Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

martes, 23 de noviembre de 2010

miércoles, 10 de noviembre de 2010

jueves, 28 de octubre de 2010

Reprogramación presentaciones trabajo final corresp. al 2010

Martes 2 de noviembre = talleres totales = Leila.
Jueves 4 de noviembre = Cátedras nacionales = Silvina
Martes 9 de noviembre = la noche de los lápices = Lorena
Jueves 11 de noviembre = la lucha de los estudiantes chilenos = Esteban
Martes 16 de noviembre = bachilleratos populares = Diego

Martes 23 y Jueves 25 de noviembre = PARCIAL

martes, 19 de octubre de 2010

Guía para ver la película "Memorias del Saqueo"


MEMORIA DEL SAQUEO

Dirección y guión: Fernando E. Solanas.
Países: Argentina, Francia y Suiza.
Año: 2003.
Duración: 120 min.
Género: Documental.
Producción: Fernando E. Solanas.
Música: Gerardo Gandini.
Fotografía: Alejandro Fernández Mouján y Fernando E. Solanas.
Montaje: Juan Carlos Macías y Fernando E. Solanas.

Memoria del saqueo es una película contra el olvido. Trata de exponer cómo, por qué y por culpa de quién un país tan rico como Argentina vivió uno de los derrumbes económicos y sociales más brutales que jamás haya padecido un Estado en tiempos de paz. Pino Solanas hace para la historia el inventario de las decisiones que condujeron a su país a la ruina y que desembocaron el 19 de diciembre del 2001 en revuelta popular y el derrocamiento del presidente De la Rúa. Con mucha inteligencia, el filme establece la génesis de esa insurrección y denuncia toda la cadena de errores cometidos por los sucesivos dirigentes argentinos, desde la inmensa deuda contraída durante la dictadura militar hasta las desastrosas privatizaciones de las compañías estatales decididas por el presidente Ménem, convertido en un feroz ultraliberal.

Solanas insiste en la responsabilidad de este dirigente que, según él, usó la traición como bandera y la corrupción como práctica ordinaria. Pero pocas instituciones se salvan de la denuncia : el Fondo Monetario Internacional, los grandes bancos extranjeros, los medios de comunicación, los sindicatos, el poder judicial¿ Todos ellos, de una u otra manera, tienen parte de responsabilidad en el hundimiento de la Argentina, en el saqueo de sus riquezas y en el empobrecimiento brutal de su población.

Le pregunto a Pino cómo le vino la idea de hacer de nuevo un filme tan fuerte y tan eficaz en su denuncia. Me dice: «Hice esta película para reconstruir una de las etapas más sombrías de la historia de Argentina. Para revelar las causas que provocaron el saqueo económico y el genocidio social. Treinta y cinco años después de La hora de los hornos, he querido retomar la historia a partir de las palabras y de los gestos de sus protagonistas y situar las imágenes en su contexto económico y social. Con este inventario trágico del saqueo de mi país quiero contribuir a su refundación democrática y participar en el gran debate sobre los estragos producidos por la globalización neoliberal».

Le pregunto si piensa que Ménem tiene la principal responsabilidad. Me dice: «Él y su ministro de Economía Cavallo se inventaron la paridad peso-dólar para acabar con la inflación. Fue una calamidad. Ya nadie pudo producir de manera rentable en Argentina. Era más barato importar, e imposible exportar. Toda la industria se hundió y el país conoció una ola de cesantía sin precedentes. Los capitales huyeron al extranjero. La culpa de Ménem es gigantesca pero hubo muchos cómplices, entre ellos las compañías extranjeras -muchas españolas- que se aprovecharon para adquirir por un precio de miseria las principales riquezas del país».

La denuncia principal de Solanas, y en ello está la gran inteligencia de la película, es contra ese tipo de agresión invisible que representa -en un marco democrático- la lógica de la globalización. Una agresión económica que provoca más víctimas que una guerra. Esas decenas de miles de personas que pierden el trabajo, que viven en la miseria sin ninguna protección social, que pasan toda clase de necesidades y que incluso -como esos niños que muestra el filme- se mueren de hambre en un país que es uno de los mayores productores de alimentos del mundo. Por todo eso, por su formidable fuerza política y la increíble audacia de su estilo, Memoria del saqueo es una película indispensable que todo ciudadano debe ver para comprender mejor el mundo trágico en que vivimos.

martes, 7 de septiembre de 2010

Guía para ver la película "Los Hijos de Fierro"

LOS HIJOS DE FIERRO (1975)

Los Hijos de Fierro (“Les Fils de Fierro” 1978)
Film ficción, 35 mm, negro y blanco / 120´/ Argentino.

La historia de este film ha estado estrechamente ligada a la suerte de nuestro país.
Fue realizado profesionalmente entre los años 1973 y 1974 y declarado de "Interés cultural" Por el Instituto Nacional de Cinematografía. Los cambios políticos ocurridos en la Argentina interrumpieron su terminación, postergando definitivamente la fecha de su estreno.
Julio Troxler, viejo militante peronista que en 1956 había escapado a una tentativa de fusilamiento y que en el film interpretaba el personaje de Hijo Mayor, fue secuestrado y asesinado.
Por temor a represalias, actores y técnicos interrumpieron su participación en el film; por este motivo en él no figura ni elenco ni ficha técnica. La película se y con la ayuda de nuevos productores tuve que terminarla en el exilio, en Europa. Como autor y realizador, soy el único responsable de todo lo que ella expresa.
Aunque Los Hijos de Fierro fue realizada hace cinco años, para llegar masivamente a su público y esté referida a otro momento histórico, las circunstancias dolorosas que vive nuestro país le otorgan una renovada vigencia: ella sigue expresando la voluntad de lucha de un pueblo, que no ha sido ni será derrotado.
Más allá de los juicios cinematográficos o políticos que esta obra pueda merecer fuera de su contexto, y más allá de sus limitaciones, me sentiría satisfecho al proyectarla en el extranjero si en ella encontraran su identidad nacional -aunque sea mínimamente- aquellos miles de argentinos que como los cuatro jinetes del final de Martín Fierro y del film, tuvieron que abandonar su tierra para emigrar al extranjero. Hoy más que nunca cobra actualidad el viejo anhelo martinfierrista: el de una patria donde la paz y la unión sean inseparables de la justicia y la libertad. Como Fierro aconsejaba:

Los hermanos sean unidos
Porque esa es la ley primera
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea
Porque si entre ellos se pelean
Los devoran los de afuera

CARTA A LOS ESPECTADORES:
A comienzos de los años 70, y con la idea de reflejar el momento histórico que vivíamos, comencé a concebir una nueva película. Dos proyectos rondaban mi cabeza: por un lado, una recreación del Martín Fierro; por el otro, la solitaria resistencia que diariamente protagonizaban los trabajadores contra el sistema oligárquico militar. Inicialmente había dos películas, dos imágenes diferentes: una mítica simbólica y una realista cotidiana. Pero no estaban separadas; eran las caras de una misma historia y, con el correr de los meses, se fueron amalgamando, confundiendo, enriqueciendo con cientos de relatos y memorias que recogí en los barrios, los cafés, los sindicatos, en los patios y las generosas cocinas del gran Buenos Aires. Estas notas exponen el planteo histórico y temático de “Los Hijos de Fierro”.

MARTIN FIERRO: UN POEMA DE EXILIOS
A más de un siglo de su creación, la obra de José Hernández continúa marcando la línea divisoria entre dos concepciones enfrentadas: Una colonizada y una nacional. Para Jorge Luis Borges, un "europeo en el exilio", como él mismo se define "pensar que nosotros, los argentinos, estamos representados por un gaucho matrero y desertor, es totalmente imposible. Nuestra historia es mucho más compleja que las vicisitudes de un cuchillero de 1872, aunque hayan sido contadas de un modo admirable". Para Leopoldo Marechal, en cambio "... el Martín Fierro es materia de un arte que nos hace falta cultivar ahora como nunca: el ser argentinos y latinoamericanos. Como las epopeyas clásicas, es el canto de un pueblo, es decir, el relato de sus hechos notables cumplidos en la manifestación de su propio ser y en el logro de su destino histórico. ¿Y quién es el héroe en el Martín Fierro? En el sentido literario, es un gaucho de nuestra llanura, y en sentido simbólico, es el pueblo de la Nación recién salido de su guerra de la Independencia y de sus luchas civiles, en las cuáles se ha fogueado. Por lo tanto es el real protagonista del drama en que se juega su devenir". Si Martín Fierro es, para Borges, el gaucho inadaptado, rebelde ante las leyes de la sociedad, para la interpretación nacional es algo muy distinto: el representante de una clase y de un pueblo a los que el nacimiento de la oligarquía ganadera arrebató sus tierras y derechos, mientras la organización neocolonial del país los marginaba y condenaba a peregrinar por el desierto.

"Tuve en mi pago en un tiempo
hijos, hacienda, mujer,
pero empecé a padecer,
me echaron a la frontera
¿y qué iba a hallar al volver?
Tan sólo hallé la tapera.

El "Martín Fierro" es la expresión de nuestro gran exilio interior, aquel que se abre con la derrota de Caseros y se fortalece en Pavón. Tras la consigna "civilización o barbarie" ser marcó a 40.000 gauchos, y se llevó adelante la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Era el triunfo del modelo de país dependiente, la bienvenida al capital inglés. Pocas veces una elite dirigente tuvo un proyecto tan alienado como el de Mitre y Sarmiento: construir la Nación reemplazando la sangre nativa por sangre "superior", para el caso la sajona. Comenzaba la conquista del desierto, y el gaucho, perseguido con la ley contra la vagancia, fue llevado a los fortines para combatir a los indios. Se estaba montando la "usina del progreso" y como puntualiza Marechal... "el gaucho Martín Fierro es un desertor de esa usina, una hostilidad militante, lo que se llamaría un elemento de perturbación"
Estas son las circunstancias trágicas que dan origen al poema, escrito por José Hernández en 1872 en el exilio, cuando escapaba junto a López Jordan, de la persecución de Sarmiento. Desde entonces hasta hoy, la superestructura cultural del país quedó en manos de la oligarquía portuaria, cuyas capas dirigentes ¡sus intelectuales, tecnócratas y oficiales- fueron responsables del saqueo y el despilfarro de las posibilidades argentinas. El pueblo ha subsistido soportando o resistiendo proyectos que, siempre impuestos por la violencia del golpe de Estado, lo marginaban social y políticamente en beneficio de las metrópolis de turno. En lo que va del siglo, solo durante treinta años estuvieron vigentes la Constitución y nunca, en esos años, se logró implementar un plan antinacional. Por eso no resulta desmedido afirma que el pueblo argentino ha vivido una suerte de exilio en su propia tierra. La separación de Fierro y sus hijos al final del poema es la formidable metáfora hernandiana de ese exilio nacional.

LOS HIJOS DE FIERRO
Los descendientes de aquellos gauchos que habían emigrado a las ciudades y los de otros trabajadores que habían llegado de Europa, conformarían cien años más tarde la clase trabajadora urbana. El protagonista histórico ya no es un héroe de derrota como el solitario gaucho de la pampa sino un personaje colectivo que ha conquistado su dignidad y sus derechos fundamentales y se ha organizado para defenderlos: la clase trabajadora, LOS HIJOS DE FIERRO. La figura en la que estas mayorías reconocen a su conducción es Martín Fierro, y lo concebí no sólo como un personaje más sino como su punto de convergencia, el vértice de la pirámide, la síntesis de la representación de su conciencia histórica. El peregrinaje de Fierro a través del desierto es el difícil tránsito de la Nación en el llano, la búsqueda del camino liberador para la patria cautiva. En cuanto a los demás personajes conservé los principales del poema original: El Hijo Mayor, el Hijo Menor, Picardía, Cruz Viscacha, la Cautiva. Y agregué otros: Pardal, Angelito, El Negro, Elvira, Teresa, Alma. Todos tratados en dos niveles alternados: El individual y el colectivo. Ninguno de ellos encarna a una persona real; constituyen la presencia de diversos roles, tendencias políticas en el seno de la clase trabajadora. Del mismo modo, la insurrección del capitán Cruz es simplemente el sueño de Picardía y de muchos cuadros sindicales de la época, aunque la realidad dio, en el 56 oficiales como Valle, Tanco y Cogorno.
Los Hijos de Fierro, es un canto a la unidad y a la resistencia del pueblo argentino, frente a los diversos proyectos de dominación que han sido lanzados contra él a lo largo de su historia. Intenta reconstruir, a partir de la historia oralmente transmitida, la epopeya protagonizada por el pueblo desde la pérdida de su soberanía como consecuencia de un golpe militar hasta su recuperación. Tiene una clara referencia: la etapa que transcurre entre el golpe militar del 55 y el triunfo de las elecciones del 73. Etapa que, para la clase trabajadora significa 18 años de exilio interior, de proscripción política, de intervenciones sindicales, de anulación de conquistas obreras. Pero los HIJOS DE FIERRO, no es una crónica ni un testimonio, sino un poema época que evoca, a través de la ficción, la memoria popular de una de las más tenaces resistencias latinoamericanas.
Hoy presento al público la película tal como fue terminada en 1975, no sólo porque el conjunto consideró válida su visión de aquella resistencia, sino también porque refleja con bastante objetividad el pensar y el sentir de aquellos años. Sin embargo, la parábola del film trasciende la cronología histórica y adquiere mayor actualidad porque LOS HIJOS DE FIERRO, representa a los que luchas, hoy más que nunca por la plena vigencia de la Constitución y el fin de la violencia del privilegio. Es decir, los que luchan por la democratización de la sociedad argentina desde el barrio hasta el parlamento, desde la fábrica hasta el sindicato, desde el trabajo hasta la universidad, desde la calle hasta los medios de comunicación de masas. Las sucesivas batallas libradas por los HIJOS DE FIERRO continuarán siendo vigentes hasta que podamos conseguir estos objetivos.
La historia está dividida en tres movimientos que a su vez incluyen once grandes secuencias.

I) La ida (o la retirada)
1) La despedida y el comienzo de la larga marcha; 2) El primer combate o la resistencia fabril; 3) La batalla de los barrios y la resistencia clandestina; 4) La derrota de Vizcacha y la resistencia sindical; 5) La batalla del retorno y Cruz o el sueño de la insurrección.

II) El desierto (o el refugio)
6) La resistencia cotidiana o la estrategia para sobrevivir; 7) La elección en el sindicato o la lucha interna; 8)El combate por la unidad, la solidaridad y la organización.
III) La vuelta (o la ofensiva)
9) La batalla en las ciudades; 10) La guerra integral y los fantasmas; 11) La batalla electoral: persecución y cerco, duelo final, rescate y despedida.


INTERPRETES:
El hijo mayor: Julio Troxler; El hijo menor: Antonio Ameijeiras; Picardía: Martiniano Martínez; El Negro: Juan C. Gené; Pardal: César Marcos; Angelito: Sebastián Villalba; Vizcacha: Jorge De La Riestra; Cruz: Arturo Mally y Mary Tapia.

EQUIPO TECNICO:
PRODUCCION: CINESUR (Bs.As.) - Little Bear (París) – Alemania (WDR-Telepool)
Guión, producción y dirección: F . Solanas
Dirección de Producción: Edgardo Pallero
Asistencia General: Carlos Mazar Barnett
Fotografía: Juan C. De Sanzo / Cámara : F. Solanas/ Ayudante de Cámara: Aldo Lobotrico
Montaje: Cesar Dangiolillio/ Música y Arreglos: Roberto Lar.
Sonido: Abelardo Kuschnir
Canciones: (Letras) Mauricio Kartum
Cantante: Alfredo Zitarrosa
Relatores: Aldo Barbero, Fernando Vegal
Terminado en Buenos Aires en Laboratorios Alex y Phonalex en Julio de 1975.
Presentado en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 1978 y estrenó en París en 1978’ (Studio St Severin)

Trabajo Práctico sobre película "Los Hijos de Fierro"

viernes, 20 de agosto de 2010

Cómo hacer una monografía de investigación

PLAN GENERAL PARA REALIZAR UNA MONOGRAFÍA
A continuación se señalan cada una de las etapas que se deben cumplir para
realizar una monografía:
• Selección de la idea o asignación del tema.
• Búsqueda de la información, exploración de los contenidos, consultorías a
personas especialistas en la temática.
• Presentación del objeto a investigarse en cierto número de líneas (15).
Este momento es importante ya que consiste en la redacción del
enunciado y la delimitación de la temática.
• Elección definitiva del tema y lecturas complementarias.
• Parte operativa, es la planificación específica del trabajo.
• Elaboración de las tareas fijadas y redacción del primer borrador.
• Necesidad de una evaluación intermedia; por medio de una relectura, se
hacen los ajustes necesarios; además se puede reestructurar la
planificación.
• Elaboración de un plan de redacción definitivo para exponer el trabajo; se
hacen ajustes a la planificación, citas textuales, títulos, temas y subtemas
entre otros.
• Redacción final; al terminar la relectura, se elabora la escritura definitiva.
• Observación, apreciación y proyección del trabajo, mediante la
socialización.
¿CÓMO HACER UNA MONOGRAFÍA?
La monografía, como toda investigación, necesita establecer un esquema, para
que el trabajo sea excelente. Si partimos de un sinnúmero de datos hasta las
últimas apreciaciones, obtendremos información suficiente, que nos lleve a la
aplicación y con ello encontrar conocimientos relevantes.
Son múltiples los esquemas que se detallan para elaborar una monografía;
pero el más aceptado por las condiciones exploratorias es el siguiente:
• PORTADA O FORMATO
Es la primera parte de la redacción que permite conocer el contenido
monográfico. La portada consta de:
• Nombre de la institución.
• Nombre de la materia
• Título del trabajo.
• Subtítulo, si es necesario o existiera.
• Nombre del alumno o autor
• Materia de referencia.
• Curso.
• Especialización.
• Fecha.
ESTRUCTURA DEL TRABAJO MONOGRÁFICO
La estructura de todo trabajo monográfico es:
• índice.
• Prólogo.
• Introducción.
• Sustento científico.
• Planteamiento del problema.
• Delimitación hipotética con objetivos.
• Variables.
• Desarrollo por capítulos.
• Análisis, conclusiones y recomendaciones.
• Addendum.
• Bibliografía.
• ÍNDICE
Aquí se codifica una lista que corresponde a un orden lógico por capítulos,
temas y subtemas del trabajo monográfico.
• PRÓLOGO
Son las palabras que se anteponen al cuerpo de la obra, en la cual se analiza
por medio de una crítica constructiva la investigación, sin dejar de lado las
ventajas y desventajas, así como aquellos desafíos que se pueden ir
suscitando.
• INTRODUCCIÓN
En esta parte se redacta el propósito del trabajo; también se expone de forma
rápida los mecanismos y procedimientos empleados. Orienta al lector sobre los
alcances y limitaciones de la monografía, explica el porqué se eligió la
temática, los imperativos y los objetivos que animan al investigador a estudiar.
• MARCO TEÓRICO
Conocido como sustento científico, es un conjunto de ideas, opiniones,
principios y demás factores que se entrelazan en el desarrollo del tema. El
término "marco" significa que existe un límite imaginario en el cual se
desenvuelve la investigación. Al realizar el marco teórico, deben tomarse en
cuenta los siguientes elementos:
• EL PROBLEMA.-
Sabemos que el problema es la antesala de la investigación; es un hecho,
proceso, fenómeno o destacamento observable; debe ser formulado con
claridad de conceptos y asumiendo gran responsabilidad en el tratamiento
teórico y metodológico que impone la ciencia.
• HIPÓTESIS.-
Es la respuesta que se da a los diferentes problemas de investigación;
está sujeta a demostración. Su planteamiento es en cuatro formas;
declarativa, positiva, negativa e interrogativa.
• OBJETIVOS.-
Es la enunciación de lo que queremos alcanzar. Hay objetivos generales
(logros finales) y objetivos específicos (parciales, respecto al avance del
estudio). Se los plantea con verbo en infinitivo. Ejemplo: Relacionar la
tecnología imperialista con la tercermundista.
• VARIABLES.-
Son los factores que admiten cierta clasificación y una medida respectiva;
pueden cambiar cualitativa o cuantitativamente.
• DESARROLLO.-
Es la realización del trabajo de investigación; remitiéndose a la bibliografía
consultada; utiliza pie de página y citas textuales. Las monografías se las
elabora por capítulos en los cuales se detalla toda la investigación
efectuada. Se pueden incluir: fotografías, cuadros, croquis, planos,
diagramas, dibujos, tablas. Hay tratadistas que recomiendan que estos
factores, deben ubicarse como anexos al final.
• ANÁLISIS, CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
La verificación de las elementos hipotéticos planteados se conoce como
análisis, establecer un análisis del trabajo monográfico, inducimos al estudiante
(investigador) la formulación de sus propias tesis, convicciones y ponencias.
Toda conclusión es el juicio de valor que el monografista ha podido formar
durante la investigación. Las conclusiones deben emitir aportes al conocimiento
del problema, al igual que serán redactados en firme línea de acción con los
objetivos.
El investigador, al trabajar en la monografía, plantea necesariamente
recomendación las mismas que pretenden solucionar cada uno de los
problemas que han suscitado en la labor investigativa.
• ADDENDUM
• Aquí se recopila todo material que se utilizó en la realización de la
monografía, ya sean formularios, test, mapas, esquemas, nomencladores. Es
recomendable establea sumario para el addendum.
• BIBLIOGRAFÍA
Cuando ya se terminó de elaborar la monografía, se enlistan las referencias de
revistas, folletos, libros, documentales, módulos, ensayos, entre otros, los
redactan en forma ordenada, alfabética y secuencial.
El instante que se empiece a trabajar en la bibliografía, debemos hacer
referencias a las fichas bibliográficas; es decir, para saber elaborar las citas
textuales de libros, revistas, periódicos, entre otros.
La bibliografía

Cómo citar bibliografía

Nuestro propósito es ofrecer algunas directrices para la elaboración y presentación de citas o referencias bibliográficas, que pueden ser necesarias para utilizarlas en trabajos de estudio o investigación.

Normas utilizadas



* Norma ISO 690-1987 (para documentos impresos y audiovisuales)

La norma ISO 690-1987 y su equivalente UNE 50-104-94 establecen los criterios a seguir para la elaboración de referencias bibliográficas. En ellas se establece el orden de los elementos de la referencia bibliográfica y las convenciones para la transcripción y presentación de la información. Sin embargo, la puntuación y el estilo tipográfico no son prescriptivos, por lo que aquí se muestre se debe entender como simple recomendación. Para especificar algunos elementos de referencia, abreviaciones, etc. nos hemos de guiar por las ISBD (International Standard Bibliographic Description) o por las AACR (Anglo-American cataloguing rules). [Véase el apartado de BIBLIOGRAFÍA]



* Norma ISO 690-2 (para documentos electrónicos)

La norma ISO 690-2 especifica los elementos que hay que incluir en las citas bibliográficas de los documentos electrónicos y establece una ordenación obligatoria de los elementos de la referencia.
Ofrece además una serie de convenciones para la transcripción y presentación de la información obtenida a partir de un documento electrónico.

La información fuente se obtendrá del propio documento que habrá de estar disponible. La fecha de consulta es imprescindible para los documentos en línea.
Los tipos de soporte posibles son: [en línea] [CD-ROM] [banda magnética] [disquette]
Las especificaciones para la elaboración de referencias bibliográficas de documentos electrónicos, en general, siguen las mismas pautas que para los documentos impresos.

* Los elementos señalados con un asterisco son opcionales.
** Los elementos señalados con dos asteriscos son obligatorios para los documentos en línea.

Pautas generales



Los datos de la referencia se tomarán del documento al que se refieren: el documento fuente. Se extraerán principalmente de la portada, y de otras partes de la obra en caso necesario.

Se pueden añadir elementos que no aparezcan en el documento fuente, con el fín de completar la información. Estos elementos deberán ir encerrados entre corchetes [ ] o entre paréntesis ( ), normalmente a continuación del elemento modificado.
Autoría y responsabilidad

* Los nombres de persona podrán abreviarse a sus iniciales.
* Cuando existen varios autores se separarán por punto y coma y un espacio, y si son más de tres se hará constar el primero seguido de la abreviatura et al.
* En el caso de obras anónimas, el primer elemento de referencia será el título.
* Después de los apellidos y nombre de los editores, directores, compiladores o coordinadores, hay que añadir la abreviatura correspondiente al tipo de función que realiza: comp., coord., ed., etc.
* Si el autor es una entidad se indicará el nombre de la misma tal y como aparece en la fuente:
- En las entidades de gobierno se indica en primer lugar el nombre geográfico y a continuación el nombre de la institución. Ej: ESPAÑA. MINISTERIO DE HACIENDA.. DIRECCIÓN GENERAL DE TRIBUTOS
- Si el nombre que identifica a la entidad es ambiguo se añade entre paréntesis el nombre de la ciudad dónde se halla. Ej: BIBLIOTECA NACIONAL (Madrid)

Título

* Se escribe en cursiva, tal y como aparece en la fuente.
* Se puede añadir a continuación del título entre corchetes la traducción a nuestra lengua.
* Los subtítulos se pueden escribir tras el título separado por dos puntos y espacio: (: )
* Se pueden utilizar los títulos abreviados para citar las publicaciones en serie.

Edición

* Se hará constar en la forma que aparece en la publicación cuando sea edición distinta a la primera.

Datos de publicación

* El lugar geográfico donde se ha publicado el documento se cita en la lengua de éste. Si se considera necesario se puede añadir entre paréntesis el nombre de la provincia, estado o país.
* Si hay más de un lugar de publicación o más de una editor, se cita el más destacado y los demás se omiten añadiendo "etc.".
* Si el lugar de publicación no aparece especificado, se cita uno probable entre corchetes seguido del signo de interrogación "?", o bien no se indica lugar alguno y se pone [s.l.] (sine loco)
* En el nombre de editor, se omiten los términos genéricos como editorial, ediciones, etc., excepto que formen parte del nombre.
* Si no aparece en el documento nombre de editor, se puede poner la abreviatura [s.n.] (sine nomine)
* Si la fecha de publicación que aparece en el documento no es la correcta, se transcribe ésta y a continuación se pone entre corchetes la fecha real.
* Si la fecha de publicación de un documento comprende varios años, se hace constar el primer año y el último. Ej: 2000-2002
* Si se desconoce el año de publicación, se sustituye por la fecha del depósito legal, el copyright o la de impresión en este orden de prioridad. Ej: DL 2000, cop. 1999, imp. 1980
* Si no tenemos datos de la fecha de publicación se puede poner una fecha aproximada.Ej: ca. 1907, 197?
* Si citamos un documento aún no publicado pondremos en el lugar de la fecha "(en prensa)".

Extensión

* Para documentos impresos se hace constar el nº de páginas, o de volúmenes en su caso.Ej: 439 p., 8 vol.
* Para documentos no impresos se hará constar la extensión en número de piezas. Ej: 4 diapositivas

* Los elementos señalados con un asterisco son opcionales.

EJEMPLOS DE DOCUMENTOS IMPRESOS

MONOGRAFÍAS

APELLIDO(S), Nombre. Título del libro. Mención de responsabilidad secundaria (traductor; prologuista; ilustrador; coordinador; etc.)*. Nº de edición. Lugar de edición: editorial, año de edición. Nº de páginas*. Serie*. Notas*. ISBN

Ejemplos:

BOBBIO, Norberto. Autobiografía. Papuzzi, Alberto (ed. lit.); Peces-Barba, Gregorio (prol.); Benitez, Esther (trad.). Madrid: Taurus, 1988. 299 p. ISBN: 84-306-0267-4
El Lazarillo de Tormes. Marañón, Gregorio (prol.). 10a ed. Madrid: Espasa Calpe, 1958. 143 p. Colección Austral; 156.

PARTES DE MONOGRAFÍAS

APELLIDO(S), Nombre. "Título de la parte". En: Responsabilidad de la obra completa. Título de la obra. Edición. Lugar de edición: editorial, año de edición. Situación de la parte en la obra.

Ejemplos:

SNAVELY, B.B. "Continuous-Wave Dye lasers I". En: SCHÄFER, F.P. (ed). Dye lasers. Berlin: Springer, 1990. p. 91-120.
TEROL ESTEBAN, Alberto. "El nuevo modelo de financiación autonómica : una aproximación desde el punto de vista del empresario-contribuyente". Dins: XX Aniversario del Círculo de Empresarios, 20 temas para el futuro. Madrid : Círculo de Empresarios, 1997. p. 85-92

PUBLICACIONES EN SERIE

Título de la publicación en cursiva. Responsabilidad. Edición. Identificación del fascículo. Lugar de edición: editorial, fecha del primer volumen-fecha del último volumen. Serie*. Notas*. ISSN

Ejemplos:

Boletín económico. Banco de España. 1998, nº 1. Madrid : Banco de España, Servicio de Publicaciones, 1979- .ISSN: 0210-3737
IEEE Transactions on computers. IEEE Computer Society. 1998, vol 47. Los Alamitos (Ca): IEEE Computer Society, 1988. ISSN 0018-9340.

ARTÍCULOS DE PUBLICACIONES EN SERIE

APELLIDO(S), Nombre. "Título del artículo". Responsabilidad secundaria. Título de la publicación seriada. Edición. Localización en el documento fuente: año, número, páginas.

Ejemplos:

LLOSA, Josep, et al. "Modulo scheduling with reduced register pressure". IEEE Transactions on computers.1998, vol 47, núm. 6, p. 625-638.
ALVAREZ, Begoña; BALLINA, F. Javier de la; VÁZQUEZ, Rodolfo. "La reacción del consumidor ante las promociones". MK Marketing + Ventas. Nº 143 (Enero 2000) p. 33-37

LEGISLACIÓN

País. Título. Publicación, fecha de publicación, número, páginas.

Ejemplo:

España. Ley orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código penal. Boletín Oficial del Estado, 24 de noviembre de 1995, núm. 281, p. 33987.

PATENTES

MENCIÓN DE RESPONSABILIDAD PRINCIPAL. Denominación del elemento patentado. Responsabilidad subordinada. Notas*. Identificador del documento (país u oficina que lo registra). Clase de documento de patente. Número. Año-mes-día de publicación del documento.

NORMAS

ENTIDAD RESPONSABLE DE LA NORMA. Título. Nº ó código de la norma. Edición. Lugar de publicación: editorial, año de publicación.

Ejemplo:

AENOR. Gestión de la I+D+I. UNE 166000 EX, UNE 166001 EX, UNE 166002 EX. Madrid: AENOR, 2002.

CONGRESOS

Se citan como una monografía.
APELLIDO(S), Nombre. Título. Responsabilidades secundarias*. Nº de edición. Lugar: editorial, año de publicación. Nª de páginas o volúmenes*. ISBN

Ejemplo:

Actas del I Congreso de Historia de la Lengua Española en América y España: noviembre de 1994 - febrero de 1995. M. Teresa Echenique, Milagros Aleza y M. José Martínez (eds.).València : Universitat, Departamento de Filología Española, 1995. 564 p. ISBN: 8480022698.

PONENCIAS DE CONGRESOS

Se citan como parte de una monografía.
APELLIDO(S), Nombre. "Título de la parte". En: APELLIDO(S), Nombre. Título de la obra completa. Responsabilidades secundarias*. Nº de edición. Lugar: editorial, año de publicación. Serie*. ISBN

Ejemplo:

CEREZO GALÁN, Pedro. "La antropología del espíritu en Juan de la Cruz". En: Actas del Congreso Internacional Sanjuanista, (Ávila 23-28 de septiembre de 1991), v. III. [S.l.]: [s.n.], 1991. P. 128-154

TESIS NO PUBLICADAS

APELLIDO(S), Nombre. "Título de la tesis". Dirección. Clase de tesis. [Tipo de documento]. Institución académica en la que se presenta, lugar, año.

Ejemplo:

LASCURAIN SÁNCHEZ, María Luisa. "Análisis de la actividad científica y del consumo de información de los psicólogos españoles del ámbito universitario durante el período 1986-1995". Director: Elias Sanz Casado. Universidad Carlos III de Madrid, Departamento de Biblioteconomía y Documentación, 2001.

INFORMES

Informes publicados: APELLIDO(S), Nombre. Título del informe. Lugar de publicación: editorial, año. Serie, nº de la serie. (Disponibilidad)

Ejemplo:

1999 Informe del Mercado de Trabajo. [Guadalajara]: Dirección Provincial del Instituto Nacional de Empleo de Guadalajara, 2000. 155 p.

Informes inéditos: APELLIDO(S), Nombre. "Título del informe". Informe inédito. Organismo que lo produce, año.

Ejemplo:

GUIRADO ROMERO, Nuria. Proyecto de conservación y recuperación de una especie amenazada, Testudo graeca, a partir de las poblaciones relictas del sureste español. Informe inédito. Almeria: [s.n.], 1988. 115 p. Informe técnico Dirección General de Medio Ambiente

EJEMPLOS DE DOCUMENTOS AUDIOVISUALES

Grabaciones: APELLIDO(S), Nombre. Título. [Designación específica del tipo de documento]. Lugar: editorial, año.

Ejemplo:

WAGNER, Richard. El drama musical wagneriano. [Grabación sonora]. Barcelona: CYC, 1998.
BARDEM, Juan Antonio. Calle Mayor. [Vídeo]. Madrid : Paramount Pictures : El Mundo , [2002]. 1 disco compacto.

Progamas de radio y televisión: Nombre del programa. Responsabilidad. Entidad emisora, fecha de emisión.

Ejemplo:

Jorge Luis Borges. Director y presentador: Joaquín Soler Serrano. RTVE, 1980. Videoteca de la memoria literaria ; 1

Materiales gráficos: APELLIDO(S), Nombre. Título. [Designación específica del tipo de documento]. Lugar: editorial, año.

Ejemplo:

BALLESTEROS, Ernesto. Arquitectura contemporánea. [Material gráfico proyectable]. 2a ed. Madrid : Hiares , [1980]. 32 diapositivas. Historia del Arte Español; 57.
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EJEMPLOS DE DOCUMENTOS ELECTRÓNICOS

TEXTOS ELECTRÓNICOS, BASES DE DATOS Y PROGRAMAS INFORMÁTICOS

Responsable principal. Título [tipo de soporte]. Responsables secundarios*. Edición. Lugar de publicación: editor, fecha de publicación, fecha de actualización o revisión, [fecha de consulta]**. Descripción física*. (Colección)*. Notas*. Disponibilidad y acceso** . Número normalizado*

* Ejemplos (en norma ISO 690-2):
CARROLL, Lewis. Alice's Adventures in Wonderland [en línea]. Texinfo ed. 2.1. [Dortmund, Alemania]: WindSpiel, November 1994 [ref. de 10 de febrero de 1995]. Disponible en Web: . Igualmente disponible en versiones PostScrip y ASCII en Internet:
U.S. ISBN Agency. The Digital World and the Ongoing Development of ISBN [en línea]. New Providence, N.J.: RR Bowker, s.d. [ref. de 16 de agosto 2002]. Disponible en Web: http://www.isbn.org/standards/home/isbn/digitalworld.asp>.

Otros: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Catálogo [en línea]: de la biblioteca.
[Consulta: 21 de abril de 1999]


PARTES DE TEXTOS ELECTRÓNICOS, BASES DE DATOS Y PROGRAMAS INFORMÁTICOS

Responsable principal (del documento principal). Título [tipo de soporte]. Responsable(s) secundario(s) (del documento principal*). Edición. Lugar de publicación: editor, fecha de publicación, fecha de actualización o revisión [fecha de consulta]**. "Designación del capítulo o parte, Título de la parte", numeración y/o localización de la parte dentro del documento principal*. Notas*. Disponibilidad y acceso**. Número normalizado*

Ejemplos (en norma ISO 690-2):

CARROLL, Lewis. Alice's Adventures in Wonderland [en línea]. Texinfo. ed. 2.2. [Dortmund, Alemania]: WindSpiel, November 1994 [ref. de 30 marzo 1995]. Chapter VII. A Mad Tea-Party. Disponible en World Wide Web:
.

CONTRIBUCIONES EN TEXTOS ELECTRÓNICOS, BASES DE DATOS Y PROGRAMAS INFORMÁTICOS

Son aquéllas partes de documentos que tienen un contenido unitario e independiente de las otras partes del documento que las contiene.

Responsable principal (de la contribución). "Título" [tipo de soporte]. En: Responsable principal (del documento principal). Título. Edición. Lugar de publicación: editor, fecha de publicación, fecha de actualización o revisión [fecha de consulta]**. Numeración y/o localización de la contribución dentro del documento fuente. Notas*. Disponibilidad y acceso**. Número normalizado*

Ejemplos (en norma ISO 690-2):

Political and Religious Leaders Support Palestinian Sovereignty Over Jerusalem. IN Eye on
the Negotiations [en línea]. Palestine Liberation Organization, Negotiations Affairs Department, 29 August 2000 [ref. de 15 agosto 2002]. Disponible en Web: .

Belle de Jour. Magill's Survey of Cinema [en línea]. Pasadena (Calif.): Salem Press, 1985- [ref. de 1994-08-04]. Accession no. 0050053. Disponible en DIALOG Information Services, Palo Alto
(Calif.).

MCCONNELL, WH. Constitutional History. The Canadian Encyclopedia [CD-ROM]. Macintosh version 1.1. Toronto: McClelland & Stewart, c1993. ISBN 0-7710-1932-7.

PUBLICACIONES ELECTRÓNICAS SERIADAS COMPLETAS

Responsable principal. Título [tipo de soporte]. Edición. Designación de los números (fecha y/o número)*. Lugar de publicación: editor, fecha de publicación [fecha de consulta]**. Descripción física*. (Colección)*. Notas*. Disponibilidad y acceso**. Número normalizado

Ejemplos (en norma ISO 690-2):

Journal of Technology Education [en línea]. Blacksburg (Virginie): Virginia Polytechnic Institute and State University, 1989- [ref. de 15 marzo 1995]. Semestral. Disponible en Internet: . ISSN 1045-1064.

Profile Canada [CD-ROM]. Toronto: Micromedia, 1993- . The Canadian Connection. Acompañado por: User's guide. Configuracion necesaria: IBM PC ó compatible; lector CD-ROM MPC Standard; DOS 3.30 ó más; 490 kB RAM; MS-DOS Extensiones 2.1 ó más. Trimestral.

ARTÍCULOS Y CONTRIBUCIONES EN PUBLICACIONES ELECTRÓNICAS SERIADAS

Responsable principal (del artículo). "Título (del artículo)". Título (de la publicación principal) [tipo de soporte]. Edición. Designación del número de la parte. Fecha de actualización o revisión [fecha de consulta]**. Localización de la parte dentro del documento principal. Notas*. Disponibilidad y acceso**. Número normalizado

Ejemplos (en norma ISO 690-2):

STONE, Nan. The Globalization of Europe. Harvard Business Review [en línea]. May-June 1989 [ref. de 3 septembre 1990]. Disponible en BRS Information Technologies, McLean (Virginie).

PRICE-WILKIN, John. Using the World-Wide Web to Deliver Complex Electronic Documents: Implications for Libraries. The Public-Access Computer Systems Review [en línea]. 1994, vol. 5, no. 3 [ref. de 1994-07-28], pp. 5-21. Disponible sur Internet: .
ISSN 1048-6542.

Otros: CUERDA, José Luis. "Para abrir los ojos" [en línea]. El País Digital. 9 mayo 1997 nº 371. http://www.elpais.es/p/19970509/cultura/tesis.htm/uno [consulta: 9 mayo 1997]

BOLETINES DE NOTICIAS, LISTAS DE DISCUSIÓN

Título [tipo de soporte]. Responsable(s) secundario(s). Lugar de publicación: editor, fecha de publicación [Fecha de consulta]**. Notas*. Disponibilidad y acceso**

Ejemplo (en norma ISO 690-2):

PACS-L (Public Access Computer Systems Forum) [en línea]. Houston (Tex.): University of Houston Libraries, Junio 1989- [ref. de 17 mayo 1995]. Disponible en Internet: .

MENSAJES ELECTRÓNICOS

Distribuídos por boletines o listas: Responsable principal del mensaje. "Título del mensaje" [tipo de soporte]. En: Título (del boletín o lista). Numeración y/o localización del mensaje [Fecha de consulta]**. Notas*. Disponibilidad y acceso**

Ejemplo (en norma ISO 690-2):

PARKER, Elliott. "Re: Citing Electronic Journals". En: PACS-L (Public Access Computer Systems Forum) [en línea]. Houston (Tex.) : University of Houston Libraries, 24 November 1989; 13:29:35 CST [citado 1 enero 1995;16:15 EST]. Disponible en Internet: .
Mensajes electrónicos personales: Responsable principal del mensaje. "Título del mensaje" [tipo de soporte]. Fecha del mensaje. Nota con el tipo de mensaje

Ejemplo (en norma ISO 690-2):

Thacker, Jane. "MPEG-21 project stream on digital item identification" [en línea]. Mensaje en: . 3 octubre 2000; 13:33 EST [ref. de 6 octubre 2000; 13:10 EST]. Message-ID: <002f01c02d60$051a64a0$22a2580c@vaio>. Comunicación personal.

PRESENTACIÓN Y ORDENACIÓN DE LISTAS DE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Existen dos tipos de presentación:

* Las referencias que van al final de la obra se ordenan generalmente según el orden alfabético del primer elemento (autor o título).
* Las citaciones bibliográficas se ordenan siguiendo una sucesión numérica que corresponde al orden de citas en el texto.

En caso de haber varios documentos de un mismo autor, se reemplaza el primer elemento de la segunda referencia y siguientes por una raya. Ejemplo:


Graham, Sheila. College of one. New York: Viking, 1967.
_____________. The real F. Scott Fitzgerald Thirty-five years later. New York: Grosset &Dunlap, 1976.
Acceso a RefWorks: Gestor bibliográfico
EndNote Web: gestor de referencias bibliográficas

CITAS

Una citación es una forma de referencia breve colocada entre paréntesis dentro de un texto o añadida a un texto como nota a pie de página, al final de un capítulo, o al final de la obra completa. La citación permite identificar la publicación de la que se extrae la idea parafraseada.

Ejemplo: (Umberto Eco, 1993, p.240-245)

La norma ISO-690 define en su capítulo 9 las relaciones entre las referencias y las citaciones bibliográficas, y los diferentes métodos de citas.

Para citar direcciones electrónicas y páginas web puede consultar:

Recomendaciones para direcciones electrónicas de Isidro F. Aguillo (pdf)

BIBLIOGRAFÍA
NORMAS

INTERNATIONAL STANDARIZATION ORGANIZATION. Documentation ­Références bibliographiques- contenu, forme et structure. Norme international ISO 690:1987 (F). 2a ed. Genève: ISO, 1987, 11 p.

INTERNATIONAL STANDARIZATION ORGANIZATION. Information ­Références bibliographiques. Partie 2: Documents électroniques, documents ou parties de documents. Norme international ISO 690-2: 1997 (F).Genève: ISO, 1997, 18 p.

AENOR: Documentación. Referencias bibliograficas. contenido, formas y estructura. UNE 50 104 94. Madrid: AENOR, 1994.

AENOR. Documentación : recopilación de normas UNE / AENOR. 2ª ed. Madrid: AENOR, 1997.

Consulte la lista de ediciones de las ISBD (International Standard Bibliographic
Description) para los distintos tipos de documentos en nuestro catálogo.

Consulte la lista de ediciones de las AACR (Anglo-American cataloguing rules) en nuestro catálogo.
LIBROS DE ESTILO DE OTROS ESTÁNDARES DE CITAS

AMERICAN PSYCOLOGICAL ASSOCIATION. ApaStyle.org. Style tips [en línea]. APA, s.d. . [Consulta: 9 septiembre 2002]
The Chicago manual of style. 14th ed. Chicago; London: University of Chicago Press,1993. ISBN: 0-226-10389-7

Algunos ejemplos prácticos sobre "APA Citation Style":

* Página de Long Island Universiy
* Página de Cornell University Library
* Página de "Online Writing Lab"


THE MODERN LANGUAGE ASSOCIATION OF AMERICA. MLA Style Manual and Guide to Scholarly Publishing. Gibaldi, Joseph (ed. lit.). 2nd ed. 1998. 343 p. ISBN: 0-87352-699-6
THE MODERN LANGUAGE ASSOCIATION OF AMERICA. MLA Handbook for Writers of Research Papers. Gibaldi, Joseph (ed. lit.). 5th ed. 1999. 332 p. ISBN: 0-87352-975-8

HARNACK, Andrew; KLEPPINGER, Eugene. Online! A reference guide to use internet sources [en línea]. Bedford/St. Martin's, actualización 2001 [Consulta 9 septiembre 2002]. Chapters 5-8. Citation styles.

CONCORDIA UNIVERSITY LIBRARIES. Citation & Style Guides [en línea]. Last updated on July 18, 2002. [Consulta: 9 septiembre 2002]

Internet citation guides. Citing Electronic Sources in Research Papers and Bibliographies [en línea]. Susan Barribeau (comp.); Jessica Baumgart (act.) Wisconsin: University of Wisconsin-Madison, Memorial Library, updated: March 7, 2001. [Consulta: 9 septiembre 2002]

ESTIVILL, Assumpció; URBANO, Cristóbal. Cómo citar recursos electrónicos [en línea]. Versión 1.0. [Barcelona]: Universitad de Barcelona. Facultat de Biblioteconomía y Documentació, 30 mayo 1997. [Consulta: 9 septiembre 2002]

jueves, 19 de agosto de 2010

Cronograma presentación tema final ciclo 2010

Jueves 30 / setiembre = escuelas anarquistas
Jueves 7 / octubre = reforma univesitaria de 1918
Jueves 14 / octubre = cordobazo
Jueves 21 / octubre = talleres totales
Jueves 28 / octubre = cátedras nacionales
Jueves 4 / noviembre = la noche de los lápices
Jueves 11 / noviembre = la lucha de los estudiantes chilenos
Jueves 18 / noviembre = bachilleratos populares
Jueves 25 / noviembre = PARCIAL

Temas para el trabajo final ciclo 2010

1.- escuelas anarquistas de principio del siglo XX
2.- reforma universitaria de 1918
3.- participación estudiantil en el cordobazo de 1969
4.- talleres totales (1970-1976) en la facultad de arquitectura y urbanismo de la universidad de córdoba
5.- cátedras nacionales (1973)
6.- la noche de los lápices
7.- la lucha de los estudiantes secundarios chilenos (2006-2008)
8.- bachilleratos populares

Entrega de informe de películas 2do. cuatrimestre 2010

Jueves 30 / setiembre = Los Hijos de Fierro
Jueves 28 / octubre = Memorias del Saqueo

Cronograma de lecturas 2do cuatrim 2010

Martes 24 / Jueves 26 / agosto = El ser argentino
Martes 31 / Jueves 2 / setiembre = El ser argentino
Martes 7 / Jueves 9 / setiembre = Anarquistas en Buenos Aires
Martes 14 / Jueves 16 / setiembre = Catolicismo integral / Peronismo
Jueves 23 = Catolicismo integral / Peronismo
Martes 23 / Jueves 30 / setiembre = Trascendencia del peronismo
Martes 5 / Jueves 7 / octubre = Vanguardias argentinas en los '60
Martes 12 / Jueves 14 / octubre = Vanguardias argentinas en los '60
Martes 19 / Jueves 21 / octubre = Resistencia en los '90
Martes 26 / Jueves 28 / octubre = resistencia en los '90
Martes 2 / Jueves 4 / Novimembre = Resistencia en los '90
Martes 9 / Jueves 11 / Noviembre = Coaliciones burguesas
Martes 16 / Jueves 18 / Noviembre = Coaliciones burguesas
Martes 23 / Jueves 25 / noviembre = PARCIAL

lunes, 21 de junio de 2010

Evaluación Parcial Domiciliaria corresp. 1er. cuatrimestre 2010

Profesorado de Informática
Examen parcial domiciliario correspondiente al Seminario Mundo Contemporáneo y Educación.
Prof. Alberto Horacio Rodríguez.

Nombre del estudiante:

Por favor marca con una X o pinta con la opción marcador del Word la respuesta correcta.
Son diez afirmaciones donde cada una de ellas corresponde a un (1) punto de un total de (10)diez.

1. El trabajo excedente en el modo de producción feudal…
a. Trabajo que produce productos agrícolas excedentes de los campos de los campesinos.
b. Trabajo de los campesinos que produce productos de los campos del Señor Feudal.
c. Trabajo artesanal de los orfebres para el Señor Feudal.
2. El trabajo excedente en el modo de producción capitalista…
a. Aparece en las horas extras que realiza el asalariado y que se queda el capitalista pues no se las paga.
b. El capitalista le paga un plus al asalariado por causa de sus horas extras.
c. Trabajo que se deposita en la mercancía y que se queda el capitalista.
3. El Estado liberal…
a. Es una organización burocrática que garantiza la propiedad privada, las libertades individuales y tiene el monopolio de la violencia.
b. Es una organización burocrática que interviene en la economía con políticas anticíclicas evitando las crisis del las relaciones capitalistas.
c. Es una organización burocrática con un rey secundado con un parlamento que garantiza la propiedad privada y tiene el monopolio de la violencia.
4. El Estado Keynesiano…
a. Surge a partir de las recurrentes huelgas, realizando políticas de disciplinamiento social.
b. Surge por causa de la gran crisis capitalista de 1929 proponiendo un estado que interviene con políticas anticíclicas.
c. Surge por aumento de los precios del petróleo y una crisis de acumulación de los estados liberales.
5. El Estado neoliberal…
a. Surge por una crisis de acumulación de los estados keynesianos e interviene en la economía con leyes y políticas que aseguren el libre fluir del mercado.
b. Surge por una crisis del sistema taylorista y promueve un nuevo modelo de trabajo denominado fordismo.
c. Surge después de la segunda guerra mundial y propone la industrialización por sustitución de importaciones a través de una redistribución del producto bruto interno.
6. El taylorismo…
a. Es una organización del mundo laboral que desarrolla las capacidades individuales.
b. Es una organización del mundo laboral que promueve los productos agrícolas
c. Es una organización del mundo laboral que cronometra cada instancia de la producción de la mercancía con un férreo control del trabajador.
7. El Fordismo…
a. Divide las distintas partes de una mercancía ubicándolas en una línea de montaje, fabricando un producto al alcance del poder adquisitivo del trabajador.
b. Divide los horarios de los trabajadores en turnos rotativos y generan mercancías para un mercado de alto poder adquisitivo.
c. Divide al personal asalariado en una jerarquía según los estudios cursados y las capacidades personales fabricando un producto al alcance del poder adquisitivo del trabajador.

8. El toyotismo…
a. Ingresa al mundo del trabajo la lógica de organización piramidal.
b. Ingresa al mundo del trabajo la lógica de organización solidaria.
c. Ingresa al mundo del trabajo la lógica de organización de red o por nodos.

9. Un movimiento social…
a. Es una organización que aglutina a individuos con intereses comunes y se organizan alrededor de los mismos, presionando al Estado para su solución.
b. Es una organización revolucionaria que tiene por objetivo toma el poder del Estado.
c. Es una organización que aglutina a individuos con intereses comunes y se organizan alrededor de los mismos, proponiendo nuevas relaciones sociales dentro de un territorio.
10. Un análisis hemenéutico…
a. Privilegia la funcionalidad.
b. Privilegia el contexto histórico y social.
c. Privilegia los objetivos.

martes, 30 de marzo de 2010

La esencia del neoliberalismo

La esencia del neoliberalismo
Por Pierre BOURDIEU - Mayo de 1998
El mundo económico ¿es realmente, como pretende la teoría dominante, un orden puro y perfecto, que desarrolla de manera implacable la lógica de sus consecuencias previsibles, y dispuesto a reprimir todas las transgresiones con las sanciones que inflige, bien de forma automática o bien - más excepcionalmente- por mediación de sus brazos armados, el FMI o la OCDE, y de las políticas que estos imponen: reducción del coste de la mano de obra, restricción del gasto público y flexibilización del mercado de trabajo? ¿Y si se tratara, en realidad, de la verificación de una utopía, el neoliberalismo, convertida de ese modo en programa político, pero una utopía que, con la ayuda de la teoría económica con la que se identifica, llega a pensarse como la descripción científica de lo real?
Esta teoría tutelar es una pura ficción matemática basada, desde su mismo origen, en una formidable abstracción, que, en nombre de una concepción tan estrecha de la racionalidad, identificada con la racionalidad individual, consiste en poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales respecto a las normas racionales y de las estructuras económicas y sociales que son la condición de su ejercicio.
Para percibir la dimensión de estos aspectos omitidos, basta pensar en el sistema de enseñanza, que jamás se tuvo en cuenta en tanto que tal en un momento en el que desempeña un papel determinante en la producción de bines y servicios, así como en la producción de los productores. De esta especie de pecado original, inscrito en el mito walrasiano (1) de la "teoría pura", derivan todas las carencias y las ausencias de la disciplina económica, y la obstinación fatal con la que se pega a la oposición arbitraria a la que da lugar, por su sola existencia entre la lógica propiamente económica, basada en la competencia y portadora de eficacia, y la lógica social, sometida a la regla de la equidad.
Dicho esto, esta "teoría" originariamente desocializada y "deshistorizada" tine hoy más que nunca los medios de convertirse en verdad, empíricamente verificable. En efecto, el discurso neoliberal no es un discurso como los otros. A la manera del discurso psiquiátrico en el sanatorio, según Erving Goffman (2), es un "discurso fuerte", que si es tan fuerte y tan difícil de combatir es porque dispone de todas las fuerzas de un mundo de relaciones de fuerza que él contribuye a hacer tal y como es, sobre todo orientando las opciones económicas de los que dominan las relaciones económicas y sumando así su propia fuerza, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza. En nombre de ese programa científico de conocimiento, convertido en programa político de acción, se lleva a cabo un inmenso trabajo político (negado en tanto que es, en apariencia, puramente negativo) que trata de crear las condiciones de realización y de funcionamiento de la "teoría"; un programa de destrucción metódica de los colectivos.
El giro hacia la utopía neoliberal de un mercado puro y perfecto, posibilitado por la política de desregulación financiera, se realiza a través de la acción transformadora y, hay que decirlo muy claro, destructora de todas la medidas políticas (la más reciente de éstas es el A.M.I., Acuerdo Multilateral de Inversiones, destinado a proteger a las empresas extranjeras y sus inversiones contra los Estados nacionales), tendientes a poner en tela de juicio todas las estructuras colectivas capaces de obstaculizar la lógica del mercado puro : nación, cuyo margen de maniobra no deja de disminuir; grupos de trabajo con, por ejemplo, la individualización de los salarios y de las carreras en función de las competencias individuales y la atomización de los trabajadores, sindicatos, asociaciones, cooperativas; incluso familia, que, a través de la constitución de mercados por "clases de edad", pierde una parte de su control sobre el consumo.
El programa neoliberal, que extrae su fuerza social de la fuerza político - económica de aquellos cyos intereses expresa (accionistas, operadores financieros, industriales, políticos conservadores o socialdemócratas convertidos a la deriva cómoda del laisser - faire, altos ejecutivos de las finanzas, tanto más empecinados en imponer una política que predica su propio ocaso cuanto que, a diferencia de los técnicos superiores de las empresas, no corren el peligro de pagar, eventualmente, sus consecuencias), tiende a favorecer globalmente el desfase entre las economías y las realidades sociales, y a construir de este modo, en la realidad, un sistema económico ajustado a la descripción teórica, es decir, una especie de máquina lógica, que se presenta como una cadena de restricciones que obligan a los agentes económicos.
La mundialización de los mercados financieros, junto al progreso de las técnicas de información, garantiza una movilidad sin precedentes de capitales y proporciona a los inversores, preocupados por la rentabilidad a corto plazo de sus inversiones, la posibilidad de comparar de manera permanente la rentabilidad de las más grandes empresas y de sancionar en consecuencia los fracasos relativos. Las propias empresas, colocadas bajo semejante amenaza permanente, deben de ajustarse de forma más o menos rápida a las exigencias de los mercados, so pena, como se ha dicho, de "perder la confianza de los mercados", y, al mismo tiempo, el apoyo de los accionistas que, preocupados por una rentabilidad a corto plazo, son cada vez más capaces de imponer su voluntad a los managers, fijarles normas (a través de las direcciones financieras) y de orientar sus políticas en materia de contratación, de empleo y de salarios.
De este modo se instaura el reino absoluto de la flexibilidad, con la extensión de los contratos temporales o los interinatos, y los "planes sociales" reiterados y, en el propio seno de la empresa, la competencia entre filiales autónomas, entre equipos empujados a la polivalencia y, en definitiva, entre individuos, a través de la individualización de la relación salarial: fijación de objetivos individuales; entrevistas individuales de evaluación; evaluación permanente; subidas individualizadas de salarios o concesión de primas en función de la competencia y del mérito individuales; carreras individualizadas; estrategias de "responsabilización" tendientes a asegurar la autoexplotación de algunos técnicos superiores que, meros asalariados bajo fuerte dependencia jerárquica, son considerados a la vez responsables de sus ventas, de sus productos, de su sucursal, de su almacén, etc., como si fueran "independientes"; exigencia de "autocontrol" que extiende la "implicación" de los asalariados, según las técnicas de la "gestión participativa", mucho mós alló de los empleos de técnicos superiores. Técnicas todas ellas de dominación racional que, mediante la imposición de la superinversión en el trabajo a destajo, se concitan para debilitar o abolir las referencias y las solidaridades colectivas (3).
La institución práctica de un mundo darwinista de lucha de todos contra todos, en todos los niveles de la jerarquía, que halla los resortes de la adhesión a la tarea y a la empresa en la inseguridad, el sufrimiento y el stress, no podría triunfar tan completamente, sin duda, de no contar con la complicidad de las disposiciones precarizadas que produce la inseguridad y la existencia - en todos los niveles de la jerarquía, hasta en los niveles más elevados, especialmente entre los técnicos superiores - de un ejercito de reserva de mano de obra domeñada por la precarización y por la amenaza permanente del paro. En efecto, el fundamento último de todo este orden económico situado bajo el signo de la libertad, es la violencia estructural del paro, de la precariedad y de la amenaza de despido que implica: la condición del funcionamiento "armonioso" del modelo micro-económico individualista es un fenómeno de masas, la existencia del ejercito de reserva de los parados.
Los efectos visibles del modelo
Esta violencia estructural pesa también sobre lo que llamamos el contrato de trabajo (sabiamente racionalizado y desrealizado por la "teoría de los contratos"). El discurso de empresa nunca había hablado tanto de confianza, de cooperación, de lealtad y de cultura de empresa como en una época en la que se obtiene la adhesión de cada instante haciendo desaparecer todas las garantías temporales (las tres cuartas partes de los contratos son temporales, no cesa de crecer la parte de empleos precarios y el despido individual tiende a no estar ya sometido a ninguna restricción).
Vemos así cómo la utopía neoliberal tiende a encarnarse en la realidad de una especie de máquina infernal, cuya necesidad se impone a los propios dominadores. Esta utopía - como el marxismo en otros tiempos, con el cual, desde este planteamiento, tiene muchos puntos en común - suscita una formidable creencia, la free trade faith (la fe en el librecambio), no sólo entre los que viven de ella materialmente, como los financieros, los patronos de las grandes empresas, etc., sino también entre los que extraen de ella su razón de existir, como los altos ejecutivos y los políticos, que sacralizan el poder de los mercados, en nombre de la eficacia económica, que exigen el levantamiento de las barreras administrativas o políticas susceptibles de importunar a los detentadores de capitales en la búsqueda puramente individual de la maximización del beneficio individual, instituida en modelo de racionalidad, que quieren bancos centrales independientes, que predican la subordinación de los Estados nacionales a las exigencias de la libertad económica para los amos de la economía, con la supresión de todas las reglamentaciones en todos los mercados, empezando por el mercado de trabajo, la prohibición de los déficits y de la inflación, la privatización generalizada de los servicios públicos y la reducción del gasto público y del gasto social.
Los economistas vinculados al neoliberalismo, sin compartir necesariamente los intereses económicos y sociales como verdaderos creyentes, tienen los suficientes intereses específicos en el campo de la ciencia económica como para aportar una contribución decisiva, cualesquiera que sean sus impresiones respecto de los efectos económicos y sociales de la utopía que visten de razón matemática, en la producción y en la reproducción de la creencia en la utopía neoliberal. Como están separados a lo largo de toda su existencia y, sobre todo, por su formación intelectual, casi siempre puramente abstracta, libresca y teoricista, del mundo económico y social tal como es, se muestran particularmente inclinados a confundir las cosas de la lógica con la lógica de las cosas.
Participan y colaboran en un formidable cambio social y económico - confiando en modelos que tunca tuvieron la oportunidad de someter a la prueba de la verificación experimental, propensos a mirar desde arriba los logros de las otras ciencias históricas, en las que no reconocen la pureza y la transparencia cristalina de sus juegos matemáticos, y cuya profunda necesidad y su capacidad suelen ser incapaces de comprender - que, pese a que algunas de sus consecuencias les causan horror (pueden cotizar para el Partido Socialista y dar meditados consejos a sus representantes en las instancias de poder), no puede disgustarles ya que, aun a riesgo de algunos fallos, imputables a lo que ellos llaman a veces "burbujas especulativas", tiende a hacer realidad la utopía ultraconsecuente (como ciertas formas de locura) a la que consagran su vida.
Y, sin embargo, el mundo está ahí, con los efectos inmediatamente visibles de la puesta en práctica de la gran utopía neoliberal: no sólo la miseria cada vez mayor de las sociedades más avanzadas economicamente, el crecimiento extraordinario de las diferencias entre las rentas, la desaparición progresiva de los universos autónomos de producción cultural, cine, edición, etc., por la imposición intrusista de los valores comerciales, sino también y sobre todo la destrucción de todas las instancias colectivas capaces de contrapesar los efectos de la máquina infernal, a la cabeza de las cuales está el Estado, depositario de todos los valores universales asociados a la idea de público, y la imposición, generalizada, en las altas esferas de la economía y del Estado, o en el seno de las empresas, de esta especie de darwinismo moral que, con el culto del "triunfador", formado esencialmente en las matemáticas superiores, instaura como normas de todas las prácticas la lucha de todos contra todos y el cinismo.
¿Cabe esperar que el volumen extraordinario de sufrimiento que produce semejante régimen político-económico llegue un día a ser el origen de un movimiento capaz de parar la carrera hacia el abismo? De hecho, nos encontramos aquí ante una extraordinaria paradoja: en tanto que los obstáculos encontrados reiteradamente en el camino de la realización del otro orden - el del individuo solo, pero libre - se consideran hoy imputables a rigideces y a arcaísmos, y mientras que cualquier intervención directa y consciente, al menos cuando viene del Estado, es desacreditada de antemano, es decir, conminada a desaparecer en beneficio de un mecanismo puro y anónimo, el mercado (olvidamos con frecuencia que éste es también el ámbito del ejercicio de los intereses), en realidad, la permanencia o la supervivencia de las instituciones y de los agentes del orden antiguo a punto de ser desmantelado, y todo el trabajo de todos los niveles de trabajadores sociales, y también todas las solidaridades sociales, familiares y muchas más, es lo que hace que el orden social no se hunda en el caos a pesar del volumen creciente de la población precarizada.
El paso al "liberalismo" se ha realizado de manera insensible, o sea imperceptible, como la deriva de los continentes, ocultando así a las miradas sus más terribles efectos a largo plazo. Efectos que, paradojicamente, también son disimulados por las resistencias que suscita ya por parte de los que defienden el orden antiguo bebiendo en las fuentes que encerraba, en las solidaridades antiguas, en las reservas de capital social que protegen toda una parte del orden social presente de su caída en la anomía. (Capital que si no se renueva, ni se reproduce, está abocado a su depauperación, pero cuyo agotamiento no es para mañana).
Pero esas mismas fuerzas de "conservación", a las que no es tan fácil tratar como fuerzas conservadoras, son también, bajo otra relación, fuerzas de resistencia contra la instauración del orden nuevo, que pueden terminar siendo fuerzas subversivas. Y si, por consiguiente, podemos guardar alguna esperanza razonable, es porque todavía existe, en las instituciones estatales y también en las disposiciones de los agentes (en especial, los más vinculados a esas instituciones, como la pequeña aristocracia funcionarial), de tales fuerzas que, bajo la apariencia de defender simplemente - como se les reprochará en seguida -un orden desaparecido y los "privilegios" correspondientes, deben ciertamente (para resistir la prueba) afanarse en inventar y construir un orden social que no tenga por única ley la búsqueda del interés egoísta y la pasión individual del beneficio, que prepare el camino a colectivos orientados a la consecución racional de fines colectivamente elaborados y aprobados.
¿Cómo no hacer un sitio especial, entre estos colectivos, asociaciones, sindicatos, partidos, al Estado, Estado nacional o, mejor todavía, supranacional, es decir, europeo (etapa hacia un Estado mundial), capaz de controlar y de imponer eficazmente los beneficios obtenidos en los mercados financieros y, sobre todo, de contrapesar la acción destructora que estos últimos ejercen sobre el mercado de trabajo, organizando, con la ayuda de los sindicatos, la elaboración y la defensa del interés público que, se quiera o no, no saldrá nunca, ni siquiera al precio de algunos errores en la escritura matemática, de la visión de contable (en otra época se hubiera dicho "de tendero") que la nueva creencia presenta como la forma suprema de la realización humana.

Notas
(1) NDLR: en referencia a Auguste Walras (1800-1866), economista francés, autor De la nature de la richesse et de l'origine de la valeur (1848); fue uno de los primeros que intentó aplicar las matemáticas al estudio económico.
(2) Erving Goffman, Asiles, Etudes sur la condition sociale des malades mentaux, Editions de Minuit, Paris, 1968
(3) Sobre todo esto, cabe remitirse a los dos números de las Actes de la recherche en sciences sociales dedicadas a las "Nouvelles formes de domination dans le tranail" (1 y 2), n°114, septiembre de 1996, y n°115, diciembre de 1996, y muy especialmente a la introducción de Gabrielle Balazs y Michel Piatoux, "Crise du travail et crise du politioque", n°114.

Hist. del Pensam. Econom. (Parte 2)

Capítulo 8. Sraffianos y neorricardianos.

Puesto que Sraffa dedicó muchos años de su vida a la edición minuciosa y exquisita de las obras completas de Ricardo, convirtiéndose así en un intérprete cualificado[1] de la obra de éste, y puesto que en su propia obra -cuantitativamente reducida pero extremadamente polémica- se autoconsideró un crítico del marginalismo que desarrollaba su crítica a partir de los planteamientos hechos por Ricardo, traducidos a un lenguaje y a un contexto diferentes, es lógico que en este capítulo, antes de estudiar a Sraffa y a los sraffianos, dediquemos un epígrafe a ciertos puntos básicos de la obra de Ricardo.


8.1. El legado de Ricardo

Aparte de la importancia excepcional de los planteamientos positivos de Ricardo, son muy importantes también las críticas que realiza tanto a la teoría de la oferta y la demanda como a la vinculación de la teoría del valor con la utilidad y la escasez. En el capítulo XXX de sus Principios afirma que "la opinión de que el precio de las cosas depende exclusivamente de la proporción existente entre la demanda y la oferta se ha convertido casi en un axioma en Economía política y ha sido fuente de muchos errores en dicha ciencia" (1817, p. 385). Por ello, tras criticar a Buchanan, Say y Lauderdale en este punto, admite que los artículos "que son monopolizados" varían de valor "según la ley sentada por Lord Lauderdale; bajan a medida que los vendedores aumentan su cantidad y suben en proporción al deseo que demuestran los compradores". Sin embargo, en el caso general, es decir cuando las mercancías "están sujetas a la competencia", el precio "dependerá en último término no del estado de la demanda y la oferta, sino del aumento o de la disminución del coste de su producción", de forma que la presión al alza de un aumento de la demanda sobre el precio de una mercancía "sólo sería temporal, a menos que subiera el coste de producción [...], es decir, su precio natural" (p. 388).

Otro punto importante es su crítica a los autores que no distinguen entre el valor y la riqueza (capítulo XX). Para Ricardo, la introducción de maquinaria y la división del trabajo pueden aumentar la riqueza producida por un determinado conjunto de trabajadores a pesar de que éste "siempre producirá el mismo valor" si desarrolla la misma cantidad de trabajo; y ello es así porque "toda mercancía sube o baja de valor en proporción a la facilidad o dificultad de su producción, o, en otras palabras, en proporción a la cantidad de trabajo empleado en su producción" (p. 277). Por tanto, Say está "especialmente desgraciado" al identificar valor y riqueza (p. 283) y también al considerar un error la teoría de Smith que atribuye "al trabajo del hombre solamente la facultad de producir valor" (p. 287). Para Say, también los "agentes que proporciona la Naturaleza" y "el capital" contribuyen al valor, pero Ricardo le recuerda que "estos agentes naturales, aunque aumentan mucho el valor en uso, no añaden nada al valor en cambio, del que habla M. Say; en cuanto se obliga a los agentes naturales, ya sea con la ayuda de la maquinaria, ya con la de la ciencia, a hacer el trabajo que antes efectuaba el hombre, el valor en cambio de ese trabajo baja en consecuencia" (pp. 287-288).

También critica la idea de la utilidad o de la escasez como fuentes del valor: "La utilidad no es, pues, la medida del valor en cambio, aunque sea absolutamente esencial al mismo. Si una cosa no fuera de utilidad alguna -en otras palabras, si no pudiera en modo alguno contribuir a nuestra satisfacción-, estaría privada de valor en cambio, por escasa que fuese, o cualquiera que fuese la cantidad de trabajo necesaria para procurarla" (p. 28). Y si bien existen algunas cosas "cuyo valor es determinado solamente por su escasez", estas cosas "constituyen una parte muy pequeña de la masa de artículos que se cambian diariamente en el mercado", mientras que "la gran mayoría de esas cosas que son objeto de deseo se obtienen por medio del trabajo" (ibidem).

Ahora bien, si en lo anterior Ricardo apoya a Adam Smith, no por ello deja de criticarlo en otro punto esencial: la idea smithiana de que los salarios determinan el valor. Respecto a esto, escribe: "Adam Smith y todos los autores que le han seguido, sin excepción alguna a mi entender, sostuvieron que un alza en el precio del trabajo sería uniformemente seguida por un aumento en el de todas las mercancías", pero -añade- "espero haber logrado demostrar que esa opinión no tiene fundamento" (p. 62). La tesis original de Ricardo es que una elevación de los salarios sólo tiene efecto sobre el beneficio y sobre la tasa de beneficio (que descenderán), pero no sobre los precios. Sin embargo, tras las críticas recibidas de Malthus sobre este punto (véase Hunt 1992a), reconoce Ricardo que fue un "error dejar de considerar por entero el efecto producido por un alza o baja [del precio] de la mano de obra" al apreciar "las causas de las variaciones del valor de las cosas"; pero que "sería igualmente incorrecto darle mucha importancia" a esta causa, ya que "es relativamente leve en sus efectos", al no superar un porcentaje que puede oscilar "de 6 a 7 por 100", ya que "los beneficios no podrían admitir, probablemente, en caso alguno, una depresión general y permanente que fuese mayor" (pp. 52-53). Este punto es esencial y el propio Ricardo así lo entiende, pero veremos luego cómo la insistencia de Sraffa sobre la incidencia de estos cambios distributivos en los precios relativos -que Ricardo sólo consideraba marginalmente- es una posición más bien malthusiana que ricardiana y, desde luego, "incorrecta" según el punto de vista de Ricardo.

Ahora bien, la teoría del valor de Ricardo estaba lastrada por una serie de errores e incomprensiones relativos a varios puntos interconectados. Marx, que dedicó muchas páginas al análisis de las teorías de Ricardo[2], señaló los siguientes: confusión entre trabajo y fuerza de trabajo; identificación del capital adelantado con el capital variable y, por tanto, de la tasa de plusvalía con la tasa de ganancia y de los precios de producción con los precios directos o valores; confusión entre valor absoluto y valor relativo, y olvido del primero en muchas ocasiones; ausencia de análisis de las formas del valor y consiguiente incapacidad para entender la conexión entre el trabajo y el dinero en el seno de la teoría del valor. Sin embargo, Marx era consciente de que bastaba la aportación ya conseguida por Ricardo para que se rebelaran contra la teoría laboral del valor los representantes subsiguientes de la economía política, como por ejemplo Carey, que "lo denuncia como padre del comunismo" porque "el sistema de Mr. Ricardo es un sistema de discordias... Su conjunto tiende a la producción de hostilidad entre las clases y las naciones" (1848, pp. 74-75, citado en Marx 1862, vol. II, pp. 141-2). Y ello es así porque Ricardo arranca del "punto de partida para la fisiología del sistema burgués", que es "la determinación del valor por el tiempo de trabajo", y esto le permite comprender los conflictos de clase entre la burguesía industrial y la clase terrateniente, y entre ambas y la clase obrera[3] (Véase Hunt 1992a).

Pero si Ricardo, por ser el "padre del comunismo", debía ser atacado, sus hijos, los socialistas ricardianos, y su nieto, Karl Marx, eran ya tan comunistas que había que contradecirlos a cualquier precio[4]. Al estudiar a Hodgskin en el capítulo 2, ya vimos que a pesar de ser corrientemente considerado como "socialista ricardiano", este autor y el resto del grupo deberían llamarse mejor "socialistas smithianos". Pues bien, una confusión similar ocurre con los llamados "ricardianos" de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, ya que todos ellos eran en realidad unos utilitaristas eclécticos que pretendían combinar la teoría laboral del valor con la -para ellos superior- teoría subjetiva del valor basada de la utilidad. Éste es el caso de los conocidos Tugán-Baranovski, Dmitriev y Bortkiewicz, pero también de otros ricardianos de aquella época, como sus compatriotas Struve y Charasoff, el japonés Shibata o el alemán Dietzel.

Tugán-Baranovski escribe que "sólo la teoría de la utilidad marginal nos proporciona una explicación plenamente científica del hecho bien conocido de que el precio de las mercancías depende de la cantidad de la misma que se ofrece en el mercado", y añade que "sólo desde el punto de vista de esta teoría podemos referirnos a la ley de la oferta y la demanda como una ley científica más que como una pura generalización empírica" (1890, pp. 212 y 215, citado en Dmitriev 1904, p. 181). Sin embargo, piensa que "la teoría de la utilidad marginal no contradice el punto de vista de Ricardo y Marx, sino que, al contrario, presenta una confirmación inesperada de las enseñanzas de estos economistas" (ibid., p. 228). Pero, como han señalado otros, "aproximadamente a las mismas conclusiones habían llegado ya Jevons y Wicksteed" (Howard y King 1995, p. 227). Finalmente, se muestra totalmente de acuerdo con la idea de Rodbertus de que "el valor trabajo es la gran idea económica del futuro", ya que será entonces, "cuando los intereses del trabajo lleguen a determinar al sistema económico", cuando la "evaluación por el trabajo adquirirá significado real" (Tugán 1900, p. 633).

Algo similar puede afirmarse de Dmitriev. Aunque a veces se ha encontrado en él una "defensa de Ricardo contra las críticas de Jevons y Walras" (Dobb 1973, p. 309), lo cierto es que "una lectura de los tres Ensayos de Dmitriev debería descartar la impresión de que es un ricardiano", pues Dmitriev "abandona decididamente a Ricardo y muestra que siempre que no se satisfaga al menos una de estas condiciones [rendimientos constantes a escala y competencia perfecta] los precios dependerán también de las condiciones de demanda, y ni siquiera los precios de equilibrio 'a largo plazo' pueden obtenerse directamente del conocimiento de la tecnología y del salario real" (Nuti 1974, p. 20). De hecho, Dmitriev acusa a Ricardo de utilizar la "hipótesis arbitraria" de que "la libre competencia plena tiende a rebajar el precio de los productos a sus costes de producción necesarios", cuando la "regla general" es que "este nivel será siempre superior al de los costes necesarios de producción" (1904, pp. 215 y 217).

Igualmente, Bortkiewicz señala que por medio del "método matemático" puede comprobarse que "la teoría del costo de producción puede armonizarse, sin dificultad, con la ley de la oferta y la demanda o con la determinación de los precios por las valoraciones subjetivas de los compradores [...] Siguiendo el ejemplo de Walras, esto se logra insertando las ecuaciones de coste en un conjunto más amplio de ecuaciones en el que se da cabida también a estas valoraciones subjetivas. Es en esta conexión donde aparece de manera particularmente clara la superioridad del método matemático sobre el método de Marx. Marx fue incapaz de comprender que la determinación de los precios por los costes podía reconciliarse perfectamente con su determinación por la oferta y la demanda. En consecuencia, desestimó la oferta y la demanda como factores explicativos del valor o del precio" (1907, pp. 53-54). Si Bortkiewicz hubiera leído a Malthus o hubiera leído a Marx más detenidamente, habría llegado a conclusiones distintas, pues Marx, tras citar a Malthus -y comprobar que éste admite "que en el caso de dos natural prices de una misma mercancía en diferentes momentos, la oferta y la demanda pueden y deben coincidir en ambos casos"-, concluye: "Pero puesto que en ninguno de ambos casos hay diferencia alguna en la proporción entre oferta y demanda, pero sí la hay en la magnitud del propio natural price, éste obviamente se determina en forma independiente de la oferta y la demanda, y de ninguna manera puede ser determinado por éstas" (Marx 1894, vol. 6, p. 243).

Respecto a los otros tres ricardianos citados, podemos agregar lo siguiente. P. B. Struve pertenecía, junto a Tugán y a S. N. Bulgákov, al grupo conocido en Rusia como los "marxistas legales". Al escribir en 1894 sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia, Struve se caracterizó, en su polémica contra sus adversarios, los "populistas", por dibujar una visión idílica y exclusivamente a base de trazos positivos, del capitalismo, que lo llevó hasta el punto de pedir: "(enrolémonos a la escuela del capitalismo!". Pero desde un punto de vista teórico, su marxismo inicial, ciertamente revisionista desde el principio[5], y entremezclado con ideas neomalthusianas, dio paso, desde comienzos del siglo XX, a un alejamiento total del marxismo, "pero también del materialismo y del socialismo"; y, al mismo tiempo, a una aceptación del "liberalismo, el idealismo y la moderación" (Howard y King, 1989, pp. 186, 184).

El matemático ruso Georg von Charasoff, conocido por su crítica frontal a la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia, de Marx -de la que decía que "no era ninguna ley... sino un error completo", porque, según sus conclusiones, "la tasa de ganancia no puede caer nunca"-, anticipó en 1910 "muchos de los resultados de las décadas de 1960 y 1970", incluyendo "temas sraffianos como la mercancía patrón, el aparato de los 'subsistemas', la distinción entre mercancías 'básicas' y 'no básicas', y la definición del valor en cantidades de 'trabajo fechado'" (Howard y King 1992, p. 230). Aparte de esto, "Charasoff fue también el primero en interpretar la transformación de los valores en precios de producción como un proceso de Markov", y en haber descubierto "lo que Michio Morishima describió más tarde como 'el teorema marxiano fundamental', que afirma que una condición necesaria y suficiente para que haya beneficios es que la plusvalía sea positiva" (ibidem).

En cuanto al japonés Kei Shibata -que había demostrado en 1934 que el teorema de la tasa de ganancia creciente (defendido por Tugán, Bortkiewicz y Moszkowska) podía establecerse "con modelos especificados en precios tanto como en valores-trabajo", y que proporcionó en 1939 un "ejemplo muy temprano de un modelo input-output de Leontief del que se podían derivar los precios de producción y la tasa de ganancia (dado el salario real)" (ibid., pp. 137-138)-, demostró que la tasa de ganancia podía establecerse sin referencia a magnitudes de valor, y anticipó el teorema de Okishio, adelantándose así, en varias décadas, a muchos de los planteamientos de los neorricardianos modernos.

Por último, el alemán Dietzel creía que no existían diferencias materiales entre la opinión de los marginalistas y la de Ricardo: "Todos los bienes que 'cuestan trabajo', que son 'difíciles de obtener', son bienes 'escasos' -por tanto, la escasez y los 'costes' son solamente dos expresiones distintas de una misma cosa" (citado en Kurz 1995, p. 17). Esta postura de Dietzel es la misma que tenían, en realidad, los neoclásicos Jevons (1871), Wicksteed (1894) y Marshall (1890), como reconocen los neorricardianos Kurz (1995, p. 71) y Steedman, y los marxistas Howard y King (1995), p. 227.

Como conclusión, Howard y King señalan que tanto Charasoff como Shibata, lo mismo que Dmitriev, "anticiparon una de las importantes conclusiones de Samuelson en 1957 y de los economistas sraffianos de los 60 y los 70"; y añaden que estos autores, y también Bortkiewicz, "al cuestionar la afirmación marxiana de la prioridad lógica de los valores, recibieron todos una confirmación poderosa de sus puntos de vista con la publicación de Producción de mercancías por medio de mercancías [de Sraffa]" (ibid., pp. 233 y 250), lo que se refleja en el siguiente esquema:





8.2. Sraffa.

Como se ha dicho, antes de publicar su famoso libro de 1960, Sraffa comenzó a publicar las no menos famosas Obras Completas de Ricardo (cuyo volumen de índices no apareció hasta a 1973, aunque el proyecto se le encargó al final de los años 20). En su interpretación de Ricardo, Sraffa combatió la tendencia neoclásica a ver en Ricardo un simple precedente del análisis marginalista, y a ver, consiguientemente, en su teoría de la renta el núcleo del sistema ricardiano. Sraffa, por el contrario, defendió la teoría de los beneficios como el centro de la teoría de Ricardo y demostró cómo la preocupación de Ricardo por la teoría del valor fue un subproducto de su preocupación por la teoría de los beneficios. Sin embargo, a lo largo de su obra Ricardo evoluciona respecto a la teoría de los beneficios: si en 1815 todavía sostenía una teoría de los beneficios basada en un modelo "triguero", en los Principios (1817) parece haber sustituido este modelo por el "laboral", según el cual si antes era el excedente en la producción de trigo sobre los costos en trigo lo que explicaba la tasa de beneficio como una simple proporción, ahora será el trabajo, al unificar la valoración de los distintos elementos de la producción, lo que permitirá calcular la tasa de beneficio (Dobb 1973, p. 89).

Pues bien, uno de los problemas de Sraffa es que parece preferir la primera teoría de Ricardo a la segunda, por ser aquélla más coherente con su propia preocupación teórica (1960, pp. 131-132), guiada por la idea de obtener una tasa de beneficio como "una razón entre cantidades de mercancías independientemente de sus precios", aunque ello le exija enredarse con la intrincada cuestión de la mercancía patrón y del sistema patrón, que no es, según él, sino una continuación de la preocupación mostrada por Ricardo por encontrar una "medida invariable del valor" (ibid., p. 42). Otra de las grandes preocupaciones de Sraffa, que a Ricardo le parecía una cuestión de segundo orden, es la de encontrar en qué medida un cambio en las variables distributivas afecta a los precios relativos de la mercancía, "porque, como veremos, los precios no pueden determinarse antes de conocer el tipo de beneficio" (ibid., p. 21). Como se apuntó antes, es ésta una preocupación más malthusiana que ricardiana, pues a Ricardo le parecía "igualmente incorrecto darle mucha importancia" a esta causa secundaria de variación de los precios (la originada en la variación en las variables distributivas) que olvidarla enteramente, razón por la cual indica clarísimamente que "en los capítulos siguientes de esta obra, si bien me referiré ocasionalmente a esta causa de variación, consideraré que todas las grandes alteraciones que tienen lugar en el valor relativo de las cosas son producidas por la mayor o menor cantidad de trabajo que se necesite para producirlas" (Ricardo 1817, p. 53).

Sraffa escribe también que, puesto que el excedente no puede asignarse ni antes ni después de la determinación de los precios, la conclusión es que "la distribución del excedente debe ser determinada a través del mismo mecanismo y al mismo tiempo que se determinan los precios de las mercancías" (p. 21). Obsérvese que este planteamiento coincide -aunque no en la terminología- con el de Walras, consistente en deducir "la teoría de la determinación simultánea de los precios de los productos y de los precios de los servicios de la tierra, trabajo y capital" (1874, p. 343). Para esta determinación simultánea[6], se usa un sistema de k + 1 ecuaciones (las k correspondientes a las condiciones sociotécnicas de producción de los k sectores, más la correspondiente a la igualación de la renta nacional con la unidad), "que se comparan con k + 2 variables (k precios, el salario w y el tipo de beneficio r)", con lo que "el resultado de añadir el salario como una de las variables es que el número de éstas excede ahora el número de ecuaciones en una y que el sistema puede moverse con un grado de libertad; y si una de las variables es fijada, las demás serán fijadas también" (p. 28). Finalmente, Sraffa prefiere determinar exógenamente la tasa de ganancia como variable independiente, en vez del salario, debido a que "el tipo de beneficio, en cuanto que es una razón, tiene un significado que es independiente de cualquier precio, y puede ser, por tanto, 'dado' antes de que los precios sean fijados. Es así susceptible de ser determinado desde fuera del sistema de producción, en especial, por el nivel de los tipos monetarios de interés" (pp. 55-56).

Ya hemos visto que tener como objetivo básico "el estudio de los movimientos de precios que acompañan a una variación en la distribución" es algo muy poco ricardiano que sin embargo caracteriza esencialmente la tarea de Sraffa. Sin embargo, Sraffa sigue fielmente a Ricardo en su concepción de la relación entre salarios y beneficios como puramente antagónica. Marx, en cambio, se aparta claramente de Ricardo en este punto: "Si se toma una magnitud dada, y se la divide en dos partes, resulta claro que una de éstas sólo puede aumentar en la medida en que disminuye la otra, y a la inversa. Pero esto en modo alguno es así cuando se trata de magnitudes expansibles (elásticas). Y la jornada de trabajo es una de esas magnitudes elásticas, siempre que no se haya conquistado una jornada normal de trabajo. Con tales magnitudes, ambas partes pueden crecer, ya sea en proporciones iguales o desiguales. Un aumento en una no es provocado por una disminución de la otra, y a la inversa: Además, este es el único caso en que los salarios y la plusvalía, en términos de valor de cambio, pueden aumentar al mismo tiempo, y tal vez inclusive en iguales proporciones. El hecho de que pueden aumentar en términos de valor de uso resulta evidente por sí mismo; puede crecer aun cuando, por ejemplo, se reduzca el valor del trabajo" (Marx 1862, vol. II, p. 350).

Aunque tiene razón Marx en que la 'ley' de Ricardo -la de que la plusvalía y el salario en términos de valor de cambio pueden ascender o descender sólo en proporción inversa- es incorrecta, esta crítica no parece aplicable a Sraffa ya que éste utiliza los salarios y los beneficios como proporciones de la renta nacional. Sin embargo, debemos insistir en que toda la construcción sraffiana parece limitada a ese 6 ó 7% de las variaciones de los precios que según Ricardo podría explicar el análisis de los efectos de las variaciones distributivas sobre aquéllos. El 93% restante queda absolutamente fuera del análisis de Sraffa[7].

Otro problema de la teoría de Sraffa es que no parece consciente de las limitaciones que supone tener que tratar sólo con precios relativos, y no con precios absolutos (véase la nota 12 del capítulo 3), en la teoría del valor. Una gran defensora de Sraffa más tarde, Joan Robinson, escribía en 1933 cómo podía formularse el análisis del valor: "Usted ve a dos hombres, uno de los cuales da un plátano al otro y recibe de él un penique. Usted pregunta: )a qué se debe que un plátano cueste un penique y no otra cantidad cualquiera?" (Robinson 1933, p. 6). Ésta es precisamente la pregunta que Marx quiere responder con su teoría del valor, y a ello dedica todos sus años de estudio de la Economía cuando ya tenía todo un sistema filosófico previo. El esfuerzo por dar una respuesta clara y cuantitativa a esta pregunta, sin renunciar a su sistema filosófico ni a su ideología, le obligó a trabajar durante más de veinte años, hasta convertir su teoría del valor en su filosofía a la vez que su "economía". Es evidente que sólo hay dos tipos de respuestas "cuantitativas" a esta pregunta: la que da la teoría neoclásica del equilibrio parcial y la de la teoría laboral del valor. Ni la teoría del equilibrio general ni la teoría sraffiana son capases de ir más allá de la determinación de los precios relativos, y en ningún caso responden coherentemente a la cuestión de los precios absolutos o monetarios.

En cuanto a la teoría del equilibrio general, Koutsoyiannis escribe que en este modelo "no se puede determinar el nivel absoluto de precios", por lo que sus teóricos "han adoptado el artificio de escoger arbitrariamente el precio de una mercancía como numerario (o unidad de cuenta) y expresar todos los otros precios en términos del precio del numerario. Con este artificio, los precios están determinados sólo como razones (...) Si hacemos que el precio del numerario sea igual a uno, logramos la igualdad entre el número de ecuaciones simultáneas y el de incógnitas (...) Sin embargo, los precios absolutos no están aún determinados: están simplemente expresados en términos de numerario" (p. 500). Ante la duda de si esta indeterminación "puede eliminarse introduciendo explícitamente en el modelo un mercado monetario, en el que el dinero sea no sólo el numerario sino también el medio de cambio y reserva de valor", Koutsoyiannis concluye que "hasta ahora, ningún modelo de equilibrio general ha sido monetizado en forma satisfactoria. Y resulta muy dudoso que el dinero pueda ser incorporado operativamente en un sistema estático de equilibrio general, por las siguientes razones: 1. El dinero involucra elecciones intertemporales y requiere un marco de referencia dinámico, en tanto que la mayoría de los modelo de equilibrio general son estáticos, de un solo periodo. 2. El dinero está ineludiblemente ligado a con la incertidumbre, en tanto que la mayoría de los modelos de equilibrio general se construyen con el supuesto de que existe plena información y de que los participantes en el mercado abrigan determinadas expectativas acerca del futuro. 3. El dinero tiene implicaciones tanto de corto como de largo plazo. Los sistemas de equilibrio general se interesan por el equilibrio a largo plazo. 4. La 'neutralidad' del dinero implícita en los sistemas neoclásicos de equilibrio general es incompatible con la instituciones monetarias más sofisticadas del mundo real, tales con los mercados de capitales y la política monetaria del Estado" (pp. 500, 535).

Lo mismo plantea el sraffiano Ahijado: "el pasar de una economía de trueque a una economía monetaria plantea muchos problemas y anomalías teóricas: el proceso de obtención de las demandas y con ellas de los precios se hace asimétrico, y hay que acudir a reglas institucionales ad hoc; existe una dicotomía, por la que la parte real determina los precios relativos y las funciones son homogéneas de grado cero en los precios, mientras que la monetaria es de grado cero en precios y rentas; el equilibrio real es indeterminado hasta una constante multiplicativa; no se explica el proceso de generación de la oferta monetaria; y no se puede cerrar correctamente el modelo, es decir, eliminar el grado de libertad, al no ser la ley de say sino una identidad y no una nueva ecuación independiente" (p. 492).

En cuanto al modelo de Sraffa, el propio Ahijado no tiene más remedio que concluir su análisis afirmando que "el nivel de precios, esto es, los precios de las mercancías dados los precios relativos de las mismas, se encuentra indeterminado, y, por ello, es preciso introducir una ecuación de normalización adicional (el numerario del sistema). Una vez hecho esto, se obtendrá automáticamente el salario-hora y los precios de las mercancías, que serán positivos y únicos, dada la normalización elegida. Ambos dependen, pues, de la ecuación de definición del numerario manejada". Por otra parte, "los precios de las mercancías y el salario-hora se expresan en las unidades de cuenta imaginarias que hemos tomado para definir el numerario. En cambio, los precio relativos son simples ratios, esto es, números abstractos carentes de unidades de medida" (p. 627). Por su parte, Eatwell y Panico (1987) han señalado que para cerrar el sistema sraffiano de precios relativos se necesita que esté dado el salario real (como en los clásicos) o "bien la tasa de ganancia", como parece preferir Sraffa (p. 450). En cualquier caso, la afirmación de Sraffa de que ésta "es susceptible de ser determinada desde fuera del sistema de producción, en especial por el nivel de los tipos monetarios de interés" (1960, p. 56) no puede ser más coherente con la concepción neoclásica, donde el rendimiento normal que se incluye en el coste medio de producción es precisamente esta tasa de interés.

Steedman nos recuerda en la primera nota de su libro que "Sraffa considera sólo los 'precios de producción'; su libro no contiene ninguna referencia a los precios de mercado"; y añade que "lo mismo se aplica a este libro" (p. 11). Pero también los precios de equilibrio a largo plazo de la competencia perfecta equivalen a los precios de producción, con su tasa de ganancia incorporada igual al tipo de interés y con la anulación completa de la competencia intrasectorial característica del análisis marxista. Sólo cambia la vía por la que se llega a la misma conclusión. Para los neoclásicos, estos precios de producción se obtienen para el nivel de coste que coincide a la vez con el óptimo de explotación de la escala óptima de la empresa representativa de cada sector y con la utilidad marginal de cada uno de los consumidores que contribuyen a determinar la curva de demanda de mercado. Sraffa dirige su obra contra el análisis marginalista y por eso declara que "se ocupa exclusivamente de aquellas propiedades de un sistema económico que no dependen de variaciones en la escala de producción o en las proporciones de los factores" (p. 11); pero comparte con este análisis neoclásico la posibilidad de que haya más de una técnica productiva en el interior de un sector, por lo que imagina a todas las empresas de éste produciendo en las mismas condiciones de coste y, por tanto, ya que todas venden al precio de producción, de beneficio: "a cualquier nivel del tipo general de beneficio, el método que produce a un precio más bajo es, por supuesto, el más beneficioso de los dos para un productor que construye una nueva planta (...) Los puntos de intersección, donde los precios son iguales, corresponden al desplazamiento de uno u otro método a medida que el tipo de beneficio varía. Puede haber una o más de tales intersecciones (...) por otra parte, si no hay intersección alguna, uno de los dos métodos resulta desventajoso en todas las circunstancias y puede ser desestimado" (pp. 115-6).

Un último problema del modelo de Sraffa es su incapacidad para ser utilizado en el análisis de la dinámica de la economía real, tal y como lo plantea la siguiente cita de Joan Robinson: "Llegamos ahora al meollo del asunto. Las ecuaciones técnicas no pueden por sí solas explicar los precios. En la economía real, rigen unos precios. Podemos postular una tasa de ganancia uniforme, y cuando es una tasa fijada -una tasa porcentual por periodo de rotación- podemos establecer cuáles deberían ser los precios. Pero ello no es sino lo que da la casualidad que son. Los precios no se hallan determinados por las condiciones técnicas (...) Desplacemos la tasa de ganancia por todos los valores, del cero al valor máximo (...) y obsérvese cómo se comportan los precios. En el tiempo histórico, naturalmente, no sería posible tener la misma composición física del producto con participaciones de salarios y beneficios diferentes (los capitalistas desearían obtener su participación en acero y caviar, los obreros en queso y botas). El cálculo es únicamente un movimiento en el tiempo lógico (...) Algunos lectores han interpretado el cálculo de los movimientos ascendentes y descendentes de la tasa de beneficio y la participación de los salarios como una referencia ala guerra de clases. Pero se trata de un total malentendido. Con una técnica dada y un producto neto dado, queda poco espacio para una lucha en torno a los salarios (...) En la economía real, en el movimiento en que fue tomada la fotografía de la misma, la participación de los salarios había sido ya alumbrada por la historia pasada" (1977, pp. 100-1).


8.3. Los sraffianos.

Mientras que Smith y Ricardo, por diferentes motivos, habían encontrado supuestos en los que, según ellos, no era válida la teoría laboral del valor, lo que se observa en Sraffa es un paso más en esta dirección hacia el "abandono" de la teoría del valor-trabajo, ya que la vigencia de esta teoría queda en él reducida al caso especial de que "el total de la renta nacional va a parar a los salarios", pues lo que ocurre, según Sraffa, es que "a este nivel de salarios, los valores relativos de las mercancías son proporcionales a sus costes-trabajo", mientras que en todos los demás casos "los valores no siguen una regla sencilla para ningún otro nivel de salarios" (p. 29). Muchos discípulos de Sraffa han continuado profundizando en esta dirección, utilizando la teoría del maestro para criticar, no sólo la teoría marginalista neoclásica, sino también la teoría de Marx, especialmente en la medida en que ésta se manifiesta como una teoría laboral del valor con pretensiones de universalidad para todas las condiciones económicas capitalistas. En su conocido libro sobre "Marx después de Sraffa", I. Steedman insiste en la manida tesis de que "la asignación social de la fuerza de trabajo puede determinarse sin referencia a ninguna magnitud de valor", aclarando que, según él, "las cantidades de trabajo incorporadas en las diversas mercancías (...) no desempeñan ningún papel esencial en la determinación de la tasa de ganancia (o de los precios de producción)" (Steedman 1977, pp. 12-13). Steedman aprovecha así el aparato analítico de Sraffa para atacar sobre todo a Marx, asegurando además que "la crítica a Marx basada en Sraffa no puede rechazarse en forma racional por la sencilla razón de que es correcta", por lo que concluye que "debe abandonarse el razonamiento de Marx basado en magnitudes de valor" (pp. 24-25). Cierto es que Steedman no reclama ninguna originalidad en estas conclusiones, pues aparte de otros antecedentes más cercanos que él mismo señala[8], se muestra consciente de que ya en Dmitriev y en Bortkiewicz se encuentran estos mismos planteamientos, hasta el punto de dudar si "Marx después de Dmitriev", o "Marx después de Bortkiewicz" no constituirían "un título más adecuado para el presente trabajo", opción que descarta en favor de "Marx después de Sraffa" sólo porque la obra de éste último ha marcado un punto de inflexión al proveer un marco de análisis riguroso dentro del cual se convierten en casos especiales (importantes) las obras de Dmitriev y Bortkiewicz" (p. 26).

Como ya hemos visto, Dmitriev y Bortkiewicz reivindicaron a Walras y su teoría utilitarista. Pues bien, también en esto se limita Steedman a seguir la estela de estos autores, ya que recurre, como ellos, al argumento de autoridad de los autores neoclásicos. En su libro de 1977, señala que "el análisis de Von Neumann determina, a un alto nivel de abstracción, la tasa de ganancias, la tasa de crecimiento, todos los precios de producción, la asignación de trabajo, la elección de los métodos de producción, la vida económica de los bienes de capital y el patrón de la producción, en términos de los métodos de producción alternativos y del conjunto de salario real especificados en sentido físico" (ibid., p. 211). Además, tal determinación "no involucra ninguna referencia al concepto de valor de Marx"; y aunque "el análisis de Von Neumann puede complementarse con la demostración hecha por Morishima de que la tasa de ganancia y la tasa de crecimiento son positivas si y sólo si es positivo el plustrabajo, en la nueva definición de Morishima", es preciso añadir que "tampoco esta demostración requiere referencia alguna al concepto de valor de Marx" (ibidem). Steedman afirma en su libro que "todo lo que puede expresarse en términos de magnitudes de valor" puede también expresarse "sin recurrir a ellas, ya que éstas derivan de algo más básico como son las condiciones físicas de producción y los salarios reales". Y concluye su libro afirmando: "Hay que subrayar, una y otra vez, que el proyecto de una explicación materialista de las sociedades capitalistas depende del análisis de las magnitudes de valor de Marx sólo en el sentido negativo de que la insistencia en este análisis constituye un gran obstáculo para el desarrollo de tal proyecto" (ibid., p. 214). Howard y King han comentado que "aunque esta conclusión procedía de un marxista que había defendido sus planteamientos en el Bulletin of the Conference of Socialist Economists y en la New Left Review, era virtualmente idéntica, como advirtieron diversos comentaristas, al teorema samuelsoniano de la 'goma de borrar'[9]" (1992, p. 273).

)Qué queda de Marx, como conclusión, después de Sraffa?, se preguntan Howard y King. Y su respuesta es esclarecedora, ya que al menos para algunos neoclásicos como Morishima y Catephores queda el "teorema marxiano fundamental", que explica los beneficios en términos de plusvalía. Sin embargo, un discípulo de Steedman, G. Hodgson, al que volveremos a encontrar en el próximo capítulo, cree que incluso esto es redundante, ya que la noción misma de trabajo incorporado "sólo puede ser una metáfora, desprovista de base material en cualquier realidad social" (Hodgson 1976). Poco después, Steedman escribía, siguiendo a Hodgson, que "hay dos formas de calibrar el producto excedente (...) la existencia de explotación (entendida en sentido estricto) y la existencia de beneficios no son más que las dos caras de una misma moneda: sólo son las expresiones en 'trabajo' y en 'dinero' del hecho de que existe un excedente físico" (Steedman 1979, p. 11).

Como conclusión general, compartimos la opinión de Howard y King, de que "para los sraffianos, la significación de la teoría del valor de Marx es puramente histórica", ya que, según estos autores, tal teoría "fue el principal medio a través del cual se conservó el paradigma del excedente, y se desarrolló, tras el declive de la economía marxiana" (1992, p. 292). Sin embargo, puesto que los sraffianos creen que Dmitriev, Leontief y von Neumann desarrollaron a su vez dicho paradigma más allá de donde lo dejara Marx, estos autores afirman también que "es esencial ser revisionista si se quiere conservar las verdades del marxismo" (ibidem). Empero, no hay acuerdo sobre el alcance de este revisionismo. Unos, como Garegnani, Eatwell y Milgate, propugnan simplemente el desarrollo de las tesis del libro de Sraffa (1960). Otros, como Pasinetti, Morishima y Godwin, prefieren la teoría lineal de la producción a partir de los desarrollos de von Neumann. Un tercer grupo, con Joan Robinson y los postkeynesianos a la cabeza (véase el capítulo 9) insisten en el trabajo de Keynes, interpretándolo "à la Kalecki". Y por último, gente como Marglin (1984), Harris (1978), o Lichtenstein (1983), intentan combinar todo lo anterior. En cualquier caso, una característica común de todos estos grupos es que "la amalgama de las ideas de Marx con las de otros economistas tiene el efecto de diluir su componente específicamente marxiano, de forma que se hace difícil saber qué es exactamente la moderna economía política marxista" (ibid., p. 293).


Para seguir leyendo

Una de las obras más importantes de la escuela clásica de Economía, y de toda la historia del pensamiento económico, es el libro de Ricardo (1817), que puede ser completado con la lectura del resto de su obra, editada por Sraffa (1951/55 y 1973), con la colaboración de M. Dobb. Aunque la lectura "sraffiana" de Ricardo se refleja, lógicamente, en los autores que se consideran seguidores de Sraffa, como Roncaglia (1978), Caravale (1985) o Caravale y Tosato (1980), hay también lecturas neoclásicas de Ricardo -véanse Stigler (1952, 1953, 1958), Blaug (1958), Hollander (1979, 1987, 1995), o Samuelson (1987)- que siguen a Schumpeter en considerar a Ricardo como un precursor del marginalismo que no tenía, en el fondo, una teoría del valor-trabajo.

Entre los "neorricardianos" de finales del siglo XIX y principios del XX, verdaderos precedentes del análisis de Sraffa y de los sraffianos, deben leerse los trabajos de Dmitriev (1898), Tugán (1890, 1900 y 1904) y Bortkiewicz (1906/7, 1907 y 1971) para comprobar hasta qué punto estaban influidos por el análisis de la escuela matemética y marginalista.

Sobre Sraffa y los sraffianos, aparte de leerlo a él mismo (1960), junto a otros autores de sensibilidad parecida, como Garegnani (1960) y Pasinetti (1960, 1975, 198), debe leerse a los autores que sentaron las bases del modelo de producción lineal -Leontief (1925, 1951, 1987), von Neumann (1938)- y también a los que desarrollan recientemente esta línea interpretativa, desde Steedman (1977), Kurz (1979) y Schefold (1980) hasta Eatwell y Panico (1987), o Kurz y Salvadori (1993 y 1995). Pero véase también una crítica en Savran (1979).

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Von Neumann, J. von (1938): "Über ein Ökonomisches Gleichungssystem und eine Verallgemeinerung des Brouwerschen Fixpunktsatzes", en K. Menger (ed.): Ergebuisse eines Mathematischen Seminars ["A model of general economic equilibrium", Review of Economic Studies, 1946, pp. 221-229, trad. de O. Morgenstern].



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[1] Lo cual no significa que muchos autores hayan dejado por ello de presentar lecturas alternativas de la obra de Ricardo, como, por ejemplo, Stigler y Hollander desde el punto de vista neoclásico.
[2] Véase el segundo volumen de sus Teorías de la Plusvalía, casi íntegramente dedicado a él.
[3] Marx alaba la honradez científica de Ricardo en un párrafo citado en el capítulo 3 (véase también la introducción de M. Román a la edición de los Principios que se cita en la Bibliografía de este libro). Por esa razón, concede tanta importancia al párrafo del Ensayo sobre los beneficios, de Ricardo, que cita en las Teorías: "Lamentaré [...] mucho que consideraciones hacia cualquier clase en particular frenen el progreso de la riqueza y la población del país" (Marx 1862, vol. 2, p. 105).
[4] James Mill escribió a Brougham que si las ideas de Hodgskin "se diseminaran serían subversivas para la sociedad civilizada" (citado en Robbins 1952, p. 135). Por su parte, Hunt escribe: "La influencia de Hodgskin y las conclusiones radicales de su teoría fueron sin duda factores explicativos importantes del abandono por parte de Nassau Senior y de la mayoría de los economistas conservadores de finales de 1820 y de 1830 de la teoría laboral del valor". Todo lo cual se hace más explícito aún en Dobb: "El grupo vinculado a Senior (y éste incluía a Longfield) estaba alejándose muy a conciencia de las doctrinas más características de Ricardo, y especialmente de aquéllas (tal como su teoría del beneficio con su insistencia sobre la relación antagónica entre salarios y beneficios y entre el beneficio y la renta) a las cuales ellos consideraban socialmente peligrosas y, por lo tanto, insostenibles" (Dobb 1973, p. 127). Todo esto acentuó la tendencia a desmarcarse de la teoría del valor trabajo por parte de muchos ricardianos, pero no debemos olvidar que algunos ya habían defendido otras teorías antes de Ricardo. No sorprende, pues, que el malthusiano Cazenove escriba: "Que el trabajo es la única fuente de la riqueza parece ser una doctrina tan peligrosa como falsa, pues, por desdicha, da argumentos a quienes pretenden afirmar que toda la propiedad pertenece a las clases trabajadoras, y que las partes que reciben otros es un robo o un fraude contra ellas" (1832, citado en Marx 1862, vol. III, p. 53). Lo cual concuerda con la idea de Blaug: "Es significativo que los escritores que atacaron los puntos de vista de los 'teóricos del trabajo' -Scrope, Read y Longfield- estuvieran también entre los primeros en adelantar la teoría de la abstinencia en relación con los beneficios" (Blaug 1958, pp. 224-5; véase también Dobb 1973, pp. 114 y ss.).
[5] Como señalan Howard y King, el revisionismo de Struve y Tugán es anterior al de Bernstein.
[6] En su apéndice sobre "referencias a la literatura", Sraffa señala que "la concepción original del sistema de producción y de consumo como un proceso circular se encuentra, por supuesto, en el Tableau Économique de Quesnay y aparece en agudo contraste con la visión presentada por la moderna teoría de una avenida unidireccional que lleva desde los 'Factores de producción' a los 'Bienes de consumo'" (p. 131). A continuación señala cómo la teoría "triguera" de los beneficios de Ricardo (de 1815) puede tener aquí un punto de contacto con la teoría fisiocrática, "en la medida que esta última estaba basada, como indicó Marx, en la naturaleza 'física' del excedente en la agricultura" (pp. 131-132).
[7] Frente a quienes han atacado la idea de Ricardo señalando que el porcentaje del 6% ó 7% parece poco realista (por excesivamente bajo), pueden oponerse los resultados empíricos obtenidos por quienes se han tomado el esfuerzo de comprobar estas afirmaciones a partir de los datos input-output de las economías reales. Véase el análisis de algunos de estos trabajos en el epígrafe 10.2.
[8] En concreto, Garegnani (1960), Okishio (1963), Bródy (1970), Morishima (1973 y 1974), Lippi (1976), Abraham-Frois y Berrebi (1976).
[9] El citado teorema reza así: "Cuando se abre uno camino por entre el laberinto del álgebra y llega a comprender lo que ocurre, se descubre que el 'algoritmo de la transformación' adopta la forma siguiente: 'contémplense dos sistemas alternativos y discordantes. Anótese uno de ellos. A continuación, transfórmeselo cogiendo una goma de borrar y borrándolo. Luego, (sustitúyaselo por otro! (Voilà! Se ha completado el algoritmo de la transformación'. Con esta técnica puede uno transformar el flogisto en entropía; a Ptolomeo en Copérnico; a Newton en Einstein; el Génesis en Darwin -y viceversa: la entropía en flogisto, etc..." (Samuelson 1971, p. 400).

Capítulo 9. Postkeynesianos, neo-evolucionistas y analíticos.

9.1. Postkeynesianos, teóricos del circuito y endogenistas.

Aunque en un principio se usó el término "postkeynesiano" para referirse a los autores posteriores a Keynes que se inspiraban en su obra, en la década de los 70 se generalizó un uso distinto para denotar lo que se comenzaba a presentar como un nuevo paradigma económico. Así, en un famoso artículo de 1975, Eichner y Kregel hablaban de "un nuevo paradigma en Economía", que ellos llamaron "postkeynesiano", pero que aceptaban llamar también "neorricardiano", cuyas figuras principales serían Kalecki y Sraffa, además de Keynes y Von Neumann (p. 1293). En el prólogo a su Guía de la economía postkeynesiana (1979), Eichner precisa, sin embargo, que las principales ideas de este paradigma "tienen ya más de veinte años" (p. vii); y, más recientemente, otro postkeynesiano importante, Malcolm Sawyer, ha insistido en que "muchas de las ideas claves usadas por los macroeconomistas poskeynesianos pueden rastrearse hasta los años 30 (especialmente, en la obra de Kalecki y Keynes)" (1991, p. 184). Por su parte, G. Harcourt precisa más y señala varios caminos que, partiendo de los clásicos, desembocan en una pluralidad de enfoques postkeynesianos contemporáneos: "El primer camino conduce a Marshall, que influyó directamente sobre Keynes y sobre los postkeynesianos que parten del Treatise y de la Teoría General, Sidney Weintraub, Paul Davidson [los cofundadores del Journal of Post-Keynesian Economics] y (en menor medida) Kregel y Minsky. La segunda ruta nos lleva a Marx. Comprende el enfoque revivido por Sraffa, al que recientemente se le ha añadido la contribución de Keynes sobre la demanda efectiva, principalmente en los trabajos de Gareganani, Bharadwaj, Eatwell, Milgate y Pasinetti. Dobb y, más tarde, Meek, que desempeñaron un papel excepcionalmente importante en el mantenimiento a flote de la economía marxista en el Reino Unido desde 1920 hasta los años 50, fueron igualmente importantes en la tarea de relacionar las contribuciones de Sraffa con la economía política clásica y marxiana en los 60 y los 70. El tercer camino pasa también por Marx y llega, pasando por la adaptación de Kalecki de los esquemas de la reproducción de Marx para abordar el problema de la realización, hasta Joan Robinson y sus seguidores (...) Además de estos grupos principales, están algunas figuras individuales sobresalientes, siendo Kaldor la más notable de ellas" (Harcourt 1987, p. 924).

A pesar de que por el énfasis relativo que pone Harcourt en esta descripción, podríamos bromear diciendo que hay en el postkeynesianismo dos tercios de Marx y un tercio de Marshall, quizás lo más exacto que puede afirmarse de este paradigma, después de analizar los precedentes reivindicados por sus defensores, es que, en el término "post-keynesiano", lo "keynesiano" remite, evidentemente, a Keynes, y lo "post" significa que se incorpora a lo anterior algún elemento de la teoría de Kalecki. Aunque popularmente Kalecki aparece como una especie de Keynes polaco con cierta educación en economía marxista -probablemente menos porque se le considere discípulo de Rosa Luxemburgo que por el hecho de haber vuelto a trabajar a Polonia tras la segunda guerra mundial-, lo cierto es que el elemento distintivo del sistema kaleckiano, y lo que lo diferencia principalmente de Keynes, es su énfasis en el monopolio y su influencia sobre la economía capitalista[1]. En este sentido, los auténticos postkeynesianos kaleckianos irían desde Steindl hasta Keith Cowling y M. C. Sawyer[2].

Junto a Kalecki, otra economista considerada casi siempre parte de la corriente postkeynesiana es Joan Robinson, que, desde que escribió su librito sobre economía marxista, en 1942, en el que declaraba no saber previamente nada sobre el tema, sugirió que la única vía que le quedaba a la economía para progresar consistía en "usar métodos académicos para resolver los problemas planteados por Marx" (Robinson 1942, p. 95)[3], entendiendo por "académicos", como dicen Howard y King, "keynesianos"[4] (1992, p. 19). En su etapa neoclásica, Robinson había escrito sobre la "competencia imperfecta" y el monopolio (1933), y esto la predispuso favorablemente hacia la recepción del pensamiento de Kalecki, del que pensaba que había mostrado cómo "el método de Marx proporciona la base para el análisis de la demanda efectiva" (Robinson 1941, p. 240). Robinson fue tan crítica, o más, de la teoría laboral del valor como lo había sido Kalecki. Sin embargo, aunque pensaba que la teoría del valor trabajo es "una afirmación enteramente dogmática" (1942, p. 32), "únicamente una cuestión de definición" (p. 34), también creía que era "un ejemplo notable de cómo una noción metafísica puede inspirar un pensamiento original, pese a estar totalmente vacía ella misma de significado operante" (p. 6). Además, estaba convencida, como Samuelson o Steedman, de que "cualquiera de las afirmaciones importantes que [Marx] expresa en términos del concepto de valor pueden ser mejor expresadas sin él" (p. 41). Robinson confiesa que al leer El Capital se encontró "con muchas cosas que ni sus discípulos ni sus adversarios me habían hecho prever" (p. 1); sin embargo, a pesar de ser novata, en poco tiempo estuvo en condiciones de traducir "el lenguaje peculiar" y "el complicado método de argumentación" de Marx "en un lenguaje intelegible para el economista académico" (p. 18), y ello a pesar de que Sraffa le "hacía bromas diciendo que yo trataba a Marx como a un pequeño precursor conocido de Kalecki" (p. 1)[5]. Treinta y cinco años después, Robinson seguía insistiendo en que la teoría del valor trabajo no es más que un "particular lenguaje" y un "ritual distintivo" o rito iniciático para los marxistas, ya que para éstos "es necesario 'creer en' el valor trabajo" (Robinson 1977, p. 91). Sin embargo, ahora añade, en una línea que recuerda al Sraffa de la teoría "triguera" de Ricardo, que no sólo sobra la teoría del valor sino también la teoría de los precios: "Siempre he pensado que los marxistas cometían un error al dejarse arrastrar al terreno de la teoría de los precios (...) Lo que los marxistas tenían que haber afirmado es lo siguiente: prescindamos de los precios (...) Si dispusiéramos de información completa, sería posible presentar un flujo de producción industrial como una tabla input-output de bienes físicos" (p. 93). Sin embargo, se contradice a continuación al afirmar que "lo operativo es el cálculo en términos monetarios, puesto que las decisiones de los empresarios que controlan la inversión y la distribución de la renta se ven influenciadas por los beneficios, no por los valores" (ibidem).

Recientemente, se le está dando a la economía postkeynesiana un alcance cada vez más amplio, que tiende a identificar la corriente con las elaboraciones críticas, en general, del paradigma neoclásico. Para esta amalgama, Sawyer propone el término de "economía política radical", que incluiría, junto a los postkeynesianos stricto sensu, a los marxistas, los institucionalistas, los neorricardianos y los postkeynesianos (Sawyer 1989). Otros prefieren hablar de "programa de investigación postclásico" (Henry 1982, Eichner 1986), y lo extienden todavía más hasta abarcar a "marxistas, radicales, institucionalistas, estructuralistas, evolucionistas, socioeconomistas, las escuelas francesas del circuito y de la regulación, neorricardianos y postkeynesianos (con o sin guión)" (Lavoie 1992, p. 5). Lo que Lavoie y otros postkeynesianos, o postclásicos, propugnan es la necesidad de ofrecer una alternativa completa a la economía neoclásica, viciada en su origen por su conexión con los "poderes económicos dominantes". La descripción que hace Lavoie del origen de la economía neoclásica merece la pena citarse in extenso:

"Los lazos entre la economía neoclásica y los poderes económicos dominantes en cada nación ayudan a explicar cómo vino a superar el programa de investigación neoclásico, en el siglo pasado, a la escuela clásica (...) la economía neoclásica se preocupa únicamente por el individuo, mientras que el programa postclásico, siguiendo a los clásicos, se preocupa por las clases socioeconómicas. En medio de las diferentes olas revolucionarias que golpearon a Europa en la segunda mitad del siglo XIX, la aparición simultánea de los trabajos marginalistas, rompiendo con varios de los conceptos y preocupaciones clásicos, proporcionó un soplo de aire fresco al establishment político y económico. Además, el marginalismo, como se lo llamaba entonces, ofrecía una alternativa a los desarrollos hechos por Marx a partir de la escuela clásica (De Vroey 1975, Pasinetti 1981, pp. 11-14). Puesto que las premisas de Marx eran similares a las de los clásicos en muchos puntos, era difícil rechazar al mismo tiempo el análisis y las conclusiones de aquél. La respuesta de la burguesía europea consistió en desembarazarse de la teoría clásica del valor y de la explicación clásica del origen del beneficio, embarcándose por la ruta del marginalismo. Los economistas saltaron también a este tren, de modo que en 1900 el marginalismo se había apoderado (swept over) de la economía. Hubo en aquellos tiempos una convergencia, que dura probablemente hasta hoy, entre los presupuestos y la agenda de la economía neoclásica y los intereses del establishment político e industrial. Aunque habían existido varias versiones del marginalismo antes de la década de 1870, la más famosa la de Cournot, los economistas no parecieron ver en ellas ningún indicio de superioridad. Pero con el advenimiento de Marx se hizo imperativo para el establishment, hacía tiempo molesto con algunas de las conclusiones extraídas de la economía clásica, encontrar una alternativa más apologética y que ofreciera una menor conciencia de clase" (ibid., pp. 17-8).[6]


Una rama especial, dentro de la corriente postkeynesiana, la constituyen los autores que se han ocupado fundamentalmente de problemas monetarios con el enfoque analizado en este epígrafe. Estos autores se conocen bien como "teóricos del circuito" -que son fundamentalmente franceses[7]-, bien como partidarios del "enfoque endógeno del dinero"[8]. La "teoría del circuito surgió en Francia a mediados de los 70 y, como han señalado dos seguidores españoles de esta corriente, cuenta con los antecedentes lejanos de Quesnay, Marx, Schumpeter y Wicksell, y con los más recientes de Kalecki, Keynes -"verdadero fundamento de la 'teoría del circuito' por su nueva concepción de la economía como economía monetaria de producción"- y Hicks, con su "economía del endeudamiento" expresada en Hicks (1974) (véase Martínez y Valverde 1996, p. 39). En realidad, estos autores también puede definirse como "ultrakeynesianos", ya que "su objetivo principal no es otro que elevar hasta sus últimas consecuencias el pensamiento de Keynes, despojándolo de todos los elementos que le son extraños" (ibidem). Por consiguiente, su heterodoxia consiste realmente en que "a diferencia de los neoclásicos, que pretenden fundamentar la Macroeconomía en la Microeconomía, la posición de la 'teoría del circuito' es justamente la contraria; los comportamientos individuales son condicionados por las leyes de funcionamiento macroeconómico, hasta el punto de no poder escapar de ellas" (ibid., p. 40). Y son críticos con la economía marxista porque "si el dinero no es integrado explícitamente en los esquemas de reproducción, como sucede en Marx, el circuito de estos autores no puede ser una buena representación de la economía monetaria de producción", y es un hecho, según ellos, que a Marx su objetivo "de probar la necesidad lógica del derrumbe del capitalismo le impidió llevar hasta sus últimas consecuencias la integración", tal y como hizo más tarde Keynes (ibid., pp. 41 y 44).

Por último, digamos que la teoría del circuito sólo representa una sensibilidad especial dentro de los autores postkeynesianos que defienden un "enfoque endógeno" del dinero, es decir, que no creen en la tesis ortodoxa d que la oferta monetaria sea una variable exógena, sometido al control "político" de la autoridad monetaria (y, por tanto, vertical desde un punto de vista gráfico, como consecuencia de venir fijada por el banco central en una magnitud determinada, independiente del precio del dinero o tipo de interés). Los postkeynesianos son más bien partidarios de una interpretación "horizontalista" de la oferta monetaria, aunque el debate sigue abierto sobre la cuestión de "si los bancos centrales don ajustadores de precio (interés) o de cantidades" (ibid., p. 49). Como ha explicado Moore, el dinero crediticio "no es como las otras mercancías", sino "una mercancía muy especial", debido a que los bancos pueden crearlo con sólo extender nuevos créditos; esto explica que "la oferta de dinero crediticio responda endógenamente a los cambios en la demanda de crédito bancario", y, como resultado, "en cada momento, la función de oferta monetaria debe considerarse horizontal" y, por tanto, "la cantidad total de dinero está a la vez gobernada por el crédito y determinada por la demanda de dinero" (Moore 1988, pp. xii-xiii).


9.2. Neoinstitucionalismo y neo-evolucionismo.

El autor más representativo de esta corriente es G. Hodgson, que aboga por encontrar inspiración para este proyecto en la "teoría evolucionista" -representada por autores como Dosi, C. Freeman, Nelson y Winter, H. Simon o él mismo- y en los "teóricos de la economía no neoclásica como Kaldor, Kapp, Keynes, Marx, Myrdal y Veblen" (1992, pp. 760-1), aunque tomando como punto de partida a Amitai Etzioni (1988). Este autor -que ha escrito que "la evolución de las ideas científicas requiere, como la de la naturaleza, diversidad y pluralismo", razón por la cual pide que "dejemos que florezcan mil flores" (ibid., p. 761)- es un autor que procede también del marxismo y del neorricardismo, y ha evolucionado hacia lo que podría llamarse en él el "dogma" de la diversidad, el pluralismo, el relativismo y/o el eclecticismo científicos. Esto nos ofrece la ocasión para, tras repasar brevemente las principales ideas de esta corriente, hacer un nuevo excursus sobre la cuestión del eclecticismo en el panorama de la creación científica.

Según Hodgson, para revitalizar la economía moderna lo que hay que hacer es aplicar a la Economía "las ideas evolucionistas de la biología" (1993a, p. 11), pero teniendo en cuenta que no se trata de algo relacionado con los genes sino con la "cultura social". Por otra parte, la Economía "no debería constituirse como un cuerpo de supuestos o unidades inamovibles", y debería tener en cuenta que "la realidad económica está necesariamente mezclada con unas instituciones, una cultura y unas relaciones sociales más amplias, y las fronteras reales entre 'economía', 'sociedad' y 'política' son difusas" (ibid., p. 30). Además, desde un punto de vista filosófico, se trata de "cuestionar los mismísimos orígenes de la ciencia moderna" (Descartes, Galileo, Newton), tal como lo ha hecho "la tendencia 'posmodernista' del pensamiento contemporáneo" (Amariglio, Brown, Dow) (ibid., p. 31). Por otra parte, Hodgson reivindica al institucionalista inglés John A. Hobson, que escribió que "una unidad organizada, o un todo, no puede ser adecuadamente explicada mediante un análisis de las partes que la constituyen: su totalidad es algo nuevo[9], cuyos atributos no pueden ser aprehendidos a partir del estudio de sus partes constituyentes, aunque deriven de éstas" (p. 35). Por último, aclara toda la trayectoria intelectual que desemboca en su proyecto: "Desde Peirce hasta la actualidad, parece desarrollarse un fascinante círculo intelectual que incluye, entre otros, a los economistas keynesianos, a los filósofos realistas, al pragmatismo norteamericano y a los sistemas de pensamiento de Whitehead y Koestler. A partir de estas tendencias, podremos encontrar el camino para superar el cartesianismo y el materialismo mecanicista. Es más, podremos obtener una base para un fructífero desarrollo teórico de la Economía, base formada por elementos del institucionalismo, así como de las teorías de Keynes y de los postkeynesianos" (ibidem).

Sin embargo, Hodgson cree que "la invocación que hace de Schumpeter la nueva ola de teóricos evolucionistas d los años 80 y 90 es tanto confusa como errónea", pues si bien "existen semejanzas superficiales", lo que se aprecia a un nivel teórico más profundo es "una total divergencia", debido a que Schumpeter "descartaba la utilización de la analogía de la selección natural en Economía, y adoptaba un concepto radicalmente distinto de evolución en las ciencias sociales" (ibid., pp. 216-7). Por tanto, la etiqueta de schumpeteriano o neoschumpeteriano para este tipo de trabajos es totalmente inadecuada. Sin embargo, el nuevo evolucionismo está mucho más relacionado "con Veblen y el 'viejo' institucionalismo que con el propio Schumpeter" (ibidem), aunque Hodgson destaca también la importancia de Hayek (al que dedica dos estos capítulos de su libro).

El mensaje fundamental es que no se ha elaborado "una nueva teoría económica que reemplace a la corriente principal neoclásica", pero sí se ha hecho un intento de aprender de la historia, subrayando las "problemas cruciales del individualismo metodológico y del reduccionismo" neoclásicos. Lo que se pretende es desarrollar un planteamiento que, utilizando la analogía biológica, establezca "la legitimidad de los niveles superiores de análisis, incluyendo el nivel macroeconómico, sin ningún reduccionismo individualista" (p. 371). En este sentido, los neo-institucionalista se oponen al enfoque del marxismo analítico, que estudiaremos en el siguiente epígrafe, pero comparten con éste algunos planteamientos, como el rechazo a la teoría laboral del valor.

Pero lo más característico de esta corriente es su reivindicación del "pluralismo", que equivale a una demanda de interdisciplinariedad y de eclecticismo. Esto conecta con los planteamientos "relativistas" de muchos críticos contemporáneos, y así algunos historiadores de la Economía han escrito recientemente que el relativismo es "necesario" y que "el enfoque plural puede también hacer avanzar a la ciencia económica, ya que permite transferir conceptos de una escuela a otra" y "favorece el pluralismo necesario en la investigación" (Baslé y otros 1988, vol. I, pp. 3 y 6). Sin embargo, estos autores tienen buen cuidado de precisar que "un exceso[10] de eclecticismo puede ser perjudicial si destruye la coherencia de un sistema de hipótesis y amenaza la lógica de una teoría", aunque no se sepa muy bien si les parece excesivo el eclecticismo de J. Bouvier (1987) -al que citan-, que defiende, de cara al análisis de la inflación en Francia, la idea de que "es bueno ser sucesivamente monetarista, keynesiano, marxista, sociólogo, e intentar serlo todo a la vez (se trata, en ese caso, de historia 'global')" (p. 6). Me parece imprescindible señalar al respecto que no se debe confundir la pluralidad externa (en el campo global de los aspirantes a científicos) -cosa desde luego deseable, aunque muchas veces censurada en la práctica por la academia y por el mercado- con la pluralidad interna (en el interior de cada cerebro individual), que puede derivar fácilmente en simple confusión mental. Por esta razón, escribimos en el capítulo primero que el auténtico eclecticismo, por definición, siempre es excesivo, pues consiste en la yuxtaposición superficial de elementos que son en verdad incompatibles bajo la apariencia de una unidad ficticia o de un pluralismo controlado y enriquecedor[11].

En cuanto a la interdisciplinariedad que reclaman los neo-institucionalistas, es un tema siempre relevante pero que adquiere un significado especial en relación con la teoría económica de Marx, que tiende a subordinarse a su pensamiento sociológico, histórico o filosófico en muchas escuelas heterodoxas que se caracterizan por combinar ideas económicas no marxistas con ideas no económicas de Marx. El que en este ensayo se haya adoptado, al hablar de Marx, un punto de vista "económico" no significa creer en los compartimientos estancos de la ciencia o negar la necesaria interdisciplinariedad; lo que se pretende con ello es denunciar las interpretaciones filosóficas o políticas del pensamiento de Marx que tienden a identificar su aportación, en el mejor de los casos, como un soplo de aire fresco crítico, infundido desde fuera a la Economía, ya sea debido a su peculiar posición ideológica o política, o a una supuesta singularidad metodológica o epistemológica en sus planteamientos[12]. Sin embargo, lo anterior no debe interpretarse como una defensa de la tesis positivista según la cual la ciencia requiere la renuncia a la ideología[13] El punto de partida aquí es que no existe el "conflicto entre cientificidad y tendenciosidad" que creen observar algunos marxistas, como Bernstein (en carta a Bebel, citada en Colletti 1969, p. 49), ni "el divorcio entre ciencia y revolución, entre conocimiento y transformación del mundo" característico del marxismo de la II Internacional, pues en éste, como escribe Colletti, "los objetivismos deterministas no podían incluir el momento ideológico, el programa político revolucionario", mientras que, "por otra parte, excluida de la ciencia, la ideología se readmitía en el mundo de la 'libertad ética', junto al mundo de la 'necesidad natural', con lo que se reproducía el dualismo kantiano del Müssen y el Sollen, del 'es' y el 'debe ser'." (pp. 74-5). Para Colletti, la "copresencia de ciencia e ideología" en El Capital es precisamente su "más profunda originalidad y su elemento de más fuerza" (p. 76)[14].


9.3. El marxismo analítico.

Como se ha señalado recientemente, "aunque las escuelas de economía marxista que florecieron en décadas anteriores continuaron desarrollándose durante los 80, esta década ha estado dominada por la emergencia del marxismo analítico"[15]. El marxismo analítico, llamado también "marxismo neoclásico", o "marxismo de la elección racional", es una mezcla realmente curiosa. John Roemer, su gran sacerdote, lo define como una "combinación de metodología neoclásica y calendario de investigación marxista" (Roemer 1986, p. 150) cuyo precedente último se encuentra en O. Lange. Sin embargo, los "analíticos" tratan de forma muy diferente los dos componentes citados. Así, en relación con el primero, Roemer asegura que "no es útil criticar la economía neoclásica por su posible inconsistencia", sino que "la crítica debe dirigirse, más fundamentalmente, a la concepción de la historia que la economía neoclásica refuerza y configura en sus modelos" (ibidem). Y esto es así porque, como ha señalado otro compañero de escuela, "hay acuerdo general en que la economía moderna nació alrededor de 1870, con las aportaciones casi simultáneas de Jevons en Gran Bretaña, Walras en Suiza y Menger en Austria", razón por la cual la teoría económica de Marx sólo podía caer "en saco roto porque apareció en un momento inadecuado" (Elster 1986, p. 63). Roemer considera que "Marx murió hace más de 100 años", pero, curiosamente, ese argumento lo utiliza sólo contra la economía de Marx y no contra su doctrina del materialismo histórico (que él sí considera válida), y mucho menos contra la teoría utilitarista de Jevons, que, pese a morir éste antes que Marx, les sigue pareciendo válida a todos los marxistas analíticos[16]. En cuanto a Elster, añade que "en la actualidad, la economía marxista, con pocas excepciones, está intelectualmente muerta", como lo demuestra su comparación con la teoría marginalista en cualquier campo, como, por ejemplo, ante la pregunta: ")cuántos obreros tendría que contratar una empresa?". La respuesta de Elster es que la teoría marginalista es muy superior, ya que: 1) por una parte "los obreros afrontan la elección entre mayor ocio y mayor ingreso", 2) por otra parte "Marx sostenía que el precio está determinado por el coste, no por la demanda", y 3) varios argumentos neoclásicos adicionales (ibid., pp. 63-65).

No puede extrañar, pues, que, con esta asimetría manifiesta entre sus dos componentes, el equilibrio de la supuesta integración conceptual pretendida por el marxismo analítico no haya durado mucho tiempo (si es que duró alguno). Así lo reconoce Roemer al escribir que "muchos miembros de la escuela encontraban, a medida que avanzaba la década de los 80, que era cada vez más inexacto caracterizar su obra de marxista", ya que "aunque el marxismo continuaba inspirando las preguntas", las conclusiones "eran a menudo completamente distintas de las de Marx" (Roemer 1994b, vol. I, p. x). De modo que este contraste es la "impresión más duradera que uno recibe del libro de Elster" (se refiere a Elster 1985), que constituye "el punto más alto del marxismo analítico" (pp. x-xi). Pero a pesar de lo anterior, Roemer no tiene reparo en afirmar que "en algún momento, los puntos sólidos de las teorías y el método de Marx se habrán absorbido tan completamente en el canon de la ciencia social y de la historia que una nueva generación de estudiosos no recordarán de dónde proceden", y "será tan absurdo describir una obra particular como marxista, como lo sería calificar de smithiana a la moderna teoría económica" (p. xi). Roemer (1988) repite la idea al afirmar que "algunas ideas marxistas han tenido tanto éxito que ya no son consideradas marxistas; han sido absorbidas por la ciencia social o el análisis histórico" (p. 1). Por tanto, podemos concluir que, a pesar de que "la Economía contemporánea (...) es la Economía neoclásica", algunas ideas marxistas "han llegado a ser ocasionalmente tan poderosas que todo el mundo es marxista en cierta medida" (ibidem). Y según Przeworski (1985), hasta Douglass North -que extiende la noción armonicista neoclásica del intercambio desde el capitalismo al feudalismo (véase Blaug 1985, p. 183)- lo es, pues escribe: "el marxismo es para mí un análisis de las consecuencias de las formas de propiedad para los procesos históricos (...) Se me ha señalado que esta definición incluye la obra de Douglass C. North (...) No veo ninguna razón para que no sea así" (p. 99).

Como se ve, aunque existe en sus orígenes una conexión evidente entre esta escuela y el sraffismo[17], la evolución desde sus orígenes[18] es notable, como lo expresa el neorricardiano Porta[19]. Hoy por hoy, el contenido de la teoría de esta escuela puede resumirse, con Hunt, señalando que los tres principios básicos del marxismo analítico son: 1) "la aceptación del individualismo metodológico", 2) "la creencia de que todas las acciones e interacciones humanas pueden reducirse a un simple común denominador: los intercambios racionales, calculadores y maximizadores de utilidad", y 3) "una aceptación acrítica y ahistórica de ciertas características institucionales del capitalismo como el sistema natural, eterno y omnipresente en el que se lleva a cabo el intercambio racional" (Hunt 1992b, pp. 92-3). Elster dice que no debe confundirse el individualismo metodológico con el individualismo ético o político[20], que pueden defenderse o rechazarse por separado. El primero, según él, consiste en la "doctrina de que todos los fenómenos sociales (su estructura y su cambio) sólo son en principio explicables en términos de individuos (sus propiedades, sus objetivos y sus creencias)" y la "insistencia en el individualismo metodológico lleva a una búsqueda de microfundamentos para la teoría social marxista" (1982, p. 22). Por su parte, las premisas básicas de la teoría de la elección racional son: "1) que las restricciones estructurales no determinan por completo las acciones emprendidas por los individuos en una sociedad, y 2) que, dentro del conjunto factible de acciones compatibles con todas las restricciones, los individuos eligen las que creen que producirán los mejores resultados. Si se niega la primera premisa, nos queda una variedad de estructuralismo (...) Si se niega la segunda premisa, nos queda una variedad de la teoría de roles, según la cual los individuos se comportan como lo hacen porque han sido socializados para ello y no porque traten de alcanzar algún objetivo: causalidad contra intencionalidad (...) La teoría de juegos es una rama reciente y cada vez más importante de la teoría de la elección racional, que hace hincapié en la interdependencia de las decisiones" (pp. 39-40).

En cuanto al tercero de los principios básicos citados por Hunt, E. M. Wood (1989) resume así el "marxismo de la elección racional (MER)", como ella llama al marxismo analítico: "Si tuviéramos que enumerar simplemente las características principales del modelo MER, el resultado sería algo muy parecido a una caricatura del liberalismo angloamericano, tal como ha evolucionado desde el siglo XVII: individualismo metodológico; método 'analítico'; ahistoricismo (...); la clase concebida como estratificación de los ingresos; una preocupación por las relaciones de mercado distintas de las de producción; un modelo 'económico' de naturaleza humana [..., en definitiva], una "simbiosis típica de ideología liberal y empirismo británico, en la que un interés reduccionista centrado en la naturaleza humana se ha asociado a una tradición formalista de la filosofía analítica (...) Al mismo tiempo, hay otra tradición, opuesta a primera vista, con la que el MER guarda ciertas afinidades asombrosas: el socialismo utópico; una despreocupación del ideal ético del socialismo por las condiciones históricas de su realización; una teoría distributiva de la explotación (...)" (p. 64). Frente a ello, Marx había escrito cosas "asombrosamente profetizadoras del MER", tales como ésta: "Se olvida, por un lado, que el supuesto de valor de cambio como base objetiva de todo el sistema de producción implica ya en sí mismo coacción sobre el individuo, puesto que su producto inmediato no es producto para él, sino que se convierte en tal sólo en el proceso social, y puesto que debe adoptar esta forma general aunque externa; y que el individuo tiene una existencia sólo como productor de valor de cambio, por donde está ya implícita la negación de su existencia natural, y por tanto está enteramente determinado por la sociedad; que esto presupone, además, una división del trabajo, etc., en la que el individuo está ya situado en relaciones distintas de la de mero cambiador, etc. Que, por tanto, este supuesto no surge en modo alguno de la voluntad del individuo ni de la naturaleza inmediata del individuo, sino que es, más bien, histórico, y postula al individuo como determinado ya por la sociedad" (citado en pp. 64-65).

Por tanto, parece evidente que los orígenes de esta escuela hay que buscarlos, por una parte, "en la economía neoclásica convencional y su prolongación a las demás 'ciencias sociales', en la obra de autores como James Buchanan; Anthony Downs, Mancur Olson y Gary Becker. En otras palabras (...) en el renacimiento del pensamiento de derechas"; en segundo lugar, en una reacción contra "el estructuralismo althusseriano" y "sus ataques excesivos a las ideas de la acción humana en favor de explicaciones estructurales"; y, en tercer lugar, en "el modo analítico formalista de la filosofía política académica, a la vez liberal y conservadora, que se ha desarrollado sobre todo en Estados Unidos, de la que son ejemplos ilustrativos John Rawls y Robert Nozick en particular. Es posible que el MER pueda concebirse claramente como un intento de elaborar una teoría socialista normativa que contrarreste la filosofía conservadora de autores como Nozick" (p. 28). Estos autores "han estado casi exclusivamente absortos en sus interlocutores de la derecha académica" y "lo que parece haberles hecho concentrarse en cuestiones éticas es el aumento, desde la década de 1970, de una derecha cada vez más agresiva e intelectualmente segura" (p. 56). Sin embargo, ha habido "un desplazamiento visible de los esfuerzos originales del MER con objeto de situar el marxismo sobre una base analítica más sólida frente a los ataques de la derecha, a lo que Elster ha descrito como un 'consenso tácito' entre sus practicantes, desplazamiento que 'probablemente no deja intacto ni un solo dogma del marxismo clásico'" (p. 67).

Un conocido economista radical americano, H. Gintis, ha salido sin embargo en defensa del marxismo analítico. En respuesta a Hunt y Wood, Gintis habla del "inútil intento de infundir nueva vida a doctrinas difuntas", aclarando que "la teoría del valor trabajo, la teoría marxista de la explotación y de la alienación y la teoría marxista del Estado son parte de esta tradición muerta" (1992, p. 114). En esto está de acuerdo con los analíticos, aunque él cree que éstos han aceptado teorías de la doctrina neoclásica "demasiado acríticamente", cuando ésta "no tiene más probabilidades de sobrevivir a la actual 'revolución de los microfundamentos' de las que tiene el marxismo tradicional" (ibid.). Gintis cree que "hubo una época, no hace muchas décadas, cuando era razonable todavía mantener que las revoluciones de la clase obrera era un medio verosímil del cambio social progresista"; sin embargo, esta época "pertenece ya al pasado", y ahora los problemas que se le plantean "a los oprimidos para el presente y el futuro son el holocausto nuclear, la destrucción medioambiental, el racismo y el sexismo, la explotación del Tercer Mundo, la violación de los derechos humanos y la supresión de la autodeterminación nacional, entre otros"; los economistas radicales deben "demostrar al mundo la viabilidad de nuevos instrumentos igualitarios y democráticos para el control de la vida económica. Tengo una fe profunda en la posibilidad de una economía socialista que promueva la dignidad, la igualdad, la libertad y la contabilidad democrática", aunque no sepa qué forma tendrán las instituciones sociales en una sociedad así (pp. 114-5).

Tras afirmar que "la venerable oposición entre teoría económica neoclásica y marxiana está anticuada y sólo ofrece un interés puramente histórico", debido a que ambas "se están desintegrando frente a los problemas políticos y teóricos contemporáneos", que van "más allá del individualismo y el colectivismo metodológicos", no tiene empacho en expresar su acuerdo con Roemer en que "la teoría marxiana de la tasa descendente de beneficios contradice el supuesto de que los capitalistas maximizan sus beneficios", o en afirmar que "la premisa marxista de que la fuerza de trabajo es una mercancía sujeta a las leyes normales de la oferta y demanda de mercado es inconsistente con la existencia del desempleo persistente" (pp. 109 y 111).

Lo anterior explica perfectamente que los marxistas analíticos se reconozcan, "de modo consciente, resultado de las tradiciones marxista y no marxista", y que consideren que su enfoque del marxismo es "no dogmático"; ya que la mayoría "no se preocupan mucho por lo que Marx dijo o escribió", aunque sí les importe "la coherencia de su pensamiento" (Roemer 1986, pp. 9-10). Pero, entonces, )por qué llamarse "marxistas"?, se pregunta Roemer. Y responde: "no estoy seguro de que así deba ser"; quizás se deba a que "el materialismo histórico, las clases sociales y la explotación son tratadas como categorías centrales en la organización de las ideas" (p. 10). Sin embargo, ninguna de estas cosas es la clave del pensamiento de Marx.

Por último, queda referirse a aportaciones más concretas de estos autores, como las que ellos mismos prefieren resaltar: la teoría de las clases y de la explotación, y sus ideas sobre el "socialismo de mercado". En relación con lo primero, aclaremos que aunque estos autores dicen respetar la teoría marxiana de la explotación, Hunt (1992b) ha revelado lo lejos que queda la teoría analítica de la explotación de la teoría original de Marx. Elster (1982) ha caracterizado la teoría de la explotación de Roemer de "explotación como intercambio desigual", aunque él prefiera definirla como "tomar injustamente ventaja sobre otro", aclarando que "explotación no es una noción específicamente marxista", ya que "también aparece en la teoría económica neoclásica y en las teorías de la acción colectiva", y "tiene una aplicación muy natural a la teoría de la negociación (bargaining)"; en realidad, "para cualquier teoría dada de la justicia distributiva podemos definir una noción de explotación correspondiente" (pp. 115-116). Hunt distingue dos versiones diferentes de la teoría de la explotación del marxismo analítico. La primera se basa en la idea de la "retirada social", y consiste en lo siguiente: "Comprobamos la renta y el ocio de que disfruta un grupo en una sociedad capitalista; contemplamos después [un año o dos después] qué sucedería si lo retirásemos de la sociedad (con su 'parte de mercancías y recursos), y examinamos si su renta y su ocio aumentan. Si es así, este grupo estaba explotado; si no, no estaba explotado" (1992b, p. 99). Según Hunt, esto no es ciencia, sino ciencia-ficción, y éste es el "rigor científico" del hablan constantemente los marxistas analíticos (p. 100).

En cuanto a la segunda versión de la teoría, se trata de la que se basa en el "desequilibrio en el consumo de factores". Esta teoría ni siquiera necesita de la existencia de un mercado de trabajo, porque valdría exactamente igual un mercado crediticio, ya que la explotación "no es lo que ocurre en el proceso e trabajo", sino que viene explicada por "la propiedad diferencial de los activos productivos" (Roemer 1982, pp. 94-95). De esta forma, podría ocurrir que los ricos explotasen a los pobres, pero también podría ser a la inversa, porque dependería del factor productivo que se usara como numerario en cada caso, consistiendo la explotación que realiza un grupo social sobre otros en recibir más de ese factor (incorporado en los bienes que consume el grupo) que la cantidad del mismo que aporta el grupo a la producción. Ésta es, concluye Hunt, la misma teoría que sostiene Mises, que explica cómo los propietarios del factor trabajo explotan de hecho a los que abastecen al sistema de los otros factores productivos, a saber: la "abstinencia", la "innovación" y la "capacidad empresarial" (1956, p. 40).

En cuanto al socialismo[21], Roemer (1994a) señala que el debate sobre el socialismo de mercado ha entrado ya en su quinta fase, la actual, caracterizada por que "los partidarios del socialismo de mercado no sólo han retirado la insistencia de Lange en que los precios industriales sean fijados por los planificadores en vez del mercado, sino que han dejado de exigir la propiedad pública (en el sentido de control estatal exclusivo) de las empresas", de forma que "la tesis de Hayek y Kornai ha sido aceptada: en tanto el estado no consiga comprometerse de un modo creíble a no interferir en el proceso competitivo, los ejecutivos no actuarán como agentes maximizadores del beneficio y, en consecuencia, la economía resultará ineficiente" (p. 52; véase también Stiglitz 1994 y su crítica en Roemer 1995). Y añade que aunque pudiera parecer que "todas las concesiones han sido hechas de parte socialista", esto no es cierto, porque "también el capitalismo ha hecho importantes concesiones al socialismo en el último siglo" (p. 54), entre las que cita "el aumento de la dimensión relativa del sector público", el gran "éxito" de las "socialdemocracias escandinavas", o los "'milagros' de desarrollo en el este asiático", además de concesiones teóricas, como la de aceptar que en las economías capitalistas "puede haber paro" o la de que los problemas planteados "por la relación principal-agente", puesto que pueden resolverse en el capitalismo, también podrán serlo en el socialismo (pp. 54-55).

La explicación de Roemer, que sigue en esto a G. Cohen, es muy simple: "Antes" era aproximadamente válido que la clase obrera "1) constituía la mayoría de la sociedad, 2) producía la riqueza de la sociedad, 3) era la parte explotada de la sociedad, y 4) era la parte necesitada de la sociedad. Además, la clase obrera: 5) no tenía nada que perder con la revolución"; sin embargo, actualmente, "no es ya una buena aproximación a la realidad decir que la clase obrera se caracteriza por los rasgos que van del (1) al (4)", y "sin duda (5) es falso" (Roemer 1994a, p. 27). Esto concuerda perfectamente con la idea de otro marxista analítico, Adam Przeworski, en el sentido de que "la transición al socialismo no necesariamente está en el interés material de las clases trabajadoras" (citado en Roemer 1986, p. 13. Pero como "el socialismo sigue siendo un ideal que merece la pena perseguir, y una posibilidad en el mundo real" (p. 9), lo que Roemer propone es una redistribución "de los beneficios" (p. 15) en un sentido "igualitarista" (p. 29), aunque es consciente de que "el limitado grado de igualdad que en mi opinión permite el socialismo de mercado se debe principalmente a mi escepticismo respecto de la existencia de alternativas a un mercado de trabajo competitivo e la hora de asignar el trabajo de una manera eficiente" (p. 163).


Para seguir leyendo

Los postkeynesianos pueden intentar superar algunos de los problemas que encadenaban a Keynes (1936) a la economía ortodoxa, pero no pueden olvidarse de él, razón por la cual las dos mayores figuras del pensamiento postkeynesiano -Kalecki y Robinson- tienen una relación muy especial con Keynes. En Kalecki, encontramos muchos artículos y trabajos tempranos recopilados en algunos de sus libros. Así, Kalecki (1939, 1954, 1971) recoge lo esencial de su pensamiento sobre la dinámica capitalista, mientras que (1969) se refiere a la dinámica del socialismo y (1980) a los países subdesarrollados. Véase, sobre Kalecki, Sawyer (1985). Por su parte, Robinson (1933) es un libro neoclásico, (1942) una introducción a la economía marxista, (1956) es su libro más postkeynesiano, y (1962, 1971) son dos buenos representantes de sus preocupaciones sobre filosofía de la economía. Dejando de lado a otros muchos postkeynesianos -Kaldor, Davidson, Weintraub, etc.-, señalemos que la mejor manera de profundizar en los planteamientos contemporáneos de esta corriente es sumergiéndose en el manual de Lavoie (1992), aunque todavía interesan Eichner (1979) o Eichner y Kregel (1975); o en la obra de los teóricos del circuito (véase Barrère 1985) y del enfoque endógenos del dinero: Minsky (1986), Lipietz (1983), Wolfson (1986), Moore (1988), Wray (1990).

En relación con el neo-institucionalismo, una figura muy popular en todo el mundo es Galbraith (1952, 1958, 1967), que aún hoy sigue escribiendo libros con planteamientos parecidos, como el reciente de (1996). Un autor que procede del marxismo, G. Hodgson, es el mejor representante de los esfuerzos actuales por desarrollar una teoría evolucionista (1993b), que, en contacto con el sraffismo y el postkeynesianismo (1989), y con el institucionalismo (1988, 1993a), pero rechazando el individualismo metodológico de los marxistas analíticos (1986), se convierta en una auténtica alternativa a la economía neoclásica. Curiosamente, un marxista analítico como Van Parijs (1981) también defiende un planteamiento evolucionista.

En cuanto a los marxistas analíticos, se han seleccionado los libros más importantes de algunos de sus autores más conocidos -Roemer (1981, 1982, 1986, 1988, 1994a, 1994b), Elster (1978, 1985, 1986, 1989), Cohen (1978, 1988), Van Parijs (1991, 1992, 1993)-, junto a dos buenas críticas que se encuentran en Hunt (1992b) y Wood (1995). Un repaso reciente de la cuestión de la explotación y las clases se encuentra en Feito (1995). Para distintos puntos de vista sobre la cuestión del socialismo de mercado, véanse Bottomore (1990), Lavigne (1995), Mandel (1992), Stiglitz (1994), Daum (1990) e Itoh (1995).

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[1] En particular, el modelo de fijación de precios en condiciones oligopolistas, lo que equivale a la tesis de una jerarquía (y no una igualdad) de tasas sectoriales de ganancia, como reflejo del diferente grado de poder de monopolio del que disfrutaría cada sector productivo (véase Sawyer 1985).
[2] Véanse Cowling (1982), Cowling y Sugden (1987) y Sawyer (1985).
[3] Esto puede traducirse, no obstante, a una interpretación diferente, según la cual la afirmación querría decir que la única vía que tiene la economía académica para progresar es responder la preguntas de Marx con respuestas diferentes a las que dio él.
[4] Entre los autores marxistas más críticos con la idea de fundir el análisis de Marx con el de Keynes destaca Paul Mattick, un discípulo alemán de H. Grossmann, que, emigrado como él a los Estados Unidos, escribió en 1969 su libro principal sobre la materia (véase Mattick 1969).
[5] A este respecto, añade: "Los dogmáticos afirman: 'Sraffa no es un marxista', y se han inventado una categoría especial -la de neorricardiano- para encasillarle" (1977, p. 98): la categoría ha triunfado. Por su parte, aunque "Piero se ha mantenido siempre cerca del Marx puro y sin adulterar, y considera con suspicacia mis correcciones", no lo incluye entre los dogmáticos (ibidem). En cambio, Meek era un "rígido dogmático, antes de 1956, porque la trató, junto a Lange y a Schlesinger, "como críticos hostiles, conjuntamente conmigo" (ibid., pp. 89-90). Quizás ello no sea importante puesto que escribió el libro, no para "criticar a Marx", sino "para alertar a mis colegas burgueses sobre la existencia en El Capital de ideas penetrantes e importantes, ideas que no podían continuar ignorando" (ibid., p. 90).
[6] Como única explicación de por qué se deja posteriormente de lado a Marx, tan relevante en un principio, en el paradigma postclásico, Lavoie sólo ofrece una pista: "el problema de la transformación de Marx y el problema ricardiano de la medida invariable del valor parecían intratables" (ibid., p. 18).
[7] Como escriben Martínez y Valverde (1996), puede hablarse de dos grupos: el primero, encabezado por B. Schmitt, que se ha ocupado de estudiar principalmente la naturaleza del dinero y el sistema institucional de pagos", y el segundo, "con F. Poulon y A. Parguez al frente, cuya preocupación principal es el análisis de la crisis y las políticas de estabilización" (p. 39). Véanse Schmitt (1966), Parguez (1975), Poulon (1982), pero también Barrère (1985).
[8] Véanse Arestis (1988), Asimakopulos (1991), Davidson (1991), Lipietz (1983), Moore (1988), Pollin (1991), Wray (1990), Wolfson (1988), Minsky (1986), y un repaso de la literatura en Galindo (1992) y en Román y Moral (1994).
[9] Gordon (1991) analiza la idea de las "propiedades emergentes"(pp. 62 y ss.).
[10] Véase lo dicho al respecto en el epígrafe 1.1.
[11] Quizás merezca una reflexión el hecho de que los marxistas coincidan con los académicos en el señalamiento de las figuras preeminentes del pensamiento económico marxista, que, curiosamente, parecen coincidir con las figuras de las otras corrientes estudiadas, nombradas de la más diversa forma, como postkeynesianos, neorricardianos, radicales, enfoque del excedente, clásicos, postclásicos, etc. (Kalecki, Robinson, Sraffa, Dobb, Meek). Así, en la prestigiosa historia, en dos volúmenes, del pensamiento económico marxista a cargo de Howard y King (1989, 1992), estos autores aparecen como los más destacados marxistas.
[12] Frente a esto, hay que empezar reconociendo que "Marx no pretende que tesis alguna le sea concedida en razón de otras exigencias que las del libre pensamiento", ni siquiera la de ponerse al "servicio de un movimiento que se supone definido como tal antes y por encima de la propia obra de Marx", como sería el "socialismo", cuando "'socialismo' en la obra de Marx es un término propio del pensamiento de Marx, que no tiene sentido antes ni fuera de la articulación total de ese pensamiento" (Martínez Marzoa 1983, pp. 23-4). Asimismo, otro filósofo español estudioso de Marx, Manuel Sacristán, escribió que "por lo que hace al primer capítulo de la sociología de la ciencia de Marx, el que se ocupa de la relación entre ciencia e ideología, creo que la tradición marxista anda sobrada de esquematismos empobrecedores, ya porque, unas veces, tienda a separar materialmente -no sólo lógicamente- lo científico de lo ideológico en los productos culturales (los cuales contienen normalmente ambos elementos a la vez), ya porque, otras, practique un ideologismo universal, considerando 'idealista' la simple constatación de la presencia eficaz en la historia del ideal de ciencia desinteresada. De esta tesis sociologista hay que decir que no es de Marx; según ella, Marx es un idealista, porque la primera convicción de su sociología de la ciencia es que ciencia verdadera consiste en conocimiento desinteresado, o, como dice en el libro I del Capital, conocimiento sin más interés que 'el pensamiento desinteresado'" (Sacristán 1978, pp. 365-6).
[13] Como ha observado Bunge (1993), nada impide la convivencia de ideología y ciencia, al menos desde posiciones científicas y epistemológicas realistas: "La sospecha de que si un proyecto científico ha sido motivado o deformado por intereses materiales o ideológicos, entonces no puede producir resultados objetivamente verdaderos, es un ejemplo de lo que los filósofos han llamado falacia genética. Consiste en juzgar una parte del conocimiento por su certificado de nacimiento (o bautismo). (El argumento ad hominem es un caso especial de falacia genética). Una hipótesis, dato o método puede ser correcto (verdadero en el caso de una proposición) prescindiendo de la motivación que produjo la investigación. O puede ser falso incluso si se produjo con la más pura de las intenciones" (p. 30).
[14] En segundo lugar, muchos marxistas hablan de un método científico específicamente marxista. En realidad, tal cosa no existe, sino que, como hemos visto, la principal aportación de Marx consiste en haber desarrollado la que parece ser la única teoría del valor científicamente coherente obtenida hasta la fecha. Sin embargo, la mayor parte de los intérpretes de Marx, incluida la mayor parte de los marxistas, no ha sabido ver este punto, fundamentalmente debido a que han abandonado el realismo filosófico y el ojetivismo coherente de Marx, que consiste exactamente en lo mismo que nos dice Bunge: "la tesis ontológica del realismo puede entonces expresarse así: hay cosas en sí mismas. Y su compañera epistemológica puede estipularse como sigue: podemos conocer las cosas en sí mismas (no sólo como se nos aparecen). Afirmo que estas tesis están presupuestas en cualquier investigación científica (... [y que el realismo]) es consustancial con la ciencia fáctica y la tecnología (...) Más aún, la filosofía que adoptamos tácitamente en la vida diaria es realista" (Bunge 1993, pp. 41 y 44-5).
[15] Fernández Buey y Muntaner (1994-5), p. 472. Estos autores también escriben del "marxismo del sistema mundial", un "segundo desarrollo interdisciplinario que floreció durante los ochenta" y que se caracteriza por su preocupación por las "crisis ecológicas, la globalización del capitalismo y el renacimiento de los nacionalismos y del racismo" (ibidem).
[16] Por otra parte, el mismo Roemer escribía en 1982: "La parte de la obra de Marx que considero su análisis central es la doctrina del materialismo histórico. La teoría económica marxista, en cuanto tal, fue un intento de un economista del siglo XIX de aplicar el método del materialismo histórico a un análisis de la sociedad del siglo XIX. Las categorías y conceptos útiles para ese propósito no son necesariamente las únicas útiles para analizar la sociedad de finales del siglo XX" (1982, p. 24).
[17] Por ejemplo, Cohen afirma que la teoría del valor de Marx "no es la única teoría que basa el valor en las condiciones materiales de producción: la mayor parte de la doctrina del fetichismo podría ser incluida en una teoría materialista rival, como la de Sraffa, en la que las relaciones del valor están técnicamente determinadas, pero no sólo por el trabajo" (Cohen 1978, p. 128). Por otra parte, en el capítulo de su libro dedicado a "Valor de uso, valor de cambio y capitalismo contemporáneo", Cohen afirma que "la teoría del trabajo como sustancia del valor no desempeña ningún papel en este capítulo" (ibid., p. 328), y el apéndice II aclara que la teoría del valor de Marx "no es adoptada en este libro" y sus tesis "no están presupuestas ni implícitas en ninguna de las afirmaciones hechas en este libro" (ibid., pp. 383 y 386).
[18] Podemos fijar como fecha de nacimiento el año 1978 (véase Roemer 1994b), año de aparición de los libros de Cohen y Elster (Cohen 1978, Elster 1978a).
[19] Éste, tras señalar que "la explotación debe definirse en términos de valores-trabajo, y su significación económica sigue basándose en la teoría del valor-trabajo de Marx", y que "todo esto no está reñido con el análisis de Sraffa" (1986a, p. 452), escribe que la afirmación de Garegnani sobre que "el concepto de explotación debe definirse con independencia de la teoría del valor-trabajo" no tiene sentido, y que "la única teoría que conduce a este resultado es la de Roemer 1982, pero yo no encuentro nada en el análisis de Sraffa que aliente a aceptar el enfoque de Roemer" (1986b, p. 479).
[20] Así, por ejemplo, Przeworski (1985b) señala que "la crítica del marxismo ofrecida por el individualismo metodológico es irrefutable y saludable, pero los supuestos ontológicos del marco de la elección racional (...) son insostenibles" (p. 101).
[21] Mandel (1992) nos ha recordado que los acontecimientos del Este desde finales de los ochenta han puesto en entredicho muchas de las teorías elaboradas para conceptualizar las economías de estos países (pp. 9 y ss.; véase también Daum 1990). Pero la cuestión no es ésta, ni tampoco otras ligadas a ella como la de si la ley del valor regía o no en la Unión Soviética -en este punto Mandel coincide con Stalin, pues si éste escribía en 1952 que "la ley del valor existe y opera" en la URSS (citado en Mandel 1992, p. 35), el primero afirma lo mismo aunque "sin dominar por completo" su economía (p. 50)-, sino otra muy diferente: si la ley del valor es compatible o no con el socialismo. En este punto, acierta Mandel al escribir que "sólo es posible sostener que la producción mercantil y la ley del valor continúan determinando el funcionamiento de una sociedad socialista si se rechaza todo el primer volumen de El Capital" (p. 39); pero se equivoca cuando, siguiendo a Trotski en la idea de que "el plan es comprobado, y en grado considerable realizado, a través del mercado", afirma que la emancipación de la sociedad socialista de la ley del valor "sólo puede ser gradual", ya que "durante el periodo de transición, tanto la planificación democrática y consciente como el uso de los mecanismos del mercado crecerán codo con codo" (Mandel 1992, p. 85).

Capítulo 10. La resurrección de la teoría laboral del valor:

10.1. La perspectiva teórica.

En la introducción de un libro recientemente editado sobre los debates en la teoría del valor, se encuentra una descripción válida de los motivos que inspiraron, al menos en Gran Bretaña, la reapertura del interés actual por la teoría laboral del valor: "La Conferencia de los Economistas Socialistas tuvo su origen en el desencanto socialista con la socialdemocracia del gobierno laborista de 1966-1970, y se fundó por un grupo de economistas en 1970 como una conferencia anual. Se hizo pronto evidente que el keynesianismo ecléctico, por muy radical que fuera, no era una base para oponerse a tal socialdemocracia ni para ofrecer una alternativa socialista. De 1972 a 1976 (y más esporádicamente después) se dedicó mucho esfuerzo a la elaboración de qué pudiera entenderse por economía socialista. Esto trajo consigo un resurgimiento del interés en, y de la controversia acerca de, la economía marxista, con amplios debates sobre la teoría del valor, el trabajo productivo e improductivo, la teoría de la acumulación y de la crisis, y la teoría del imperialismo. El presente volumen tiene su origen en estos debates sobre la teoría marxista del valor" (Mohun 1994, p. 1). Muchos de los debates se inspiraron en la publicación al inglés (en 1973) del libro de Rubin (1928), cuyo interés se reforzó con la publicación en 1978, en Capital and Class, de una conferencia de Rubin de 1927 sobre algunos de los aspectos centrales de su libro. Lo que se planteaba en estos escritos es un desarrollo de la teoría de Marx que proporcionaba un "agudo contraste tanto con la economía neoclásica como con la ricardiana", ya que la economía neoclásica se concentra en "la forma del valor en el cambio (el precio), eliminando cualquier contenido del valor ajeno a esta forma en el cambio, mientras que la teoría ricardiana del valor-trabajo se concentra en el contenido objetivo del trabajo en la producción (trabajo incorporado como valor), pero se lía inextricablemente con el problema de cómo se ve contradicho ese contenido por la forma en que aparecería si se igualaran las tasas de ganancia"; por lo tanto, "ni el énfasis neoclásico en la forma con exclusión del contenido ni el énfasis ricardiano en el contenido excluyendo la forma proporcionan un análisis de la realidad capitalista" (ibid., pp. 1-2).

Muchos entendieron mal la tesis de Rubin sobre el trabajo abstracto, interpretando que significaba que el trabajo sólo se convierte en trabajo abstracto en el acto de intercambio (por ejemplo, Gleicher)[1], cuando lo que significa su tesis es que el trabajo abstracto sólo lo es cuando la sociedad se ha convertido en una sociedad basada exclusivamente en el cambio de mercancías, o sea, basada en la producción capitalista plena. Pero los debates sobre el trabajo abstracto no fueron los únicos que se desarrollaron en esta época. Aparte de la cuestión del trabajo productivo e improductivo, ya estudiada en el capítulo 5, uno de los debates más largos y con más intervinientes fue el que se produjo sobre la cuestión de la tendencia al descenso de la tasa de ganancia. Sweezy (1942) ya había recogido el debate producido antes de ese año[2], y la polémica siguió en el periodo posterior, tanto en el terreno teórico -Meek (1960), Okishio (1961), Rosdolsky (1968)-, como en el empírico -por ejemplo, en los cincuenta apareció el importante libro de Gillman (1957), continuado en los sesenta con la tesis de Mage (1963)-, pero durante los setenta y ochenta el debate estalló en innumerables artículos y trabajos de todo tipo. Dejando a un lado a los que veían en la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia (LTDTG) la base de una simple teoría del ciclo (Cogoy 1974, en la línea de Dobb 1937), o sólo veían la ley en relación con las "etapas" o "fases" del desarrollo capitalista (Sweezy 1981 y los demás téoricos del capitalismo monopolista), la mayoría vinculó la ley con la tendencia al derrumbe del sistema capitalista.

Así, siguiendo a Grossmann (1929), Mandel (1962) y Rosdolsky (1968), los trabajos de Shaikh (1973), Fine (1982) o Weeks (1982)[3], apoyaron la tesis de que la ley explica correctamente la dinámica del capitalismo real, en la misma época en que otros -por ejemplo, Morishima (1973), Steedman (1977), Van Parijs (1980) o Roemer (1981)- insistían en lo contrario. En realidad, el argumento de éstos últimos se enmarca en un cambio de enfoque teórico abierto con el trabajo de Okishio (1961) sobre la relación entre el cambio técnico y la tasa de ganancia. El llamado "teorema de Okishio" demostró que, en el marco de un modelo lineal de precios de producción, la tasa general de ganancia no se reduce como consecuencia del cambio técnico; pero, como ha demostrado Shaikh, este resultado sólo se obtiene si se sustituye la concepción clásica de la competencia por la concepción neoclásica de la competencia perfecta, según la cual las empresas no se ven obligadas a competir con precios a la baja en un contexto dinámico (Shaikh 1978a y 1980a; véase también Weeks 1982).

Por último, dos líneas adicionales de desarrollos teóricos en relación con la teoría del valor, y demás cuestiones anejas, merecen ser mencionadas, aunque parezcan extraviarse por caminos inadecuados en ambos casos: la escuela marxista japonesa inspirada en Kozo Uno, y la corriente neoalthusseriana, también llamada "postmoderna", basada en una epistemología que pretende ser simultáneamente "no-hegeliana" y "no-cartesiana". La escuela marxista japonesa, de K. Uno, T. Sekine y M. Itoh, se ha presentado como un intento de superar simultáneamente el "economicismo" y el "voluntarismo" característicos de otras corrientes marxistas. Desde las posiciones de la escuela de Uno, se critica el "economicismo" por reducir la historia capitalistas a una "función de la ley del valor", y se ataca al mismo tiempo al "voluntarismo" y al "subjetivismo" de los que abandonan sin más la teoría del valor (Albritton 1984, pp. 173-174). Según esta interpretación, ello puede hacerse de forma coherente si se parte de distinguir tres niveles de análisis diferentes (cuya confusión se considera la causa de "numerosos problemas en la historia de la teoría marxistas"): la teoría de la sociedad capitalista pura, la teoría de las fases del capitalismo y el análisis propiamente histórico.

El nivel más abstracto supone la "mercantilización total de la vida socio-económica", y es lo que Uno llama la "sociedad capitalista pura", que no ha existido nunca en la historia porque es sólo una abstracción teórica que "supone un entorno ideal en el que se permite al movimiento de valor superar los obstáculos que le presenta el valor de uso" (p. 159). En el nivel intermedio, se sitúa la "teoría de las fases del capitalismo", que es un lugar de encuentro entre "la ley del valor y la historia concreta" que sirve para distinguir entre las fases mercantilista, liberal e imperialista del capitalismo (p. 160). Por último, el análisis histórico sirve para "concretar" el análisis y observar correctamente la interrelación entre lo económico y las otras instancias de la vida social de las sociedades realmente existentes. La utilización de este triple nivel correctamente permitiría, además, según esta escuela[4], profundizar en el análisis aplicado de la teoría económica marxista, concretamente en el que se aplica al estudio de la transformación y de la crisis (Albritton 1985) o a la cuestión del trabajo simple y complejo (Itoh 1987, 1988).

En cuanto a la segunda de las escuelas citadas, estos neoalthusserianos toman el trabajo de Resnick y Wolff (1987) como el punto de partida adecuado desde un punto de vista epistemológico, para una correcta interpretación del capitalismo como "totalidad descentralizada", y terminan desembocando en un indeterminismo analítico, acompañado de una dosis de reformismo político, que estos autores expresan así: "El enfoque descentralizado de la totalidad rechaza la noción de una totalidad social concebida como un todo unificado. En su lugar, la totalidad descentralizada entiende que la sociedad es una amalgama contradictoria de condiciones de existencia económicas y no económicas que están siempre en evolución, pero que no están dirigidas al mismo tiempo por ninguna esencia o telos predeterminados. En otras palabras, la sociedad siempre existe como una combinación contradictoria de condiciones de existencia cambiantes pero reproductivas. Como tal sociedad, está por una parte experimentando continuamente una transformación revolucionaria (...) por otra parte, no hay ninguna condición de existencia que pueda transformar mágicamente la naturaleza fundamental de la sociedad, y en consecuencia la sociedad sólo es susceptible de reforma o de transformación parcial" (Cullenberg 1994, pp. 106-107).

Lo que estos autores propugnan es la crítica de los dos enfoques erróneos que, según ellos, dominan la teoría económica marxista -el enfoque basado en la "totalidad hegeliana", que lleva a algunos a interpretar la realidad capitalista como el desarrollo del concepto de la acumulación de capital; y el que se basa en la "totalidad cartesiana", que conduce, como en el caso del marxismo analítico, al individualismo metodológico-, y su sustitución por el enfoque correcto, basado en la "totalidad descentralizada". Esto permitiría, por ejemplo en el análisis de la dinámica de la tasa de ganancia, superar tanto la ley de la tendencia descendente de la misma como la interpretación contraria, que observa una tendencia más bien creciente, y concluir que lo que caracteriza a la tasa de ganancia es su "movimiento contradictorio" (Cullenberg 1994).


10.2. Teoría y análisis empíricos.

Pero lo más importante de esta reactivación de la literatura sobre la teoría laboral del valor consiste en el florecimiento reciente de toda una serie de trabajos empíricos que han demostrado la utilidad práctica de los múltiples conceptos e hipótesis de esta teoría, y han planteado, incluso, sobre esta base, la necesidad de sustituir el aparato conceptual ortodoxo por el que deriva de este instrumental analítico alternativo. Son varias las líneas en que se han desarrollado estos trabajos empíricos[5], aunque nos limitaremos aquí a estudiar dos de ellas: i) la verificación en las economías reales de la convergencia empírica que, según la teoría laboral del valor, cabe esperar entre valores, precios de producción y precios de mercado; y ii) las medidas empíricas, para diversos países realmente existentes, de la tasa de plusvalía, la composición orgánica del capital, la tasa de ganancia y otros conceptos implicados en el análisis de la dinámica del sistema capitalista, tanto sobre la base de los datos de la contabilidad nacional como sobre los de las tablas input-output.

I. En relación con la primera línea citada, el trabajo más reciente es el llevado a cabo por Shaikh en (1995). En su parte empírica, Shaikh compara precios de mercado, valores-trabajo y precios de producción "patrones", calculados a partir de las tablas input-output de los EE. UU. para 1947, 1958, 1963, 1972, usando los datos desarrollados inicialmente por Ochoa (1984) -en una tesis doctoral dirigida por el propio Shaikh- y refinados y extendidos después por otros autores. Para todos los años, tanto los tiempos totales de trabajo como los precios de producción están muy próximos a los precios de mercado (véase la tabla I), con desviaciones porcentuales medias del 9% para los primeros y 8% para los últimos. Por su parte, los valores-trabajo y los precios de producción están más cercanos entre sí que en relación con los precios de mercado, con una desviación media de sólo 4.4% entre ambos.


Tabla 10.2.1: Desviaciones % medias (MAWD), precios de mercado (re-escalados), valores-trabajo y precios de producción a las tasas de ganancia observadas.
1947 1958 1963 1967 1972 Media
Valores-trabajo vs. precios de mercado 0.105 0.090 0.092 0.102 0.071 0.092
Precios de producción vs. precios de mercado 0.114 0.075 0.076 0.084 0.063 0.082
Valores-trabajo vs. precios de producción 0.056 0.038 0.038 0.048 0.038 0.044



Aunque es mucho más rica, desde luego, la información que proporcionan las tablas, recientemente se ha propuesto también un método aproximado e indirecto para medir la correspondencia entre valores y precios sin necesidad de limitar el análisis a los años para los que se dispone de estadísticas completas input-output. Así lo ha hecho el mexicano Alejandro Valle (1994), que utiliza datos ajustados a partir de las series de la contabilidad nacional de EE. UU. y México, y afirma expresamente que sus resultados convalidan los obtenidos por Shaikh (1984), Petrovic (1987) y Ochoa (1989).

II. En cuanto a las medidas empíricas de otras categorías marxistas, el trabajo realizado es mucho más abundante y tiene un historial mucho más largo, lo que se explica por el hecho de que muchos de estos cálculos sólo requieren de los datos de la contabilidad nacional o de estadísticas industriales para llevarse a cabo, en tanto que los trabajos del punto I requieren unas técnicas de computación y de tratamiento de la información que sólo han estado disponibles más recientemente (aparte de que las tablas input-output son en sí más difíciles de obtener que la contabilidad nacional). Por tanto, dedicaremos más atención a esta línea de trabajos, y distinguiremos entre la tasa de plusvalía, que analizaremos en primer lugar (11), y los trabajos sobre la composición del capital y la tasa de ganancia, que veremos más tarde (21).


11) La tasa de plusvalía (p'=pv/v). Marx la definió como el cociente entre la masa de plusvalía (pv) y la magnitud del capital variable (v), pero sólo utilizó cálculos imaginarios, ilustrativos de los diferentes pasos efectuados en el proceso de elaboración de su teoría, o se refirió a tasas redondas del 100%, 200%, etc., como datos extraídos de empresas reales pero sin mayor elaboración o precisión. En cualquier caso, no calculó la tasa de plusvalor empírica de ningún país, industria o rama industrial concretos. Según S. L. Vigodski, fue Lenin quien, utilizando la estadística oficial, "calculó por primera vez la cuota de plusvalía de toda la industria, haciéndolo para la Rusia prerrevolucionaria"[6]. El francés Jean-Claude Delaunay ha efectuado una amplia recopilación de los distintos cálculos de la tasa de plusvalía llevados a cabo hasta 1984 -tanto en países capitalistas como socialistas-, comenzando por los trabajos pioneros del soviético E. Varga, en los años veinte. Seguiremos al autor francés, en el repaso de estos trabajos, desarrollados tanto en los países socialistas (a), como en los Estados Unidos (b) y en Europa occidental (c).


a) En los países socialistas. Sobre los trabajos efectuados en los países socialistas, opina Delaunay que "han sido -exceptuando los de Varga- poco numerosos y de un interés más bien escaso", en la medida en que el cálculo de la tasa de plusvalía en estos países adquirió el rango de "un estatuto político y no teórico" (1984, pp. 12-14). Según Delaunay, los economistas de estos países estaban más preocupados por evitar "el riesgo de infravaloración del grado de explotación capitalista" que por hallar la auténtica evolución de la tasa de plusvalía; si bien ello no impidió que el propio Varga obtuviera una serie de la citada tasa, para la industria de los Estados Unidos, caracterizada por presentar un movimiento claramente cíclico, o al menos con fases descendentes (lo que sería posteriormente criticado por Vigodski 1961, pp. 215 y ss.). Inspirándose en Varga y en un trabajo de la Labor Research Association, de los Estados Unidos, J. Kuczins¬cki (1948), en la RDA, calculó la tasa de plusvalor para el conjunto de la industria y la agricultura de los EE.UU., encontrando una progresión mucho más rápida (crecimiento del 66% en tan sólo siete años) entre 1942 y 1949 que entre 1890 y 1935 (+53%). En 1955, la segunda edición del Manual de la Academia de Ciencias de la URSS se preocupaba más por el nivel de la tasa de plusvalía que por su evolución. El cálculo, para 1939, en la industria americana era del 222%, el más elevado de los obtenidos hasta el momento. Por su parte, la edición de 1977 estimó, para mediados de la década de los sesenta, y referidas a la industria, las tasas de plusvalor de los siguientes países capitalistas: EE.UU: 309%; Gran Bretaña: 238%; República Federal Alemana: 350%; Japón: aproximadamente, 400%; señalando, además, que en el caso de los EE.UU. se partía de un nivel de 96% en 1849.

Siguiendo con la lista de autores de los países socialistas, Delaunay cita a continuación a Oscar Lange (1964 y 1969) -no por sus cálculos, que considera "tan pobres como los del Manual de la Academia de Ciencias de la URSS", sino por considerar que "el paso del capita¬lismo al socialis¬mo acarrea la baja de 's' [tasa de plusvalor]"-; a Nemtchinov y Strumilin -en los que, según Delaunay, se basó Lange-, que obtienen una tasa más baja para la Unión Soviética (74%) que la correspon¬diente a la Rusia zarista (100%); y, de nuevo, a Varga -que vuelve sobre el tema en 1964- y a otros autores que polemizaron con él, como A. Katz, V. Motyliev y M. Smit-Falkner. Finalmente, el autor francés se detiene a considerar los trabajos del húngaro F. Molnar (1967), del soviético S. L. Vigodski (1961) y del alemán democrático H. Tammer (1975). Ferenc Molnar (1967), que mide la tasa de plusvalía de las tres secciones en que divide la economía de los Estados Unidos (a saber, bienes de producción, bienes de consumo final y armamento), obtiene un descenso de la misma desde el 87%, en 1947-48, hasta el 69%, en 1960-63. Lo curioso es que aquí es el propio Delaunay el que no admite un resultado semejante, que él atribuye, en lo fundamental, a la no consideración del problema del trabajo productivo por parte de Molnar, lo que llevaría a éste a calcular un capital variable "aumentado, en efecto, con la masa salarial pagada a los empleados, en la rama de la producción y del comercio", y, en conse¬cuencia, a "reducir en otro tanto la plusvalía y la tasa de plusvalía" (Delaunay 1984, p. 22). Vigodski (1961) calcula dos tasas de plusvalor diferentes, según que el capital variable se suponga igual al salario de los obreros -en cuyo caso la tasa de plusvalía es mayor y aumenta más rápidamente-, o se suponga, por el contrario, que incluye también el salario de los empleados. Este procedimiento de Vigodski se empareja, así, con el método desarrollado por Joseph Gillman (1957) -y que posteriormente analiza¬remos- para distinguir una tasa de plusvalía bruta y otra neta. Por último, H. Tammer (1975) -que considera que tanto los obreros como los empleados son productivos de plusvalor- introduce la consideración de la masa salarial como un "fondo de reproducción de la fuerza de trabajo" que comprende, junto al salario, los gastos salariales realizados por el Estado (del tipo de Seguridad Social, educación, deporte, etc.), lo que no impide que la tasa de plusvalía de la RFA muestre un crecimiento, según sus cálculos, desde un 181.4%, en 1950, hasta un 259.7%, en 1975.


b) En los Estados Unidos. Para Delaunay, los Estados Unidos no sólo son el país cuya tasa de plusvalor ha sido medida en más ocasiones, sino que "son igualmente el país donde se encuentra el mayor número de economistas que ha refle¬xionado teóricamente sobre esta medida o que la ha practicado" (ibid., p. 26). Delaunay analiza en primer lugar los trabajos precursores de L. Corey (1934), D. Varley (1938) y de la LRA (1936) y (1948), inspirados en Varga, y cuyos resultados vienen a confirmar. Los trabajos de la LRA (Labor Research Association), además, quizá sean "la primera crítica marxista de las formas de la Contabilidad Nacional que prevalecían en esta época en las organiza¬ciones internacionales y las Administraciones de los países capitalistas" (ibid., p. 29). En la aportación de Gillman (1957), Delaunay consi¬dera que "la medida de la tasa de plusvalía adquiere una dimensión de investiga¬ción teórica de gran alcance", que "se esfuerza por integrar las aportaciones respectivas de las problemáti¬cas marxistas y keynesianas" (p. 30). Gillman construye tres series diferentes (que varían a causa de las distintas estimaciones del valor de la amortiza¬ción), que confirman el carácter "cíclico o periódico" de la tasa de plusvalía -ya adelantado por Varley, la LRA y Kuczinscki- y aportan, como principal novedad, el establecimiento de una diferencia entre una tasa de plusvalía "bruta" y otra "neta", que vendrían definidas, respectivamente, como: P'b = M/v (la bruta), y P'n = (M-u)/v (la neta), donde u = salarios de los trabajadores no productivos de las empresas.

Con esta aportación, Gillman proporciona, según Delaunay, una "teoría del trabajo improductivo de plusvalía pero productivo de beneficio" en el seno de una "concepción más general de las relaciones entre producción y consumo capitalistas"[7]. S. H. Mage (1963), basándose en que los impuestos pagados por los trabajadores y el salario de los empleados forman parte del capital constante, más bien que de la plusvalía, obtiene una serie descendente, a largo plazo, de la tasa de plusvalor, que no es, para Delaunay, sino el reflejo de "una tendencia secular de crecimiento de la presión fiscal sobre la produc¬¬ción"¬¬¬¬¬¬ (p. 37)¬. Por lo que se refiere a Baran y Sweezy (1966), estos autores consideran erróneo medir la tasa de plusvalía en el capitalismo contemporáneo, donde lo apropiado sería la definición del "excedente" total (del que la plusva¬lía sería tan sólo una parte) y de su participación en la renta nacional. Para estos autores, mientras el excedente habría pasado del 46.9% de la renta nacional en 1929 al 56.1% en 1963, en cambio la participación de la plusvalía habría descendido (lo que implica una tasa de plusvalor descendente). En cuanto a Anwar Shaikh (1978c), para quien tanto los salarios de los empleados de las empresas no financieras como los impuestos indirectos son una fracción de la plusvalía, obtiene una tasa de plusvalor creciente, que contrasta con una proporción decreciente de los benefi¬cios en la renta nacional, precisamente porque es necesario contar parte de los salarios de la Contabili¬dad Nacional (la correspondiente a los emplea-dos) como plusvalor redistribuido, a favor de estos últimos, en forma de salarios.

Por último, recoge Delaunay algunos cálculos de la tasa de plusvalor a partir de datos expresados en tiempo de trabajo, en lugar de en precios. Así, por ejemplo, los datos proporcionados por E. Wolff (1979), para los Estados Unidos, o por A. Sharpe (1980) y (1981), para Canadá, son similares a los obtenidos por Shaikh o por Carl Cuneo (1978) también para Estados Unidos y Canadá, respectiva¬mente, pero a partir de cálculos en pre-cios. Se plantea en este punto el problema de la relación entre los cálculos de la tasa de plusvalor efectua¬dos en tiempo de trabajo y los calculados en precios corrientes de mercado. Delaunay, por ejemplo, considera perfecta¬mente compati¬bles ambos tipos de cálculos. Más reciente¬mente, un autor americano, Fred Moseley, se ha pronunciado igualmente en esta misma dirección. En realidad, Moseley (1986) va más allá: no sólo obtiene una serie de la tasa de plusvalía (siguiendo el método de los precios) con un perfil casi idéntico al de la serie de Wolff (medida en tiempos de trabajo), sino que, además, critica a aquéllos que, como Wolff, siguen a Okishio (1959), Morishima (1973) y Steedman (1977) en la idea de admitir, como único cálculo riguroso de la tasa de plusvalía, la que se expresa en tiempo de trabajo. Moseley da un paso más allá que Shaikh (1978c) o Weisskopf (1979), incluso -para quienes las medidas en precios son estima-ciones fidedig¬nas del concepto, más riguroso, de la tasa de plusvalor medida en tiempo de trabajo-, al afirmar que, para Marx, y teniendo en cuenta que el dinero es la "forma necesa¬ria de aparición" del valor de las mercan¬cías, la teoría de la plusvalía se basa en que las cantidades de dinero están determinadas precisamente por cantidades de trabajo abstracto que, en cuanto tal, no son directamen¬te observables. Por lo que toda medida de la tasa de plusvalía debe expresarse como relación de las cantida¬des de dinero que expresan, respectivamente, el plusvalor y el capital variable. El hecho de que "los fenómenos observables a los que se refiere Marx son cantidades de dinero que funcionan como capital" es lo que le lleva a expresar en El Capital la tasa de plusvalía como relación entre cantidades en libras, de forma absoluta¬mente intercambiable por la expresión en horas de trabajo.

En un libro reciente donde se lleva acabo la que probablemente sea la medida empírica más detallada y exhaustiva de las diferentes categorías del análisis económico marxiano, Shaikh y Tonak (1994) repasan también la literatura (en inglés[8]) existente sobre la materia. Estos autores señalan tres categorías distintas entre los "estudios previos" al suyo: los que no distinguen entre las categorías marxianas y las de las NIPA (National Income and Product Accounts, o sea la contabilidad nacional convencional), los que sí distinguen entre trabajo productivo y trabajo improductivo, y los que se basan en la distinción entre trabajo "necesario" e "innecesario" (categorías ligadas al concepto de "excedente económico" de Baran y Sweezy). Entre los primeros, señalan los trabajos de Glyn y Sutcliffe (1972), Boddy y Crotty (1975), Weisskopf (1979) y Bowles, Gordon y Weisskopf (1984), que obtiene estimaciones agregadas en términos monetarios; y los de Wolff, sobre Puerto Rico y sobre Estados Unidos, aplicados luego por Sharpe a Canadá, que realizan cálculos en horas de trabajo. Entre los segundos, Shaikh y Tonak se detienen a estudiar las contribuciones ya estudiadas por Delaunay, y prestan especial atención a las llevadas a cabo, en términos de valores-trabajo, por Okishio (1959), Izumi (1980, 1983), Okishio y Nakatani (1985) -sobre Japón, Estados Unidos y Corea-, así como por Khanjian (1988) para los Estados Unidos, y Kalmans (1992), que compara los casos de Estados Unidos y Japón. Por último, entre los trabajos del tercer tipo, citan el que ofrecen Phillips en el apéndice del libro de Baran y Sweezy, y el de Stanfield (1973).


c) En Europa Occidental. Charles Bettelheim (1949) propone medir la evolución de la tasa de plusvalía, su variación, como el resultado de una comparación entre la evolución del coste salarial del producto y la de su precio unitario, o, también -y aquí radica su principal aportación-, entre la evolu¬ción de la productividad media y la del salario real. Esto puede expresarse de la siguiente manera. Puesto que:




[donde: Q = PIB en volumen, P = deflactor del PIB, s = salario nominal por hora, N = número de obreros, h = duración media del trabajo en horas, m = tasa de plusvalía], para Bettelheim, se trataría de medir "(1+m)" o, mejor, su evolución , es decir, "d(1+m)/(1+m)", teniendo en cuenta que la expresión "(1+m)" puede analizarse de esta forma:



[donde Q/(N*h) = productividad del trabajo, y s/P = salario real].

Henri Denis (1955), que relaciona la medida de la tasa de plusvalor con la teoría de la depauperación, en un intento de confirmar dicha teoría en la realidad de la economía francesa, obtiene una tasa de plusvalía fuertemente creciente para el periodo 1938-52. Denis ofrece tres expresiones diferentes de la misma, según se incluyan, o no, en el capital variable las cotizaciones a la Seguridad Social, o se proceda, o no, a ajustar dicho capital variable con las "rentas netas de las explota¬ciones agrícolas de tipo familiar". Con este último ajuste, introduce Denis el problema de las capas medias, cuya aportación a la renta nacional no es lícito incluir ni entre las rentas salariales ni entre las capitalis¬tas. Finalmente, examina Delaunay el trabajo de Jacques Gouverneur (1978) para el caso belga, aunque sin recoger la versión inglesa de la obra de este autor (1983), donde se introducen importantes novedades. En la primera versión, obtiene Gouverneur la tasa de plusvalía del conjunto de la economía belga para el periodo 1960-73, que resulta fluctuar en torno a un nivel medio del 97% (sobre una base 100 en 1960). Lo más interesante es, no obstante, observar cómo analiza este autor la tasa de plusvalía, basándose en una expresión de la misma que guarda estrecha analogía con la de Bettelheim, analizada más arriba, pero que introduce el concepto de "expresión monetaria de los valores", E, como relación entre el monto del valor añadido en moneda corriente y el número total de horas trabajadas por los asalariados. Es decir, la tasa de plusvalor, m, vendrá expresada como[9]:





[donde: E = Y/(N*t), s = S/t, Y = PIB en moneda corriente, N = número de obreros, t = tiempo de trabajo medio por asalariado (en horas), S = salario por obrero].

Sin embargo, en Gouverneur (1983), se incluye ya una segunda fórmula para analizar la tasa de plusvalía, a saber:





[donde: w = valor de la fuerza de trabajo (por asala¬riado) = S/E = sr*px; px = Px/E (valor medio de una unidad de bienes de consumo necesario); sr = número de bienes de consumo necesarios].

En esta edición, Gouverneur no sólo amplía su cálculo a otros cuatro países (Francia, Holanda, Gran Bretaña y RFA) para el periodo 1966-78, sino que analiza, además, los componentes de la evolución de la tasa de plusvalía de la siguiente manera: la tasa de plusvalía sube por término medio en estos países durante este periodo porque la baja del valor de la fuerza de trabajo individual es más grande que la experimentada por la jornada de trabajo. A su vez, el descenso del valor unitario de la fuerza de trabajo (entre un 10% y un 20%) se debió a que el valor de cada mercancía consumida cayó lo suficientemente rápido como para (más que) compensar la subida del salario real[10]. La conclusión de este interesante análisis de Gouverneur es que sus resultados confirman, de manera completa, las previsiones efectua¬das por la teoría marxista en lo relativo a la perfecta compatibilidad entre una disminu¬ción de la jornada media de trabajo junto con el crecimiento del salario real y un aumento de la tasa de plusvalía. Veremos posterior-mente cómo en el caso español obtenemos nosotros resultados similares.

21) La composición del capital y la tasa de ganancia. Ya en 1934, en su importante libro The Decline of American Capitalism, incluía Lewis Corey un cuadro sobre la evolución de la tasa de ganancia en la industria manufacturera de los Estados Unidos, durante el periodo 1923-1931, en el quedaba patentemente de manifiesto la tremenda caída -de casi un 80%: desde el 7.5% al 1.7%- en el nivel de dicha tasa, entre 1929 y 1930, llegando incluso a alcanzar un valor negativo para 1931 (p. 123). Dos años antes, F. C. Mills (1932) y S. H. Nerlove (1932) ya habían reflejado una evolución muy similar, pero tan sólo hasta el año límite de 1929. En cambio, R. C. Epstein (1934), H. G. Moulton (1935) y L. H. Sloan (1936) tuvieron tiempo de recoger ya la caída que tuvo lugar durante los primeros años treinta -hasta 1932, según los dos últimos autores, y con valores inferiores a cero para 1931 y 1932, de acuerdo con Moulton-. Más recien¬te¬mente, autores como J. Gillman (1957), S. Mage (1963), G. Stigler (1963) o J. Chung (1981) han confirmando estos resulta¬dos, que fueron seguidos de una gran subida durante la segunda mitad de los años treinta y princi¬pios de los cuarenta.

Duménil, Glick y Rangel realizaron en 1984 un repaso de estos y otros estudios sobre la evolución de la tasa de ganancia en los Estados Unidos, desde el siglo XIX hasta la actualidad. Éste es el resumen que ellos mismos hacen de dicha evolución: "1) antes de la primera guerra mundial, descenso lento; 2) aplanamiento en 1920-29, caída de la Gran Depresión y despegue consi¬guiente a finales de los treinta y en los cuarenta; 3) descenso en 1948-58, auge en los sesenta, y reciente caída desde 1966."[11] Más concretamente, por lo que respecta al periodo de posguerra, hasta la actualidad, casi todos los estudiosos coinciden en el perfil señalado por los autores citados. Se produce, en primer lugar, una caída hasta 1958, si bien las fechas del inicio de la caída difieren: 1944, para Chung; 1948, para Stigler; 1950, según Shaikh, y 1951, en la versión de Weisskopf. A continuación, se registra una potente subida hasta 1966 (aunque Feldstein y Summers la contabilizan en 1965, al igual que Shaikh, y en el 64 lo hace Altman), y, por último, una nueva y prolongada caída hasta bien entrada la década de los ochenta.

Los estudios referidos a la rentabilidad de la industria, o de la economía en su conjunto, en otros países, son bastante menos numerosos que en los Estados Unidos, especialmente por lo que respecta al periodo anterior a la segunda guerra mundial. Sin embargo, E. Mandel (1980) cita un estudio sobre la tasa de ganancia de las empresas privadas no agrícolas japonesas, para el periodo 1908-1973, donde destacan la caída durante el periodo que va de la primera guerra mundial hasta la mitad de los años treinta, y la subida desde 1954 a 1970, con una baja posterior, desde 1970[12]. Igualmente, Mazier, Baslé y Vidal (1984), basándose en las series obtenidas por el GRESP (Groupe de Recher¬che et d'Études sur les Systèmes Productifs, de la Universi¬dad de Rennes-I), han calculado, desde finales del siglo pasado, las tasas de beneficio para las economías de Francia (ramas mercantiles exceptuada la agricultura), Reino Unido (sector privado), Alemania (sector privado) y Estados Unidos (sector privado), llegando a la conclusión de que, aunque "es difícil poner en evidencia una tendencia de la tasa de ganancia a muy largo plazo" -exceptuado el caso francés, donde la caída es totalmente evidente-, sin embargo, "en conjunto, la tasa de ganancia está afectada por movi¬mientos cíclicos asociados a las fases de expansión, de desaceleración o de crisis. Las fases de expansión [...] van acompañadas, sobre todo al principio, de una mejora de la rentabilidad. Inversamente, las fases de desacele¬ración [...] van acompañadas generalmente de una baja de la tasa de ganancia" (pp. 111-112).

En cuanto al periodo de posguerra, hay mayor abundancia de trabajos empíricos al respecto. Duménil, Glick y Rangel (1984), basándose en el trabajo de Hill (1979) para la OCDE, llegan a la siguiente conclusión (que puede explicar, parcialmente, los divergentes resultados obtenidos por Shaikh y otros autores america¬nos, que ya hemos comentado, respecto a los de la mayoría de autores europeos, entre los que podemos incluir los nuestros): "si consideramos ahora la tasa de ganancia para el mundo capitalista en general, encon¬tramos un sistema de tasas de ganancia que parecen moverse en dos grupos: Europa, y los Estados Unidos/Ca¬nadá. Cada grupo evolu¬ciona aproximadamente siguiendo un modelo opuesto al otro hasta 1970, fecha a partir de la cual descienden ambas" (p. 160). Por esta razón, estos autores calculan, seguidamente, una tenden¬cia "mundial" (a partir de la "media de las tasas de ganancia de los países de la OCDE ponderada por la dimensión de su stock de capital"), que muestra una constancia aproximada, durante el periodo 1955-68, y una caída subsiguiente, en 1968-75.

A. G. Frank (1979) extrae del Informe McCracken (1977) para la OCDE la idea de que "la tasa de beneficio comenzó a disminuir otra vez, primero gradualmente a mediados de los sesenta y luego más precipitadamente a comienzos de los setenta" (vol. I, p. 69), y cita el Informe en el punto referido a que "en el Reino Unido, la tendencia decreciente parece haber comenzado pronto, en la segunda mitad de la década de los sesenta, y parece haberse acelerado hacia el final del periodo observado. En Alemania e Italia las tasas brutas de ganancia comienzan a bajar después, hacia el final de la década de los sesenta, pero la caída ha continuado desde entonces [...] En los casos de Japón y Francia, es más difícil sacar una conclusión definitiva de si ha habido o no tendencia a disminuir..." (citado en Frank 1979, p. 71). En el mismo sentido apunta el trabajo de Glyn y Sutcliffe (1972) para Inglaterra; sin embargo, para el caso inglés, J. S. Flemming, L. D. D. Price y D. H. A. Ingram (1976a y 1976b) han obtenido una caída continuada en el periodo 1960-74 (desde un 13% a un 4%), si bien con una tendencia mucho más acusada desde 1968 (10%).


Para seguir leyendo

La publicación en inglés del libro de Rubin (1928), después complementado con Rubin (1927), fue uno de los factores explicativos de la abundante literatura que surgió en los años setenta sobre la teoría del valor, como se puede ver en Mohun (1994) o en Garegnani y otros (1978). También el debate sobre la tendencia de la tasa de ganancia originó una literatura muy abundante que pretendía recuperar la línea que habían desarrollado Grossmann (1929), Mandel (1962) y Rosdolsky (1968). Recopilaciones importantes sobre la cuestión del valor son Fine (1986) y Mandel y Freeman (1984).

Sobre la escuela japonesa de K. Uno, aparte de Uno (1964), véanse Sekine (1980, 1982 y 1987), Itoh (1988, 1990) y la perspectiva ofrecida por Albritton (1985). Y sobre la escuela neo-althusseriana, Wolff y Resnick (1987) y Cullenberg (1994).

En relación con los trabajos empíricos que desarrollan la teoría laboral del valor, hay que distinguir cuatro grupos. Sobre la convergencia de precios y valores, Ochoa (1984), más accesible en (1987, 1989), y Shaikh (1995), resumen lo esencial. Sobre la medida de las tasas de plusvalía y ganancia, aparte de los trabajos pioneros de Gillman (1957) y Mage (1963) -aunque con precedentes anteriores señalados en Delaunay (1984)-, están todos los reseñados en Shaikh y Tonak (1994), y los que llevan a cabo en este libro sus propios autores. También son importantes Duménil y Lévy (1993), Moseley (1982, 1992), Wolff (1987), Khanjian (1989) y Kalmans (1992). Sobre la cuestión de los valores internacionales y los determinantes a largo plazo de los tipos de cambio, hay tres trabajos sobre la economía española -Guerrero (1995), Román (1996), Mejorado (1996)-; y sobre la cuestión del salario social y el papel del Estado en la redistribución de la renta nacional, Guerrero (1992) y Guerrero y Díaz Calleja (1996) siguen a Shaikh y Tonak (1987).

Bibliografía:
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Cullenberg, S. (1994): The Falling Rate of Profit. Recasting the Marxian Debate, Pluto Press, Londres.
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Mohun, S. (ed.) (1994): Debates in Value Theory, St. Martin's Press, Londres.
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Wolff, R. D.; Resnick, S. A. (1987): Economics: Marxian versus Neoclassical, The Johns Hopkins University Press, Baltimore y Londres.





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[1] Otros malentendidos se refieren al estatus de la teoría del valor, que algunos creen una cuestión de definiciones (Robinson 1942, Schumpeter 1954); o a la cuestión de las relaciones entre el aspecto cuantitativo y cualitativa de esta teoría. Así, en relación con lo primero, Schumpeter (1954), siguiendo a Robinson (1942), señala que "aunque no admitamos que el trabajo contenido sea la 'causa' del valor de cambio en el sentido ordinario de esta expresión, ninguna regla lógica nos prohíbe definir el trabajo contenido como valor de cambio, aunque esto dé un sentido más, y acaso confusionario, al último término. Pues, en principio, podemos llamar a las cosas como queramos" (p. 664). Este convencionalismo se opone al realismo (Bunge 1993) que tomamos aquí como punto de partida. Por otra parte, en relación con la segunda cuestión, algunos aseguran que la teoría laboral del valor carece de dimensión cuantitativa adecuada porque "no se presta a medición" (Bunge, p. 32), mientras Roemer (1987) dice que "para Marx, la teoría laboral del trabajo no era una teoría del precio, sino un método de medida de la explotación del trabajo. La explotación del trabajo, a su vez, era importante para explicar la producción de excedente en una economía capitalista" (p. 384). 3) Sin embargo, hay otros críticos de la teoría del valor trabajo que defienden todo lo contrario, como es el caso de Garegnani, que niega la dimensión "cualitativa" que le atribuyen otros autores, rechazando cualquier otro contenido que no se pueda reducir "a la determinación de la tasa de ganancia o de los precios" (1978, p. 32), ya se trate de la teoría del fetichismo, "la noción de que las ganancias tienen su origen en la explotación del trabajo" (p. 55) o la de que "el abandono de la teoría del valor trabajo implica la renuncia a probar 'científicamente' el carácter transitorio del capitalismo" (p. 58).
[2] Dos de los primeros críticos de esta ley marxista fueron, como sucedió con otros aspectos de la teoría de Marx, los rusos Bortkiewicz y Tugán-Baranovski. El defensor más notable de la misma fue Henryk Grossmann, quien en su libro de 1929 también hizo un repaso notable a esta literatura, además de desarrollar la teoría de Marx aplicándola a la realidad de su tiempo. En 1942, tanto Sweezy como Joan Robinson rechazaron la ley, igual que había hecho Dobb (1937).
[3] Y también Yaffe (1973), Lebowitz (1976), Fine y Harris (1979), Laibman (1982), Hunt (1983), etc.
[4] Para una crítica de la misma, véase Clarke (1989).
[5] Aparte de las dos líneas estudiadas, cabe citar otros dos conjuntos importantes de trabajos: iii) los que pretenden una comprobación empírica de determinados aspectos de la teoría marxista de la competencia, como aquéllos que hacen referencia a su dimensión internacional (evolución de los precios internacionales y de la tendencia a largo plazo de los tipos de cambio reales de las monedas nacionales); y iv) los que se dirigen a contrastar la naturaleza de clase del Estado capitalista, intentando medir el impacto que ejerce la intervención estatal, tanto por el lado de los impuestos como de los gastos públicos, sobre la distribución de la renta nacional. En ambos casos, sólo citaremos los trabajos que, siguiendo los métodos desarrollados por Shaikh, se han aplicado al caso español, como son Guerrero (1995), Román (1996) y Mejorado (1996) (línea iii), o Guerrero (1992), y Guerrero y Díaz Calleja (1996) (línea iv).

[6] Vigodski (1961), p. 206. Estos son sus cálculos para el año 1908: "El conjunto de la producción industrial de Rusia era en 1908 de 4.651.000¬.000 de rublos; todos los gastos de los capitalistas (mate¬rias primas, materiales, combustibles, salarios, alquiler de local, reparaciones, etc.) ascendían a 4.082.000.¬000; las ganancias de los capitalistas equivalían a 568.700.¬000. Si se toma en cuenta que la suma total de salarios pagados a los obreros era de 555.700.000, la cuota de plusvalía se podría calcular de este modo: p' = 568.700.000 / 555.700.000 = 102.3%. Sobre esta base, Lenin llegó a la conclusión de que el obrero trabajó para sí menos de la mitad de la jornada, y más de la mitad para el capitalista" (ibidem).
[7] Ibid., p. 34. Moseley (1983) ha hecho una estima¬ción de estas variables definidas por Gillman, también para los Estados Unidos, pero para el periodo 1947-1977.
[8] Aunque señalan que "los japoneses son los pioneros a este respecto" (p. 152), como demuestra Izumi, que observa nada menos que 56 estimaciones diferentes realizadas en Japón, sólo entre 1924 -año en que se produce el trabajo pionero de Matsuzaki- y 1980.
[9] Lógicamente, si la plusvalía viene dada por la renta nacional menos la masa salarial (M = Y - N*S), entonces la tasa de plusvalía, m, será igual a: m = (Y - N*S)/(N*S) = (Y / N*S) - 1 = [(Y / N*t):(N*S/N*t)] - 1 = [(Y / N*t): (S/t)] - 1 = (E/s) - 1.
[10] Téngase en cuenta que, a partir de las propias expresiones utilizadas por Gouverneur, puede estable¬cerse -aunque él no lo recoja expresamente- que, supuesta una participación constante de los salarios en la renta nacional, basta una disminución de la jornada anual media de trabajo para que el valor de la fuerza de trabajo caiga. En efecto, dado que w = S/E, entonces w = S/[Y/(N*t)] = (S*N/Y)*t, de forma que, si suponemos constante (S*N / Y), entonces w caerá con t.
[11] Duménil, Glick y Rangel (1984), p. 157. Ésta es la evolución generalmente aceptada por la mayoría de los autores. Por su parte, de los cálculos de Vigodski (1961) para seis años puntuales, de desprende una evolución creciente entre 1889 y 1953 y un cierto estancamiento entre 1953 y 1959.
[12] Se trata del estudio de C. Sautter (1978b), cuyos datos se basan, a su vez, en Okhava-Rosovsy (1978) y en C. Sautter (1978a).

Apéndice: Aproximación al pensamiento económico crítico en España (1960-1990)[1].

Introducción

Cualquier repaso al pensamiento económico crítico en España impone, como tarea previa, la de perfilar qué podemos entender por "pensamiento económico crítico" en general. Desde luego, no parece sencillo "a priori", aunque si se acude a la historia en busca de una primera inspiración, no parece abusivo afirmar que, desde que Marx escribió su "crítica" a la Economía Política, todo el desarrollo del pensamiento económico heterodoxo ha sido enormemente tributario de sus ideas, cuando no ha girado sencillamente a su alrededor. Sin embargo, sería evidentemente erróneo reducir la heterodoxia económica a los discípulos de Marx[2], dado que han sido muchas otras las corrientes, y también los pensadores singulares, que han contribuido a la Economía crítica contemporánea. Pero esto nos abre un campo muy amplio al que dirigir nuestro interés, y que sería difícil de abarcar. Además, si se tiene en cuenta que la crítica es un momento ineludible de todo verdadero pensamiento[3], se comprende inmediatamente la necesidad de acotar nuestro objetivo para evitar la ingente labor que supondría convertir este ensayo sobre el pensamiento crítico actual en un estudio exhaustivo del pensamiento científico en materia económica. Por esta razón, hay que fijar unos límites asequibles a este repaso, y ello en un doble sentido. Por una parte, me moveré sólo en el ámbito de la teoría económica y de la economía aplicada, dejando fuera otros sin duda importantes, como la política o la historia económicas. Por otro lado, dejaré fuera todo el material crítico que se hace explícitamente desde el interior (y con ánimo constructivo) de la corriente ortodoxa dominante, entendida ésta, para mayor comodidad y de forma muy amplia, como el conjunto del pensamiento "marginalista-keynesiano". Por ello, limitaré la atención a las tres grandes áreas que resultan de dividir el pensamiento económico crítico en "heterodoxia institucional-estructuralista", "escuela postkeynesiano-neorricardiana" y "economía marxiano-marxista". Haré primero referencia a los "momentos" más relevantes en cada una de estas corrientes, para terminar refiriéndome a la situación más "actual" del pensamiento económico crítico en España.


a. La heterodoxia "institucional-estructuralista":

Incluyo en este primer grupo un conjunto de aportaciones diversas que vendría caracterizado por su crítica -diríamos- "destructiva" (parcial o total) del pensamiento más convencional, pero sin aportar una teoría alternativa[4]. Su objetivo suele ser la denuncia de la parcialidad, el irrealismo, la superficialidad o la irrelevancia del modelo ortodoxo; y a él se dirigen, utilizando para ello ideas de diversa procedencia, aunque con frecuencia heredadas de las tradiciones institucionalista, histórica y estructuralista. En la España de las últimas décadas, el núcleo central de esta corriente puede fácilmente vincularse a la obra de José Luis Sampedro y su "escuela". En mi opinión, lo que hace de Sampedro un heterodoxo es la combinación de dos circunstancias. Por una parte, el haber sido el verdadero difusor en España, desde la década de los 50, del análisis "estructural", ofrecido en Europa por diversos autores alemanes ya desde los años 20 y 30, así como por el francés Perroux o el sueco Akerman (análisis posteriormente enriquecido, en su recepción por Sampedro, por las ideas de los estructuralistas marxistas franceses y de los teóricos latinoamericanos de la dependencia): es decir, corrientes críticas y periféricas respecto del tronco académico anglosajón, de raíz neoclásica. Pero, por otra parte, interviene el hecho de que la trayectoria intelectual de Sampedro pueda, en efecto, caracterizarse, como "un viaje hacia el sur", en contraste con la dirección habitual seguida, en los últimos tiempos, por muchos "'jeunes loups' del pensamiento económico de izquierdas de la pasada década [que] se instalan, dirección norte, en los lujosos trenes superexpresos europeos (...)" (Beiras 1987:66). En realidad, esto ayuda a situar la postura intelectual de Sampedro, pero no contribuye demasiado a la difícil tarea de determinar qué es el análisis "estructural" español. Desde luego, no creemos adecuada una interpretación tan lata como la que ofrece Velarde[5], ni, menos aún, la que subyace en algunos planteamientos que, prescindiendo de toda referencia a posturas metodológicas o epistemológicas específicas, lo reducen a una mera "especialidad" académica[6]. El propio Sampedro distingue, en un primer momento, "tres troncos principales" que "afluyen a la presente cuenca de conocimientos estructurales", a saber: la aportación "geográfico-locacional", la estrictamente "económica" (centrada en los estudios de renta nacional, contabilidad nacional, modelos econométricos, ciclos y "modelo de Leontief")[7], así como la corriente "histórico-social", alimentada por los "economistas no clásicos (institucionalistas e históricos principalmente)" y por "cultivadores de diversas ciencias sociales distintas de la economía" (Sampedro 1955:125ss). En la evolución de este triple caudal, pueden encontrarse ya las primeras "reflexiones estructurales" en autores tales como Tugán-Baranovsky o Wicksell, aunque Sampedro reconoce que "los fundamentos teóricos de esta rama se encuentran todavía por construir" (ibid.:110). Al parecer, treinta años después, nuestro autor, tras señalar que su objetivo teórico consiste en "eludir mejor las trampas de la teoría dominante", y en "desmitificar el lenguaje oficial" (consciente de que "proponer otra teoría equivale a proponer un nuevo lenguaje"), confiesa que no posee "ni la una ni el otro" (Sampedro 1983:1675). Aunque no pretende elaborar un modelo teórico alternativo, esto no le impide romper progresivamente con la economía convencional, entendida como "pura técnica"[8]. Precisamente por esta razón, puede notarse cómo, a lo largo de su obra, va Sampedro sumando, junto a "históricos e institucionalistas", a otros "disidentes" (como "el marxismo, incluso los estructuralistas franceses"), en su afán de "ruptura con la ciencia convencional" (Sampedro 1987:38). Ello le lleva a concluir en la necesidad de añadir, al nivel técnico, dos niveles más -el "social o institucional" y el nivel "cultural"-, para conseguir un análisis completo de la realidad social (ibid.:39, 1983:1659ss). Pero, entiéndase bien: este complemento necesario del análisis económico surge, en el fondo, no porque considere Sampedro que las elaboraciones de la 'Economics' -es decir, de la teoría convencional que se limita al primero de los tres niveles mencionados- sean "inválidas", sino porque son "insuficientes" (ibid.:38). Por esta razón -por una parte, la insuficiencia de la teoría económica académica, y, por otra, su escepticismo ante las posibilidades de una auténtica alternativa puramente económica-, se ve finalmente empujado a trascender el ámbito de lo económico, calificándose a sí mismo como un "metaeconomista", más preocupado por la interdependencia entre lo económico, lo social y lo cultural, que por la propia economía.

Por lo demás, como primer catedrático español de Estructura económica, y gracias a la defensa vigorosa que siempre supo hacer de su causa "heterodoxa", las ideas de Sampedro tuvieron una amplia difusión en nuestro país, habiéndose acogido su análisis, en una u otra medida, por gran número de discípulos, especialmente universitarios. Quizá la extensión más notable de estos planteamientos, en la línea más crítica de entre las trazadas por el maestro, pueda encontrarse en los trabajos de Beiras, movidos por la idea de combinar el análisis estructural con el marxista (véase Cortiña 1983:24), especialmente en la investigación aplicada a la estructura económica gallega[9]. Beiras se esfuerza por desarrollar el estructuralismo genético de inspiración marxista (Piaget, Goldmann, Godelier) utilizando en particular la idea de "subyacencia"[10], y destacando tres niveles en el concepto de "estructura": uno en el campo ontológico, y dos en el metodológico. De estos dos últimos, sólo uno supera el "modelo descriptivo" (al que pueden adscribirse los planteamientos de Akerman o de Perroux), convirtiéndose en el auténtico "modelo estructural" (87:70-71): éste es el nivel que se inició con la obra de Marx (particularmente, con sus teorías del fetichismo, de la explotación, de la alienación y de la reproducción del capital), en cuyo materialismo histórico se da la "superación rotunda de la falsa contradicción estructura-historia" (ibid.:73, 1984b). El análisis estructural marxiano de Beiras[11], que cautivó a Sampedro (como relata el propio Beiras 1987:70), quedó resumido en un artículo (Beiras 1971) que atrajo, asimismo, a un grupo numeroso de autores[12] que trabajaron, durante la década de los setenta, con la idea de obtener unos resultados impregnados de "significación estructural". Así, los autores de la recopilación sobre "Crecimiento económico y Crisis estructural" ofrecieron, además de aportaciones expresas para la ocasión, una selección, de entre más de medio millar de libros y artículos, de los trabajos caracterizados por la utilización de esta óptica "histórico-estructural", aquella que "toma, como clave básica de referencia, los siguientes elementos en su articulación dinámica: el desarrollo de las fuerzas económico-productivas (...), las formas específicas que adquiere la organización de la producción capitalista (...), las formas que adquiere la distribución del excedente (...), el espectro de fuerzas sociales y la configuración del poder y, por último, la forma de inserción de la formación social española en el contexto del capitalismo mundial"[13].

Una línea algo diferente es la seguida por otros críticos, que entroncan más bien con los trabajo pioneros, en los primeros años de la década de los cincuenta, de Fermín de la Sierra (1951 y 1953) y Carlos Muñoz Linares (1954 y 1955) sobre la concentración de determinadas ramas industriales en España. Esta línea -en gran medida conectada desde un principio con el tipo de investigación impulsado por Velarde, y, ya desde los cincuenta, por quien fue por un tiempo su ayudante, Ramón Tamames- se prolonga en lo que en los años setenta comienza a llamarse la Economía Industrial española, y gira fundamentalmente en torno a la crítica del "irrealismo", o "inconsistencia empírica", de los supuestos clásicos del modelo de competencia perfecta, centrándose especialmente en el análisis crítico de los monopolios, la concentración industrial, etc. En un completo artículo, José Antonio Alonso (1986) ha efectuado un repaso de los estudios españoles de Economía Industrial, distinguiendo entre cuatro grupos de trabajos, según el supuesto básico elegido para la crítica: "la atomicidad de la oferta", la "homogeneidad de los bienes", la "libre movilidad de los factores", o la "transparencia y acceso a la información plena" (Alonso 1986:409ss).


b. La escuela postkeynesiano-neorricardiana:

Aunque no ha faltado entre nosotros quien ha utilizado los términos "postkeynesiano" y "neorricardiano" como sinónimos (Caballero 1975), y a pesar de la evidente relación entre ambos grupos, originarios de la Universidad de Cambridge y con abundantes elementos en común, lo cierto es que tienen sensibilidades particulares sobre varias cuestiones, especialmente respecto a la valoración que hacen unos y otros de las obras de Keynes y de Sraffa. Mientras, para los primeros, Keynes es el responsable de la "primera gran ruptura con la teoría ortodoxa" (por ejemplo, Eichner 1983: "Economía poskeynesiana", Economistas, 3, agosto, p. 39) -aunque reivindiquen la influencia indirecta de Marx, vía Kalecki, en la obra de los fundadores del postkeynesianismo: Robinson y Kaldor-; en cambio, para los neorricardianos, fue Sraffa, con sus artículos de los años veinte, el primero y más eficaz crítico, pues, a la postre, fue él quien terminó por ofrecer un auténtico sistema alternativo a la ortodoxia económica: primero, en los años cincuenta, con su lectura y reivindicación de Ricardo, y, luego, en 1960, con su Production of commodities by means of commodities. Es verdad que, para Joan Robinson, Sraffa era un marxista "puro" (Robinson 1977:"La teoría del valor trabajo: un comentario", traducido en Revista Mensual, 1978, p. 98); y que, por otra parte, de todos es conocida la relación personal de éste con un marxista tan destacado como Gramsci (véase, por ejemplo, Barceló 1983b:51-52). Pero la relación entre el pensamiento de Sraffa y el de Marx, así como la relación entre sraffianos y marxistas contemporáneos, no debe valorarse sobre esta base, sino por el contenido de los trabajos que han contribuido a uno de los debates más intensos que recorren todavía la teoría económica contemporánea. Sin embargo, no entraré aquí a presentar una relación global de esta polémica: he de limitarme al pensamiento español, por lo que sólo como referencia explicativa mencionaré algunas de las cuestiones que están en el centro del debate. Digamos, en primer lugar, que, en España, la difusión de los trabajos de inspiración sraffiana ha tenido la función de haber reivindicado un sistema alternativo al del equilibrio parcial y general, y de haber reactualizado el interés por los clásicos y por Marx, en un contexto nacional en el que la teoría económica marxista estaba prácticamente proscrita en la Universidad. No obstante, se verá que el tipo de interpretación del pensamiento marxista que hacen estos autores ha añadido bastante confusión, en el sentido al que más tarde haré referencia.

Como han contado Lluch (Lluch 1987) y Caballero (Caballero y Lluch 1986), el "sraffismo" español arranca en 1966[14], y se pone realmente en marcha, sobre todo en Barcelona y Valencia, desde comienzos de la década de los setenta, con varios cursos y seminarios impartidos por Lluch, en Valencia, y por Barceló, Bricall y Vegara, en Barcelona. En Barceló 1972, Lozano 1972, Bricall 1972, Vegara 1973, Lozano y Segura 1974 y Caballero 1975, se encuentran las primeras críticas españolas a la teoría marginalista del valor y de la distribución, inspiradas en el contenido crítico de la propia obra de Sraffa -e, indirectamente, en la tradición que él mismo se atribuye: Quesnay, Smith, Ricardo, Torrens y Marx (Sraffa 1960:13 y 131 y ss.)-. La esencia del planteamiento consiste en concebir el sistema de producción y consumo como un "proceso circular", lo que, en palabras del propio Sraffa, contrasta agudamente con "la visión presentada por la moderna teoría de una avenida unidireccional que lleva desde los 'factores de producción' a los 'bienes de consumo'" (ibid.:131). Planteamiento que se apoya, según Barceló 1972[15], sobre otros dos puntos igualmente claves: "la crítica a la productividad marginal de un factor como un instrumento conceptual de validez amplia", y "la imposibilidad de medir la cantidad de capital independientemente de la distribución y de los precios" (ibid.:34). Todo lo cual puede resumirse igualmente en la utilización del enfoque "reproductivo", a saber: "la visión de la producción, distribución y el consumo como un proceso único, cíclico y social, en contraposición con el enfoque por tiempos (...), ahistórico (...) e individualista, en que se basan los textos usuales en nuestras Facultades" (ibidem, 1983b:52). En el mismo sentido podría citarse a Caballero, para quien "la teoría de la distribución neoclásica de la productividad marginal del capital se derrumba", a la vez que se produce un "evidente reforzamiento de las teorías marxistas", así como de las "postkeynesianas" o "neorricardianas", identificadas ambas como aquella posición que reivindica el interés analítico por el "poder relativo" de los actores frente al interés convencional por la "eficacia relativa" de las asignaciones de recursos alternativas (Caballero 1975:191). Asimismo, Segura y Lozano coinciden en destacar que el "paradigma a atacar" es el neoclásico, aunque en realidad estos autores se muestran mucho más escépticos respecto a la obra de Sraffa, a la que consideran, en cierta medida, como formalmente equivalente al sistema de equilibrio general de Walras[16]. En esta primera etapa, lo más característico, quizás, de los planteamientos de esta corriente es, además de la crítica directa al marginalismo, la defensa de la teoría marxista frente a determinados ataques de los propios marginalistas, como se puede observar en Vegara 1975, que rechaza la idea de que el recurso al sistema de valores sea un "rodeo innecesario" (expresión acuñada por Samuelson) si lo que se quiere analizar no es sólo el sistema de precios relativos, sino además el conjunto de relaciones sociales subyacentes (véase una defensa de la teoría marxista del valor en Sánchez 1978-79 y 1979-80)[17].

Sin embargo, el panorama sraffiano español va evolucionando lentamente, desde la crítica preferente al marginalismo, hasta la crítica directa del marxismo y, en especial, de su teoría del valor, aspecto que no aparecía expresamente en la obra de Sraffa, aunque se encuentre implícito en su estructura[18]. En efecto, si se tiene en cuenta que Sraffa, aunque dando por supuesta tácitamente la validez de la teoría del valor trabajo, presenta un sistema que se limita al análisis de las relaciones lógico-matemáticas entre movimientos en la distribución, variaciones en los precios de producción y cambios en la utilización de la técnica capitalista correspondiente, no puede sorprender que discípulos suyos, siguiendo a Steedman, Roemer, etc., terminen por considerar como redundante, inconsistente o irrelevante a la teoría marxista del valor. En realidad, no cabe negar que el sistema de Sraffa es puramente formal, y que no incorpora teoría alguna del valor ni de la distribución. Más concretamente, su aportación consistió en la tesis de la redundancia de los conceptos de demanda y de utilidad marginal para el establecimiento de un sistema de precios de equilibrio: los precios de producción; por lo cual surgió de la manera más natural la posibilidad de un desarrollo mimético de dicha idea, dirigiendo los esfuerzos hacia el intento de demostración de la superfluidad de los valores marxianos[19]. En esta línea, algunos autores se unieron a la secular tradición de examinar la "solución" ofrecida por Marx al problema de la transformación, ejercicio en el que se mezclan inextricablemente razonamientos matemáticos de impecable factura con planteamientos positivistas intensamente vinculados a la crítica académica del marxismo[20]. La evidente provisionalidad de la "solución" de Marx, el desconocimiento de la existencia de "solución" marxista[21], y la sencillez formal del sistema de precios de producción llevó a muchos de los sraffianos españoles a seguir a Steedman, no sólo en el desplazamiento de la cuestión del valor a una función de mero marco contextual, sociológico-histórico y, por ello, envejecido en gran medida, sino incluso a proponer su abandono absoluto, a causa de su supuesta incoherencia lógica, y su sustitución por el puro modelo de precios de producción. Lo sorprendente es que, entre los argumentos utilizados, quizás el más habitual haya sido el que tomaron prestado de los críticos marginalistas (como Samuelson), a saber: que los empresarios, en la vida real, toman sus decisiones basándose en precios y en tasas de beneficio medidas en precios, y no en valores o en tasas de beneficio en valores (Caballero 1983:34, Vegara 1977c:25, Barceló 1986b:285). Sorprende porque ello significa desconocer que este argumento descalifica igualmente su sistema de precios de producción, ya que tampoco éstos son los precios de mercado (Shaikh 1982, cit.:76), a menos que los conciban, a la manera marginalista, como precios ideales de equilibrio. Con todo, y como he dicho, lo que, en un primer momento, eran críticas puntuales a determinados aspectos de la teoría de Marx, en especial a su teoría de la caída tendencial de la tasa de beneficio (crítica que estaba ya presente por ejemplo en Barceló 1972, o en Vegara 1975), terminó por convertirse en un rechazo generalizado de la teoría marxista del valor, como núcleo de toda la teoría de Marx. Esto lleva a distinguir, siguiendo a Barceló 1983a, tres posiciones diferentes entre los autores que se ocupan en la actualidad de la cuestión de la teoría del valor: una, de aceptación del concepto de valor y de la ley del valor, como necesarias para explicar la dinámica capitalista (marxistas); otra, de abandono de la teoría del valor, y de reformulación en otros términos de los conceptos marxistas que siguen siendo válidos, tales como los de "relaciones de producción", la distinción "trabajo/fuerza de trabajo", etc.; y, finalmente, una tercera posición, según la cual la teoría del valor ha sido a la vez "confirmada y superada" por las aportaciones modernas[22] (Barceló 1983a:146-147). De atender a la crítica que realiza recientemente contra Caballero y Vegara (Barceló 1988a), podría concluirse que Barceló piensa en estos dos autores como representantes de la segunda posición[23], adscribiéndose él mismo a la tercera. Sin embargo, ello no le impide considerar a la teoría del valor de Marx como una "construcción teórica pedestre", y al concepto de valor, como un concepto "demasiado basto", que ni siquiera representan "un principio decisivo para desarrollos ulteriores" de la teoría de Marx[24]. Todo lo anterior indica que los sraffianos no son todavía conscientes del dilema que se les presenta (y del que les advierte E. K. Hunt 1983), consistente en que, si abandonan la teoría del valor-trabajo, sólo les queda la teoría del valor-utilidad, o bien la renuncia a la cuestión del significado social de los precios. Por otra parte, desconocen que existe ya la demostración empírica de la dependencia de los precios de producción y los de mercado respecto de los valores[25].


c. La corriente "marxiano-marxista":

En realidad, hay dentro de esta corriente una heterogeneidad mucho mayor de la que pudiera parecer. Y no me refiero sólo al marxismo internacional, sino también al de España. Pero, si bien a los marxistas les corresponde el mérito, entre las escuelas contemporáneas, de poseer la tradición más antigua de crítica de la ortodoxia económica, ello no los inmuniza ni contra el error ni contra la vulgarización del análisis[26]. Es preciso hacer constar este punto expresamente, porque, debido a la enorme influencia que las ideas filosóficas y políticas de Marx han alcanzado históricamente, se identifica frecuentemente la evolución de estas últimas con el desarrollo, autónomo e independiente, seguido por su teoría económica. Por esa razón, se ha insistido últimamente en la necesidad de distinguir entre economía "marxista" y economía "marxiana"[27], con la intención de reservar el segundo término a la teoría económica del propio Marx y de un grupo bastante reducido de sus continuadores, dejando para la inmensa mayoría de seguidores el término de "marxistas". Esta clasificación, siempre que no se convierta en una mera máscara para encubrir posiciones de neokantismo político, puede ser útil, si se consigue reducir su ambigüedad. Y ello, mediante la consideración de que existe una auténtica división del trabajo entre ambos grupos, de forma que los "marxianos" se ocupan de la unidad de la teoría marxista a partir de su núcleo: la teoría del valor (y de las sucesivas teorías derivadas de ellas: la teoría del capital y de su acumulación, la teoría de las crisis, etc.), y los "marxistas" estarían más bien ocupados en establecer diversos "puentes" con la realidad histórica (imperialismo, capitalismo monopolista, internacionalización del capital, etc.) o con la realidad social (papel del Estado, influencia de la lucha de clases en la distribución, etc.). Así, la mayoría de los autores españoles de esta corriente están movidos por una preocupación más "marxista" que "marxiana". Sin embargo, no parece adecuado forzar el análisis hasta el punto de reducir cualquier aportación a uno u otro de los dos tipos, máxime cuando algunos autores participan de ambas sensibilidades, o niegan incluso tal distinción.

Éste podría ser el caso de aquellos filósofos que han contribuido a perfilar, contextualizar y divulgar las ideas económicas de Marx[28]. Recientemente, merece una mención especial Martínez Marzoa (1983), que sostiene la tesis de que, la verdadera filosofía de Marx es su teoría del valor, y que todo el contenido de El Capital debe interpretarse como la conclusión lógica y el desarrollo detallado de la propia noción de valor.

Entre los economistas, y dejando a un lado los elementos marxistas que pueden encontrarse en los trabajos de los autores a los que nos he referido en la primera sección (Beiras, el propio Sampedro o los incluidos o citados en la recopilación de Carballo, Temprano y Moral Santín 1981), hay que destacar, en primer lugar, la labor pionera de Vidal Villa, que se manifestó, no sólo en la dedicación de un trimestre del curso de "Estructura y Organización Económica Internacional (rama de Economía General)", de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona, al estudio de la economía marxista, sino además en la transformación del fruto de esta labor en el primer libro, sobre la materia, de un autor español publicado en España, después de la guerra civil (Vidal Villa 1973a). Este libro, así como el que dedicó en 1976 a las teorías del imperialismo (Vidal 1976), y otros más recientes (Vidal 1987, Vidal y Martínez Peinado 1987), e igualmente los de otros autores, dedicados al imperialismo y a la internacionalización del capital (Beramendi y Fioravanti 1974, Fioravanti 1976, Berzosa 1976, Acosta 1977a y 1977b, M.-Tablas 1977a y 1979a, etc.), se caracterizan por apoyarse muy directamente en autores de lo que se ha dado en llamar el marxismo "tercermundista"[29] (Amin, Emmanuel, Sweezy, Baran, Frank, Palloix...). El punto culminante de la influencia de este tipo de trabajos quizá quepa situarlo en la segunda mitad de la década de los 70, especialmente coincidiendo con el periodo de publicación en Barcelona de la versión española de la Monthly Review (Revista Mensual, 1977-1981), bajo los auspicios de Aguilar, Aponte y el propio Vidal Villa; aunque ello no significa que se haya agotado posteriormente dicha línea de trabajos (véanse M.-Tablas 1984 y 1986, Berzosa 1988, Alburquerque 1987, Palazuelos, ed., 1986 y 1988a, etc.).

Aparte de los anteriores, entre los temas analizados por los economistas marxistas españoles, ocupa también un lugar destacado el del papel del Estado en la reproducción capitalista, así como en la gestión de la crisis económica o en el desarrollo del Estado del bienestar. Entre los que se han ocupado del primer tema, destacan autores como Braña (1981, 1983), Rodríguez Cabrero (1979, 1986, 1987), Corbacho y Pousa (1979), Fernández Caínzos (1979), Pérez Royo (1977a, 1980), Albiac (1977a), o Braña, Buesa y Molero (1984), cuyos trabajos pretenden aplicar al caso español análisis de inspiración neomarxista (especialmente, de J. O'Connor), o sraffiana (Gough, Metcalfe y Steedman, Eatwell). Por otra parte, Vicente Navarro, desde la Johns Hopkins University (EE. UU.), se ha ocupado frecuentemente de la crítica de las políticas desmanteladoras del llamado Estado del Bienestar, así como del análisis social del gasto público. Por último, otra serie de trabajos, fundamentalmente inspirada en autores franceses como Aglietta y otros miembros de la llamada "escuela de la regulación", son los elaborados por Serrano, del Castillo y otros, en el País Vasco, y también los de A. Castells, Petitbó, Costa y otros autores vinculados al Centre d'Estudis de Planificació de Barcelona. En una línea paralela, aunque algo diferente, se mueven los trabajos de Ferrán Brunet, autor que pretende relativizar la influencia de los "regulacionistas" puros con la aportación de otros autores, también franceses, más en la línea de Boccara o Fontvieille (Brunet 1987a, 1988a, 1989a).

Otros trabajos de inspiración marxista se han referido a temas muy diversos, entre los que pueden citarse, dejando a un lado la cuestión de la crisis, que trataré luego, los de la distribución de la renta/tasa de plusvalía, el trabajo productivo, la inflación, la transformación, los ciclos, los modos de producción y otras cuestiones metodológicas, filosóficas o históricas. En cuanto a la distribución, destaca el trabajo de Carballo (1976), como un primer intento de cálculo de la tasa de plusvalía en España, y otros similares llevados a cabo por Palacio Morena 1978, Lovelace 1979 o Moral 1981b; asimismo, en el plano teórico, puede citarse a Velasco 1977 y Jimeno y Huerta 1977. Sin embargo, es de lamentar que no se aborde en ellos ninguno de los ricos problemas teóricos tratados en el excelente trabajo pionero de García Abalos 1949, auténtica rara avis en el panorama bibliográfico español de la posguerra. En cuanto al trabajo productivo, este tema ha sido tratado tanto desde un enfoque marxista (Bort 1984, 1985a, 1986a, F. Enguita 1982, 1985a, 1985b, 1986, F. de Castro 1986, Albarracín 1988b, Guerrero 1989a, 1990a, o Grupo de trabajadores de CC.OO. de la C.A.M. 1989) como neorricardiano (G. Reche 1977, 1978, Barceló y G. Reche 1979, de Juan 1988). Lo mismo ha ocurrido con los modos de producción (Barceló 1978, 1980, 1981, Barceló y Sánchez 1986, 1988, Fioravanti 1972, F. Enguita 1990). Respecto a la inflación, ha sido tratada en Brunet 1988a, 1988e, Ulloa 1990 y, más en profundidad, en Bort 1987. Albarracín 1983 y 1984 ha tocado casi en solitario el tema de la transformación[30], así como el de las ondas largas (Albarracín 1987), aunque esto había sido analizado en Izquierdo 1979, y posteriormente largamente debatido en Debate 1989[31]. En cuanto a las relaciones entre marxismo y ecología, el tema ha sido tocado por Fernández-Galiano 1983a y 1983b, Sacristán 1984, Barceló 1985b, Naredo 1987, y Martínez Alier 1982, 1986, 1987 y 1988, habiéndose hablado recientemente de la aparición de un "marxismo ecológico" español[32].

Sin embargo, por coincidir en el tiempo con la crisis económica de las dos últimas décadas, quizá el tema más repetido en los análisis recientes sea el de la crisis, cuyo tratamiento por parte de los autores españoles no podía dejar de reproducir la diversidad de los enfoques utilizados a escala internacional. Como en todo el mundo, la cuestión de la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia ha sido la auténtica piedra de toque de los diferentes planteamientos. Un primer tipo de teorías sobre la crisis, con vocación autotitulada como "antidogmática", es precisamente la que trata de explicarla "desligándola de la versión mecanicista y dogmática de la necesidad del descenso tendencial de la tasa de ganancia" (Castells 1978:9, 1976). La característica principal de este enfoque[33] es la renuncia a explicar la crisis en términos puramente económicos, y su sustitución por una explicación hiper-sociológica, según la cual no cabría la posibilidad de analizar "movimientos de capital" sin proponerse, simultáneamente, "analizar sociedades"[34]. Por otra parte, este enfoque, que coincide en gran medida con el que utilizan Bowles, Gintis y Weisskopf -los autores que inspiraron a Toharia (1980 y 1981) sobre la descomposición de la tasa de ganancia en España-, parece ser también el punto de vista implícito en trabajos como el de Berzosa 1988b o los de Palazuelos (Ed.) 1986 y 1988a. De otro tipo es el estudio de Ballestero 1989, que tiene una inspiración más clásica, y con ribetes subconsumistas y desproporcionalistas[35], aunque comparte con los anteriores la postergación del papel de la citada ley tendencial. En cambio, esta ley ocupa un lugar central en una serie de trabajos igualmente recientes que se ocupan de la crisis desde una perspectiva abierta por autores como Grossmann o Rosdolsky. En España, el primer trabajo en esta línea parece ser el de Bort 1976 (aunque publicado en Italia y en italiano, con la colaboración de Paolo Giussani), el cual, reivindicando en especial a Mattick, Yaffe y Cogoy, insiste en "el significado de la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia y su importancia", señalando que, aunque, efectivamente, la citada tendencia "no puede significar que caiga continuamente" -porque esto conduciría a la desaparición "automática, espontánea" del capitalismo-, sin embargo se trata de la tendencia real de la producción capitalista: esto lleva a los autores a criticar la tesis de Balibar, según la cual "el análisis de Marx demuestra que la ley no se manifiesta históricamente en la caída efectiva de la tasa de ganancia" (Bort y Giussani 1976:15-16). Más recientemente, y ya en España, Moral Santín y Raimond (1986) han desarrollado estas ideas en un esfuerzo enmarcado en el interés más general por re-escribir correctamente la historia del pensamiento económico marxiano en relación con esta cuestión. Basándose en la "reivindicación del clasicismo marxista", vinculado con Grossmann, Rosenberg y Rubin, en los años 20 y 30, Rosdolsky y Mattick en los 50 y 60, y, más recientemente, con Yaffe, Cogoy y Shaikh[36], estos autores insisten en el "status central" del que goza la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia en la economía política de Marx, lo que les lleva a criticar a autores como Vegara o Castells. En particular, y tras intentar una "reconstrucción textual de la ley marxiana", Moral y Raimond señalan que es la caída de la masa de plusvalor la que indica la llegada del "momento crítico del curso ascendente de la acumulación del capital", de forma que, "cuando la tasa de acumulación es ya incapaz de crecer a un ritmo que compense la caída de la tasa de beneficios, el capital cae en una crisis total" (p. 71). Coinciden, por otra parte, con Bort y Giussani en la necesidad de una caída "histórica", o "secular", de la tasa de ganancia, aunque ésta no tenga por qué desarrollarse "en términos lineales y constantes" (p. 82). Esta misma interpretación es sostenida también por otros autores, como Enrique Prieto, que considera que el único sentido que podía dar Marx a la existencia de "tendencias que actúan y se imponen con férrea necesidad" consiste en dar a dichas tendencias un contenido histórico real (Prieto 1988b:27). Sin embargo, ha surgido recientemente otra interpretación que, sin necesidad de renunciar al "clasicismo marxista" que reivindican Moral y Raimond, e inspirándose, además, en las ideas de Fine y Harris, Weeks, o Groll y Orzech[37], defiende la vigencia absoluta de la Ley de la Tendencia Descendente de la Tasa de Ganancia, pero desligándola de su necesaria manifestación "empírica" en la forma de una caída secular de la tasa de ganancia. Ésta parece ser la idea de Valdés (actualmente en los Estados Unidos), quien, a la vez que insiste en que "la tradición marxista que explica las crisis económicas a la luz de la LTDTG debe recibir la legitimación teórica que se le negó en los últimos años", pone "en tela de duda" la interpretación de la crisis como subproducto recurrente de la "lucha de clases" en la distribución (Valdés 1988:575, 1987:114). La novedad de este análisis radica en que niega tanto la validez del conocido teorema de Okishio -no en vano afirma que "en esencia el argumento usado por Shaikh es el nuestro" (p. 569)-, como la injustificada generalización que hace Shaikh[38] a partir de uno de los casos posibles de movimiento de la acumulación (a saber, aquél en el que se produce simultáneamente el aumento del margen de ganancia con la caída de la tasa de ganancia), y el corolario que se desprende de dicha generalización: la necesaria tendencia histórica a la baja de la rentabilidad. En esta misma línea, debe situarse también Guerrero 1989a y 1990b.


d. El estado actual del pensamiento crítico en España:

Después de trazar el precedente recorrido panorámico por los tres grupos críticos citados, pero no habiéndome referido al estado contemporáneo de la ortodoxia marginalista-keynesiana, es necesaria alguna reflexión de conjunto. Quizá corresponda señalar, en primer lugar, que, si se compara dicho panorama con el que podría hacerse en otros países vecinos, el balance del lado español resultaría pobre, especialmente en lo concerniente a la crítica basada sobre fundamentos teóricos sólidos (aunque abunden más lo que hemos considerado como críticas "parciales" o "destructivas"). Sin embargo, aunque es verdad que nuestro pensamiento crítico económico debe caracterizarse de "débil y disperso", tengo la impresión de que se trata de una debilidad y una dispersión compartidas por otros ámbitos del pensamiento crítico, y por el pensamiento económico español en general. Quizás, por tanto, lo más preocupante no provenga de esto, sino del hecho, relativamente reciente, de que muchos antiguos críticos de los setenta se hayan "instalado" rápidamente (por utilizar la expresión de Sampedro y Beiras) en un buen expreso (un "TGV", habría que decir hoy) que viaja en dirección al norte, cuando el pensamiento crítico de este país apenas había iniciado su caminata, a pie, en dirección al sur. Es significativo el comentario de Lluch, en su repaso a los nombres de "Sraffa en España": "La mayor parte de ellos han pertenecido al área socialista o a corrientes comunistas heterodoxas. Algunos del área socialista han ocupado cargos políticos después de la victoria socialista de 1982. De los nombrados, dos han sido ministros, uno rector de Universidad, y tres, directores generales" (Lluch 1987:38). Quizá esto explique, entre otras cosas, el viraje de los neorricardianos (o, más bien, al contrario: quizá el viraje explique, por vía de ejemplo, alguno de los cambios teóricos que están detrás del acceso al poder político de determinado grupo social). Como han señalado otros autores, este cambio ideológico ha consistido, en general, en la sustitución de los planteamientos críticos defendidos antes de la llegada al poder por una una reivindicación progresiva, y agresiva, de la ortodoxia económica en contra de los antiguos compañeros de crítica (en una repetición típica del fenómeno de los "conversos"). Y, como se ha analizado repetidamente, es muy posible que éste haya sido uno de los elementos que más han contribuido a debilitar y dispersar el pensamiento crítico de los no instalados.

En los últimos años, sin embargo, parece recobrarse la conciencia de la necesidad urgente de revitalizar el pensamiento crítico económico en nuestro país[39]. Esto explica, por ejemplo, el relativo éxito de la iniciativa de convocar las Primeras Jornadas de Economía Crítica, que se celebraron en Madrid, en diciembre de 1987, como medio de "recuperar y fortalecer" el citado pensamiento "débil y disperso" (véase el Boletín de Economía Crítica, n. 0, junio 1988). Esta iniciativa, que partió conjuntamente del Centro de Estudios de Economía y Sociedad, de la Fundación del Hogar del Empleado (FUHEM) de Madrid (Tablas, Rodríguez Cabrero, de la Puerta, Stanley, etc.), del grupo de Economía del Centre de Treball y Documentació de Barcelona (Barceló, Etxezarreta, Ovejero, Vidal, Recio, etc.), y del Seminario CEP (Crítica de la Economía Política), del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco (Uranga, Herrero, Serrano, Flores, Etxebarría...), tendrá continuidad próximamente en las Segundas Jornadas de Economía Crítica, que se preparan para el mes de febrero de 1990 (en Bilbao) por el grupo citado del País Vasco[40].

Otro hito importante reciente lo constituyó la celebración en Barcelona, en el mes de junio de 1988, y organizado por Brunet y Petitbó, del "Congreso Internacional sobre la Teoría de la Regulación", en el que participaron como ponentes, junto a una larguísima lista de nombres importantes del panorama crítico internacional, autores españoles como Toharia, Alonso, Benería, Scheiffler, del Castillo, Aragón, Buesa y Molero, Pastor, Zabalo, Etxebarría, Cachón, Alburquerque, Herrero, Lobo, Martínez Alier, Navinés, Trullén, Navarro, Suárez, Viaña, Uranga y Brunet.

Por otra parte, la apertura de la Escuela de Relaciones Laborales, fruto de la colaboración entre la Universidad Complutense y CC.OO., a partir del curso 1988-1989; la celebración del Seminario sobre "Crisis económica, Estado, y Sindicalismo", en julio de 1988, en la U.I.M.P. (Santander), organizado por la Fundación Primero de Mayo; la del curso sobre "Transformaciones y Tendencias de la Economía Mundial y de España", en la Fundación Ortega y Gasset, Madrid, en julio de 1989; los seminarios que, desde el curso 1985/86 se desarrollan por el seminario CEP de Bilbao, y que han contado ya con la asistencia de conocidos "regulacionistas", como Boyer, Lipietz, Destanne de Bernis, y otros; el "foro de debate" ofrecido por el Centre De Treball y Documentació de Barcelona; todas éstas son iniciativas que están aportando, en el momento presente, elementos válidos para la revitalización y difusión del pensamiento económico crítico español, al que estas páginas pretenden modestamente contribuir.

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[1] La bibliografía citada en este apéndice viene relacionada inmediatamente después del texto del mismo, como "Referencias bibliográficas", y no se inclue, por tanto, en la Bibliografía general del libro.
[2] Entendiendo aquí, como discípulos, tanto a los que Barceló consideraría tales, como a aquellos que él llamaría sus "alumnos", por contraposición a "discípulos". Por tanto, no se hace distinción entre los "herederos" intelectuales de Marx, sean o no "dogmáticos" en el sentido de Barceló. Desde luego, lo que no puede aceptarse, en absoluto, es la caracterización que hace este autor de Bortkiewicz y de Sraffa como los mejores alumnos de Marx (Barceló 1983b:51).
[3] Véase el artículo "Conciencia crítica" (Carlos Díaz), en Román Reyes, dir. (1988), pp. 161-162, donde puede leerse que "(...) la conciencia es siempre la realidad que critica en el sentido más etimológico del término: la realidad que criba, que discierne, que selecciona, que analiza, que sintetiza, que configura y hasta que desfigura".
[4] Podría aplicárseles el comentario que dedica Carlos Berzosa a los economistas de la escuela "histórica", "institucionalistas", "radicales", y a individualidades como Galbraith o Myrdal: "Todos ellos consideran la conveniencia de introducir la historia, las relaciones sociales, las características institucionales. Y además desde la perspectiva de un enfoque totalizador y globalizante" (Berzosa 1984:12). Y añade: "(...) pero no tienen una alternativa teórica que ofrecer" (p. 18).
[5] Velarde habla de la dualidad doctrinal "monetaristas/estructuralistas" en la época del Plan de Estabilización, y cree que terminó por adoptarse una solución "estructuralista" en la política económica franquista de los años 60 (Velarde 1981a:9). Por otra parte, incluye en el "movimiento estructuralista español", no sólo a Perpiñá -que, efectivamente, se inspiró en autores como Harms o Wageman-, sino también a todos los representantes -como Flores de Lemus y Bermúdez Cañete, o incluso Fuentes Quintana y él mismo-, de lo que llama la "heterodoxia no liberal ni marxista" (Velarde 1981b:172). De acuerdo con esto, Sampedro no representaría el análisis estructural español contemporáneo sino "la marcha hacia una concepción socialista del estructuralismo" (ibid.:184).
[6] Cuyo contenido vendría a ser, parafraseando a Viner, aquello que estudian los profesores y alumnos de las asignaturas de Estructura Económica Mundial y Estructura Económica de España (que, dicho sea de paso, cada vez tienden más, en nuestros planes de estudio universitarios, a convertirse en simples Economía mundial y Economía española).
[7] Esta enumeración parece dar la razón a los intérpretes del análisis "estructural" en el sentido de "materia especializada", al menos por lo que se refiere a esta formulación temprana (1955).
[8] Entre sus aportaciones más interesantes, pueden citarse su análisis comparativo de los sistemas económicos coexistentes a escala mundial (Sampedro 1967), su crítica al subdesarrollo (Sampedro 1972), o su repaso crítico del panorama teórico de la inflación, donde el autor termina por identificarse con la concepción de la inflación como fenómeno "consustancial" del capitalismo, vinculándola con la teoría marxista de la tendencia descendente de la tasa de ganancia (Sampedro 1974).
[9] Véanse Beiras 1967, 1970, 1972, 1984c, donde el autor, siguiendo en parte los análisis del francés Lafont, caracteriza a la economía gallega como una estructura dualista, definida por su relación de dependencia colonial ("colonialismo interior") con respecto a la economía española. Véanse, asimismo, Jesús Leguina 1974 y López-Suevos 1976.
[10] Es interesante el esbozo de crítica que lanza contra los autores neorricardianos, por su rechazo de cualquier noción de subyacencia (Beiras 1984b:72, 1987:64).
[11] "(...) Marx es, epistemológicamente (...) el primer estructuralista en el ámbito de las ciencias del hombre" (Beiras 1984b:66). Esta idea ha sido desarrollada por Ramón López-Suevos, en una dirección que echa de menos, en el análisis de Sampedro/Cortiña (véase M. Cortiña y Sampedro 1969), la concepción del desarrollo y del subdesarrollo como "partes integrantes de un solo y único proceso histórico global" (López-Suevos 1980?:82); y, más generalmente, nota la ausencia, en el análisis estructuralista de tipo "institucionalista" o "sombartiano", de un "principio unificador" (la teoría del valor trabajo), que "permite aprehender el carácter subyacente del concepto de estructura, como ha demostrado cumplidamente Godelier y formulado en términos precisos Vittorio Rieser cuando proclama que la teoría trabajo del valor es la ley que constituye la referencia central de la distinción marxista entre apariencia y realidad" (ibid.:61).
[12] Véase la narración efectuada por un grupo de profesores de Estructura económica de la Complutense, en Carballo; G. Temprano; Moral Santín 1981:7.
[13] Carballo, Temprano y Moral Santín (1981): p. 11. La obra se compone de una serie trabajos de los editores, pero, además, de otros de Pérez Infante; Segura; Vidal Villa; Berzosa y Arbell; Bueno y García de la Cruz; Naredo; García Delgado; Kindelán; Servicio de Estudios del BEE; Cortiña; Temprano, Sánchez Robayna y Torres; Tamames, Sampedro; Beiras; Alburquerque y Ramos; Muñoz Cidad y Lázaro Araújo; Boyer; Vergés; y Fuentes Quintana. Además, contiene un anexo, donde se comentan otros trabajos, entre los que destacan los de Acosta 1976, Barón 1971, Castells-Parellada 1975, Fernández de Castro 1973, Hombravella 1973, Leal-Leguina-Naredo-Tarrafeta 1975, López Muñoz 1970, Muñoz 1969, Muñoz-Roldán-Serrano 1978, Naredo 1971, Paniagua 1977, Román 1970, Sampedro 1964 y Tamames 1970. A buen número de los autores citados los volveremos a encontrar al analizar la corriente "marxiano-marxista".
[14] Año en el que Ernest Lluch encarga la traducción del libro citado de Sraffa 1960 a Luis Ángel Rojo, al tiempo que Abel Caballero presenta en Cambridge una tesis doctoral bajo la dirección de Luigi Pasinetti. Para un completo repaso de los trabajos y aportaciones posteriores, hasta muy recientemente, véanse los dos artículos citados, dedicados a rastrear la influencia de Sraffa en España.
[15] Que considera que el librito de Sraffa "es la obra de teoría económica más importante aparecida en lo que va de siglo", y supone el intento de "reformular a fondo todos los conceptos del discurso económico" (Barceló 1972:30 y 33).
[16] Véanse Segura y Lozano 1974:40, y Lozano 1974:158 (no obstante, según Lozano 1977:435, hay en Sraffa tres críticas inequívocas a la economía marginalista); en contra, Caballero 1981:61. Más críticos son Argemí 1974, que habla del "excesivo orgullo de los neokeynesianos-ricardianos" -p. 170-, o, más recientemente, Argemí y Torrent 1986. Expresamente consciente de las ausencias en la obra de Sraffa se muestra Barceló 1983b.
[17] Para una muy interesante reflexión sobre el significado de las teorías de los precios basadas en las diferentes teorías del valor, véase Hunt, E. K. (1983): "Joan Robinson and the labour theory of labour", Cambridge Journal of Economics, n. 7, pp. 331 342. Véase, asimismo, Duménil y Lévy (1985): "The classicals and the neoclassicals: a rejoinder to Frank Hahn", Cambridge Journal of Economics, 9, 327-345.
[18] Véase Ochoa, Eduardo M. (1989): "Values, prices and wage-profit curves in the U. S. economy", Cambridge Journal of economics, 13, 413-429.
[19] Dirección tanto más conveniente en cuanto que algunos comenzaban a sentir la necesidad de "reconocimiento académico", al no encontrarse muy a gusto en el papel de heterodoxos a ultranza.
[20] Para un repaso de la historia del problema de la transformación, véase Dostaler, Gilles (1978): Valor y precio: historia de un debate, Terra Nova, México, 1980, y, más recientemente, Desai, Meghnad (1988): "The Transformation problem", Journal of Economic Surveys, vol. 2, n. 4, 295-333.
[21] Véanse, por ejemplo, Shaikh, Anwar (1977): "Marx's theory of value and the transformation problem", en: Schwartz (1977): The Subtle Anatomy of Capitalism, Santa Monica, Goodyear, pp. 106-139; (1982): "Neo Ricardian economics; a wealth of algebra, a poverty of theory" Review of Radical Political Economics, 14:2, pp. 67 83; (1984): "The transformation from Marx to Sraffa", en Mandel y Freeman, eds., (1984): Ricardo, Marx, Sraffa, New Left Books; (1987): "Market value and market price", New Palgrave's Dictionary of Economics, vol. III, pp. 347-348; (1990): Marxian Economic Analysis, Blackwell, Oxford.
[22] Nótese cómo en el párrafo citado del propio Barceló se tiene una muestra evidente de la identificación (confusión) que realizan estos autores entre las teorías del valor de Ricardo (o clásica), de la que se habla en el punto 3, y la de Marx, a la que se refiere la clasificación en tres géneros. Esto ha llevado a algunos a teorizar que ambas teorías son la misma, y que lo único que cambia es el objetivo o aplicación que de ella hacen ambos autores (Caballero 1982:36). En realidad, existen notables diferencias entre estas dos teorías, que, aunque pertenecientes a la familia de las teorías objetivas del valor-trabajo, no son en absoluto intercambiables.
[23] A los que cabría añadir, quizá, a la mayoría de los autores reseñados por Lluch 1987, resaltando Ibáñez 1983a, 1983b, 1983c, e Ibáñez y otros 1983. El propio Lluch apenas salva a Dobb y a Meek (curiosamente, los marxistas que más se han destacado en su consideración de Sraffa como discípulo creativo de Marx) del calificativo de "vulgares" que otorga a los discípulos actuales de Marx (Lluch 1977:229).
[24] Barceló 1983a:154-155. Por eso, su conclusión -que "lo más importante de la aportación marxista" es su consideración del sistema capitalista como un sistema de explotación, que, además, no es eterno- es errónea: porque no fue Marx el que aportó esto en primer lugar, sino que fueron otros autores anteriores los que lo hicieron [véanse las propias Teorías sobre la plusvalía, de Marx, o el artículo de H. Grossmann (1943): "La reacción evolucionista contra la economía clásica", en Grossmann (v. a.): Ensayos sobre la teoría de las crisis (Dialéctica y metodología en 'El Capital'), Pasado y Presente, México, 1979, pp. 196-245]. Si él aportó algo, fue una teoría del valor diferente de la de Ricardo, compuesta de toda una serie de categorías que no son sino el desarrollo lógico del concepto de valor (véase Martínez Marzoa 1983). Ocurre con esto algo parecido a lo que sucede con su aportación al análisis socio-político: que se le imputa haber descubierto la existencia de clases y su lucha, cuando ese mérito debe atribuirse a historiadores anteriores, correspondiéndole a él otras ideas adicionales, como la de la dictadura del proletariado: "Lo nuevo que aporté fue demostrar: 1) que la existencia de las clases está vinculada únicamente a fases particulares, históricas, del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura sólo constituye la transición de la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases." (carta a Wiedemeyer, 5-marzo-1852, en Correspondencia, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1973, p. 55).
[25] Véanse los artículos, ya citados, de Ochoa 1989 y Shaikh 1984, así como el de Ochoa (1988): "Valori, prezzi e curve salari-profitti nell'economia USA", en Giussani, Moseley y Ochoa (1988): Prezzi, valori e saggio del profitto. Problemi di teoria economica marxista oggi, Vicolo del Pavone, Piacenza.
[26] Ni siquiera el hecho de que, en efecto, Marx descubriera numerosos errores y saltos lógicos en los economistas clásicos (véase El Capital, pero especialmente las Teorías sobre la plusvalía), y el que tratara, en general, a los economistas como meros "sicofantes del capital", o "economistas vulgares", nada de esto autoriza a pensar que cualquier seguidor de Marx deba considerarse por encima de la Economía vulgar, por el mero hecho de ser discípulo suyo. Obviamente, serán los "métodos decisorios del conocimiento positivo", es decir, la "argumentación analítica" y la "verificación o falsación empíricas" (Sacristán 1964:31), los únicos que deban juzgar la calidad científica de los planteamientos teóricos. A veces, es mucho más, por su elevación común sobre el análisis corriente, lo que une a Ricardo, Marx, Walras, Keynes o Sraffa entre sí (al menos, en la comprensión de determinados rasgos claves del capitalismo), que lo que une a cada uno de ellos con sus respectivos discípulos.
[27] Diferente es la clasificación que realiza Lluís Argemí, que distingue entre "fundamentalistas", "sraffianos", "althusserianos" y "tercermundistas" (Argemí 1983b:47). No obstante, puede ser útil retener la idea de que existe una cierta identificación entre lo que él llama "fundamentalistas" y lo que hemos denominado "marxianos", al tiempo que no sería difícil encontrar diversos elementos "sraffianos", "althusserianos" y "tercermundistas" en el pensamiento "marxista" predominante.
[28] Es el caso de Sacristán, Bueno, Sánchez Vázquez, García Bacca, Doménech, Fernández Buey, Ballestero y otros. Especial atención merece la labor de Manuel Sacristán, por cuanto une a sus propios trabajos (Sacristán 1964, 1980, etc.), una importante labor de traducción de textos de Marx, Engels y otros autores. Esta labor fue iniciada bajo el franquismo (tradujo en 1960 la Revolución en España, de Marx y Engels; en 1964, el Anti-Dühring, de Engels; en 1969, Historia y conciencia de clase, de Lukács; en 1974, La estructura lógica de 'El Capital' de Marx, de Zeleny), y continuada después con varios tomos del, actualmente paralizado, proyecto editorial OME (Obras de Marx y Engels), como son el 40-41 (libro I de El Capital) y el 42 (libro II). Hay que recordar también su traducción de otras obras económicas, como los libros de Papandreu, Galbraith, Pigou o Schumpeter (véase Capella 1987). Otros traductores importantes de obras de economía marxista han sido Roces, Pérez Royo, Ripalda, Romano (véase la polémica entre este último autor y el argentino Scarón, en Zona Abierta, nn. 9/10 y 12).
[29] Interpretado éste en sentido muy amplio, es decir, coincidente tanto con lo que Beramendi y Fioravanti llaman la "escuela tercermundista" en cuanto tal, como con lo que califican de "escuela americana" y "escuela francesa", todas ellas consideradas por ellos como subconjuntos del "neomarxismo independiente", por oposición al "marxismo-leninismo oficial" (Beramendi y Fioravanti 1974).
[30] Sin embargo, una cuestión tan importante como los fundamentos de la teoría del valor se ha abandonado casi por completo (con la excepción de Brunet 1988a y 1988d) desde el interesante análisis de Pérez Díaz (1910), el primer libro escrito por un español sobre cuestiones teóricas de economía marxista (véanse los trabajos de Pedro Ribas y Emili Gasch, para la primera época de la difusión del marxismo en España). Sobre la cuestión de la homogeneidad del trabajo, base de varios planteamientos críticos de los neorricardianos, puede citarse Monserrat 1983.
[31] La cuestión del 'crash' bursátil de 1987, en relación con el movimiento cíclico del capitalismo ha sido tratada en Moral Santín 1988a y en Albarracín y Montes 1988.
[32] En Argemí 1988. En esta línea, cabe señalar la celebración del Seminario Economía-Ecología, Madrid, marzo de 1982, organizado por la FUHEM y el Colegio de Economistas de Madrid, así como el número 23 (mayo 1985) de Mientras Tanto, dedicado a un "Debate sobre Ecologismo, Economía y Etica".
[33] Que reproduce lo esencial de la crítica sraffiana a la citada ley (Barceló 1972, 1983b, Vegara 1974, 1977a, 1979, 1980a, 1983, etc.).
[34] Este tipo de análisis recuerda, curiosamente, al de Sampedro, ya que, en ambos casos, al concebir lo "económico" de forma notablemente tributaria respecto del análisis convencional, surge la necesidad de incorporar lo "social" como algo exterior a lo económico. Sorprende especialmente que pueda considerarse el análisis que realiza Marx del "movimiento del capital" como un mero movimiento técnico, cuando éste no se cansó de insistir en la primacía de la naturaleza social del capital sobre su contenido físico o técnico.
[35] Véase, sobre el significado de estos términos, Moral Santín 1986.
[36] Y en expresa oposición a la tesis de algunos marxistas, como Dobb y Meek, que ven en la obra de Sraffa, según la expresión de Moral y Raimond, al "más sólido y acabado exponente de la teoría marxista del valor" (pp. 6y ss.). Véase una valoración de tales marxistas ingleses en Berzosa 1988c.
[37] Fine, Ben; Harris, Laurence (1979): Rereading Capital, Columbia University Press, New York; Groll, Shalom; Orzech, Ze'ev (1987): "Technical progress and values in Marx's theory of the decline in the rate of profit: an exegetical approach", History of Political Economy, 19:4, pp. 591-613; (1989): "Stages in the development of a marxian concept: the composition of capital", History of Political Economy, 21:1; Weeks, John (1981): Capital and Exploitation, Edward Arnold, London.
[38] Según Valdés, Shaikh "utiliza un ejemplo numérico en que ocurre que la introducción de una técnica reductora del 'precio de costo' reduce la tasa (media) de ganancia. De aquí parece 'inferir' que siempre se aplica el mismo resultado" (Valdés 1988:569-570).
[39] Un fuerte impulso anterior de dicho pensamiento crítico actuó en la década de los setenta como causa, a la vez que efecto, de la creación de un número importante de revistas críticas españolas, que dieron cabida a una notable proporción de dicho pensamiento. Si, en los sesenta, las revistas críticas se editaban fuera de España (Realidad, en Roma, Cuadernos de Ruedo Ibérico, en París), o clandestinamente (en especial, la prensa vinculada a partidos y sindicatos), aunque se toleran finalmente algunas (Triunfo, Cuadernos para el Diálogo), en los setenta, en cambio --y precedido por un "fuerte movimiento editorial en torno a Marx", que se expresa en la obra de "editores marginales como Equipo Editorial, Ciencia Nueva, Ricardo Aguilera, Halcón, etc." (Gasch 1983a:50, Velarde 1983:389)--, se asiste al nacimiento de revistas como Sistema (Madrid, 1973), Zona Abierta (Madrid, 1974), Crítica de la Economía Política-Fontamara (Barcelona, 1976), El Cárabo (Madrid, 1976), Taula de Canvi (Barcelona, 1976), El Viejo Topo (Barcelona, 1976), Negaciones (Madrid, 1976), Teoría y Práctica (Madrid, 1976), Materiales (Barcelona, 1977), Argumentos (Madrid, 1977), Estudios de Historia social (Madrid, 1977), Revista Mensual (Barcelona, 1977), El Basilisco (Oviedo, 1978), Mientras Tanto (Barcelona, 1979), En Teoría (Madrid, 1980), Leviatán (Madrid, 1980), Anthropos (Barcelona, 1981), Debats (Valencia, 1981), y otras. Entre las aparecidas recientemente, pueden citarse Política y Sociedad y Economía y Sociedad, ambas en 1988, y Contrarios, en 1989.
[40] Asimismo, el CEES de la FUHEM trabaja en la actualidad en una "Colección de Economía Crítica" en la que existen actualmente tres proyectos concretos: La dialéctica público-privado en los Estados de Bienestar, que será editado por R. Cabrero; La restructuración del capitalismo español en los años 80, bajo la dirección de M. Etxezarreta; y Cambio tecnológico y desarrollo del capitalismo, coordinado por M. G. Uranga y E. de la Puerta. En una línea igualmente crítica, pero referida a un ámbito más general, donde también enuentran cabida los temas económicos, cabe citar a R. Reyes, Ed., 1986 y 1988 (con el apéndice previsto para 1990), así como el presente volumen que tiene el lector en sus manos.

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Glosario de nombres



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Bailey, Samuel (1791-1870). Nacido en Sheffield (Inglaterra), fue uno de los primeros críticos de Ricardo y, en especial, de su teoría del valor. Defendía la interpretación relativa (y no absoluta) del valor, y prefería la utilidad al trabajo como causa del valor.

Baran, Paul (1910-1964). Nacido en Nikolaev, en el Mar Negro, hijo de un médico polaco de origen judío. Educado en Polonia, Rusia y Alemania, donde fue miembro del Partido Comunista por un tiempo, estudió en Moscú con Preobrajenski y volvió a Alemania en 1928. Se afilió al Partido Socialdemócrata, trabajó en el Instituto de Frankfurt como ayudante de investigación de Friedrich Pollock (1894-1970), y escribió su tesis doctoral bajo la dirección de Emil Lederer. Después de 1933, vivió en París, Moscú, Vilna y Londres, antes de emigrar a los Estados Unidos en 1939. Estudió en Harvard, donde comenzó su larga asociación con Sweezy, y durante la guerra trabajó con Galbraith en el Survey sobre la Bomba Estratégica de los EE. UU. Desde 1949 hasta su muerte, enseñó en la Universidad de Stanford, donde ocupó una cátedra, siendo el único catedrático de Economía, en los Estados Unidos, que se declaraba marxista en aquella época. Considerado como el fundador de la "escuela de la dependencia".

Barone, Enrico (1859-1924). Profesor de Economía en Roma y economista matemático, estudió economía bajo la influencia de Pantaleoni, y es conocido sobre todo por su demostración de que un ministerio de la producción podría planear racionalmente la producción en una economía colectivista. Fue un crítico neoclásico de la teoría laboral del valor.

Bauer, Otto (1881-1938). Nacido en Viena, estudió en esta ciudad Filosofía, Derecho y Economía. Fue miembro del Partido Socialdemócrata austriaco, fundó la revista Der Kampf, y escribió sobre cuestiones agrarias, en las que se opuso a Kautski; sobre la cuestión nacional; y sobre la cuestión de la acumulación del capital y las crisis, en la que fue criticado por H. Grossmann.

Bentham, Jeremy (1748-1832). Uno de los máximos representantes del utilitarismo. Nacido en Londres, es uno de los pioneros de la ciencia social, partidario de las reformas administrativas, legales y parlamentarias, guiadas por el principio de la utilidad (su "felicific calculus"), y dirigidas a los objetivos de subsistencia, abundancia, seguridad e igualdad. Influyó en casi todos los economistas clásicos, especialmente en Ricardo, J. Mill y J. S. Mill, pero puede afirmarse que su influencia sobre los economistas neoclásicos fue aun superior, ya que lo que éstos hicieron en relación con su teoría del valor puede interpretarse como una simple matematización de sus ideas.

Bernstein, Eduard (1850-1932). Nacido en Berlín, hijo de un ferroviario judío, comenzó a trabajar en un banco a los 16 años, se afilió a los socialistas Eisenacher en 1872, y fue delegado en el Congreso de Gotha (1875) y miembro activo del SPD hasta 1878. Exiliado en Suiza y en Inglaterra por las leyes antisocialistas alemanas, trabó amistad con Engels y con los fabianos. A su vuelta a Alemania en 1901, fue diputado desde 1902 a 1928, periodista y profesor en la escuela del partido. Figura principal del revisionismo, fue replicado por Kautsky en nombre de la ortodoxia marxista del SPD.

Blanc, Louis (Jean Joseph Louis) (1811-1882). Revolucionario francés nacido en Madrid. Fue periodista, editor y escritor, miembro del gobierno provisional revolucionario de 1848, se exilió en Inglaterra (1848-1870) y fue diputado a su regreso (1870-1882). Defendió la nacionalización de las empresas en quiebra y la división de los beneficios de acuerdo con las necesidades de los trabajadores. A diferencia de Owen o Saint-Simon, concedió gran importancia al Estado en sus proyectos de transformación social.

Blanqui, Jérôme Adolphe (1798-1854). Hermano del revolucionario, fue el sucesor (desde 1833) de J. B. Say en la cátedra del Conservatoire des Arts et Métiers, en París. Luego diputado y académico, es conocido como historiador de la economía y ha sido a veces confundido con su hermano.

Blanqui, Louis-Auguste (1805-1881). Revolucionario francés de origen italiano (nacido en Niza), al que Marx consideraba (en carta de 1861, dirigida a él mismo) "la cabeza y el corazón del partido proletario en Francia", y que pasó gran parte de su vida en prisión. El término "blanquismo" ha pasado a significar una concepción de la revolución basada en un "coup de main" de una pequeña minoría de revolucionarios, que mantendrían su poder por medios dictatoriales.

Böhm-Bawerk, Eugen von (1851-1919). Economista austriaco. Uno de los fundadores de la escuela austriaca que se originó con Carl Menger (1840-1921), escribió extensamente contra la teoría económica de Marx, y en especial contra su teoría del valor. Su obra más conocida se refiere a la teoría del capital y del interés, que desarrolló bajo la influencia de Von Thünen y Rae. Fue ministro de Hacienda en 1895, 1897 y 1900 y contemporáneo de otro de los fundadores de esta escuela, Wieser (1851-1926).

Bortkiewicz, Ladislaus von (1868-1932). Estadístico y economista ruso de origen polaco, nacido en San Petersburgo. Fue discípulo de Wilhelm Lexis, escritor prolífico y agudo crítico de la literatura económica de su época (Böhm-Bawerk, Wagner, Marx). Fue profesor en Estrasburgo, San Petersburgo y, sobre todo, Berlín (1901-1931). Es conocido (sobre todo gracias a Sweezy) por su intento de corrección de la solución marxista al problema de la transformación, basado en los escritos de sus compatriotas Dmitriev y Tugán-Baranovski. Schumpeter lo incluyó entre los Diez grandes economistas, de Marx a Keynes.

Bowles, Samuel (1939-). Nacido en New Haven (Connecticut), es quizás el economista radical americano más conocido. Ha sido profesor en Harvard y en la Universidad de Massachusetts, y miembro de la Union for Radical Political Economy, del consejo editorial de la Review of Radical Political Economics y del Centro de Economía Popular. Autor de textos de microeconomía y economía de la educación, es coautor, con Richard Edwards, de un conocido manual de introducción a la economía desde un enfoque radical, traducido al español.

Bray, John Francis (1809-1895). Economista británico que vivió en inglaterra y en los Estados Unidos. Es uno de los llamados "socialistas ricardianos", partidario del derecho de los trabajadores a todo el producto, y, junto a Gray, de la planificación económica.

Brentano, Ludwig Joseph (Lujo) (1844-1931). Nacido en Frankfurt, estudió derecho y economía y fue profesor desde 1871 en diversas universidades (en Munich, desde 1891 a 1931). Miembro fundador de la Verein für Sozialpolitik, trabajó con el estadístico Ernst Engel (autor de la célebre "Ley de Engel"), se dedicó a la historia económica y defendió a los sindicatos desde una perspectiva liberal.

Bujarin, Nikolai Ivanovich (1888-1938). Nacido en Moscú en una familia de clase media, se unió a los bolcheviques en 1906, siendo estudiante en la universidad de esa ciudad. Exiliado en 1911, conoció a Lenin en 1912 y estudió economía en Viena (entre otros, con Böhm-Bawerk). Escribió sobre el imperialismo e influyó sobre la obra de Lenin al respecto. Tras la revolución de octubre, fue director del Pravda y de la Comintern. Defendió una política de industrialización a expensas del campesinado, pero le parecía excesiva la versión puesta en práctica por Stalin. Enfrentado posteriormente a éste, perdió su influencia después de 1929 y fue ejecutado por orden de Stalin en 1938.

Campanella, Tommaso (1568-1639). Autor de Civitas soli ("La ciudad del sol"), que es considerado uno de los primeros libros utópicos, de influencia platónica, considerado como precedente de la literatura socialista y comunista.

Clark, John Bates (1847-1938). Aunque en sus primeros artículos muestra una posición crítica frente al capitalismo, bajo la influencia de sus profesores socialistas académicos alemanes, pronto evolucionó hacia una defensa completa de este sistema. Profesor en la Columbia University (Nueva York) desde 1895, su aportación más conocida es la teoría de la distribución basada en la teoría de la productividad marginal, desarrollada como respuesta a los escritos de Henry George, y consiste en la tesis de que cada factor productivo recibe exactamente el equivalente de aquello que éste contribuyó a producir.

Clark, John Maurice (1884-1963). Hijo de John Bates Clark y profesor de Economía en Chicago y en la universidad de Columbia, es conocido como miembro de la segunda generación de los institucionalistas americanos. Inventor del "principio de aceleración", defendía una concepción realista de la competencia ("workable competition"), alejada de la teoría de la competencia perfecta.

Colletti, Lucio (1924-). Filósofo marxista italiano, nacido en Roma, defensor de una lectura kantiana de Marx. Estudió la teoría laboral del valor, de la que ofreció penetrantes análisis, antes de convertirse en un crítico de la misma.

Colquhoun, Patrick (1745-1820). Nacido en Dumbarton (Escocia), publicó en 1814 un estudio muy cuidadoso sobre la renta nacional británica. Argumentó que toda la riqueza es producto del trabajo y, sin embargo, sus datos mostraban que la población trabajadora sólo recibía la quinta parte de lo que producía. Sus escritos fueron muy citados por los autores socialistas.

Commons, John Rogers (1862-1945). Nacido en Hollandsburg (Ohio), este institucionalista que llegó a presidente de la Asociación de Economistas Americanos, educado simultáneamente en la Escuela Histórica y en el marginalismo, escribió sobre la historia industrial de los EE. UU., las relaciones laborales, el papel del Estado y otras instituciones legales, y la economía de la acción colectiva.

Comte, Auguste (1798-1857). Escritor francés, discípulo de Saint-Simon y, como su maestro, uno de los fundadores de la sociología. Físico teórico de formación, Comte es considerado como el fundador del positivismo, enfoque epistemológico adoptado por la escuela neoclásica de Economía, en su versión "neopositivista".

Condorcet (Marie-Jean-Antoine-Nicolas Caritat, marqués de) (1743-1794). Nacido en Ribemont (Picardía), en el norte de Francia, trabó amistad con Turgot, Voltaire, D'Alembert y Helvetius (escribió biografías de los dos primeros), trabajó en la Academia de Ciencias, participó en la Enciclopedia y fue nombrado por Turgot Inspector general de la Moneda. En sus escritos, intentó compaginar las matemáticas y la filosofía, y se basó en los estudios estadísticos así como en la idea de progreso social que inspiraba su enfoque evolucionista. Fue diputado y presidente de la Asamblea Legislativa y partidario de la escuela única estatal, neutra y gratuita. Miembro de la Convención y girondino enfrentado a los jacobinos, fue acusado de conspirador contra la República, tuvo que esconderse y murió poco después.

Corey, Lewis (1892-1953). Economista americano que, durante los años treinta, junto a Varley y la Labor Resarch Association, fue uno de los primeros en desarrollar análisis empíricos sobre la evolución de la tasa de plusvalía y de la tasa de ganancia en los Estados Unidos.

Croce, Benedetto. Filósofo idealista italiano criticado por Gramsci, adoptó una posición ecléctica en relación con la teoría del valor, defendiendo, como algunos marxistas (Tugán-Baranovski, Bernstein) una síntesis entre las teorías laboral y utilitarista.

Cunow, H. (1862-1936). Marxista alemán miembro del partido socialdemócrata, que escribió una serie de artículos sobre la teoría del derrumbe del capitalismo en 1898-1899.

Diehl, Karl (1864-1943). Nacido en Frankfurt, estudió en Berlín, Halle y Viena, y fue profesor de la Universidad de Heidelberg (1908-43), donde utilizó el método de los seminarios y consiguió innumerables estudiantes. Estudioso de los clásicos y de Proudhon, dio un matiz institucionalista y práctico a toda su obra económica.

Dietzel, Heinrich (1857-1935). Profesor de la Universidad de Bonn (1890-1935), tuvo numerosos e influyentes discípulos. Estudioso de Rodbertus y de los primeros socialistas, fue partidario de la escuela clásica, opuesto a los historicistas y a los marxistas, y partidario del libre comercio.

Dmitriev, Vladimir Karpovich (1868-1913). Nacido en Smolensko (Rusia), estudió economía en Moscú y dejó una obra, escrita bajo la influencia de Ricardo y Cournot, considerada la primera de economía matemática en Rusia. Reconocido por Bortkiewicz, su obra quedó olvidada hasta su recuperación en la década de los sesenta, como consecuencia del interés despertado por la obra de Sraffa hacia la economía ricardiana y neorricardiana.

Dobb, Maurice (1900-1976). Nacido en Londres, en una familia de pequeños empresarios, y educado en Cambridge, se afilió al Partido Laborista Independiente y después al Partido Comunista, en 1922, tras desplazarse a Londres (London School of Economics) como investigador. Dobb fue miembro del Partido toda su vida y perteneció a los consejos editoriales de Labour Monthly, Modern Quarterly, Marxism Quarterly y Marxism Today. Volvió a la Universidad de Cambridge en 1924, donde permaneció hasta el final de su vida. Colaboró con Piero Sraffa en la edición de la obra completa de Ricardo, y en su obra mostró interés por las cuestiones de la planificación, el desarrollo del capitalismo en el primer mundo y en el tercero, la economía soviética, las teorías el valor, y por un marxismo que aprovechase la aportación de Sraffa.

Dühring, Eugen Karl (1833-1921). Nacido en Berlín, quedó ciego siendo niño, pero estudió en su universidad y fue también profesor en ella, antes de convertirse en estudioso y escritor independiente. Basándose en una filosofía de la vida que él llamaba "personalismo", se opuso al marxismo con una teoría de las relaciones de propiedad capitalistas explicadas sobre una base política en vez de económica. Hoy se le recuerda por ser el objeto de un libro crítico de Engels, conocido como el Anti-Dühring.

Ely, Richard Theodore (1854-1943). Nacido en Ripley (Nueva York), fue profesor en la Universidad de Wisconsin y cofundador de la Asociación de Economistas Americanos, de la que llegó a ser presidente. En esa universidad, fundó un instituto fuertemente vinculado a la economía institucionalista y a la Escuela Histórica Alemana, y colaboró con el gobierno progresista de Wisconsin. Fue uno de los economistas americanos más influyentes de su época.

Engels, Friedrich (1820-1995). Nacido en Barmen (la actual Wuppertal), hijo de un fabricante textil, él mismo fue también industrial a la vez que periodista, revolucionario, amigo, mecenas y editor de Karl Marx. Preocupado antes que Marx por las cuestiones económicas, durante su juventud escribió varios trabajos sobre la economía inglesa que influyeron grandemente en Marx. Colaboró con éste en varias obras conjuntas, y su trabajo fue tan estrecho que es difícil distinguir su contribución individual. A la muerte de Marx, editó los libros II (1885) y III (1895) de El Capital.

Fourier, François Marie Charles (1772-1837). Nacido en Besançon, fue empresario, funcionario y rentista, y desarrolló un pensamiento socialista que prescribía un orden social en armonía con el orden natural. Defendía como unidad social el "falansterio", que creía compatible con cualquier orden social, cuyo cambio propugnaba por métodos no revolucionarios. Influyó sobre el movimiento cooperativista y se le conoce hoy como uno de los "socialistas utópicos" criticados por Marx y Engels.

Galbraith, John Kenneth (1908-). Nacido en Iona Station (Ontario, Canadá) pero nacionalizado como ciudadano de los EE. UU., este institucionalista contemporáneo ha sido profesor universitario (Harvard), alto funcionario y embajador. Ha escrito numerosos e influyentes libros sobre la economía y la sociedad actuales, habiendo generado conceptos hoy populares como los de "sociedad de la opulencia", "poderes equilibradores", "tecnoestructura", etc.

George, Henry (1839-1897). Nacido en Filadelfia, este periodista y político no socialista creía que la propiedad de la tierra por unos pocos era la causa principal de la pobreza, y abogó por un impuesto sobre los incrementos no justificados de las rentas, lo que le valió las crítica de Marshall, J. B. Clark y otros. Creó un movimiento político a favor del impuesto único (cuyo precedente está en los fisiócratas) y aún hoy tiene discípulos, sobre todo en Australia y Nueva Zelanda.

Godwin, William (1756-1836). Nacido en Wisbech (Inglaterra), su obra principal (1793) fue un éxito debido a su concepción de una sociedad próspera basada sobre la igualdad. Considerado como un precedente del anarquismo, este autor progresista es conocido hoy sobre todo por la crítica que le hizo Malthus en su ensayo sobre la población, y por ser el padre de la autora del Frankenstein y suegro del poeta Shelley.

Gray, John (1799-1883). Empresario y publicista, su temprana experiencia de empleado en Londres lo convenció de la perversidad de la competencia. Este "socialista ricardiano" propuso en un principio soluciones basadas en cooperativas de productores, para posteriormente enfatizar la planificación y la reforma monetaria.

Grossmann, Henryk (1881-1950). Nacido en Cracovia, hijo de un propietario judío de minas en la Galicia austriaca, estudió derecho y economía en Cracovia y Viena y trabajó en Varsovia en la Oficina Estadística Central y en la Universidad. Se desplazó a Frankfurt en 1925, donde trabajó en el Instituto (nombre alemán) entre 1925 y 1930 y en la Universidad (1930-33). Fue miembro del partido comunista polaco, pero no del alemán, al que consideraba incompetente y superburocrático. Exiliado en París (1933-5) y Londres (1935-7), se desplazó a Nueva York con el Instituto, pero quedó marginado en su interior por defender a la Unión Soviética y abogar por un estudio más intenso de los problemas económicos, frente a los problemas políticos o culturales. Volvió a Europa en 1949 como profesor de Economía Política en la Universidad de Leipzig, donde murió un año más tarde. Su obra, en especial su monumental trabajo sobre la ley de la acumulación y del derrumbe de la economía capitalista, publicado en 1929, es uno de los más fieles desarrollos de las ideas del propio Marx. Fue también importante su contribución a la historia del pensamiento económico.

Hall, Charles (1740-1820). Crítico temprano del capitalismo, el libro de este médico inglés que estudió en Leyden, dedicado a los efectos de la civilización sobre la sociedad (1805), donde sostenía que los pobres sólo retenían para sí una de cada ocho horas de trabajo, tuvo una gran influencia sobre los escritores socialistas premarxistas.

Hildebrand, Bruno (1812-1878). Nacido en Naumburg (Alemania), estudió en la Universidad de Breslau y fue profesor en varias universidades alemanas y suizas. Preocupado primero por cuestiones de historia y política, giró hacia la economía, donde influyó sobre todo a través de sus seminarios en la universidad alemana de Jena, que inspiró a muchos economistas de la Escuela Histórica Alemana, a la que él mismo perteneció. Creó el Instituto de Estadística de Turingia.

Hilferding, Rudolf (1877-1941). Nacido en Viena en una familia judía de clase media, estudió Medicina en la universidad de su ciudad pero ejerció poco como médico (1901-1906 y durante la primera guerra mundial, en el frente italiano). Escribió sobre economía en la prensa socialista de Austria y Alemania, y trabajó para el USPD y, tras la reunificación de 1922, para el SPD. Aparte de su trabajo sobre el capital financiero, que influyó en Bujarin y en Lenin, es bien conocida su crítica a la obra de Böhm-Bawerk contra la teoría laboral del valor. Elegido diputado (1924-1933), fue ministro de Hacienda en los gabinetes de Stresemann (1923) y Müller (1928-29) y se exilió en Dinamarca, Suiza y Francia, donde fue secuestrado y asesinado por la Gestapo.

Hobson, John Atkinson (1858-1940). Nacido en Derby (Inglaterra), estudió en Oxford y fue profesor de secundaria y de universidad antes de convertirse en periodista y escritor. Crítico humanista de las diversas corrientes económicas, es considerado como un ejemplo del institucionalismo británico, y su obra es recordada tanto por su teoría de las crisis generadas por el subconsumo (o exceso de ahorro) como, sobre todo, por su trabajo sobre el imperialismo, en el que se basó Lenin para el suyo propio.

Hodgskin, Thomas (1787-1869). Nacido en Inglaterra, fue marino y escribió un libro crítico sobre la profesión y otro sobre Alemania antes de dedicarse a su obra de "socialista ricardiano". Defendió la idea de que el trabajo es la única fuente de la riqueza, y que los trabajadores se ven privados de parte de lo que ellos mismo producen. Escribió en 1825 el que puede considerarse como primer manual de economía socialista (Labour Defended Against the Claims of Capital), al que siguieron varios libros y numerosos artículos en The Economist al final de su vida.

Hume, David (1711-1776). Nacido en Edimburgo, este filósofo escocés universalmente conocido escribió también sobre cuestiones económicas, como teoría monetaria, comercio internacional y teoría de la población. Amigo de Adam Smith, influyó mucho sobre él y mantuvo, entre otras cosas, una teoría del trabajo como fuente del valor de las mercancías.

Jevons, William Stanley (1835-1882). Nacido en Liverpool (Inglaterra), Jevons fue uno de los artífices de la llamada "revolución marginalista" al desarrollar en 1871 (aunque él ya la había creado en 1862), el mismo año que Carl Menger y tres antes que Walras, su teoría de la utilidad marginal como fuente del valor mercantil.

Jones, Richard (1790-1855). Nacido en Tunbridge Wells (Inglaterra), el reverendo Jones, clérigo como Malthus y sucesor de éste en el Haileybury College de Cambridge, fue, como Whewell y Herschel, un defensor del método inductivo y un crítico de los clásicos. Su enfoque evolucionista lo sitúa en la estela de James Steuart, como un precedente claro, a pesar de su conservadurismo, de las teorías de Marx. Se le considera también como precursor de la escuela histórica en Inglaterra.

Kalecki, Michal (1899-1970). Nacido en Lodz (Polonia, aunque parte de Rusia entonces), estudió ingeniería en Gdansk, trabajó en el Instituto polaco de Investigación sobre los ciclos económicos y los precios (1929-1937), en la universidad de Oxford (1940-45), en las Naciones Unidas (1946-54) y en Polonia (1956-67). Hoy se le considera como el creador independiente (y anterior en el tiempo) de un modelo similar al de Keynes, aunque, a diferencia de éste, en el de Kalecki se da un papel a la competencia imperfecta y se perciben elementos de economía marxista. Estudioso de la dinámica macroeconómica, trabajó tanto sobre economías capitalistas como socialistas, siendo crítico de ambas. Junto a Lange, defendió el uso de las técnicas económicas occidentales en las economías del Este.

Kautski, Karl (1854-1938). Nacido en Praga, y estudiante socialista en Viena, fundó en 1883 Die Neue Zeit, que fue hasta 1917 el máximo órgano teórico del marxismo en lengua alemana. Vivió en Londres entre 1885 y 1890, colaborando con Engels y Bernstein, y tras su vuelta a Alemania y la muerte de Engels ocupó la posición de teórico principal del SPD. Se opuso tanto al revisionismo de Bernstein y sus partidarios como a las ideas revolucionarias del ala izquierda del partido y, posteriormente, al comunismo soviético. Fue secretario de Estado de Asuntos Exteriores en el gobierno revolucionario de 1918. Al final de su vida, se alejó del marxismo, y vivió en Austria, Checoslovaquia y Holanda, donde murió.

Keynes, John Maynard (1883-1946). Nacido en Cambridge, hijo del economista John Neville Keynes, fue profesor en la Universidad de esta ciudad, además de alto funcionario británico, periodista, editor y empresario. Es quizás el economista más conocido de todo el siglo XX, fundador de la economía keynesiana y del keynesianismo. El modelo de su Teoría General se basa en la idea de un equilibrio macroeconómico alejado del pleno empleo debido a una insuficiente demanda efectiva; para aproximarse al pleno empleo, el Estado debe complementar la demanda privada espontánea a través de medidas de política monetaria y fiscal. Muy preocupado por las cuestiones monetarias, este conservador afiliado al Partido Liberal declaraba que era necesaria una fuerte intervención estatal si se quería salvar a la economía capitalista.

Knapp, Georg Friedrich (1842-1926). Nacido en Giessen (Alemania), este autor, miembro secundario de la escuela histórica cuya cabeza fuera G. Schmoller, fue muy famoso en su época por un libro sobre la teoría "estatal" del dinero, basado en el principio de que "el dinero es hijo de la ley".

Knies, Karl (1821-1898). Nacido en Marburgo (Alemania), este miembro de la escuela histórica alemana fue influyente a través de su seminario en la universidad de Heidelberg, donde difundió sus ideas nacionalistas y opuestas a las de los economistas clásicos anglosajones.

Labriola, Antonio (1843-1904). Filósofo hegeliano italiano, nacido en Cassino (Campania), profesor en las universidades de Nápoles y Roma. En la década de 1890 se pasó al marxismo (se le considera el primer marxista convertido en catedrático de toda Europa) y fue uno de los que combatió, junto a Hilferding, la tendencia a interpretar la teoría de Marx como complemento sociológico de la teoría del valor neoclásica. Introdujo el marxismo en el movimiento socialista italiano, e influyó sobre B. Croce.

Lafargue, Paul (1842-1911). Nacido en Cuba, este francés estudiante de Medicina se hizo revolucionario por influencia de Proudhon, pero acabó convirtiéndose en yerno de Marx y escribió una obra bajo la influencia de éste, como Origen y evolución de la propiedad, y El derecho a la pereza.

Lange, Oskar (1904-1965). Nacido en Tomaszow (Polonia), hijo de un fabricante textil de origen alemán, estudió Derecho y Economía en las universidades de Poznan y Cracovia, y en la London School of Economics. Desplazado a Estados Unidos en 1934, fue profesor en varias Universidades y catedrático en Chicago, y embajador polaco en Washington (ante las Naciones Unidas) tras la segunda guerra mundial) antes de volver a Polonia donde participó en la gestión económica del país (fue presidente del consejo económico estatal polaco) y en la docencia (Universidad de Varsovia desde 1955). Famoso por su modelo de socialismo de mercado (1936) y su eclecticismo, defendió la utilidad de la economía no marxista en la planificación de las economías socialistas.

Lassalle, Ferdinand (1825-1864). Nacido en Breslau (hoy Polonia), este líder socialista prusiano organizó el primer partido obrero alemán (1863). Amigo y aliado de Marx, mantenía diferencias teóricas con él porque concebía una versión del socialismo en la que el Estado concedería capital o crédito a los trabajadores para formar cooperativas, de forma que éstos no sólo obtendrían salarios sino también beneficios, rompiendo así con el maleficio de la llamada "ley de bronce del salario", en la que Lassalle creía, pero no Marx. Murió en un duelo antes de culminar el pacto que preparaba con Bismarck. En el programa de Gotha (1875), Marx atacó frontalmente las ideas lassalleanas que aún estaban presentes en el programa del partido socialdemócrata alemán.

Lauderdale (James Maitland, 81 conde de) (1759-1839). Este terrateniente escocés escribió en 1804 una obra smithiana que, sin embargo, enfatizaba el papel de la utilidad en la determinación de los precios relativos, situándose así entre los primeros críticos de la teoría del valor-trabajo.

Lederer, Emil (1882-1939). Nacido en Pilsen (la actual República Checa), fue uno de los principales socialistas académicos de la república de Weimar y emigró a los Estados Unidos a principios de los años treinta, donde fue profesor en la New School for Social Research de Nueva York. Allí continuó su trabajo sobre los ciclos y el desempleo tecnológico, en compañía de Adolph Lowe y Hans Neisser.

Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) (1870-1924). Nacido en Simbirsk, en la región del Volga, en una familia de clase media, estudió derecho en la universidad de San Petersburgo y se unió a los socialdemócratas en 1893. Participó en la polémica contra el populismo y organizó un partido marxista en Rusia. Entre sus escritos económicos, destaca el trabajo sobre el imperialismo por la importancia de la escuela que contribuyó a crear. Líder de la revolución de octubre, fue el dirigente del Consejo de Comisarios del Pueblo hasta su muerte.

Leontief, Wassily (1906-). Nacido en San Petersburgo, trabajó, en los años veinte, en los primeros trabajos de planificación de la Rusia soviética, donde se familiarizó con los esquemas de reproducción de Marx. Emigrado a occidente, realizó una tesis en Alemania bajo la dirección del walrasiano Bortkiewicz, antes de desarrollar, en los Estados Unidos, la metodología del análisis input-output, del que es el padre indiscutible, y de los sistemas lineales de producción, a los que contribuyó tanto como von Neumann o Sraffa.

Lexis, Wilhelm (1837-1914). Nacido en Eschweiler (Alemania), este estadístico licenciado por la universidad de Bonn se ocupó, entre otras, de cuestiones económicas y demográficas, pero es más conocido por ser uno de los participantes en el "reto de Engels", el desafío a encontrar una solución al problema de la transformación antes de que apareciera publicado el tercer volumen de El Capital.

Locke, John (1632-1704). Nacido en Somerset (Inglaterra), este filósofo y teórico político hizo aportaciones importantes en el terreno de la Economía. Desde el punto de vista heterodoxo, destaca como precedente de la teoría laboral del valor, así como por su concepción de que el gobierno estatal tiene por finalidad principal la defensa de la propiedad, punto de vista que heredaron Adam Smith y otros muchos autores anteriores al socialismo.

Loria, Achille (1857-1943). Nacido en Mantua, estudió Derecho en Bolonia y fue profesor de economía en las universidades de Siena, Padua y Turín. Profundo conocedor de los clásicos y de Marx, fue uno de los primeros críticos de éste, del que opinaba que había presentado, en el libro III de El Capital una "falsificación" de su primitiva teoría del valor (desarrollada en el libro I).

Lukács, Georg (1885-1971). Nacido en Budapest, este filósofo marxista, que fue vicecomisario del pueblo para la educación en la República Soviética Húngara de 1919, nos interesa como partidario, junto a Plejánov, de la tesis de la importancia que desempeñó en Hegel la preocupación por las cuestiones económicas, heredada por su discípulo Marx.

Luxemburg, Rosa (1870-1919). Nacida en Zamosc (Rusia), estudió en Zurich, fundó el partido socialdemócrata en Polonia, fue líder del ala izquierda de la socialdemocracia alemana y escribió importantes obras teóricas de economía marxista, de la que fue profesora en Berlín, en la escuela del partido. Su libro más conocido versa sobre la acumulación del capital, donde defiende la tesis de que el capitalismo debe expandirse hacia áreas no desarrolladas por la insuficiencia de demanda que lo caracteriza internamente. Esto es la causa de las tensiones e inestabilidades internacionales que caracterizan al capitalismo actual. Murió asesinada durante la revolución de 1919.

Mably, Gabriel Bonnot de (1709-1785). Uno de los precursores del pensamiento socialista francés, que es calificado por Schumpeter como "comunista riguroso" por el documentado ataque contra la propiedad privada que realizó en un libro de 1768. Junto a Rousseau, Morelly y Brissot, se le etiqueta a menudo como "semisocialista".

Malthus, Thomas Robert (1766-1834). Uno de los autores más importantes de la escuela clásica anglosajona, polemizó con Ricardo, del que era amigo personal, y atacó virulentamente sus teorías, en especial la teoría laboral del valor. Clérigo y profesor de economía en el East India College de Hailebury, se hizo famoso varios años antes, como autor de su folleto sobre el "principio de la población", en el que atacaba a Godwin, Condorcet y a otros autores defensores de las leyes de pobres, y que se convirtió en el origen del malthusianismo demográfico.

Mandel, Ernest (1920-1995). Economista marxista belga, ligado al movimiento trostkista, y uno de los estudiosos contemporáneos más importantes de la teoría económica de Marx. Aparte de la de Trotski, se ha destacado la influencia que ejerció en sus libros la obra del polaco R. Rosdolsky. Entre sus aportaciones, destacan la teoría del capitalismo "tardío" y el énfasis en la interpretación marxista de las "ondas largas" de la economía capitalista.

Marshall, Alfred (1842-1924). Autor marginalista inglés, señalado por algunos como el verdadero fundador de la escuela "neoclásica", debido a su esfuerzo por combinar -otros dicen someter- la herencia clásica con las aportaciones de la economía subjetivista de finales del siglo XIX. Sus Principios de Economía fueron quizás, desde un punto de vista académico, el libro de teoría económica ortodoxa más importante entre los Elementos de Stuart Mill y el manual de Samuelson.

Marx, Karl Heinrich (1818-1883). Nacido en Tréveris, estudió en Bonn y Berlín Derecho y Filosofía. Al impedírsele entrar en la Universidad como profesor, ejerció como periodista, y en su trabajo como tal entró en contacto con las cuestiones económicas, a las que llegó desde la crítica de la religión, de la filosofía y de la política hegelianas. Exiliado a Francia, Bélgica y, finalmente, a Inglaterra, escribió toda su obra madura en este país, entre la que destaca El Capital, obra que desarrolla de forma completa la teoría laboral del valor. Esta teoría es, además de una interpretación de los precios de las mercancías, un análisis de la dinámica del capitalismo como un sistema contradictorio que se mueve, por su propio impulso, en dirección al socialismo.

Meek, Ronald Lindley (1917-1978). Nacido en Wellington (Nueva Zelanda), preparó, bajo la dirección de Sraffa, una tesis doctoral que leyó en la Universidad de Cambridge. Fue profesor en Glasgow y en Leicester, y miembro del Partido Comunista hasta 1956, aunque continuó escribiendo sobre economía marxista toda su vida. Fue también editor de Smith y estudioso de los fisiócratas y de Turgot.

Menger, Anton (1841-1906). Nacido en Maniow (Austro-Hungría), el hermano de Carl Menger estudió Derecho en Viena, fue abogado y estudioso de la teoría jurídica del socialismo. Escribió en 1886 un libro sobre los escritores socialistas que habían defendido el derecho exclusivo del trabajo al producto social.

Menger, Carl (1840-1921). Nacido en Neu Sandec (austro-Hungría), se doctoró en Derecho por la Universidad de Cracovia, antes de dedicarse a profundizar en los temas económicos que atrajeron su atención más tarde. Considerado el fundador de la escuela austriaca de Economía, a la que pertenecieron Wieser y Böhm-Bawerk, Mises y Hayek, entre otros, es uno de los fundadores del análisis marginalista basado en la utilidad subjetiva.

Mitchell, Wesley Clair (1874-1948). Nacido en Rushville (Illinois), fue profesor en California y Nueva York, donde dirigió la New School for Social Research entre 1919 y 1931. Fue también director del National Bureau of Economic Research (NBER), donde desarrolló su exhaustiva investigación sobre los ciclos económicos, comparable a las de Spiethoff y Aftalion, y ayudó a poner en marcha los estudios cuantitativos sobre la economía de los EE. UU. Considerado un economista institucionalista, su objetivo máximo consistía en contribuir a crear una teoría dinámica del cambio social.

More, sir Thomas (Tomás Moro) (1478-1535). Lord Canciller de Inglaterra, decapitado por orden de Enrique VIII y canonizado cuatro siglos más tarde, es autor de la célebre Utopia, que se publicó en latín en 1516 y que se considera como una de las fuentes fundamentales de toda la corriente de literatura utópica y socialista aparecida en siglos posteriores. Postuló un estilo de vida comunista basado en la austeridad, la dirección gubernamental de la producción y la distribución igualitaria.

Neumann, John von (1903-1956). Nacido en Budapest, estudió ingeniería química en Budapest y Zurich, y fue profesor en Berlín, Hamburgo y, una vez en Estados Unidos, en Princeton (1931-1957). Dejó una obra que abarca desde las matemáticas y la física a la economía y los ordenadores. En Economía, aparte de su contribución a la teoría de los juegos (desarrollada con Oskar Morgenstern), es importante su aportación a la teoría del crecimiento económico.

Owen, Robert (1771-1858). Nacido en Newtown (Gales), este industrial textil es uno de los "socialistas utópicos" más conocidos. Empresario de éxito, fue un crítico del industrialismo que abogó por una organización industrial basada en el modelo cooperativo. Puso en práctica sus ideas en una fábrica en Lanark (Escocia) que llegó a ser mundialmente conocida, y también creó la comuna de New Harmony en los Estados Unidos (Indiana) en 1824. Teorizó y promovió los intereses políticos de los trabajadores por medio de la organización sindical, que él mismo contribuyó a crear en 1833 (Grand Union Consolidated Trades Union).

Pantaleoni, Maffeo (1857-1924). Nacido en Frascati (Italia), estudió y fue profesor en la universidad de Roma, diputado y senador. Defendió la síntesis entre la teoría ricardiana y la teoría de la utilidad marginal.

Pareto, Vilfredo (1848-1923). Nacido en París, el aristócrata Pareto estudió ingeniería en Turín y practicó como tal durante veinte años antes de dedicarse a la economía. Su preparación matemática le permitió convertirse en el sucesor de Walras en la universidad de Lausana. Aparte de sus contribuciones a la economía neoclásica, como la distinción entre utilidad cardinal y ordinal, o entre óptimos individuales y colectivos, fue un crítico de la economía marxista.

Petty, sir William (1623-1687). Considerado como uno de los fundadores de la Economía -a la que llamó "Aritmética política"-, este irlandés fue, además, médico, matemático, ingeniero, parlamentario, funcionario y empresario. De Petty es el conocido aserto de que el trabajo es el padre y la tierra es la madre de las riquezas, y suya es también la paternidad de uno de los primeros trabajos empíricos conocidos destinados al cálculo de lo que hoy en día llamamos contabilidad nacional.

Plejánov, Georgy Valentinovich (1856-1918). Dirigente del primer partido marxista ruso, coincidió con Lukács en resaltar la importancia de los análisis económicos en Hegel, y su influencia en Marx.

Polanyi, Karl (1888-1964). Nacido en Viena, de padres húngaros, estudió Filosofía y derecho en Budapest y Viena. Refugiado en Gran Bretaña tras el ascenso del fascismo, fue profesor de las universidades de Oxford y Londres, donde desarrolló su carrera de antropólogo, preocupado por las cuestiones del comercio y el mercado en el mundo antiguo. Su libro más famoso (1944), de inspiración oweniana, refleja un ataque radical al liberalismo, resaltando el deseo imperioso de los hombres de preservar su sociabilidad, amenazada por el mercado. Su mujer lo definió como un humanista sumamente realista, que no era marxista pero tampoco socialdemócrata.

Potter, Beatrice (Webb) (1858-1943). Nacida en Gloucester, es recordada hoy en día como miembro, junto a su marido, Sidney Webb, del grupo de los fabianos, socialistas no marxistas que fueron muy influyentes en Inglaterra a finales del siglo pasado (y que influyeron a su vez en el revisionista Bernstein). Aunque trabajó conjuntamente con su marido, también escribió diversas obras independientemente, sobre temas como el movimiento cooperativista en Inglaterra o el análisis por sexos del mercado de trabajo.

Preobrajenski, Evgeni Alexeyevich (1886-1937). Nacido en la provincia de Orel, hijo de un clérigo, se afilió a los socialdemócratas en 1903 y perteneció al sector de Lenin. Después de la revolución, colaboró en obras teóricas con Bujarin y se convirtió, durante la década de los veinte, en el economista teórico de la oposición de izquierdas encabezada por Trotski. Defendió la consecución de altas tasas de crecimiento económico a costas del sector agrícola. Expulsado del partido en 1927, readmitido en 1929 y vuelto a expulsar en 1931, fue ejecutado en las purgas de Stalin.

Proudhon, Pierre Joseph (1809-1865). Nacido en Besançon, en una familia obrera, trabajó de tipógrafo y obtuvo el bachillerato a los 29 años. Marx consideraba que su obra )Qué es la propiedad? tenía la misma importancia para la economía que la que pudiera tener la obra de Sieyès )Qué es el tercer estado? para la política, y consideraba esta obra como "un manifiesto científico del proletariado francés". Sin embargo, otra obra de Proudhon provocó la réplica de Marx en Miseria de la filosofía. Convertido en periodista y diputado (1848), consiguió que 691 de los 693 miembros de la Asamblea Nacional votaran una moción de condena contra él por afirmar que el proletariado instauraría un orden nuevo, procediendo a una liquidación y rechazando los procedimientos legales.

Ricardo, David (1772-1823). Nacido en Londres, hijo de un agente de bolsa de origen judío, él también trabajó como tal, además de ser banquero y terrateniente. Sus Principios de Economía Política (1817) son una de las obras más importantes de toda la historia del pensamiento económico, y junto a la Riqueza de las Naciones (1776), de Adam Smith, los dos libros claves de la economía clásica, en los que se asienta la teoría del valor-trabajo, desarrollada más tarde por Marx y criticada por los numerosos autores estudiados en este libro. La obra de Ricardo está en el origen de la de los llamados "socialistas ricardianos", así como en el de la obra de Marx y de la de los llamados neorricardianos, entre ellos los actuales sraffianos, autores que defienden todos la importancia decisiva de la contribución de Ricardo.

Robinson, Joan (1909-1983). Nacida en Camberley (Inglaterra) y economista en Cambridge, esta discípula de Keynes es una de las figuras más importantes de la corriente postkeynesiana. Su primer trabajo sobre la competencia imperfecta fue bastante neoclásico. Posteriormente, ha escrito libros importantes sobre acumulación de capital, desarrollo y subdesarrollo, y muchas otras materias, incluido un influyente librito introductorio sobre economía marxista. Considerada por algunos como "la Rosa Luxemburgo burguesa", esta economista que enseñaba que había que aprender economía para no dejarse engañar por los economistas, reforzó con sus posiciones "prochinas" su inconfundible imagen heterodoxa.

Rodbertus(-Jagetzow), Johann Karl (1805-1875). Nacido en Greifswald (Pomerania sueca), este terrateniente fue un socialista famoso hoy prácticamente olvidado con ideas cercanas a las de Lassalle y Wagner. No fue un revolucionario, pero era partidario de la supresión de la propiedad privada de la tierra y de los medios de producción aunque fuera por medio de una evolución gradual. Escribió su primer libro en defensa de las clases trabajadoras en 1839.

Roscher, Wilhelm Georg Friedrich (1817-1894). Uno de los fundadores de la Escuela Histórica Alemana, fue profesor en Leipzig desde 1848 hasta su muerte. Defendía la economía positiva y descartaba la economía normativa.

Rosdolsky, Roman (1898-1967). Nacido en Lvov (actual Polonia), fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Ucrania Occidental y, más tarde, seguidor de Trotski. Emigrado a los Estados Unidos, fue el autor de un extenso trabajo sobre los Grundrisse de Marx considerado como uno de los trabajos más exhaustivos sobre teoría económica marxista de la segunda mitad de este siglo.

Rubin, Isaac Ilich (1886-1937). Marxista ruso, menchevique, historiador de la Economía y teórico importante él mismo. Profundizó en la teoría del valor de Marx hasta podérselo considerar como el fundador de la microeconomía marxista moderna; sin embargo, su obra fue desconocida en occidente hasta los años 70 -cuando se tradujo al inglés (y también el español)- y poco considerada en el Este, donde este autor, que sufrió las purgas de Stalin, tampoco conectaba con la Economía oficial.

Saint-Simon (Claude-Henri de Rouvroy, conde de) (1766-1825). Nacido en París, fue militar y empresario antes de convertirse en escritor y periodista al servicio de sus utópicas ideas socialistas. Influyó en Comte y en una amplia escuela de saint-simonianos que abogaron por una industrialización planificada y por un cambio social pacífico dirigido por ingenieros, manufactureros y científicos. Es considerado también como uno de los fundadores de la sociología.

Samuelson, Paul Anthony (1915-). Quizás uno de los economistas vivos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, este premio Nobel ha publicado trabajos sobre los más diversos campos de la Economía teórica. Su relación con la heterodoxia ha sido la de un crítico prolífico de cuantas teorías han criticado al paradigma ortodoxo, neoclásico y keynesiano. Aparte de sus críticas a los sraffianos, Samuelson destaca por la docena de trabajos que ha dedicado (entre 1956 y los años 90) a la crítica de la teoría económica marxista, a pesar de que en un principio consideró que Marx sólo era un "postricardiano menor".

Say, Jean-Baptiste (1767-1832). Economista francés, discípulo y traductor de Adam Smith, que, a pesar de ser considerado miembro de la escuela clásica de Economía, militó en la oposición frontal a la teoría del valor-trabajo. Destacó como uno de los primeros formuladores de la teoría de la utilidad, y puso énfasis en el papel del capital y del empresario en la creación de riqueza.

Schäffle, Albert Eberhard Friedrich (1831-1903). Nacido en Nürtingen (Alemania), fue periodista y profesor universitario, parlamentario en Wurttemberg y hasta ministro austriaco de Economía. Sus escritos, ejemplo del llamado "socialismo de cátedra", fueron bastante influyentes en su época.

Schmoller, Gustav von (1838-1917). Nacido en Württemberg (Alemania), estudió en Tübingen y fue profesor en Halle, Strasburgo y Berlín. Fundador de la Verein für Sozialpolitik y socialista de cátedra, se le considera también fundador de la nueva escuela histórica alemana, y fue uno de los economistas alemanes más influyentes. Sostuvo la polémica con Carl Menger que puso en marcha la Methodenstreit, y su obra principal fue su monumental Grundriss, que, aunque criticada por algunos como incoherente, influyó mucho en Alemania y también en los institucionalistas americanos.

Schumpeter, Joseph Alois (1883-1950). Nacido en Triesch (Austria-Hungría), estudió en Viena y fue profesor en las universidades de Czernovitz, Graz y Bonn (1925-1932), además de ministro de Hacienda en Austria (1919-20), antes de desempeñar en los Estados Unidos los cargos de profesor en la Universidad de Harvard (1932-1950) y de presidente de la AEA. Estudió los ciclos económicos, el análisis comparado del capitalismo y del socialismo y la historia del pensamiento económico, destacando en este último campo como el autor del libro más conocido en este campo. Enemigo del marxismo, su heterodoxia proviene de su enfoque evolucionista e institucionalista, junto a su diagnóstico de la futura muerte del sistema capitalista y su transformación en una sociedad socialista, aunque analice esta transformación como resultado del propio éxito del primero.

Senior, Nassau William (1790-1864). Uno de los economistas ingleses más importantes de la generación que siguió a Ricardo, se cuenta entre los ricardianos que abandonaron progresivamente la teoría laboral del valor ante la "peligrosidad" de las consecuencias que derivaban de dicha teoría.

Shaikh, Anwar (1948-). Nacido en Pakistán, este ingeniero y economista es profesor, desde mediados de los setenta, en la New School for Social Research de Nueva York, donde ha sido director de su departamento de Economía y donde continúa en la actualidad un programa de trabajo caracterizado por su rigor en la aplicación de la teoría laboral del valor al análisis de la economía contemporánea. Se ha preocupado siempre omnipresente por contrastar empíricamente las teorías que derivan de la Economía de Marx.

Sismondi (Jean Charles Léonard de Sismonde) (1773-1842). Nacido en Ginebra, de origen italiano, fue empleado de banca y granjero antes de dedicarse a escribir, especialmente sobre historia y crítica literaria, y formar parte del círculo de Madame de Staël. Aunque seguidor de Smith en su primera obra (1803), se convirtió después en uno de los máximos representantes de la reacción evolucionista contra la economía clásica. Consideraba que la sociedad capitalista daría paso a una sociedad socialista que se organizaría en defensa de los trabajadores, aunque Marx y Lenin lo consideraron más bien representante del socialismo "pequeñoburgués".

Smith, Adam (1723-1790). Nacido en Kircaldy (Escocia), estudió en Glasgow y fue profesor de Lógica y de Filosofía moral en esta universidad. Amigo de Hume y de los demás representantes de la llamada ilustración escocesa (Ferguson, etc.). Escribió La riqueza de las naciones, el libro por el que muchos lo consideran el padre de la economía, pues en él se sintetiza casi toda la sabiduría económica acumulada hasta la fecha. Defendió en él la teoría del valor-trabajo e introdujo el famoso concepto de la "mano invisible", al que dio una doble dimensión: positiva, como consecuencia del descubrimiento del mecanismo regulador de la competencia y de los precios, y normativa, al fundirse lo anterior con la idea de que ése era el mejor de los mecanismos posibles en cuanto a resultados obtenidos para el bienestar social.

Sombart, Werner (1863-1941). Nacido en Ermsleben (Alemania), estudió en Berlín y fue profesor en esa universidad durante casi cuarenta años. Representante de la escuela histórica alemana, coqueteó en un principio con el marxismo y fue evolucionando hacia un pensamiento ultraconservador y finalmente nacional-socialista. Estudió el capitalismo como sistema, el pensamiento socialista y las figuras del judío y del burgués en el campo de la economía.

Spiethoff, Arthur (1873-1957). Nacido en Alemania, desarrolló allí toda su carrera. Fue discípulo de Schmoller y editor del Jahrbuch de Schmoller. Estudió intensamente los movimientos cíclicos de la economía así como las ondas largas, todo lo cual le llevó a separarse progresivamente de las enseñanzas de la escuela histórica en las que se había formado.

Sraffa, Piero (1898-1983). Nacido en Turín, estudió en su universidad hasta 1920, donde estableció amistad en 1919 con Antonio Gramsci. Profesor en el Trinity College, de Cambridge, desde 1927, permaneció en esta Universidad hasta el final de su vida, donde influyó en numerosos estudiantes y colegas, incluyendo a Joan Robinson, Maurice Dobb, Meek, Pasinetti y Garegnani. No participó en las controversias que su propia obra generó, especialmente su famoso libro de 1960. Editó la obra completa de Sraffa, con ayuda de M. Dobb.

Sternberg, Fritz (1895-1963). Nacido en Breslau (la actual Wroclaw, en Polonia), de padres judíos, estudió en Frankfurt con Oppenheimer y se hizo periodista y escritor. Teórico del imperialismo, fue criticado por Grossmann. Emigrado a los Estados Unidos en 1939, donde se hizo ciudadano americano, volvió a Europa tras la guerra y defendió una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo soviético. Murió en Munich.

Steuart, James Denham (1712-1780). Nacido en Edimburgo (Escocia), este terrateniente es uno de los precedentes más claros del enfoque evolucionista que, a través de Richard Jones, influyó por una parte en Marx y, por otra parte, en los historicistas alemanes.

Stuart Mill, John (1806-1873). Economista frecuentemente considerado el último de los clásicos, es hijo del también famoso economista James Mill, amigo y colega de Ricardo. Como su padre, y al igual que Senior, intentó compatibilizar la teoría del valor-trabajo con algunas posiciones de sus críticos.

Sweezy, Paul (nacido en 1910). Neoyorquino e hijo de un banquero de Wall Street, estudió en Harvard y en Londres (London School of Economics). Víctima del macartismo, no llegó a ser profesor permanente aunque ejerció de profesor visitante en las universidades de Cornell, Stanford y Yale, entre otras. En 1949 fundó, junto a Leo Huberman, la Monthly Review. Colaboró con Paul Baran en diversos trabajos hasta la muerte de éste en 1964. Entre sus obras destacan los libros sobre la teoría del desarrollo capitalista, el capital monopolista, la transición del capitalismo al socialismo, y su labor editorial al frente de la Monthly Review, que dura hasta la actualidad.

Thompson, William (1775-1833). Irlandés nacido en Cork, pretendió combinar en su obra el socialismo con el utilitarismo. Miembro de los "socialistas ricardianos" por basar su defensa de los trabajadores en la idea del derecho al trabajo sobre el producto, propugnaba la cooperación en vez de la competencia. Defendió las cooperativas de consumo y de productores, y se le considera también como uno de los primeros defensores de los derechos de la mujer.

Torrens, (coronel) Robert (1780-1864). Este militar irlandés, propietario del The Globe, fue uno de los primeros críticos declarados de la teoría del valor-trabajo. En realidad, se adelantó a todos los que a finales del siglo pasado trataron de enmendar la teoría de Ricardo por la senda de la consideración del tiempo, o del capital, como causa complementaria del valor, en contra de la idea del propio Ricardo, que siempre consideró esto insignificante y despreciable.

Trotski, León (Lev Davidovich Bronstein) (1879-1940). Nacido en Yanovka (Ucrania) en una familia de ricos agricultores judíos, se unió al movimiento revolucionario a finales de siglo, colaboró con Lenin primero y rompió después con él, y volvió al partido bolchevique en 1917. Fue comisario de Asuntos Exteriores y de Guerra (y fundador del Ejército Rojo) en el gobierno soviético y uno de los líderes de la revolución. Expulsado del partido en 1927 y exiliado en 1929, fue el principal crítico marxista del stalinismo durante los años treinta, fundó la Cuarta Internacional en 1938 y murió asesinado en México, por orden de Stalin.

Tugán-Baranovski, Mijaíl I. (1865-1919). Nacido en Solyonoye (Ucrania) en una familia aristocrática, medio tártara, medio ucraniana, estudió derecho, economía y ciencias en la universidad de Jarkov, y adquirió renombre en los círculos socialistas con ocasión de la polémica contra los populistas sobre el desarrollo capitalista en Rusia. Su crítica de la transformación marxista fue continuada por Bortkiewicz. Marxista crítico y miembro del grupo de los "marxistas legales", fue primero revisionista y luego abandonó el movimiento socialdemócrata y se comprometió con el movimiento cooperativista. Enseñó en las universidades de San Petersburgo y Kiev, siendo en ésta última decano de su facultad de Derecho. Nacionalista ucraniano, fue ministro de Hacienda en el gobierno provisional ucraniano de 1918.

Varga, Eugen (1879-1964). Nacido en Budapest, este economista fue uno de los primeros en realizar, desde los países del Este, estimaciones empíricas de la tasa de plusvalía y de las otras categorías marxistas. Fue también un estudioso importante de las crisis económicas.

Veblen, Thorstein Bunde (1857-1929). Nacido en Cato (Wisconsin) en una familia campesina de emigrantes noruegos, fue profesor en diversas universidades y el representante más genuino de la economía institucionalista. Su libro más conocido versa sobre la teoría de la clase ociosa, donde creó conceptos que aún perduran como los de "consumo conspicuo" o la "emulación pecuniaria". Fue un crítico de la propiedad privada pero no un revolucionario ni un socialista; en su juventud creía en la posibilidad del socialismo, pero se mostró mucho más escéptico tras descubrir la capacidad de influencia ideológica del sistema a través de los mecanismo (de consumo, etc.) que él mismo estudió.

Wagner, Adolph Heinrich Gotthelf (1835-1917). Nacido en Erlangen, estudió en Göttingen y fue profesor en Berlín desde 1870. Cofundador de la Verein für Sozialpolitik, diputado y senador, fue un crítico conservador del laissez faire, y participó en la Methodenstreit del lado austriaco. Su aportación principal se refirió a la teoría de la hacienda pública, pero también es conocida su crítica de Marx, que éste replicó en unas notas marginales no publicadas pero famosas por ser un resumen de aspectos importantes de su teoría del valor.

Walras, Marie-Esprit-Léon (1834-1910). Nacido en Évreux, hijo del también economista Antoine Auguste Walras (1801-1866), a quien él mismo consideraba como uno de los fundadores de la teoría del valor fundado en la rareté (la utilidad marginal), fue miembro del trío (junto a Jevons y Menger) considerado autor de la revolución "marginalista", y creador de la escuela de Lausana (Suiza), donde fue profesor. Walras fue el único de los tres que fue capaz de extender la teoría a un sistema de equilibrio general, basado en un modelo matemático de ecuaciones lineales múltiples. Aunque no consideraba correcta la teoría laboral del valor, no realizó una crítica de la misma, tarea que sí llevó a cabo, en cambio, su discípulo y sucesor Vilfredo Pareto.

Webb, Sidney (1859-1947). Nacido en Londres, fue empleado, funcionario, periodista y escritor radical, cofundador de la sociedad de los fabianos y de la célebre London School of Economics, antes de ser nombrado ministro laborista (1924 y 1929-31) y Lord (1929). Partiendo del utilitarismo, él y su mujer defendían una sociedad socialista a base de sustituir la propiedad privada por formas públicas y cooperativas de propiedad, pero utilizando instrumentos legales como los sindicatos, las cooperativas y el trabajo del partido laborista. Aunque simpatizaron con la sociedad soviética, siempre se opusieron a las revoluciones violentas.

Weber, Max (1864-1920). Nacido en Erfurt, fue profesor en Heidelberg, y aunque se le considera a veces como un economista historicista fue más bien un sociólogo preocupado por algunas cuestiones de economía, como la que encierra su famosa tesis sobre el papel del protestantismo en el nacimiento del capitalismo. Rechazó el utilitarismo y el análisis marginal.

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