y por qué ese sistema de explotación tiene contradicciones inherentes que no se pueden resolver sin su abolición.
Por otra parte, la crítica marxista del capitalismo se basa en la economía y lleva a la acción política revolucionaria; por lo que no es (sólo) una crítica moral del 'despotismo' en el lugar de trabajo o en cualquier otro lugar. La economía de mercado (el capitalismo) no puede favorecer el pleno desarrollo del potencial humano, porque el despotismo en el lugar de trabajo es un producto de la explotación del trabajo por el capital.
Yanis Varoufakis lo reconoce en su largo artículo sobre el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels para promover su nueva introducción a esa obra magistral. Varoufakis escribe un artículo colorista, aunque excesivamente florido, destacando un importante mensaje del Manifiesto Comunista de Marx y Engels: que el capitalismo es el primer modo de producción que se ha vuelto global. Varoufakis cree que ese proceso solo llegó a término con la caída de la Unión Soviética y otros estados 'comunistas' que bloqueaba la globalización. Es probablemente una exageración. El capitalismo desde el principio buscó expandirse a nivel internacional (como Marx y Engels explican en el Manifiesto Comunista). Después de que acabase la depresión de los años 1870 y 1880, se produjo una expansión sorprendente del capital en todo el mundo, ahora llamada 'imperialismo', a partir de los flujos de capital y comercio.
Aunque reconoce correctamente el poderoso (¿feliz?) efecto del capitalismo a nivel mundial, Varoufakis también hace hincapié en su lado oscuro: la alienación, la explotación, el imperialismo y el despotismo: “Si bien celebran que la globalización haya sacado a miles de millones de personas de la pobreza extrema para situarlas en una pobreza relativa, venerables periódicos occidentales, personalidades de Hollywood, empresarios de Silicon Valley, obispos e incluso financieros multimillonarias lamentan algunas de sus consecuencias menos deseables: la insoportable desigualdad, la codicia descarada, el cambio climático, y el secuestro de nuestras democracias parlamentarias por los banqueros y los super-ricos“.
Y, contrariamente a la opinión dominante convencional, Varoufakis sostiene que Marx y Engels tenían razón de que la lucha de clases bajo el capitalismo se puede resumir en una batalla entre el capital y el trabajo. “La sociedad en su conjunto”, argumenta, “se polariza cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente”. A medida que se mecaniza la producción, y el margen de beneficio de los propietarios de máquinas se convierte en el principal motor de nuestra civilización, la sociedad se divide entre los accionistas que no trabajan y los asalariados no propietarios. En cuanto a las clases medias, son el dinosaurio de la habitación, condenadas a la extinción”.
Y entiende que el capitalismo debe ser reemplazado, no modificado o reformado por sus defectos.  “Es nuestro deber acabar con la vieja noción de los medios de producción privados y forzar una metamorfosis, que incluya la propiedad social de maquinaria, tierras y recursos. Sólo mediante la abolición de la propiedad privada de los instrumentos de la producción en masa y su sustitución por un nuevo tipo de propiedad común que funciona en sincronía con las nuevas tecnologías, se podrá disminuir la desigualdad y encontrar la felicidad colectiva“.
Varoufakis reconoce la 'irracionalidad' del capitalismo como un sistema para el progreso y la libertad humanas, pero este confeso 'marxista errático' no desarrolla la explicación material de esta irracionalidad, más allá de la creciente desigualdad e incapacidad para utilizar las nuevas tecnologías en beneficio de todos. El capitalismo también sufre crisis periódicas y recurrentes de producción que destruyen y despilfarran valor creado por el trabajo humano. Estas crisis de 'sobreproducción', específicas del capitalismo, regularmente hacen retroceder el desarrollo humano. Este aspecto de la irracionalidad del capitalismo no aparece en el artículo de Varoufakis, aunque Marx y Engels se refirieron expresamente a él en el Manifiesto Comunista. Basta recordar el sorprendente pasaje en el Manifiesto Comunista en el que Marx y Engels comienzan por explicar que “espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero”, y termina con “Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”.
Y una teoría de las crisis es importante. La gente puede sobrellevar el aumento de la desigualdad, la pobreza relativa, incluso las guerras, etc., siempre que las cosas mejoren gradualmente año tras año sin interrupción. Pero la mejora gradual del nivel de vida no es posible debido a que el capitalismo tiene crisis sistémicas regulares y recurrentes en la producción, la inversión y el empleo, lo que puede suponer depresiones que duren una generación, como demuestran los cuadros de Carney. Es una característica fundamental de la irracionalidad del capitalismo.
Las teorías económicas de Marx son a menudo desechadas o cuestionadas, lo que es natural en un debate que busque la verdad. Sin embargo, cuando se analiza cada argumento crítico, se puede encontrar, en mi opinión, su debilidad. Las leyes de la dinámica del capitalismo de Marx: la ley del valor; la ley de la acumulación y la ley de la rentabilidad todavía proporcionan la mejor y más convincente explicación del capitalismo y de sus contradicciones inherentes. Y no me refiero a la gran contribución de Marx y Engels a la comprensión del desarrollo histórico humano - la concepción materialista y la historia de la lucha de clases - que se encuentran en la base de las acciones humanas. “Los hombres hacen su propia historia, pero no lo hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias en que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado”.
Como dice el Manifiesto (y Varoufakis se hace eco en su artículo), el capitalismo ha desarrollado las fuerzas productivas del trabajo humano a niveles sin precedentes, pero dialécticamente también ha conllevado nuevas simas de depravación, explotación y guerras a escala global. El legado de Marx es mostrar por qué es así y por qué el capitalismo no puede perdurar si la sociedad humana debe avanzar hacia el “libre desarrollo de cada uno” como “condición para el libre desarrollo de todos” . Las ideas de Marx siguen siendo aún más relevante en el siglo XXI que en el XIX. Pero comprenderlo no basta. Como recuerda el epitafio de su tumba  en el cementerio de Highgate, en Londres, que es la tesis XI de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente:
https://thenextrecession.wordpress.com/2018/04/23/marx-200-carney-bowles-and-varoufakis/
Traducción:
G. Buster

Seguidores