Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

jueves, 29 de junio de 2023

«INTERNET Y LAS REDES SOCIALES EXPLOTAN NUESTRAS EMOCIONES PALEOLÍTICAS»

 

El psiquiatra evolucionista Pablo Malo Ocejo, autor de ‘Los peligros de la moralidad‘ (Deusto), del blog ‘Evolución y neurociencias’ y músico de la banda de psico-rock The Beautiful Brains nos invita a adentrarse en un universo de saber y de mesura científica acerca de los grandes retos de nuestra época. Hablamos con él acerca de las tecnologías digitales, los trastornos mentales o la creciente polarización política.

David Lorenzo Cardiel

Usted es psiquiatra, ¿cómo surgió esta peculiar combinación entre ciencia y arte que condujo a la creación del grupo de psico-rock The Beautiful Brains?

El origen se encuentra en una asociación que montamos unos cuantos médicos internos residentes de psiquiatra del Hospital de Zamudio y que se llamó Txori-Herri Medical Association. Por casualidad, coincidió que teníamos inquietudes literarias y musicales además de científicas. Lo primero que desarrollamos fue una revista que se llamó Txori-Herri Medical Journal, la cual era una parodia de las revistas científicas. La verdad es que la revista tuvo mucho éxito y nos generó mucho reconocimiento. También hacíamos las THMNews, un boletín de noticias sobre psiquiatría y psicología con un toque autocrítico. The Beautiful Brains fue la parte musical de este complejo lúdico-científico-literario-festivo.

Además de a la investigación, se dedica a la divulgación científica a través de sus libros y su blog, Evolución y neurociencias. ¿Es la población española consciente de la importancia de la salud mental? 

Tanto mi blog (un poco abandonado últimamente en favor de Twitter) como mi cuenta de Twitter tienen varios hilos conductores. Es decir, no giran sólo sobre la salud mental. Es verdad que, por ejemplo, hablo mucho sobre el suicidio en ambos medios, pero también escribo sobre evolución, filosofía, ciencia en general o los cambios sociales que estamos viviendo. En realidad, el blog fue una especie de archivo personal. No obstante, creo que los temas de salud mental sí interesan mucho a la gente y mis publicaciones sobre ellos son muy seguidas y leídas.

«Ni la depresión ni el suicidio están solo en la cabeza de la persona: tienen mucho que ver con las relaciones y los conflictos interpersonales y sociales»

¿Poseen muchos de nuestros males o trastornos un origen ambiental o social? En este sentido, ¿qué ocurre con la privatización de la salud mental y del sufrimiento que ocasiona?

Este es un tema en el que suelo insistir bastante. En cuanto al suicidio y la depresión, creo que tenemos una visión de que el suicidio es una enfermedad mental que se cura con más psicólogos y psiquiatras que no es correcta ni completa. El suicidio es una conducta humana cuyas causas principales son dos: el sufrimiento o dolor psicológico insoportable y la conciencia –producto de nuestra inteligencia– de que si acabamos con nosotros mismos se acaba el sufrimiento. Por supuesto, la depresión es uno de estos dolores, y es un factor de riesgo importante, pero en la vida hay otras fuentes de dolor, como otras emociones (la venganza, la humillación, los sentimientos de culpa…), la pérdida del estatus y de la reputación, el deterioro físico, los conflictos interpersonales o laborales… que pueden mover al suicidio. El enfoque actual es incompleto. Ni la depresión ni el suicidio son cosas que están solo en la cabeza de la persona: tienen mucho que ver con las relaciones y los conflictos interpersonales y sociales.

Después de los peores tiempos de la pandemia de coronavirus, la tendencia en los países de la Unión Europea alrededor a los casos de ansiedad, depresión y suicidio ha crecido notablemente. Por ejemplo, sólo en ansiedad, un 25% más de casos desde 2020. ¿Cómo cree usted que debería abordarse esta situación? ¿Se reduce todo a la terapia cognitivo-conductual o la farmacología?

Yo me tomaría con escepticismo todos esos datos que se están dando, porque hay informaciones contradictorias. Hay estudios en Estados Unidos, Japón y otras naciones donde no se observa un aumento del suicidio o de los trastornos mentales ni durante ni después de la pandemia. En nuestra Red de Salud Mental de Bizkaia, por ejemplo, tampoco parece haber un aumento de nuevos casos ni de reinicios. Es posible que en ciertos subgrupos de población o en ciertas franjas haya aumentado la incidencia, pero creo que lo primero que habría que hacer es tener buena información sobre lo que está ocurriendo. Creo que hay un componente de moda o de pánico moral con este tema. No digo que no tenga un componente real, pero es difícil saberlo en estos momentos. Creo que necesitamos más datos.

«Para que la sociedad pueda actuar al unísono se necesitan unas creencias compartidas, y ahí es donde entra la religión y sus sucedáneos actuales»

En uno de sus últimos ensayos, Los peligros de la moral, señala que la moralidad es una amenaza para el siglo XXI. ¿Estamos desviándonos de la ética para crear nuevas supersticiones? Antropológicamente hablando, las evidencias parecen señalar que el humano necesita de la superstición para construir sociedad y vínculo social.

Decía T.S. Eliot que el ser humano no puede tolerar demasiada realidad. Y también decía Jorge Wagensberg que el individuo puede sobrevivir sin religión, pero que el grupo o la sociedad, no. Creo que la evolución que están siguiendo nuestras sociedades desde que Nietzsche mató a Dios en 1882 apoya estas afirmaciones. Se está confirmando lo que decía Chesterton de que cuando se deja de creer en Dios se pasa a creer en cualquier cosa. Me refiero a que el ser humano acaba convirtiendo todo en religión: el feminismo, el cambio climático, el antirracismo o la política. Todas ellas, y otras causas e ideologías, son nuevas religiones o tienen muchas de las características de la religión. Hemos visto a mucha gente y a senadores americanos de rodillas autoflagelándose tras la muerte de George Floyd en actos con un claro simbolismo religioso.

¿Necesitamos creer en algo, sea en lo que sea? En este sentido, ¿qué papel juega la fe en la construcción mental de significados ante la incertidumbre? 

Se dice que religión viene del latin religare, «unir» o «crear vínculos». Para que la sociedad pueda cooperar y actuar al unísono se necesitan unas creencias compartidas, y ahí es donde entra la religión y los sucedáneos actuales de la misma. Como decía Eliot, el ser humano no tolera demasiada realidad ni tampoco demasiada incertidumbre. Preferimos creer en historias falsas que nos den una explicación de la realidad –y una ilusión de control– a admitir que no tenemos una explicación de la misma y vernos desvalidos. Una mala narrativa es mejor que ninguna.

En sus libros recalca el peligro que supone la política. ¿Es posible superar la idea del «animal político» aristotélico? Y de hecho, ¿puede haber otro tipo de sociedad que se mantenga en equilibrio sin la existencia de grandes sistemas políticos?

Al igual que no creo que podamos prescindir de la moralidad y parece que tampoco de la religión, no creo que podamos prescindir de la política como gestión de lo público. Sí creo, en cambio, que necesitamos despolitizar nuestras vidas lo máximo posible. Dada la ausencia o declive de la religión institucionalizada, la reducción de la familia a su mínima expresión, la disminución de vínculos con la comunidad y la mayor soledad e individualismo en la sociedad, la política se ha convertido en algo que da sentido a nuestras vidas. Nuestro propósito en la vida nos lo da ahora la política y la ideología. Cuando nos preguntamos «¿quién soy yo?», buscamos nuestra identidad en nuestra ideología política. Probablemente, no es buena idea convertir a la política en nuestra única fuente de realización e identidad personal. Además, estamos convirtiendo la política en un tema de «bien» y «mal», de buenos y malos, de blanco y negro (en un tema más de religión que de política), y eso creo que es muy peligroso. Siempre se había pensado que la gente podía tener diferentes ideas políticas, que todas ellas eran legítimas y que podíamos votar entre ellas. Ahora hay unas ideas que son las buenas (las de nuestro grupo) y las otras ideas que son las del demonio: fascistas, machistas, racistas, nazis… En mi opinión, este planteamiento se carga el juego democrático.

«Preferimos creer en historias falsas que nos den una explicación de la realidad a admitir que no tenemos una explicación de la misma»

Las redes sociales y los espacios digitales son esenciales en nuestros días. ¿Está cambiando el entorno digital la manera en que se estructuran nuestras redes neuronales? ¿En qué manera nos afectan, dado el también creciente número de casos de adiciones y dependencia producida por ellas?

En primer lugar, hay que decir que las redes sociales, los móviles y otras tecnologías han venido para quedarse y nos aportan cosas maravillosas. Y siempre ha habido en la historia humana una fobia a las nuevas tecnologías. El pánico actual con las redes, los videojuegos y demás es, por un lado, un episodio más de esta cadena del desarrollo tecnológico humano. Dicho esto, es verdad que toda tecnología tiene aspectos positivos y negativos y tenemos que intentar maximizar lo bueno y minimizar lo malo. Decía Edward O. Wilson que «el verdadero problema de la humanidad es el siguiente: tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses». Internet, las redes sociales y las nuevas tecnologías explotan nuestras emociones paleolíticas: nuestros instintos sexuales, nuestra necesidad de estatus, nuestra necesidad de pertenencia y aceptación, nuestra apetencia por la información social (cotilleo) o nuestra necesidad de sentirnos buenos moralmente y de señalar esa catadura moral a los demás. Las redes sociales no han inventado nada, simplemente tocan o explotan nuestras emociones paleolíticas para captar nuestra atención y para que permanezcamos en sus plataformas, que es con lo que hacen negocio. Y es verdad que las redes cambian por completo el contexto en el que estas se expresan. Si antes una chica competía con las chicas de su pueblo para ser la más guapa o intentar conseguir aceptación social, ahora tiene que competir en Instagram o TikTok con, literalmente, millones de chicas que tratan de presentar en redes su versión más atractiva. De igual manera, las redes han abaratado el «señalamiento de virtud». Simplificándolo mucho, antes tenías que ir de voluntario a África para demostrar lo bueno que eras, pero ahora basta con soltar unos tuits agresivos contra el grupo rival para quedar como un héroe delante de los de tu grupo. Ha cambiado el terreno de juego en el que ventilamos nuestras emociones paleolíticas.

Como psiquiatra evolucionista, ¿cómo vislumbra el futuro que algunas personas están diseñando para la humanidad en torno a la unión de mente biológica e interfaces digitales? 

De nuevo, creo que el desarrollo de la tecnología a todos los niveles y su aplicación a prolongar la vida humana, a proporcionar órganos de recambio o a fusionar tecnología y biología es irreversible. No hay vuelta atrás en nuestro camino hacia la conversión en «dioses». Vamos hacia un transhumanismo o post-humanismo donde iremos progresivamente enmendando la plana a la naturaleza, a la selección natural o a Dios como creador para las personas religiosas. No estamos de acuerdo con el mundo tal y como es y lo reconstruiremos a nuestra imagen y semejanza. Vamos a ver cosas que nadie creería y no tengo ni idea de cómo afectará esto a nuestro equilibrio psicológico y emocional ni de si nos llevará a la extinción.

Hace unos meses, unos investigadores japoneses consiguieron interpretar en imágenes pensamientos y sueños de diversos sujetos. ¿Hasta qué punto este tipo de tecnologías son legítimas en su desarrollo?

Creo que todas esas tecnologías nos van a poder ayudar a tratar mejor los trastornos mentales y a tener un mayor control de nuestra propia mente; un control que, de hecho, ahora mismo es mínimo. Pero como he repetido varias veces, también tendrán contrapartidas. Creo que estos avances sí son legítimos, pero que la sociedad tendrá que encauzarlos y ponerles unos límites.  Creo que las posibilidades exceden a cualquier cosa que podamos pensar.

Por último, ¿qué opina de la hiperactividad de nuestro tiempo? ¿Cree que hay un desfase evolutivo entre el modelo de vida que vivimos y la configuración a la que nos dirigen nuestro ADN, adaptado a las condiciones de hace 30.000 años?

Sí, tenemos un claro problema de lo que en biología evolucionista se llama «desajuste» (mismatch) entre las condiciones en las que evolucionaron nuestros mecanismos psicológicos y las condiciones de vida en nuestras sociedades modernas. Instagram está haciendo aumentar los problemas de ansiedad y de malestar con el propio cuerpo de las chicas; los videojuegos hacen que los chicos se queden en casa porque en esos mundos virtuales pueden ser guerreros, jugadores de fútbol y baloncesto, héroes y todo lo que necesitan ser y muchas personas pasan ya de las relaciones de pareja y prefieren el porno, las muñecas hinchables y pronto los robots sexuales que probablemente estarán disponibles en breve… Pero el tiempo no espera a nadie, no podemos volver al pasado. Tenemos que enfrentarnos a todas estas novedades de la mejor manera posible.

miércoles, 28 de junio de 2023

No es lo que parece

 Por Justin Smith

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/


Internet sigue sin ser lo que pensamos.

En primer lugar, dista de ser tan novedosa. No representa un corte radical con todo lo que vino antes, ni en la historia humana ni en la historia mucho más larga de la naturaleza que precedió al advenimiento de nuestra especie. Lejos de ello, Internet es apenas la permutación más reciente de un complejo conductual, tan enraizado en el carácter de nuestra especie como cualquiera de las otras cosas que hacemos: nuestras narraciones, nuestras modas, nuestras amistades, nuestra evolución como seres que habitan un universo repleto de símbolos.

Para convencernos de esto, resultará útil pasar por un rato a un plano más general, alejar la mirada del ámbito al que pertenecen los artilugios de factura humana, del mundo humano en general, para obtener una visión distanciada y lúcida del mundo natural que nos alberga junto a todo lo que hacemos. En otras palabras, resultará útil tratar de comprender a Internet en su contexto ecológico amplio, contra el fondo de la larga historia biológica de la Tierra.

Consideremos el pisotón del elefante: un pequeño acontecimiento sísmico con el que el elefante envía una vibración distintiva a sus parientes situados a una distancia kilométrica. O consideremos los chasquidos de un cachalote que, tal como se cree hoy, a veces llegan a oídos de familiares que están en el otro extremo del mundo. Y no es solo el sonido lo que facilita la telecomunicación animal. Muchas (o tal vez la mayoría) de las señales enviadas entre miembros de la misma especie no llegan a través de vibraciones sónicas, sino que se transmiten por medio de sustancias químicas. La hembra de la polilla emperatriz emite feromonas que los machos pueden detectar a más de quince kilómetros, una distancia que, en proporción con el tamaño, es comparable a la que alcanza hasta el más resonante chasquido del cachalote. Y tampoco hay razón alguna para trazar una frontera entre los animales y otros seres vivos. Muchas especies vegetales, entre las que se cuentan los tomates, los porotos pallares, la artemisa y el tabaco, usan rizobacterias aéreas para enviar información química a sus congéneres situados a distancias significativas. En todo el mundo de los seres vivos, la telecomunicación tiende a ser más la norma que la excepción.

Alguien podría alegar aquí que nuestro concepto de “telecomunicación” es equívoco, como cuando decimos, por ejemplo, que un ciclista iracundo en una intersección o nuestra computadora colgada con la insufrible ruedita giratoria están “enojados” con nosotros.  Otros podrían objetar que, aun cuando se conceda, solo por el bien del argumento, que los cachalotes y los elefantes envían señales procesables como información, es decir, como una codificación simbólica de contenido proposicional que luego es decodificada por un sujeto consciente, de modo alguno puede decirse lo mismo de los porotos pallares.

Aceptemos aunque más no sea para evitar complicaciones innecesarias, que los porotos pallares no son conscientes. Aun así cabrá preguntarnos por qué, si la telecomunicación involucra los mismos principios y mecanismos en las formas de vida conscientes e inconscientes, deberíamos precipitarnos a dar por sentado que la telecomunicación de nuestra especie tiene que ser un producto de la conciencia, descartando de plano su posible origen como antiguo sistema que surgió a la manera de la señalización en los porotos pallares, y que solo en una etapa tardía comenzó a permitir la participación de nuestra conciencia humana en él. El supuesto anterior parece captar las cosas exactamente al revés de lo "correcto": las redes de telecomunicación existen desde hace cientos de millones de años. ¿No es posible que los resultados más recientes de la teleactividad comunicativa propia de nuestra especie -sobre todo Internet, pero también sistemas tales como la telegrafía y la telefonía, que tomamos por desviaciones extremas con respecto a la trayectoria previa de la historia humana- sean en verdad un resultado latente desde el comienzo en lo que siempre hemos hecho, una expresión ecológicamente esperada y predecible de algo que ya estaba allí?

¿Y podría ocurrir, correlativamente, que la concepción más apropiada de Internet, lejos de asociarse a artefactos, artilugios, aparatos o meras herramientas inánimes, fuera más bien la de un sistema viviente, o de un producto natural basado en la actividad de un sistema viviente? Si deseamos convencernos a nosotros mismos de que esta sugerencia no es un mero arrebato poético, sino que se apuntala en una suerte de verdad ligada tanto a la tecnología como a los sistemas vivientes, podría resultar útil considerar la larga historia de los intentos de imaginar tecnologías de la telecomunicación basadas en el modelo de los cuerpos animales y las fuerzas vitales.


Fragmento de Internet no es lo que pensamos, de  Justin E. H. Smith (autor también de Irracionalidad, 2021) que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica.

Cuáles son los tres factores psicológicos que impulsan a las personas a elegir un mensaje de voz en lugar de llamar

Enviar audios de manera instantánea dejó a la llamada telefónica casi en desuso, o al menos como una opción tras un aviso previo. Especialistas analizaron las razones de quienes “hablan” por esa vía

Fuente: https://www.infobae.com/

Para los expertos, estas nuevas costumbres "en un punto evidencia problemas que como sociedad se están teniendo a la hora de la comunicación" (Getty)
Para los expertos, estas nuevas costumbres "en un punto evidencia problemas que como sociedad se están teniendo a la hora de la comunicación" (Getty)

Están quienes las aman y quienes las odian, pero lo cierto es que las notas de voz se instalaron como una vía de comunicación en todos los ámbitos de la vida.

Ya sea con fines laborales, para coordinar una salida con amigos, y hasta entre los miembros de una familia o los grupos de Whatsapp de padres, el mensaje de voz casi que reemplazó a la llamada telefónica. O al menos la relegó como una segunda instancia de comunicación, previo aviso vía mensaje.

Para muchos -sobre todo para las nuevas generaciones- la llamada telefónica es vista casi como una invasión a la intimidad del otro. Incluso, hasta puede ser considerada una falta de respeto si se efectúa sin advertir al destinatario que se lo va a llamar.

“Te mando un audio porque es más fácil”: suele ser la frase con la que comienzan muchos mensajes de voz que llegan a través de la mensajería instantánea. ¿Más fácil para quién? ¿Para qué? ¿En relación a qué?

A diferencia de la llamada telefónica, el audio le da al receptor la libertad de escucharlo cuando desea (Getty)
A diferencia de la llamada telefónica, el audio le da al receptor la libertad de escucharlo cuando desea (Getty)

Para el médico psiquiatra y psicoanalista José Eduardo Abadi (MN 44946), la frase (es más fácil) “en lugar de facilitar las cosas evita algo que alguna gente tiene como inhibición, que es el acercarse, mostrarse, recibir”. “Los mensajes de voz forman parte de una comunicación en la que parece que estamos cerca, es espontánea, pero hay junto con esto una cierta distancia o lejanía que afecta, desde mi mirada, un aspecto de la relación que es la intimidad”, analizó el especialista consultado por Infobae. Y agregó: “Se pone en juego un carácter emocional distinto al llamar o mandar audio”.

Y si bien reconoció que el motivo social o políticamente correcto que se esgrime al mandar un audio -en vez de llamar por teléfono- es “supuestamente cuidar al otro, no invadirlo, pedirle permiso para comunicarse”, el psiquiatra consideró que más que eso, “se trata de tener la seguridad de que el otro quiere recibir mi mensaje, quiere saber de mí, algo así como una garantía de aceptación”.

En la misma línea, el doctor en Psicología y docente Flavio Calvo (MN 66.869) opinó que uno de los factores que contribuye a la popularidad de los mensajes de voz por sobre las llamadas “es la conveniencia y eficiencia que ofrecen”. “Las notas de voz permiten optimizar el tiempo, ya que puede grabarse un mensaje rápidamente en lugar de tener una conversación telefónica prolongada -analizó-. Además, brindan la libertad de enviar el mensaje en el momento que se prefiera, sin la necesidad de coordinar horarios o interrumpir a la otra persona en un momento inoportuno”.

Cuáles son los tres factores que llevan a las personas a preferir un mensaje de audio, según los expertos

Algunas personas experimentan ansiedad por el sólo hecho de tener que hacer una llamada telefónica (Getty)
Algunas personas experimentan ansiedad por el sólo hecho de tener que hacer una llamada telefónica (Getty)

1- Permite tener control de la situación

En opinión de Abadi, “una de las cosas que se buscan con el audio es mayor control de la situación”. “Sé lo que voy a decir, puedo corregir antes de enviarlo, puedo decirlo del modo que más útil me parezca, según el objetivo que persiga con mi mensaje, por ejemplo”, consideró.

Con este punto de vista coincidió Calvo, para quien “los mensajes de audio sirven muchas veces para practicar roles, y poder ‘filtrar’ lo que se dice para ser más asertivos; muchos aprovechan estas oportunidades para una comunicación más efectiva”.

Asimismo, para la coach experta en Programación Neurolingüística (PNL) Anna Flores, “mientras que una llamada telefónica tiene una inmediatez y una urgencia que empujan a las personas a un ida y vuelta instantáneo, con una nota de voz se puede elegir cuándo escuchar y cuándo responder”.

Según los expertos, no sólo los jóvenes prefieren los audios a las llamadas (Freepik)
Según los expertos, no sólo los jóvenes prefieren los audios a las llamadas (Freepik)

2- Garantiza poder completar ideas sin interrupciones

Calvo observó que “a muchas personas las llamadas les producen la molestia de tener que interactuar con un otro, mientras que un audio brinda una especie de ‘seguridad’ de hablar sin ser interrumpidos”.

“El fenómeno de los audios, más allá de ser un recurso que nos va muy bien para optimizar el tiempo, evidencia que cada vez somos más individualistas y que nos centramos más en nuestro mensaje y lo que queremos transmitir, cuándo y cómo queramos, que en realmente escuchar a la otra persona de forma directa, atenta y consciente”, dijo Flores al diario ABC.

Para Abadi, este tipo de comunicación tiene una "aparente cercanía, inmediatez y velocidad del mensaje" que puede crear "un cierto aislamiento en lo que son los vínculos” /Justin Lane
Para Abadi, este tipo de comunicación tiene una "aparente cercanía, inmediatez y velocidad del mensaje" que puede crear "un cierto aislamiento en lo que son los vínculos” /Justin Lane

3- Posibilita esconder emociones, si así se quiere

En opinión de Flores, “enviar un audio proporciona la seguridad de que la persona se expresa de acuerdo con lo que quiere transmitir e incluso poder ensayar la voz para hacerlo y mostrar si es necesario su mejor versión o esconder el estado emocional, si así lo desea”.

Y tras asegurar que “un audio da la confianza que una llamada podría poner en peligro al tener que responder al interlocutor en directo”, la experta consideró preferir esa vía de comunicación como “un acto de egocentrismo, que permite enfocarse en lo que cada uno quiere decir sin pensar en la repercusión en la persona que lo recibe”.

En el fondo, ¿es un gran problema de comunicación?

La opción de poder acelerar el audio, aún intensifica más esta tendencia (Getty)
La opción de poder acelerar el audio, aún intensifica más esta tendencia (Getty)

Todo esto, para Calvo, “en un punto evidencia problemas que como sociedad se están teniendo a la hora de la comunicación”. “No me gusta que mi mensaje sea interrumpido o cuestionado, y por eso es más fácil enviar un audio”, observó. Al tiempo que remarcó que “por otro lado, a la hora de recibirlos se ponen en x2 porque se piensa más en el propio tiempo personal que en la persona que lo envió”.

Es que desde que en 2021 WhatsApp actualizó su aplicación y permitió aumentar la velocidad de los audios recibidos, salvo exactos momentos o con determinadas personas, la mayoría de las personas acelera el mensaje, lo que en el fondo lleva a que se pierda la esencia del mensaje, que suelen ser la entonación o las pausas.

Sobre el cierre, Abadi analizó que “otro punto importante de este tipo de mensajes es que generan una aparente cercanía o ‘limpieza’ de la comunicación, cuando en el fondo lo que hacen es generar una cierta distancia que hace que la comunicación parezca normal”. A su entender, esto “le quita algo que hace a la comunicación más íntima, que es lo espontáneo, lo que surge y no se pensaba decir: la idea de la presencia del otro a través de la voz”.

La posibilidad de enviar mensajes de audio de manera instantánea casi que dejó a la llamada telefónica como una opción en desuso (Getty)
La posibilidad de enviar mensajes de audio de manera instantánea casi que dejó a la llamada telefónica como una opción en desuso (Getty)

Y si bien reconoció que “esto no quiere decir que el recurso no sea útil”, el psiquiatra remarcó que “la utilidad no tiene que ser confundida con que es lo mismo que la comunicación persona a persona”.

Para él, este tipo de comunicación “se viste de cierta actitud defensiva, que tiene que ver con preferir estar solo” y está estrechamente relacionado con “las relaciones actuales como síntoma, en las que detrás de la aparente cercanía, inmediatez y velocidad del mensaje se crea un cierto aislamiento en lo que son los vínculos, que terminan por afectar la riqueza de los lazos”.



lunes, 26 de junio de 2023

PANTALLAS EN LAS AULAS, UN COMPLEJO DEBATE

 El anuncio sueco de que retirarán tecnología de las aulas por los malos resultados del alumnado abre el debate: ¿cuán buena es la educación digital? Los estudios apuntan que las pantallas no mejoran las destrezas educativas tradicionales, pero se consideran inevitables su presencia en los colegios.

José A. Cano

Hace unos días, la ministra de Educación sueca, Lotta Edholm, anunciaba que iba a echar el freno de mano en la progresiva digitalización educativa del país. Sin entrar en detalles, más como declaración de intenciones, señalaba la alarma en el gobierno del que forma parte por los malos resultados del país en el Informe PIRLS, un estudio similar al célebre PISA de la OCDE. Según sus conclusiones, en los últimos cinco años la capacidad de comprensión lectora de los niños suecos había pasado de un nivel alto a intermedio, un resultado quizás no catastrófico pero si preocupante para sus estándares habituales.

El PIRLS, conocido así por sus siglas en inglés, es el Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA), una prueba que evalúa la comprensión lectora de los alumnos en 4º de Primaria. El PISA, mucho más conocido en España, mide además de la comprensión lectora las habilidades básicas en ciencia y matemáticas. Desde 2013, Suecia y sus vecinos nórdicos vienen registrando cada vez peores resultados en el mismo, cuando a comienzos de siglo eran referente europeo. Incluso en 2020 el diario Expressen destapó un escándalo de fraude: las autoridades educativas habían intentado falsear los resultados suecos de 2018.

Todavía es pronto para valorar los efectos que tendrá la reforma sueca, como coindicen las expertas con las que hemos hablado. Antes, habría que conocer los detalles concretos de esta «desescalada digital» en el aula. Isabel Dans, profesora de la Universidad de Santiago de Compostela e investigadora en Didáctica y Educación Digital, explica que «existe una corriente en pedagogía que empieza a alzar la voz sobre la necesidad de la escritura a mano y la lectura tradicional. En los centros educativos españoles hay una demanda de regreso al texto, niños y niñas que dicen: «Profe, es que estudio mejor en papel». Es una realidad, aunque no se diga mucho, porque parece que es como pedir dar marcha atrás en una inversión tan grande con la que ha hecho estos años en herramientas tecnológicas».

Isabel Dans: «No estoy a favor de retirar los medios tecnológicos de las escuelas, pero hay que tener en cuenta que quizás no sirvan para el aprendizaje de la escritura y la lectura tradicionales»

La pedagoga se muestra prudente con lo anunciado en Suecia y duda que las declaraciones de la ministra de Educación se traduzcan en una posición maximalista. La mayoría de expertos, asegura: «nos encontramos en una posición intermedia, que no es de todo o nada. Eso implica admitir que se puso mucha confianza en la digitalización y pese a ella muchos problemas educativos no han mejorado, pero que no podemos eliminar toda la tecnología del aula». Eliminar completamente las pantallas «también tendría sus problemas», indica Dans. «Necesitamos educar en saber usar las pantallas, invertir en ética y en cuidado digital, porque lo digital está en todas partes y lo que no se enseñe en la escuela se aprenderá fuera. No estoy a favor de retirar los medios tecnológicos de las escuelas, pero hay que tener en cuenta que quizás no sirvan para el aprendizaje de la escritura y la lectura tradicionales», señala.

Dans recuerda que no existen estudios que liguen directamente los malos resultados en comprensión lectora a las pantallas, pero sí que dicen que no sirven para lo contrario. En 2015 la OCDE publicó el informe Students, Computers and Learning: Making the Connection. Este concluía que los países que habían hecho mayores inversiones en introducir la tecnología digital en el sector educativo no registraron mejoras evidentes en el rendimiento estudiantil. Es más, dicha investigación ya recomendaba asegurar antes un nivel básico en lectoescritura y matemáticas a la manera tradicional para crear igualdad de oportunidades en el entorno digital antes que introducir más herramientas tecnológicas en las aulas.

Ni siquiera dentro de la propia Suecia son nuevas estas críticas. La experta más importante en pronunciarse contra ciertos enfoques contemporáneos o el fetichismo tecnología la autonomía del alumnado es la pedagoga Inger Enkvist, autora, entre otros, de dos libros muy influyentes: La Educación en peligro (2001) y Repensar la Educación (2006). Enkvist fue durante años asesora del gobierno sueco y es conocida en España por haber traducido al sueco a autores como María Zambrano, Fernando Savater, Juan Goytisolo y Mario Vargas Llosa.

Julia Mañero: «El libro de texto y la tablet o la pizarra digital no son excluyentes, lo que hace falta es una convivencia armónica entre ambos»

La pedagoga e hispanista criticaba, más que la tecnología en clase, mucho menos común en 2001, los modelos educativos que rápidamente se empezaron a asociar a ella. Por ejemplo, la puesta en valor de la autonomía del alumnado por encima de unos objetivos de aprendizaje estandarizados. En 2017 se unió a estas críticas el profesor de la Universidad de Gotemburgo, Jonas Linderoth, quien sostuvo que el progresivo desplome de Suecia en informes como el PISA se debía a la mala aplicación de dichas políticas. Tal y como sigue afirmando a día de hoy, la libertad de aprendizaje, medios tecnológicos mediante, es útil para alumnos que ya tengan una base de conocimiento, pero no en los niveles más básicos, donde los métodos más tradicionales sigue siendo necesarios. Linderoth subrayaba como este modelo acaba sirviendo para aumentar las desigualdades y rebajar el nivel educativo general.

«El problema es que se criminalice el uso de la pantalla y se vincula a los resultados de estudios como el PIRLS o el PISA sin entender que son una herramienta, y su efectividad depende del uso que se les dé», explica Julia Mañero. Esta experta es profesora de Educación Artística en la Universidad de Sevilla y especialista en la postdigitalidad en el aula, un enfoque que propone no tanto esa «desescalada» sueca como «un aula híbrida, en la que siga existiendo el libro de texto analógico, pero también un uso crítico de las herramientas digitales, siendo conscientes de sus ventajas y sus inconveniente».

«Las herramientas tecnológicas de por sí no son innovadoras, sino su uso. Pueden favorecer la comprensión lectora… o puedes usar un libro de texto y conseguir el mismo resultado», explica. Duda también que la intención de Suecia sea «eliminar completamente lo digital del aula, por el momento en que vivimos. Sería desligar la educación de una sociedad que está completamente mediatizada y volcada en las pantallas». Si hay una evolución «más bien será hacia darles un uso consciente, sabiendo para qué las queremos, en una educación híbrida. El libro de texto y la tablet o la pizarra digital no son excluyentes, lo que hace falta es una convivencia armónica entre ambos».

Dans añade que en el caso de España en muchos centros «ya conviven la tablet y la libreta o el libro tradicional. Muchos profesores te contarán como el dibujo, el tacto, escribir a mano… ayudan al desarrollo, la memoria y la creatividad. Los medios digitales son útiles pero debemos combinarlos con la escritura a mano y la lectura tradicional. Aprender a ir en patinete eléctrico está bien, pero primero hay que saber caminar».

Ambas expertas coinciden en no incidir en la consabida «falta de formación del profesorado. Es responsabilizar a quien está en el aula de las políticas generales y además es un tópico que se usa siempre», afirma Dans. Además, «la formación que se da suele ser de cómo encender o apagar la herramientas, cuestiones técnicas, no de su uso pedagógico, no tiene sentido», añade Mañero. «Las pantallas son inevitables. Lo que es un error es vincularlas a aprendizajes más tradicionales sin valorar su utilidad», concluye Dans

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