Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

lunes, 11 de julio de 2011

Bosnia recuerda la matanza de Srebrenica con Karadzic y Mladic presos


Fuente:Globedia

Los bosniacos musulmanes celebrarán este lunes el aniversario de la matanza de Srebrenica por primera vez desde el encarcelamiento de sus dos principales responsables, el antiguo presidente serbo-bosnio Radovan Karadzic y el antiguo comandante serbo-bosnio Ratko Mladic.

El homenaje se produce además una semana después de que un tribunal de La Haya declarara al Estado holandés "responsable" de la matanza. Las fuerzas de paz holandesas, que estaban al cargo de la defensa de la zona, no pudieron impedir la peor masacre registrada en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial.

Según la radiotelevisión independiente serbia B92, el acto se celebrará en Potocari (a seis kilómetros al noroeste de Srebrenica, en territorio de la República Srpska) y contará con la presencia de los presidentes bosniaco musulmán y croata de Bosnia y Herzegovina, Bakir Izetbegovic y Zeljko Komsic respectivamente, así como del alto representante internacional para Bosnia, el austríaco Valentin Inzko.

Durante la ceremonia se dará sepultura en el Memorial del Genocidio a los restos de 613 víctimas recientemente identificadas. Entre estos fallecidos --que fueron homenajeados ayer domingo en Sarajevo antes de su traslado a Srebrenica-- figura un niño de once años de edad.

El acto no contará con la presencia de ningún representante serbio ni serbo-bosnio. El presidente de Serbia, Boris Tadic, sí asistió el año pasado a los actos por el decimoquinto aniversario de la matanza, en los que pidió perdón en nombre de su país. Tadic no participará este año, pero su formación, el Partido Democrático, emitió ayer domingo un comunicado en el que pidió un castigo para los criminales.

En Serbia, el acto por Srebrenica será protagonizado únicamente por la organización no gubernamental Mujeres de Negro, que mañana martes leerá públicamente los nombres de todas las víctimas de aquella masacre. En la entidad serbo-bosnia de Doboj se han convocado manifestaciones en apoyo de Mladic, según la agencia estatal bosnia de noticias, FENA.

LA MATANZA

En 1992, cuando comenzó la guerra de Bosnia y Herzegovina, el 75 por ciento de la población de Srebrenica era bosniaca musulmana frente a un 25 por ciento de población serbia. En 1993, Srebrenica fue declarada, junto con Sarajevo, Zepa, Gorazde, Tuzla y Bihac, una de las seis "zonas de seguridad" decididas por el Consejo de Seguridad de la ONU en Bosnia y Herzegovina.

Entre los días 6 a 8 de julio de 1995, las fuerzas serbobosnias sitiaron el enclave, en el que se habían refugiado decenas de miles de civiles huidos de otras áreas arrasadas del noreste de Bosnia. Una fuerza de 600 soldados holandeses mal armados era la encargada de "protegerlos". Apenas había combustible y los alimentos frescos no se renovaban desde mayo de 1995. El asedio resultó particularmente fácil.

Cuando empezaron los bombardeos serbios, los musulmanes pidieron a la ONU que les entregaran las armas confiscadas por los cuerpos de paz, pero la solicitud fue denegada. Los bombardeos atacaban los centros de refugiados y los puestos de observación de las tropas de la ONU, mientras el comandante holandés, teniente coronel Tom Karremans, pedía en vano apoyo aéreo a sus superiores en Sarajevo. Entretanto, miles de refugiados seguían llegando a la ciudad huyendo de la ofensiva serbia.

Ante tanta insistencia por parte de Karremans, el comandante general de la ONU, general Bernard Janvier, responsable militar en Sarajevo de las fuerzas de UNPROFOR, accedió a enviar ayuda, la cual sirvió para detener temporalmente el avance serbio. Contando con ese apoyo aéreo, Karremans decidió actuar y lanzar un ultimátum: los serbobosnios deberían retirarse antes de las seis de la mañana, o en caso contrario los aviones de la OTAN les atacarían.

Los serbios no se retiraron, pero el mando de la ONU en Sarajevo informó a Karremans de que su solicitud de apoyo aéreo había sido hecha de forma inadecuada. Janvier recibió otra petición con hora y media de retraso, y, por si fuera poco, los aviones enviados carecían de suficiente combustible y debieron desviarse a Italia para repostar. En ese momento, la base holandesa en Potocari albergaba a 20.000 refugiados, sobre todo mujeres, niños y enfermos.

A primeras horas de la tarde, el jefe militar de los serbios de Bosnia, general Ratko Mladic, acompañado de las cámaras de la televisión serbia, entró en Srebrenica. "Ha llegado el momento de vengarnos de los turcos", fueron sus declaraciones. Una vez ocupada la ciudad, comenzó la tragedia.

Más de 20.000 mujeres y niños fueron deportados en las siguientes 30 horas, y los serbios comenzaron a separar a los hombres de entre 12 y 77 años de edad para "interrogarlos" sobre presuntos crímenes de guerra. Dos días después de la ocupación, comenzaron las matanzas en la vecina localidad de Kravica, mientras las fuerzas de paz internacionales entregaban a los serbios a nada menos que 5.000 bosniacos musulmanes que se habían refugiado en Potocari a cambio de 14 soldados holandeses tomados como rehenes.

El 16 de julio se empezaron a dar las cifras de la masacre. Muchos prisioneros prefirieron suicidarse. Otros murieron hacinados en un hangar mientras eran tiroteados. Un testigo vio cómo tres camiones repletos de musulmanes y una excavadora se internaban en el bosque: los camiones volvieron vacíos. Se calcula que tras la toma del enclave se ejecutó sumariamente a más de 8.000 varones musulmanes de todas las edades.

Un año después de la matanza, el 11 de julio de 1996, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) dictó contra los jefes político y militar de los serbo-bosnios, Radovan Karadzic y Ratko Mladic respectivamente, acta pública de acusación formal por genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos en Srebrenica.

Radovan Karadzic fue detenido en julio de 2008 en Belgrado y Ratko Mladic fue capturado el 26 de mayo de este año en la región serbia de la Voivodina (norte). El TPIY ha "armonizado" los casos abiertos contra ambos, que se centrarán en la limpieza étnica, en los abusos contra civiles en Sarajevo y en el genocidio de Srebrenica.

LA IMPLICACIÓN HOLANDESA

El caso de Srebrenica es especialmente delicado en Países Bajos. En 2002, el Gobierno de Wim Kok dimitió en bloque por su "corresponsabilidad en la matanza", tras la publicación de un informe del Instituto Holandés de Documentación sobre la Guerra (NIOD), que atenuaba la responsabilidad de los 'cascos azules' holandeses encargados de proteger el enclave, pero acusaba a los políticos de haber enviado a los soldados a una "misión imposible".

El Gobierno holandés, que en los últimos años se ha enfrentado a numerosas denuncias relacionadas con la matanza, ha insistido en todo momento en que sus fuerzas fueron abandonadas por la misión de Naciones Unidas, que no le suministró ningún apoyo aéreo. El Tribunal Supremo holandés está estudiando una denuncia contra el Estado presentada por el grupo Madres de Srebrenica. Los demandantes podrían remitir el caso al Tribunal Europeo de Justicia e incluso denunciar a Naciones Unidas.

Entretanto, el pasado 5 de julio un tribunal de apelaciones de La Haya declaró "responsable" al Estado holandés de la muerte de tres bosniacos musulmanes a los que permitieron abandonar Srebrenica pese a saber que sus vidas corrían peligro. La decisión del tribunal puede sentar precedente para la presentación de nuevas denuncias por parte de los familiares de otras víctimas del genocidio de Srebrenica y, por tanto, para nuevas reclamaciones de compensación por daños y perjuicios.

martes, 5 de julio de 2011

A 35 años de la “Masacre de San Patricio”: Juntos vivieron… Juntos murieron

Buenos Aires, lunes, 4 de julio de 2011 (ALC) - El domingo 4 de julio de 1976, tres sacerdotes y dos seminaristas pertenecientes a la Sociedad del Apostolado Católico –Padres Palotinos- fueron asesinados salvajemente en la Parroquia San Patricio, en el barrio de Belgrano (R) de la Capital Argentina. Las víctimas de ese ataque demencial fueron los sacerdotes Alfredo Kelly, Alfredo Leaden, Pedro Dufau, y los estudiantes Emilio Barletti y Salvador Barbeito.

Norberto H. Calvo

Las autoridades militares difundieron a las pocas horas de conocido el hecho, la hipótesis de un ataque extremista. Un comunicado del Comando de la Zona I del Ejército decía: "Elementos subversivos asesinaron cobardemente a sacerdotes y seminaristas. El vandálico hecho fue cometido en dependencias de la iglesia San Patricio, lo cual demuestra que sus autores, además de no tener Patria, tampoco tienen Dios." Pero no obstante, los indicios que fueron apareciendo no dejaron dudas sobre la participación de un grupo paramilitar ligado al gobierno de facto.

Es preciso reconocer que las autoridades de la Iglesia Católica Romana no tuvieron entonces un pronunciamiento categórico sobre el asesinato. Por otra parte, la investigación judicial iniciada en tiempo del gobierno militar tampoco arribó a conclusión alguna.

En 1989 apareció “La Masacre de San Patricio”, un libro del periodista Eduardo Kimel que permitió vislumbrar la oscura trama que rodeaba a aquel tremendo crimen. La obra reflejaba el fruto de sus investigaciones y permitió a la opinión pública conocer detalles que habían quedado maliciosamente ocultos, las más de las veces bajo la ignominiosa sospecha que sobrevolaba a las víctimas del sistema represor con un argumento que se hizo carne por entonces en la sociedad: “en algo andarían…”

Eduardo Kimel falleció el 10 de febrero de 2010 a los 57 años. En un pasaje de su libro, el periodista cuestionó la actuación de los jueces a cargo de la investigación, entre ellos el juez Guillermo Rivarola. Allí había escrito que “la actuación de los jueces durante la dictadura fue, en general, condescendiente, cuando no cómplice de la represión dictatorial. En el caso de los palotinos, el juez Guillermo Rivarola cumplió con la mayoría de los requisitos formales de la investigación, aunque resulta ostensible que una serie de elementos decisivos para la elucidación del asesinato no fueron tomados en cuenta. La evidencia de que la orden del crimen había partido de la entraña del poder militar paralizó la pesquisa, llevándola a un punto muerto” A causa de esa afirmación, este magistrado lo demandó por injuria y calumnia y en un juicio que llegó hasta la Suprema Corte Argentina.

Kimel resultó condenado a un año de prisión en suspenso y a pagar una indemnización de 20.000 pesos (que equivalían a 20.000 dólares). Convertido en un proceso paradigmático por la libertad de expresión, Kimel presentó el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en 2008 falló en su favor y en contra del Estado argentino. Merced al antecedente del “Caso Kimel”, el delito de calumnias e injurias quedó formalmente excluido del sistema penal argentino.

Los sucesos del 4 de julio de 1976 también inspiraron, en nuestro medio, a Gabriel Seisdedos a presentar una mirada intimista sobre quienes resultaron víctimas de este crimen inexplicable, pero también de todos aquellos que resultaron tocados por sus vínculos con la familia palotina y sus comunidades. Así surgió, en 1996, su libro “El honor de Dios”, del que conoceremos ahora una segunda edición actualizada y que tiene la cualidad de presentarnos una pintura vívida de aquella época de zozobra.

Por su parte, Juan Pablo Young y Pablo Zubizarreta, lograron concretar un espléndido trabajo documental con su película “4 de Julio: la masacre de San Patricio”. Esta realización resultó acreedora de varios premios en el género de documentales como también por su guión. Estas expresiones de la literatura y del cine que surgieron sin duda ante el dolor y el horror, son sin embargo expresiones de esperanza y de una decidida opción por la búsqueda de justicia.

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Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (ALC)
Edición en español: Combatientes de Malvinas 1230, 3190 La Paz, Entre Ríos, Argentina

viernes, 1 de julio de 2011

Aballay, el hombre sin miedo


Fuente: revista Veintitres /
Por Mario Maure y Brunilda Crescini

La pasión de Antonio Di Benedetto por el cine es muy conocida. Tanto por la influencia que este tuvo en su literatura como por sus tareas de crítico y guionista. Y aunque lo deseaba, no pudo ver realizadas en la pantalla ninguna de sus obras. Algunas complicaciones –muy propia de sus cuentos y novelas– terminaron frustrando las filmaciones. Así ocurrió con El juicio de Dios en 1979, de Ernesto Fili, y con Zama en 1985, de Nicolás Sarquis, con un papel protagónico para Charo López.
Ya fallecido el escritor, Maximiliano Gerscovich obtuvo en 2001 la posibilidad de volver a intentar filmar El juicio de Dios en un concurso de telefilmes organizado por Canal 7, pero la caída del gobierno de Fernando de la Rúa terminó con sus expectativas. Recién en 2007 pudo verse concluida una película basada en una novela suya: Los suicidas, dirigida por Juan Villegas.
“Espectáculo, cine y literatura”: así se llamaba la sección del diario Los Andes donde, desde 1945, Di Benedetto se desempeñó como periodista y crítico. Esto le permitió asistir a los festivales de cine más importantes, tanto nacionales como internacionales: Mar del Plata, Cannes, San Sebastián, Berlín y Hollywood, a la entrega de los Oscar. Desde esas mismas páginas Di Benedetto ofició como difusor y gestor cultural: allí historió el desarrollo del cine en la provincia en un artículo aparecido en 1957, alentando, además, la reapertura de los estudios Film Andes, únicos en el país, descartando los de Buenos Aires. Estos estudios habían dejado de producir en 1953 por falta de financiamiento. El interés del escritor por el cine especializado se concretó, además, con la creación de Cine Artístico, que nucleó a aquel público crítico que empezaba a demandar más información sobre producciones cinematográficas de cierta calidad estética. Pero sus intervenciones más directas en el hacer cinematográfico fueron en la escritura de guiones. El inocente, adaptado de su cuento “El juicio de Dios”, fue premiado en 1959 por el Instituto Nacional de Cinematografía. Con Abelardo Arias adaptó la novela de este Alamos talados, luego realizada por Catrano Catrani.
Experimentando en Cuyo. La influencia del cine en la literatura de Antonio Di Benedetto es tan explícita que Declinación y Ángel así lo anticipa: “Todo está narrado exclusivamente con imágenes visuales, no literarias y sonidos. Fue concebido de modo que cada acción pueda ser fotografiada o dibujada o en todo caso termine de explicarse con el diálogo, el ruido de los objetos o simplemente la música”.
Pero ya la había incorporado mucho antes, con el cuento “El abandono y la pasividad”, de 1953, que despertó polémicas sobre la invención del “objetivismo”, atribuido al francés Robbe Grillet. En ese cuento el lector experimenta la sensación de que el “ojo” de una cámara capta el transcurrir del tiempo en una habitación que se deteriora. El drama humano está presente y es el gran telón de fondo. Y por supuesto, también se evidencia en esa obra maestra que es “Caballo en el salitral”. En todos ellos el material narrativo se segmenta como escenas registradas por una cámara. La sintaxis de las frases es entrecortada, emulando la sintaxis fílmica. En otros textos utiliza procedimientos que simulan la iluminación de una escena o los fundidos, juegos de enfoques con diferentes lentes y objetivos y la construcción del tiempo mediante el montaje de escenas simultáneas.
Un gaucho malo. Di Benedetto fue un lúcido testigo de la modernización del siglo XX y plasmó su visión en todas las actividades que desarrolló. Perteneció a una generación heterogénea en sus planteos estéticos pero que compartía –en general– su preocupación social, la inquietud americanista, la particular recepción de la filosofía europea de posguerra y un sentido exigente de lo que el arte debía ser.
Su percepción de las grandes desigualdades sociales, de los desequilibrios en los desarrollos rurales y urbanos, de la macrocefalia de las capitales como Buenos Aires, le hizo problematizar y relativizar en sus narraciones –desde una óptica muy particular– la dicotomía civilización/barbarie de la que Arturo Roig ha dado cuenta en la tradición intelectual argentina. Por eso varios de sus relatos transcurren en el ámbito rural y sus personajes corporizan el conflicto fundador. Es el caso del cuento “Aballay”.
Aballay es un “gaucho malo”. Pertenece a un lugar que podríamos suponer las lagunas del norte de Mendoza. Durante las festividades de la Virgen, escucha el sermón y se impresiona con los santos que hacían penitencia sobre una pilastra, los estilitas. Deambula solitario y desconfiado y entre las enramadas oye nombrar a Facundo, supuestamente muerto muchos años antes. Luego aborda al cura y lo inquiere largamente sobre aquellos penitentes. El ha matado “y de un modo fiero. No se le perderá la mirada del gurí, que lo vio matar a su padre”.
La mirada del otro, ese tema existencialista tan recurrente en la literatura de Di Benedetto, es el móvil de este relato. No hay columnas en el desierto, así que Aballay, para expiar su culpa, sube a su caballo del que jura no descender jamás. En medio de las complicaciones que tal modo de vida supone, el penitente va adquiriendo en las poblaciones rurales un aura sacra. Hasta que se encuentra con el hijo del asesinado que busca venganza. Aballay no quiere pelear pero se defiende y hiere sin quererlo mortalmente al muchacho. Desciende del caballo a su pesar y el moribundo le abre el vientre con su cuchillo. El ciclo trágico se ha cumplido y Aballay vuelve a la tierra.
Un western a la Argentina. En la película de Fernando Spiner, el cuento de Di Benedetto es la excusa para recrear una historia cinematográficamente. Pero ocurre que el nombre del escritor, estando tan presente, se vuelve un arma de doble filo para el cineasta que ha asumido tamaño riesgo. Es inevitable abordar la vía que legítimamente siguió para hacer cambios o buscar similitudes con el relato del escritor mendocino. Spiner cuenta la vida de Aballay, previa al asesinato que lo marcará para siempre: la de un bandido rural dedicado a asaltar diligencias a principios del siglo XX; la de uno de sus cómplices, “El muerto”, que luego de aquel hecho se alza con la jefatura de la banda y de la zona de sus andanzas. Y una historia de amor: la del joven vengador y una muchacha del lugar. Estamos claramente en el terreno del western. Con todo lo que ello implica; hay acción, violencia, persecuciones, territorios indómitos bajo la amenaza latente del ataque de bandidos, pueblos sin ley y la confrontación de los personajes, tensión que adquiere un carácter cada vez más psicológico.
A menudo, el western ha sido usado por el cine estadounidense para escribir la épica de su propio país. Es una narración legendaria del proceso de fundación de los Estados Unidos protagonizada por héroes que encarnan algunos de los valores más arraigados de su cultura, siempre bajo la inspiración del destino manifiesto y con una iconografía característica. La adecuación del argumento del cuento a este género es el principal riesgo al que se enfrenta el director. La escena final hace perder parte de la densidad filosófica plasmada por Di Benedetto en su relato escrito. El director explica así su elección: “Fue difícil abordar el relato porque es muy profundo. Su protagonista decide no accionar, lo que te condiciona mucho. Te inclina a hacer un relato que ahonda en la subjetividad y, por lo tanto, a un estilo de película. No quería hacer algo ‘iraní’, para dar una definición terriblemente reductiva y ejemplificadora. Quería una película popular, algo no hermético, pero que a la vez permitiera reflexionar, interesar a quien la vea a emprender la lectura del cuento”.
Al norte de la frontera. Rodada en Amaicha del Valle, en la provincia de Tucumán, la película está protagonizada por Pablo Cedrón, Claudio Rissi, Moro Anghileri y Nazareno Casero. Spiner afirma que Aballay, en cierta forma, busca retomar una fructífera tradición del cine argentino que brindó clásicos como Pampa bárbara (1945), de Lucas Demare y Hugo Fregonese; y Juan Moreira (1973), de Leonardo Favio, pero se aparta de la gauchesca pampeana al incursionar en el noroeste argentino.
“No la filmé en los escenarios de Mendoza –aunque los recorrí– porque para la película había decisiones que eran funcionales, que se apartaban de la verdad original del cuento, pero que aportaban a los personajes y las acciones. Amaicha tiene una potencia visual tremenda, de un gran misticismo, fuera del reconocimiento turístico. Pero además por razones de producción. Ciertas escenas de persecución, por ejemplo, sólo podían ser filmadas ahí, para seguridad de los actores. El lugar elegido ofrecía –además– ventajas económicas para filmar por su cercanía a centros poblados: todas las locaciones las filmamos ahí. Y además la comunidad de Amaicha generó un clima, una verdad que impregnó al producto final”.
Fernando Spiner se propuso hacer una película latinoamericana y sin duda lo logró. Abrevando en el cine de Favio y del brasileño Rocha, autor de Dios y el diablo en la tierra del sol, Aballay se mete con el tema de la civilización, la barbarie y la violencia, reflexión que impregna toda la gauchesca. Los gauchos fueron hombres atravesados por la violencia, usados para la violencia. Pero no sólo ese momento histórico es violento, toda la historia argentina lo es, la historia de la humanidad lo es. Es el tema subyacente de los relatos de Di Benedetto y Spiner lo presenta con gran crudeza en las escenas de su film: “Di Benedetto mismo fue víctima de la violencia irracional, de una violencia de la que no participaba, sólo por tener un pensamiento propio y un lugar en el diario en que trabajaba. He querido trasladar su reflexión a la película: cuando la violencia atraviesa a una persona… ¿cómo se sale de allí? ¿Qué hacemos con nuestra propia violencia?”

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