Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

domingo, 4 de octubre de 2020

LA ARROBA Y SUS DIFERENTES USOS EN LA HISTORIA

 

Un signo más antiguo de lo que se cree



La arroba, representada por el signo @, es una antigua medida española de peso equivalente a 11,502 kg, la cuarta parte de un quintal. La palabra proviene del árabe ruba (cuarta parte), derivada de arba (cuatro). El símbolo de las direcciones de correo electrónico, llamado arroba en español, fue creado por los copistas de la Edad Media tardía para representar la preposición latina ad.

Ese símbolo podría haber desaparecido en el siglo XV con la invención de la imprenta por Gutenberg, pero logró sobrevivir gracias a los mercaderes del Renacimiento, que lo usaron para vincular el número de productos vendidos con su precio unitario. De esta forma, 12 @ 3L significaba "12 unidades (de determinada mercadería) a tres libras cada una".

Se supone que el uso del signo ‘@’ para designar la arroba nació en España en el siglo XIX, cuando se descargaban mercaderías en los puertos de Cataluña, donde la naciente industria local copió algunas costumbres y manuales de contabilidad ingleses, que ya lo usaban desde un siglo antes. Dado que antes del símbolo ‘@’ venía en general el peso del producto, era natural que @ fuera interpretado como una unidad de peso, la más común de las cuales era la arroba en esa época.

Este signo, que ya había sobrevivido a la invención de la imprenta, volvió a salvarse de la extinción gracias a los inventores norteamericanos que, a fines del siglo XIX, crearon la primera máquina de escribir y lo incluyeron en su teclado, y un siglo más tarde lo heredaron las computadoras personales. Con el surgimiento de internet, Ray Tomlinson, el creador del primer software de correo electrónico, se vio en la necesidad de adoptar un carácter para separar la identificación del usuario de la correspondiente a la máquina o al proveedor. El señor Tomlinson eligió para tal fin nuestro signo secular, nacido a fines de la Edad Media, y lo transformó así en más usado y más famoso que nunca en su larga historia.

Como dato curioso, en italiano ‘@’ recibe el nombre de chiocciola, derivado del latín coclea (caracol); en holandés y alemán: apestaart y Klammeraffe (cola de mono); en sueco, snabel o kanebulle (trompa de elefante); y en otras lenguas europeas, simplemente pretzel.
[Fuente: La palabra del día. Enviado por Alejandro Olivieri]

domingo, 13 de septiembre de 2020

Jean Luc-Nancy: "La extensión de la pandemia es potente en el espacio y en el tiempo"

 

Entrevista a uno de los filósofos franceses contemporáneos más influyentes

Acaba de cumplir 80 años. Ha escrito acerca de los nacionalismos y la modernidad y las nociones de globalización y comunidad. En esta nota aborda el presente y su relación de sus grandes hilos de pensamiento.

lunes, 31 de agosto de 2020

Un cuento acelerado

 Por 

En un lugar muy lejano o tal vez al doblar la esquina, vive gente acelerada que ya no disfruta la vida. Vive para trabajar y no para ser felices, vive del que dirán y no de sus sentimientos; escapan de sus sueños para vivir interminables pesadillas y lo peor de este cuento es que todos están conscientes de sus desgastadas vidas. Pero el tiempo pasa tan rápido que este cuento desandado terriblemente ha terminado.

jueves, 6 de agosto de 2020

TIK TOK CORAZÓN: ACÁ TENES MI VETO PARA EL FIN DE LA GLOBALIZACIÓN

 

Fuente: 

Cenital

por Juan Elman

Es tan fascinante como revelador lo que está pasando con TikTok, la aplicación del momento que tiene más de 800 millones de usuarios activos en todo el mundo y es particularmente atractiva en centennials. La semana pasada Trump anunció que la prohibiría en Estados Unidos por razones de seguridad nacional. El lunes pateó el veto por 45 días a condición de que Microsoft se haga con el control de la empresa en el país. 

TikTok, que es parte del grupo empresario ByteDance, es la primera red social de origen chino que se vuelve global y logra penetrar en Estados Unidos. Este es un primer punto para entender la dimensión del asunto. Dice bastante el hecho de que la única manera que ahora tiene la app para sobrevivir sea venderse a capitales estadounidenses. 

Hoy te propongo una mirada rápida sobre tres tableros en los que impacta el tema: Estados Unidos, China y el futuro de internet. 

  1. Libertad con asteriscos

“TikTok es para el Black Lives Matter lo que Twitter fue para la Primavera Árabe”, le dijo Kareem Rahma, un influencer que se hizo conocido por subir videos en pleno estallido en Minneapolis, al New York Times. TikTok, que tiene más de 160 millones de descargas en Estados Unidos, es un fenómeno cultural. Ocupó un lugar crucial en las protestas desatadas luego del asesinato de George Floyd y lo sigue haciendo en plena campaña electoral. No está de más recordar que fueron usuarios de la aplicación, mayormente adolescentes, quienes boicotearon lo que iba a ser el gran relanzamiento de la campaña de Trump en Tulsa, Oklahoma. Y es mucho más que una plataforma de activismo. 

La prohibición de una red social es algo sin precedentes en el país. De hecho no es claro cómo se llevaría a cabo: Estados Unidos no tiene leyes que indiquen cómo bloquear software, como sí tienen países como China, Rusia o India. Una alternativa podría ser impedirle a la empresa comerciar con compañías nacionales, la lista negra en la que ya se encuentra Huawei. Pero aún así no es claro cómo se avanzaría y cuánto éxito van a tener las maniobras judiciales que sin duda van a intentar bloquear el veto. 

El segundo escenario, la venta forzada, no es menos cuestionable. Por algo Microsoft y la Casa Blanca analizan incorporar a los inversores estadounidenses que forman parte de TikTok actualmente. El objetivo es matizar la interpretación de la maniobra, alejar la palabra que ya se está pronunciando: expropiación. Los dichos de Trump acerca de la tajada que se debe llevar el Estado ante un eventual acuerdo ciertamente no ayudan a la narrativa. 

Uno podría señalar la contradicción: el país que hace gala del libre mercado y la libertad de expresión forzando a la red social más exitosa y popular del momento a venderse o desaparecer en el país. Uno podría, insisto, empuñar la noticia contra libertarios, reflotar esas noticias del 2015 que comparaban a Trump con Chávez, etcéteras. O podría entender su lógica. No es un ataque contra las reglas de juego: las reglas de juego ya cambiaron. La ironía es doble: Estados Unidos está haciendo con TikTok lo mismo que hizo China con Facebook, Google o Twitter. Trump también está definiendo qué entiende por soberanía digital. 

TikTok se defiende con argumentos válidos: la política de recolección de datos es mucho menos agresiva que la de otras plataformas como Facebook. Apunta también a que la compañía ha abierto “centros de transparencia” en Los Ángeles y retirado servidores de China. Dice que es una empresa privada que jamás ha compartido información con el Partido Comunista Chino y que no lo haría si este lo solicitara. Nada de eso parece importar para el establishment de seguridad estadounidense, que recuerda: la empresa es mayoritariamente de capitales chinos y las leyes de seguridad nacional de Beijing hace que las compañías no se puedan negar a las demandas del Estado. TikTok habló con 2018 y le respondieron con el 2020.  

La disputa dentro de Estados Unidos no se limita a la esfera estatal. De concretarse la operación, Microsoft saltaría al mercado de redes sociales, un espacio en el que tiene una posición marginada pese a contar con Linkedin y Skype. No llama la atención por qué Mark Zuckerberg es uno de los principales lobbistas a favor de la prohibición. Esta semana Facebook presentó Reels, una función dentro de Instagram que busca posicionarse como una alternativa a TikTok. De los 4 CEOs que comparecieron ante el Congreso la semana pasada, Zuckerberg fue quien más hizo hincapié en el contrapeso que deben ejercer las Big Tech contra sus rivales chinos. 

Microsoft, que no fue invitado a participar en la audiencia de la semana pasada, es la compañía tecnológica mejor valorada en China. Pero no es seguro que vaya a lograrse un acuerdo. No hay consenso sobre cuánto vale TikTok, en parte porque Microsoft no compraría toda la empresa sino las operaciones de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Eso también es un escollo para definir de qué manera va a seguir funcionando la aplicación, y si ese esquema va a satisfacer las demandas de seguridad nacional de la Administración. 

  1. Las lecciones en China

Beijing dijo que la maniobra de Estados Unidos expone sus “típicos dobles estándares”. Un editorial del estatal China Daily sostuvo que el país no va a aceptar el “robo” de TikTok y que tiene “muchas opciones para responder”.

Hay dos datos que desalientan una escalada fuerte. El primero es que, a diferencia del caso de los consulados, China no tiene medidas idénticas para tomar, dado que las redes yanquis ya están bloqueadas allá. Y Trump, abocado a una campaña electoral donde la disputa contra China es protagonista, plantea un juego demasiado riesgoso para un Partido que, como contamos la semana pasada, busca evitar una ruptura total del vínculo. ¿Por qué no esperar unos meses más a ver qué pasa ante un posible cambio de gobierno?

El segundo dato, más importante, es que TikTok no es Huawei. La empresa que lidera el desarrollo global en 5G juega un rol vital para su economía doméstica y sus proyectos de expansión. La relación con el Partido, además, es mucho más estrecha que en el caso de ByteDance, que ha tenido roces con el aparato de seguridad por contenido sensible políticamente. Ni TikTok ni su empresa madre son socios estratégicos de Beijing. Para China, la prohibición de TikTok no es comparable con los golpes que viene recibiendo Huawei desde hace unos meses. Es difícil esperar una reacción similar. 

Pero el caso deja una gran lección justamente para empresas como ByteDance, que buscaron un desarrollo por fuera de las fronteras chinas. TikTok, la primera red social que logra convertirse en un fenómeno global, lo intentó todo: contrató como CEO a un ejecutivo de Walt Disney, incorporó varios inversores estadounidenses a su board, sacó servidores y oficinas de China, abrió “centros de transparencia” en California y hasta se plegó al boicot de otras plataformas a la ley de seguridad en Hong Kong. No alcanzó. Para las empresas tecnológicas chinas, el problema no es únicamente la creciente barrera en el mercado estadounidense y apéndices: India, vital por su densidad poblacional, prohibió, además de TikTok, a otras 58 aplicaciones chinas, y el boicot a la importación de tecnología no muestra signos de agotamiento. La experiencia de TikTok, primera red social china que se vuelve global, quizás sea un debut y despedida. 

  1. El futuro de internet

Se dice, se repite, que uno de los riesgos ante estos conflictos geopolíticos es que la internet deje de ser interoperable y se divida en distintas esferas de influencia. Las discusiones sobre el futuro de la red han sido interpretadas como un modelo en miniatura del futuro de la globalización. TikTok es un gran caso de análisis. 

Pensemos en un escenario donde Microsoft adquiere las operaciones de TikTok en Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, y aplica los cambios en la aplicación por los que pide Trump. ¿Cómo va a funcionar la aplicación, con un código y desarrollo particular para estos países y otro para el resto? ¿Va a ser la misma? No serían dos sino tres lógicas distintas: una para China, donde la app se llama Dou yin (抖音) y opera bajo reglas estrictas; otra para Estados Unidos y apéndices bajo el control de Microsoft; y luego el resto del mundo, donde todo seguiría igual. 

Me gustó como lo dijo Jimena Valdez: la globalización se mueve de maneras misteriosas.

jueves, 23 de julio de 2020

Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus.


Por Naomi Klein
Fuente: http://motoreconomico.com.ar/

En este revelador artículo para The Intercept, la periodista canadiense Naomi Klein analiza el fichaje del ex Ceo de Google Eric Schmidt para encabezar una comisión para «reimaginar la realidad post-Covid» en Nueva York donde, dice, comienza a gestarse un futuro dominado por la asociación de los estados con los gigantes tecnológicos: “Pero las ambiciones van mucho más allá de las fronteras de cualquier estado o país”. Klein define una Doctrina del Shock pandémico, a la que llama el nuevo pacto o New Deal de las Pantallas (Screen New Deal). Plantea el riesgo liso y llano de que esta política de las corporaciones amenace destruir al sistema educativo y de salud. El rastreo de datos, el comercio sin efectivo, la telesalud, la escuela virtual, y hasta los gimnasios y las cárceles, parte de una propuesta “sin contacto y altamente rentable”. La cuarentena como laboratorio en vivo, un «Black Mirror», y la aceleración de esta distopía a partir del coronavirus: “Ahora, en un contexto desgarrador de muerte masiva, se nos vende la dudosa promesa de que estas tecnologías son la única forma posible de proteger nuestras vidas contra una pandemia”. Cuáles son las dudas (de siempre) y cómo, bajo el pretexto de la inteligencia artificial, las corporaciones vuelven a pelear por el poder de controlar las vidas. (Traducido por Agencia Lavaca.org).

Por Naomi Klein para The Intercept

Durante la sesión informativa diaria sobre coronavirus del gobernador de Nueva York Andrew Cuomo el miércoles, la sombría mueca que llenó nuestras pantallas durante semanas fue reemplazada brevemente por algo parecido a una sonrisa.

La inspiración para estas vibraciones inusualmente buenas fue un contacto en video del ex CEO de Google Eric Schmidt, quien se unió a la reunión informativa del gobernador para anunciar que encabezará una comisión para reimaginar la realidad post-Covid del Estado de Nueva York, con énfasis en integrar permanentemente la tecnología en todos los aspectos de la vida cívica.

«Las primeras prioridades de lo que estamos tratando de hacer», dijo Schmidt, «se centran en telesalud, aprendizaje remoto y banda ancha… Necesitamos buscar soluciones que se puedan presentar ahora y acelerar la utilización de la tecnología para mejorar las cosas». Para que no haya dudas de que los objetivos del ex CEO de Google eran puramente benevolentes, su fondo de video presentaba un par de alas de ángel doradas enmarcadas.

Justo un día antes, Cuomo había anunciado una asociación similar con la Fundación Bill y Melinda Gates para desarrollar «un sistema educativo más inteligente». Al llamar a Gates un «visionario», Cuomo dijo que la pandemia ha creado «un momento en la historia en el que podemos incorporar y avanzar en las ideas [de Gates] … Todos estos edificios, todas estas aulas físicas, ¿para qué, con toda la tecnología que se tiene?» preguntó, aparentemente de modo retórico.

Ha tardado un tiempo en edificarse, pero está comenzando a surgir algo parecido a una doctrina del shock pandémico. Llamémoslo «Screen New Deal» (el New Deal de la pantalla). Con mucho más de alta tecnología que cualquier otra cosa que hayamos visto en desastres anteriores, el futuro que se está forjando a medida que los cuerpos aún acumulan las últimas semanas de aislamiento físico no como una necesidad dolorosa para salvar vidas, sino como un laboratorio vivo para un futuro permanente y altamente rentable sin contacto.

Anuja Sonalker, CEO de Steer Tech, una compañía con sede en Maryland que vende tecnología para el auto estacionamiento de vehículos (self parking), resumió recientemente el nuevo discurso que genera el virus. «Hay una tendencia definida a la tecnología sin contacto con humanos», dijo. «Los humanos son biopeligrosos, las máquinas no lo son».

Es un futuro en el que nuestros hogares nunca más serán espacios exclusivamente personales, sino también, a través de la conectividad digital de alta velocidad, nuestras escuelas, los consultorios médicos, nuestros gimnasios y, si el estado lo determina, nuestras cárceles. Por supuesto, para muchos de nosotros, esas mismas casas ya se estaban convirtiendo en nuestros lugares de trabajo que nunca se apagan y en nuestros principales lugares de entretenimiento antes de la pandemia, y el encarcelamiento de vigilancia «en la comunidad» ya estaba en auge. Pero en el futuro, bajo una construcción apresurada, todas estas tendencias están preparadas para una aceleración de velocidad warp (forma teórica de moverse más rápido que la velocidad de la luz).

Este es un futuro en el que, para los privilegiados, casi todo se entrega a domicilio, ya sea virtualmente a través de la tecnología de transmisión y en la nube, o físicamente a través de un vehículo sin conductor o un avión no tripulado, y luego la pantalla «compartida» en una plataforma mediada. Es un futuro que emplea muchos menos maestros, médicos y conductores. No acepta efectivo ni tarjetas de crédito (bajo el pretexto del control de virus) y tiene transporte público esquelético y mucho menos arte en vivo. Es un futuro que afirma estar basado en la «inteligencia artificial», pero en realidad se mantiene unido por decenas de millones de trabajadores anónimos escondidos en almacenes, centros de datos, fábricas de moderación de contenidos, talleres electrónicos, minas de litio, granjas industriales, plantas de procesamiento de carne, y las cárceles, donde quedan sin protección contra la enfermedad y la hiperexplotación. Es un futuro en el que cada uno de nuestros movimientos, nuestras palabras, nuestras relaciones pueden rastrearse y extraer datos mediante acuerdos sin precedentes entre el gobierno y los gigantes tecnológicos.

Si todo esto suena familiar es porque, antes del Covid, este preciso futuro impulsado por aplicaciones y lleno de conciertos nos fue vendido en nombre de la conveniencia, la falta de fricción y la personalización. Pero muchos de nosotros teníamos preocupaciones. Sobre la seguridad, la calidad y la inequidad de la telesalud y las aulas en línea. Sobre autos sin conductor que derriban peatones y aviones no tripulados que destrozan paquetes (y personas). Sobre el rastreo de ubicación y el comercio sin efectivo que borra nuestra privacidad y afianza la discriminación racial y de género. Sobre plataformas de redes sociales sin escrúpulos que envenenan nuestra ecología de la información y la salud mental de nuestros hijos. Sobre «ciudades inteligentes» llenas de sensores que suplantan al gobierno local. Sobre los buenos trabajos que estas tecnologías eliminaron. Sobre los malos trabajos que producían en masa.

Y, sobre todo, nos preocupaba la riqueza y el poder que amenazaban a la democracia acumulados por un puñado de empresas tecnológicas que son maestros de la abdicación, evitando toda responsabilidad por los restos que quedan en los campos que ahora dominan, ya sean medios, minoristas o transporte.

Ese era el pasado antiguo conocido como «febrero». Hoy en día, una gran ola de pánico arrastra a muchas de esas preocupaciones bien fundadas, y esta distopía calentada está pasando por un cambio de marca de trabajo urgente. Ahora, en un contexto desgarrador de muerte masiva, se nos vende la dudosa promesa de que estas tecnologías son la única forma posible de proteger nuestras vidas contra una pandemia, las claves indispensables para mantenernos a salvo a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.

Gracias a Cuomo y sus diversas asociaciones multimillonarias (incluida una con Michael Bloomberg para pruebas y rastreo), el estado de Nueva York se está posicionando como la brillante sala de exposición para este sombrío futuro, pero las ambiciones van mucho más allá de las fronteras de cualquier estado o país.

Y en el centro de todo está Eric Schmidt. Mucho antes de que los estadounidenses entendieran la amenaza de Covid-19, Schmidt había estado en una agresiva campaña de lobby, presiones y relaciones públicas impulsando precisamente la visión de la sociedad del Black Mirror (o Espeo Negro, por la serie inglesa) que Cuomo acaba de darle poder para construir. En el corazón de esta visión está la perfecta integración del gobierno con un puñado de gigantes de Silicon Valley: con escuelas públicas, hospitales, consultorios médicos, policías y militares, todas las funciones principales se externalizan (a un alto costo) a empresas privadas de tecnología.

Es una visión en la que Schmidt ha estado avanzando en sus funciones como presidente de la Junta de Innovación de Defensa, que asesora al Departamento de Defensa sobre el mayor uso de la inteligencia artificial en el ejército, y como presidente de la poderosa Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial, o NSCAI, que asesora al Congreso sobre «avances en inteligencia artificial, desarrollos relacionados con el aprendizaje automático y tecnologías asociadas», con el objetivo de abordar «las necesidades de seguridad nacional y económica de los Estados Unidos, incluido el riesgo económico». Ambas juntas están llenas de poderosos CEOS de Silicon Valley y altos ejecutivos de compañías como Oracle, Amazon, Microsoft, Facebook y, por supuesto, los colegas de Schmidt en Google.

Como presidente, Schmidt aún posee más de 5.3 mil millones de dólares en acciones de Alphabet (la compañía matriz de Google), así como grandes inversiones en otras empresas tecnológicas, esencialmente ha estado llevando a cabo una reestructuración con sede en Washington en nombre de Silicon Valley. El objetivo principal de las dos cámaras empresarias es solicitar aumentos exponenciales en el gasto del gobierno en investigación sobre inteligencia artificial y en infraestructura que permita tecnologías como la 5G, inversiones que beneficiarían directamente a las compañías en las que Schmidt y otros miembros de estos grupos tienen amplias participaciones.

Primero en presentaciones a puertas cerradas para legisladores y más tarde en artículos de opinión y entrevistas públicas, el argumento de Schmidt ha sido que, dado que el gobierno chino está dispuesto a gastar dinero público ilimitado para construir la infraestructura de vigilancia de alta tecnología, mientras permite a las empresas tecnológicas chinas como Alibaba, Baidu y Huawei obtener los beneficios de las aplicaciones comerciales, la posición dominante de los EE.UU en la economía global está al borde del colapso.

El Centro de Información de Privacidad Electrónica recientemente obtuvo acceso a través de una solicitud de la Ley de Libertad de Información a una presentación realizada por el NSCAI de Schmidt hace un año, en mayo de 2019. Sus diapositivas plantean una serie de afirmaciones alarmistas sobre cómo la infraestructura reguladora relativamente laxade China y su apetito sin fondo por la vigilancia está haciendo que se adelante a los EE.UU. en varios campos, incluyendo la inteligencia artificiaal para diagnóstico médico, vehículos autónomos, infraestructura digital, ciudades inteligentes, viajes compartidos y comercio sin efectivo.

Las razones dadas para la ventaja competitiva de China son innumerables, desde el gran volumen de consumidores que compran en línea; «La falta de sistemas bancarios heredados en China», lo que le ha permitido saltar sobre efectivo y tarjetas de crédito y desatar «un enorme mercado de comercio electrónico y servicios digitales» utilizando «pagos digitales»; y una grave escasez de médicos, lo que ha llevado al gobierno a trabajar estrechamente con compañías tecnológicas como Tencent para usar la AI (inteligencia artificial) como medicina «predictiva». Las diapositivas señalan que en China, las compañías tecnológicas «tienen la autoridad de eliminar rápidamente las barreras regulatorias, mientras que las iniciativas estadounidenses se ven envueltas en el cumplimiento de HIPPA y la aprobación de la FDA».



Sin embargo, más que ningún otro factor, el NSCAI señala la voluntad de China de adoptar alianzas público-privadas en la vigilancia masiva y la recopilación de datos como una razón para su ventaja competitiva. La presentación promociona el «apoyo y participación explícita del gobierno de China, por ejemplo, en el despliegue del reconocimiento facial». Sostiene que «la vigilancia es uno de los ‘primeros y mejores clientes’ para Al» y, además, que «la vigilancia masiva es una aplicación asesina para el aprendizaje profundo».

Una diapositiva titulada «Conjuntos de datos estatales: vigilancia = ciudades inteligentes» señala que China, junto con el principal competidor chino de Google, Alibaba, están corriendo por delante.



Esto es notable porque la empresa matriz de Google, Alphabet, ha estado impulsando precisamente esta visión a través de su división Sidewalk Labs, eligiendo una gran parte de la costa de Toronto como su prototipo de «ciudad inteligente». Pero el proyecto de Toronto se cerró después de dos años de controversia incesante relacionada con las enormes cantidades de datos personales que Alphabet recolectaría, la falta de protecciones de privacidad y los beneficios cuestionables para la ciudad en general.

Cinco meses después de esta presentación, en noviembre, el NSCAI emitió un informe provisional al Congreso que suscitó la alarma sobre la necesidad de que EE.UU actúe frente a la adaptación China de estas tecnologías controvertidas. «Estamos en una competencia estratégica», afirma el informe , obtenido a través de FOIA por el Centro de Información Electrónica de Privacidad. “La inteligencia artificial estará en el centro. El futuro de nuestra seguridad y economía nacional está en juego ”.

A fines de febrero, Schmidt estaba llevando su campaña al público, tal vez entendiendo que el aumento de presupuesto que su junta directiva estaba pidiendo no podría aprobarse sin una mayor aceptación. En un artículo de opinión del New York Times titulado “Silicon Valley podría perder frente a China», Schmidt pidió «asociaciones sin precedentes entre el gobierno y la industria» y, una vez más, haciendo sonar la alarma de peligro amarilla:

AI (inteligencia artificial) abrirá nuevas fronteras en todo, desde biotecnología hasta banca, y también es una prioridad del Departamento de Defensa. … Si las tendencias actuales continúan, se espera que las inversiones generales de China en investigación y desarrollo superen a las de Estados Unidos dentro de 10 años, aproximadamente al mismo tiempo que se proyecta que su economía sea más grande que la nuestra . A menos que estas tendencias cambien, en la década de 2030 competiremos con un país que tiene una economía más grande, más inversiones en investigación y desarrollo, mejor investigación, un mayor despliegue de nuevas tecnologías y una infraestructura informática más sólida. … En última instancia, los chinos están compitiendo para convertirse en los principales innovadores del mundo, y Estados Unidos no está jugando para ganar.

La única solución, para Schmidt, era un chorro de dinero público. Elogiando a la Casa Blanca por solicitar una duplicación de la financiación de la investigación en inteligencia artificial y ciencia de la información cuántica, escribió: “Deberíamos planear duplicar la financiación en esos campos nuevamente a medida que creamos capacidad institucional en laboratorios y centros de investigación. … Al mismo tiempo, el Congreso debe cumplir con la solicitud del presidente para obtener el nivel más alto de financiamiento de I + D de defensa en más de 70 años , y el Departamento de Defensa debe capitalizar ese aumento de recursos para desarrollar capacidades innovadoras en inteligencia artificial, cuántica, hipersónica y otras prioritarias áreas tecnológicas «.

Eso fue exactamente dos semanas antes de que el brote de coronavirus se declarara una pandemia, y no se mencionó que el objetivo de esta vasta expansión de alta tecnología era proteger la salud de los estadounidenses. Solo que era necesario evitar ser superado por China. Pero, por supuesto, eso pronto cambiaría.

En los dos meses transcurridos desde entonces, Schmidt ha sometido estas demandas preexistentes, para gastos públicos masivos en investigación e infraestructura de alta tecnología, para una serie de «asociaciones público-privadas» en inteligencia artificial y para el aflojamiento de innumerables protecciones de privacidad y seguridad, a través de un ejercicio agresivo de reposicionamiento discursivo. Ahora, todas estas medidas (y más) se están vendiendo al público como nuestra única esperanza posible de protegernos de un nuevo virus que nos acompañará en los próximos años.

Y las compañías tecnológicas con las que Schmidt tiene vínculos profundos, y que pueblan las influyentes juntas asesoras que preside, se han reposicionado como protectores benevolentes de la salud pública y generosos campeones de los «héroes cotidianos» de los trabajos esenciales (muchos de los cuales perderían sus empleos si estas compañías se salieran con la suya). Menos de dos semanas después del cierre del estado de Nueva York, Schmidt escribió un artículo de opinión para el Wall Street Journal que estableció el nuevo tono y dejó en claro que Silicon Valley tiene toda la intención de aprovechar la crisis para una transformación permanente.

Al igual que otros estadounidenses, los tecnólogos están tratando de hacer su parte para apoyar primera línea de respuesta a la pandemia. … Pero cada estadounidense debería preguntarse dónde queremos que esté la nación cuando termine la pandemia de Covid-19. ¿Cómo podrían las tecnologías emergentes desplegadas en la crisis actual impulsarnos hacia un futuro mejor? … Empresas como Amazon saben cómo suministrar y distribuir de manera eficiente. Tendrán que proporcionar servicios y asesoramiento a los funcionarios del gobierno que carecen de los sistemas informáticos y de la experiencia. También deberíamos acelerar la tendencia hacia el aprendizaje remoto, que se está probando hoy como nunca antes. On line, no existe un requisito de proximidad, lo que permite a los estudiantes obtener instrucción de los mejores maestros, sin importar en qué distrito escolar residan… La necesidad de una experimentación rápida a gran escala también acelerará la revolución biotecnológica. … Finalmente, el país está atrasado hace tiempo en infraestructura digital real … Si queremos construir una economía futura y un sistema educativo basado en tele-todo, necesitamos una población totalmente conectada y una infraestructura ultrarrápida. El gobierno debe hacer una inversión masiva, tal vez como parte de un paquete de estímulo, para convertir la infraestructura digital de la nación en plataformas basadas en la nube y vincularlas con una red 5G.

De hecho, Schmidt ha sido implacable en la búsqueda de esta visión. Dos semanas después de la aparición de ese artículo de opinión, describió la programación ad hoc de educación en el hogar que los maestros y las familias de todo el país se vieron obligados a improvisar durante esta emergencia de salud pública como «un experimento masivo en el aprendizaje remoto». El objetivo de este experimento, dijo, era «tratar de descubrir: ¿cómo aprenden los niños de forma remota? Y con esos datos deberíamos ser capaces de construir mejores herramientas de aprendizaje a distancia que, cuando se combinan con el maestro … ayudarán a los niños a aprender mejor ” Durante esta misma videollamada, organizada por el Club Económico de Nueva York, Schmidt también pidió más telesalud, más 5G, más comercio digital y el resto de la lista de deseos preexistente. Todo en nombre de la lucha contra el virus.

Sin embargo, su comentario más revelador fue el siguiente: “El beneficio de estas corporaciones, que amamos difamar, en términos de la capacidad de comunicarse, la capacidad de lidiar con la salud, la capacidad de obtener información, es profundo. Piensa en cómo sería tu vida en Estados Unidos sin Amazon «. Agregó que la gente debería «estar un poco agradecida de que estas compañías obtuvieron el capital, hicieron la inversión, construyeron las herramientas que estamos usando ahora y realmente nos han ayudado».

Es un recordatorio sobre que, hasta hace muy poco, el rechazo público contra estas corporaciones estaba creciendo. Los candidatos presidenciales discutían abiertamente la caída de la gran tecnología. Amazon se vio obligado a abandonar sus planes para una sede en Nueva York debido a la feroz oposición local. El proyecto Sidewalk Labs de Google estaba en una crisis perenne, y los propios trabajadores de Google se negaban a construir tecnología de vigilancia con aplicaciones militares.

En resumen, la democracia se estaba convirtiendo en el mayor obstáculo para la visión que Schmidt estaba promoviendo, primero desde su posición en la cima de Google y Alphabet y luego como presidente de dos poderosas juntas asesorando al Congreso y al Departamento de Defensa. Como revelan los documentos de NSCAI, este inconveniente ejercicio del poder por parte del público y los trabajadores tecnológicos dentro de estas megaempresas, desde la perspectiva de hombres como Schmidt y el CEO de Amazon, Jeff Bezos, desaceleró enloquecedoramente la carrera armamentista de la inteligencia artificial, manteniendo flotas de automóviles y camiones sin conductor potencialmente mortales fuera de las carreteras, evitando que los registros de salud privados se conviertan en un arma utilizada por los empleadores contra los trabajadores, evitando que los espacios urbanos se cubran con software de reconocimiento facial, y mucho más.

Ahora, en medio de la carnicería de esta pandemia en curso, y el miedo y la incertidumbre sobre el futuro que ha traído, estas corporaciones ven claramente su momento para barrer todo ese compromiso democrático. Para tener así el mismo tipo de poder que sus competidores chinos, que ostentan el lujo de funcionar sin verse obstaculizados por intrusiones de derechos laborales o civiles.

Todo esto se está moviendo muy rápido. El gobierno australiano ha contratado a Amazon para almacenar los datos de su controvertida aplicación de seguimiento de coronavirus. El gobierno canadiense ha contratado a Amazon para entregar equipos médicos, generando preguntas sobre por qué omitió el servicio postal público. Y en solo unos pocos días a principios de mayo, Alphabet ha puesto en marcha una nueva iniciativa de Sidewalk Labs para rehacer la infraestructura urbana con $ 400 millones en capital semilla. Josh Marcuse, director ejecutivo de la Junta de Innovación en Defensa que preside Schmidt, anunció que dejaría ese trabajo para trabajar a tiempo completo en Google como jefe de estrategia e innovación para el sector público mundial, lo que significa que ayudará a Google a sacar provecho de algunas de las muchas oportunidades que él y Schmidt han estado creando con su lobby.

Para ser claros, la tecnología es sin duda una parte clave de cómo debemos proteger la salud pública en los próximos meses y años. La pregunta es: ¿estará la tecnología sujeta a las disciplinas de la democracia y la supervisión pública, o se implementará en un frenesí de estado de excepción, sin hacer preguntas críticas, dando forma a nuestras vidas en las próximas décadas? Preguntas como, por ejemplo: si realmente estamos viendo cuán crítica es la conectividad digital en tiempos de crisis, ¿deberían estas redes y nuestros datos estar realmente en manos de jugadores privados como Google, Amazon y Apple? Si los fondos públicos están pagando gran parte de eso, ¿el público no debería también poseerlo y controlarlo? Si Internet es esencial para muchas cosas en nuestras vidas, como lo es claramente, ¿no debería tratarse como una utilidad pública sin fines de lucro?

Y aunque no hay duda de que la capacidad de teleconferencia ha sido un salvavidas en este período de bloqueo, hay serios debates sobre si nuestras protecciones más duraderas son claramente más humanas. Tomemos la educación. Schmidt tiene razón en que las aulas superpobladas presentan un riesgo para la salud, al menos hasta que tengamos una vacuna. Entonces, ¿no se podría contratar el doble de maestros y reducir el tamaño de los cursos a la mitad? ¿Qué tal asegurarse de que cada escuela tenga una enfermera?

Eso crearía empleos muy necesarios en una crisis de desempleo a nivel de depresión y les daría mayor margen a todos en el ambiente educativo. Si los edificios están demasiado llenos, ¿qué tal dividir el día en turnos y tener más educación al aire libre, aprovechando la abundante investigación que muestra que el tiempo en la naturaleza mejora la capacidad de los niños para aprender?

Introducir ese tipo de cambios sería difícil, sin duda. Pero no son tan arriesgados como renunciar a la tecnología probada y verdadera de humanos entrenados que enseñan a los humanos más jóvenes cara a cara, en grupos donde aprenden a socializar entre ellos.

Al enterarse de la nueva asociación del estado de Nueva York con la Fundación Gates, Andy Pallotta, presidente de United Teachers del Estado de Nueva York, reaccionó rápidamente: “Si queremos reimaginar la educación, comencemos por abordar la necesidad de trabajadores sociales, consejeros de salud mental , enfermeras escolares, cursos de artes enriquecedores, cursos avanzados y clases más pequeñas en distritos escolares de todo el estado «, dijo. Una coalición de grupos de padres también señaló que si realmente habían estado viviendo un «experimento de aprendizaje remoto» (como lo expresó Schmidt), los resultados fueron profundamente preocupantes: «Dado que las escuelas cerraron a mediados de marzo, nuestro la comprensión de las profundas deficiencias de la instrucción basada en pantalla solo ha crecido «.

Además de los obvios sesgos de clase y raza contra los niños que carecen de acceso a Internet y computadoras en el hogar (problema que las compañías tecnológicas están ansiosas por cobrar, mediante grandes ventas tecnológicas), hay grandes preguntas sobre si la enseñanza remota puede servir a muchos niños con discapacidades, como lo exige la ley . Y no existe una solución tecnológica para el problema de aprender en un entorno hogareño superpoblado y / o abusivo.

El problema no es si las escuelas deben cambiar ante un virus altamente contagioso para el cual no tenemos cura ni vacuna. Al igual que todas las instituciones donde los humanos actúan en grupos, las escuelas cambiarán. El problema, como siempre en estos momentos de conmoción colectiva, es la ausencia de debate público sobre cómo deberían ser esos cambios y a quién deberían beneficiar. ¿Empresas tecnológicas privadas o estudiantes?

Las mismas preguntas deben hacerse sobre la salud. Evitar los consultorios médicos y los hospitales durante una pandemia tiene sentido. Pero la telesalud pierde en gran medida frente a la atención persona a pesona. Por lo tanto, debemos tener un debate basado en la evidencia sobre los pros y los contras de gastar recursos públicos escasos en telesalud, en comparación con enfermeras más capacitadas, equipadas con todo el equipo de protección necesario, que pueden hacer visitas a domicilio para diagnosticar y tratar pacientes en sus hogares. Y quizás lo más urgente es que necesitamos lograr el equilibrio correcto entre las aplicaciones de seguimiento del virus, que con las protecciones de privacidad adecuadas tienen un papel que desempeñar, y los llamados a un Cuerpo de Salud Comunitario que pondría a millones de estadounidenses a trabajar no solo haciendo seguimiento de contactos sino asegurándose de que todos tengan los recursos materiales y el apoyo que necesitan para estar en cuarentena de manera segura.

En cada caso, enfrentamos decisiones reales y difíciles entre invertir en humanos e invertir en tecnología. Porque la verdad brutal es que, tal como están las cosas, es muy poco probable que hagamos ambas cosas. La negativa a transferir los recursos necesarios a los estados y ciudades en sucesivos rescates federales significa que la crisis de salud del coronavirus ahora se está convirtiendo en una crisis de austeridad fabricada. Las escuelas públicas, universidades, hospitales y tránsito se enfrentan a preguntas existenciales sobre su futuro. Si las compañías tecnológicas ganan su feroz campaña de presiones y lobby para el aprendizaje remoto, telesalud, 5G y vehículos sin conductor, su Screen New Deal, simplemente no quedará dinero para prioridades públicas urgentes, sin importar el Green New Deal (el Nuevo Pacto Verde) que nuestro planeta necesita con urgencia.

Por el contrario: el precio de todos los brillantes dispositivos será el despido masivo de maestros y el cierre de hospitales.

La tecnología nos proporciona herramientas poderosas, pero no todas las soluciones son tecnológicas. Y el problema de externalizar decisiones clave sobre cómo «reimaginar» nuestros estados y ciudades a hombres como Bill Gates y Eric Schmidt es que se han pasado la vida demostrando la creencia de que no hay problema que la tecnología no pueda solucionar.

Para ellos, y para muchos otros en Silicon Valley, la pandemia es una oportunidad de oro para recibir no solo la gratitud, sino también la deferencia y el poder que sienten que se les ha negado injustamente. Y Andrew Cuomo, al poner al ex presidente de Google a cargo del cuerpo que dará forma a la reapertura del estado, parece haberle dado algo cercano al reinado libre.

Fuente: lavaca.org

martes, 21 de julio de 2020

Santiago Bilinkis: "Estamos viviendo la vida para mostrarla en las redes"

Un análisis crítico del presente hiper tecnologizado


“Uno busca en las redes calmar la angustia y lo único que obtiene es más angustia, como las bebidas azucaradas que dan más sed", compara el tecnólogo y economista. Una advertencia sobre la adicción digital y una invitación a la "desconexión programada".

lunes, 13 de julio de 2020

Pablo Rodríguez: "Hoy no está claro quién es el Big Brother porque está demasiado inmiscuido en nuestra vida cotidiana"

Redes sociales, algoritmos, biogenética y nuevas subjetividades

Pablo Rodríguez es profesor de la UBA, investigador del Conicet y autor de Las palabras en las cosas. En diálogo con PáginaI12, reflexiona sobre las relaciones sociales mediadas por los algoritmos en las redes, las nuevas subjetividades configuradas por la informática y la genética, y la incidencia de la pandemia y la cuarentena en estas transformaciones. 

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