Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

viernes, 25 de abril de 2014

El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty

Reflexiones metodológicas y políticas sobre "El capital en el siglo XXI" de Thomas Piketty

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24/04/2014 15:56
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James Galbraith, Sin Permiso
El economista francés Thomas Piketty acaba de publicar un voluminoso libro, Capital in the Twenty-First Century [El capital en el siglo XXI] (Belknap Press, Harvard, 2014, 671 páginas), que ha atraído inmediatamente la atención del mundo académico y hasta del Financial Times. El libro es resultado de una gran investigación empírica fundada en la elaboración de inmensas bases de datos. Es también una crítica inclemente de la irrelevancia y necedad de la ciencia social académica que ha llegado a imperar en las últimas décadas (no sólo en la teoría económica). Y aspira a ser, asimismo, una crítica política radical del catastrófico e insostenible capitalismo de nuestro tiempo. El texto que reproducimos a continuación es una reseña crítica escrita por James Galbraith, autor él mismo de la que acaso sea la mejor investigación teórica y empírica de la relación entre financiarización, inestabilidad y desigualdad en el capitalismo de nuestro tiempo ("Inequality and Instability"). La interesante crítica de Galbraith a Piketty es teórica (el concepto de "capital" de Piketty sería incauta e inadvertidamente neoclásico), es metodológica (su métrica sería incongruente), es empírica (sus ingentes bases de datos ?salidas básicamente de los registros fiscales? no serían las mejores fuentes para lo que se propone) y es política (la forma concebida por Piketty para poner fin a la catástrofe neoliberal y "salvar al capitalismo de sí mismo" sería técnicamente ingenua, y por lo mismo, políticamente utópica). Se trata, en cualquier caso, de una gran discusión, científica y políticamente hablando.
I ¿Qué es el "capital"? Para Karl Marx era una categoría social, política y jurídica: los medios de control de los medios de producción por parte de la clase dominante. El capital podía ser dinero, podía ser máquina; podía ser fijo y podía ser variable. Pero la esencia del capital no era ni física ni financiera. Era el poder que el capital daba a los capitalistas, a saber: la autoridad para tomar decisiones y sacar excedente del trabajador.
A comienzos del pasado siglo, la teoría económica neoclásica sofocó ese análisis social y político, substituyéndolo por uno de tipo mecánico. El capital fue recategorizado como un elemento físico que se hallaba a la par con el trabajo en la producción del producto. Esta noción de capital facilitó la expresión matemática de la "función de producción", de modo que salarios y beneficios quedaban vinculados a los "productos marginales" respectivos de cada factor. La nueva visión elevaba así el uso de las máquinas por encima del papel de sus propietarios, y legitimaba el beneficio como la remuneración justa de una contribución indispensable.
Las matemáticas simbólicas traen consigo la cuantificación. Por ejemplo, si uno quiere sostener que una economía usa más capital (en relación con el trabajo) que otra, tiene que haber alguna unidad común para cada factor. Para el trabajo, podría ser una hora de tiempo de trabajo. ¿Y para el capital? Una vez se deja atrás el "modelo del grano", en el que el capital (la semilla) y el producto (la harina) son la misma cosa, hay que hacer conmensurables todas las diversas piezas de equipo e inventario que constituyen el "stock de capital" existente. ¿Y cómo?
Aunque Thomas Piketty, un profesor de la Escuela de Economía de París, ha escrito un voluminoso libro intitulado El capital en el siglo XXI, rechaza explícitamente (y un tanto cáusticamente) este punto de vista. En cierto sentido, es un escéptico respecto de la actual teoría económica académica dominante, pero no por ello deja de ver (en principio) el capital como una aglomeración de objetos físicos, al modo de la teoría económica neoclásica. Así pues, está obligado a enfrentarse a la cuestión de la contabilización métrica del capital como magnitud.
Lo hace en dos partes. En la primera, amalgama el equipo de capital con todas las formas de riqueza monetariamente valorada, incluidas tierras y edificios, y ya se use la riqueza productiva o improductivamente. Sólo excluye lo que los economistas neoclásicos llaman "capital humano", presumiblemente porque no puede comprarse ni venderse. Luego estima el valor de mercado de esa riqueza. Su medida del capital no es física, sino financiera.
Me temo que eso es fuente de terribles confusiones. Buena parte del análisis de Piketty gira en torno a lo que él define como la tasa de capital respecto del ingreso nacional: la razón capital/ingreso. Debería resultar obvio que esa razón depende en muy buena medida del flujo de valor de mercado. Y Piketty lo concede de grado. Por ejemplo, al describir el desplome de la razón capital/ingreso en Francia, Gran Bretaña y Alemania luego de 1910, sólo se refiere en parte a la destrucción física de equipo de capital. Casi no hubo destrucción física en Gran Bretaña durante la I Guerra Mundial, y la que hubo en Francia fue intencionadamente exagerada por los informes del momento, como mostró Keynes en 1919. Muy poca hubo en Alemania, que se mantuvo intacta hasta el final de la guerra.
¿Qué ocurrió entonces? Las alteraciones y movimientos registrados en la tasa de Piketty se debieron en su mayor parte a los ingresos dimanantes de la movilización del tiempo de guerra, muy altos en relación con una capitalización de mercado cuyas ganancias se redujeron y aun cayeron durante la guerra y la inmediata posguerra. Más tarde, cuando los valores de los activos colapsaron en la Gran Depresión, lo principal no fue la desintegración del capital físico, sino la evaporación de su valor de mercado. Durante la II Guerra Mundial la destrucción jugó un papel mucho más importante. El problema es que, aunque los cambios físicos y los cambios de los precios son cosas obviamente diferentes, Piketty los trata como si fueran distintos aspectos de una misma cosa.
La evolución de la desigualdad no es un proceso natural Piketty busca mostrar que, en relación con el ingreso corriente, el valor de mercado de los activos de capital ha crecido drásticamente desde los 70. En el mundo angloamericano, según sus cálculos, esa razón creció desde un 250-300 por ciento entonces al 500-600 por ciento de nuestros días. En cierto sentido, el "capital" se ha convertido en un factor de la vida económica más importante, más dominante, mucho más grande.
Piketty atribuye ese incremento a la ralentización del crecimiento económico en relación con los rendimientos del capital, conforme a una fórmula bautizada por él como "ley fundamental". Algebraicamente, se expresa como r > c, siendo r los rendimientos del capital y c el crecimiento del ingreso. También aquí parece estar hablando de volúmenes físicos de capital, año tras año aumentados por los beneficios y el ahorro.
Pero lo que mide no son volúmenes físicos, y su fórmula no explica demasiado bien las pautas observadas en los distintos países. Por ejemplo: su razón capital/ingresos llega a la cúspide en Japón en 1990 ?hace casi un cuarto de siglo, al comienzo del largo estancamiento japonés?, y en los EEUU, en 2008. Mientras que en Canadá, que no tuvo desplome financiero, todavía sigue creciendo. Una mente simple diría que lo que cambia es el valor de mercado y no la cantidad física, y que el valor de mercado está impulsado por la financiarización y exagerado por las burbujas, subiendo allí donde éstas se autorizan y cayendo cuando pinchan.
Piketty se propone armar una teoría relevante para el crecimiento que utilice capital físico como insumo. Y sin embargo, desarrolla una métrica empírica que no guarda relación con el capital físico productivo y cuyo valor en dólares depende, en parte, de los rendimientos del capital. ¿De dónde viene la tasa de rendimientos del capital? Piketty no nos lo dice. Se limita a afirmar que los rendimientos del capital promediaban un cierto valor, un 5% de la tierra en el siglo XIX digamos, y que en el siglo XX promedian un valor más alto.
La teoría económica neoclásica básica sostiene que la tasa de rendimientos del capital depende de su productividad (marginal). En tal caso, tenemos que pensar en términos de capital físico. Y esa parece ser también la idea de Piketty. Pero el empeño en construir una teoría del capital físico con una tasa de rendimiento tecnológico fracasó hace mucho tiempo bajo el fuego devastador de la artillería procedente de Cambridge (Inglaterra) en los 50 y los 60, y señaladamente de Joan Robinson, Piero Sraffa y Luigi Pasinetti.
Piketty apenas dedica tres páginas a las controversias Cambridge-Cambridge, pero son páginas muy reveladoras porque resultan terriblemente confusionarias. Escribe: "La disputa prosiguió entre los economistas radicados sobre todo en Cambridge, Massachussets (entre ellos [Robert] Solow y [Paul] Samuelson) y los economistas radicados en Cambridge, Inglaterra..., quienes (no sin cierta confusión a veces) vieron en el modelo de Solow la pretensión de que el crecimiento anda siempre perfectamente equilibrado, lo que era como negar la importancia atribuida por Keynes a las fluctuaciones a corto plazo. No fue hasta bien entrados los 70 que el llamado modelo de crecimiento neoclásico de Solow terminó imponiéndose." Pero los argumentos de los críticos no versaban sobre Keynes, ni sobre fluctuaciones. Versaban precisamente sobre el concepto de capital físico y sobre la imposibilidad de derivar el beneficio de una función de producción. De forma desesperadamente sumaria se pueden resumir del modo que sigue. Primero: no se pueden agregar los valores de los objetos de capital para obtener una cantidad común sin disponer previamente de una tasa de interés, la cual ?por ser previa? debe venir del mundo financiero, no del mundo físico. Segundo: si la tasa real de interés es una variable financiera que varía por razones financieras, la interpretación física de un stock de capital valorado en dólares carece de todo significado. Y en tercer lugar, una objeción más sutil: en la medida en que la tasa de interés cae, no hay tendencia sistemática alguna a la adopción de una tecnología más "intensiva en capital" como, en cambio, supone el modelo neoclásico.
En una palabra: la crítica de Cambridge privó de todo sentido a la pretensión de que los países llegan a ser más ricos por la vía de usar "más" capital. El caso es que los países más ricos a menudo usan menos capital aparente; registran una mayor participación de los servicios en su producto total y del trabajo en sus exportaciones (la "paradoja de Leontief"). Lo cierto es que esos países llegaron a ser más ricos ?como argumentó Pasinetti luego? por la vía del aprendizaje, de la mejora técnica, de la instalación de infraestructuras, de la extensión de la educación y ?como yo mismo he argüido? gracias a una regulación administrativa exhaustiva y profunda y a la generalización de las redes de seguridad social. Nada de eso guarda la menor relación con el concepto de capital físico de Solow, y menos todavía con una métrica de la capitalización de la riqueza en los mercados financieros.
No hay razón para pensar que la capitalización financiera guarda estrecha relación con el desarrollo económico. Al grueso de los países asiáticos, incluidos Corea, Japón y China, les fue muy bien durante décadas sin financiarización; y lo mismo puede decirse de la Europa continental de la posguerra y aun de los EEUU antes de 1970.
Y el modelo de Solow no "terminó imponiéndose". En 1966 el propio Samuelson tuvo que reconocer que Cambridge [Inglaterra] había ganado el debate.
II El núcleo empírico del libro de Piketty se centra en la distribución de los datos de ingreso obtenidos de los registros fiscales de un puñado de países ricos (sobre todo, Francia y Gran Bretaña, pero también los EEUU, Canadá, Alemania, Japón, Suecia y algunos otros). La ventaja de ese procedimiento sobre otras aproximaciones a la distribución es que permite una mirada amplia, al tiempo que presta una detallada e insólita atención a los ingresos de los grupos de elite.
Piketty muestra que a mediados del siglo XX la participación en el ingreso de los grupos en la cúspide de esos países cayó: gracias, sobre todo, a los efectos directos e indirectos de la II Guerra Mundial. Entre esos efectos estaban el alza salarial, la sindicalización, los impuestos progresivos al ingreso y las nacionalizaciones y expropiaciones en Gran Bretaña y en Francia. La participación en el ingreso nacional de los grupos en la cúspide se mantuvo baja durante tres décadas. Empezó a crecer a partir de los 80, drástica y aceleradamente en los EEUU y en Gran Bretaña y más moderadamente en Europa y Japón.
La concentración de la riqueza parece haber llegado a su cima hacia 1910, fue cayendo hasta 1970 y luego empezó a crecer de nuevo. Si las estimaciones de Piketty andan en lo cierto, la participación en la riqueza nacional del grupo en la cúspide en Francia y en los EEUU se halla ahora mismo todavía por debajo de los niveles de la Belle Epoque, mientras que la participación en el ingreso nacional del grupo en la cúspide en los EEUU ha regresado a los niveles de la Era de la Codicia. Piketty cree también que los Estados Unidos son un caso extremo: que su desigualdad de ingresos hoy supera a la registrada en algunos países en vías de desarrollo, como India, China e Indonesia.
¿Hasta que punto son originales y fiables estas medidas? Al comienzo del libro, Piketty se declara el único economista vivo a la altura de Simon Kuznets, el gran estudioso de las desigualdades de mediados del siglo XX. Escribe: "Desgraciadamente, nadie ha proseguido sistemáticamente el trabajo de Kuznets, sin duda, en parte, porque el estudio histórico y estadístico de los registros fiscales cae en una especie de tierra académica de nadie: demasiado histórica para los economistas y demasiado económica para los historiadores. Una verdadera lástima, porque la dinámica de la desigualdad de ingresos sólo puede estudiarse con una perspectiva de largo plazo que sólo se gana sirviéndonos de los registros fiscales." La afirmación es falsa. Los registros fiscales no son la única fuente disponible de buenos datos sobre las desigualdades. En una investigación desarrollada durante más de veinte años, quien esto escribe se ha servido de registros salariales y de remuneraciones para medir la evolución a largo lazo de las desigualdades. En un trabajo de 1999, Thomas Ferguson y yo rastreamos estas medidas hasta los EEUU de 1920: y descubrimos la misma pauta, aproximadamente, que Pikertty ha encontrado ahora.
Es bueno ver confirmados nuestros resultados, porque eso viene a subrayar algo muy importante. La evolución de la desigualdad no es un proceso natural. La ingente igualización registrada en los EEUU entre 1941 y 1945 se debió a la movilización llevada a cabo bajo estrictos controles de precios acompañados de tipos impositivos confiscatorios para las rentas altas. El objetivo era doblar la producción sin crear millonarios enriquecidos por la guerra. Y al revés, el objetivo de la economía de la oferta luego de 1980 fue (principalmente) enriquecer a los ricos. En ambos casos, la política logró ampliamente los efectos que buscaba.
Bajo el presidente Reagan, los cambios en la legislación fiscal estimularon el incremento de las remuneraciones de los ejecutivos empresariales, el uso de opciones de acciones y ?por vía rodeada? la desmembración de las nuevas empresas tecnológicas en empresas separadamente capitalizadas (como Intel, Apple, Oracle, Microsoft, etc.). Ahora los ingresos en la cúspide no son ya remuneraciones fijas, sino que están estrechamente vinculadas al mercado de valores. Eso es simplemente resultado de la concentración de propiedad, del flujo de precios de activos y del uso de fondos de capital para la remuneración de los ejecutivos. Durante el auge de las tecnológicas, la correspondencia entre los cambios registrados en la desigualdad de ingresos y los registrados en el [índice] NASDAQ era exacta, como Travis Hale y yo hemos mostrado en un artículo que acaba de aparecer en la World Economic Review. [1]
El lector no especializado no se sorprenderá. Los académicos, empero, tienen que lidiar con el trabajo convencional dominante de (entre otros) Claudia Goldin y Lawrence Katz, quienes sostienen que la pauta de los cambios registrados en la desigualdad de ingresos en Norteamérica es el resultado de una "carrera competitiva entre la educación y la tecnología" en materia de salarios, con ventaja de la primera, al comienzo, y de la segunda, después. (Cuando va en cabeza la educación, la desigualdad, supuestamente, bajaría, y a la inversa.) Piketty rinde pleitesía a esa pretensión, pero no añade prueba empírica alguna, y sus hechos la contradicen. La realidad es que las estructuras salariales cambian mucho menos que los ingresos basados en los beneficios, y el grueso de la desigualdad creciente viene de un incremento del flujo de ingresos de beneficios que van a parar a los muy ricos.
Una comparación global ofrece muchos materiales empíricos, y (hasta donde yo sé) ninguno viene en apoyo de la tesis de Piketty, según la cual el ingreso en los EEUU de hoy es más desigual que en los grandes países en vías de desarrollo. Branko Milanovi? ha mostrado que las mayores desigualdades se registran en Sudáfrica y en Brasil. Investigaciones recientes del Luxembourg Income Study (LIS) sitúan la desigualdad de ingresos de la India muy por encima de la de los EEUU. Mis propias estimaciones sitúan la desigualdad en los EEUU por debajo del promedio de los países que no forman parte de la OCDE, y coinciden con las del LIS sobre la India.
Una explicación probable de las discrepancias es que los datos de los registros fiscales sólo son comparables en la medida en que lo permitan las definiciones jurídicas del ingreso fiscalizable, y sólo pueden ser precisos en la medida en que los sistemas fiscales sean efectivos. Ambos factores resultan problemáticos en los países en vías de desarrollo: los datos del registro fiscal no reflejan el grado de desigualdades que otras medidas sí consiguen revelar. (Y nada puede aprenderse de los jerifatos petroleros, en los que los ingresos están libres de impuestos.) Al revés, los buenos sistemas fiscales reflejan la desigualdad. En los EEUU, la IRS [la agencia de investigación de la Hacienda norteamericana] es temida y respetada, y a punto tal, que hasta el grueso de los ricos declara el grueso de sus ingresos. Los registros fiscales son útiles, pero es un error tratarlos como si fueran documentos sagrados.
III Para resumir lo dicho hasta aquí: el libro de Thomas Piketty sobre el capital ni versa sobre el capital en el sentido de Marx, ni versa sobre el capital físico que sirve de factor de producción en el modelo neoclásico del crecimiento económico. Es fundamentalmente un libro sobre la valoración que se da a los activos tangibles y financieros, la evolución temporal de la distribución de esos activos y la riqueza heredada intergeneracionalmente.
¿Por qué es interesante eso? Adam Smith lo dejó dicho con una sola sentencia: "La riqueza, como dice el señor Hobbes, es poder". La valoración de las finanzas privadas mide el poder, incluido el poder político, aun cuando sus tenedores no desempeñen ningún papel económico. Los tradicionales terratenientes absentistas y los hermanos Koch ahora tienen un poder de este tipo. Piketty lo llama "capitalismo patrimonial": es decir, no la cosa real.
El viejo sistema fiscal con elevados tipos marginales fue eficaz en su día. ¿Funcionaría hoy regresar a él? ¡Ah! No funcionaría.
Gracias a la Revolución Francesa el registro de la riqueza y de la propiedad ha sido bueno durante mucho tiempo en la patria de Piketty. Eso permite a Piketty mostrar hasta qué punto los simples determinantes de la concentración de riqueza son la tasa de rendimiento de los activos y las tasas de crecimiento económico y demográfico. Si la tasa de rendimiento supera a la tasa de crecimiento, entonces los ricos y los viejos ganan en relación con todos los demás. Entretanto, las herencias dependen de la capacidad de acumulación de los mayores ?tanto mayor, cuanto más tiempo vivan? y de su tasa de mortalidad. Esas dos fuerzas arrojan un flujo de herencia que Piketty estima representa cerca de un 15% del ingreso anual en la Francia de nuestros días: asombrosamente alto tratándose de un factor que no recibe la menor atención en los medios de comunicación y en los textos académicos.
Además, para Francia, Alemania y Gran Bretaña, el "flujo de herencia" no ha dejado de crecer desde 1980 ?desde niveles irrelevantes hasta niveles substanciales? a causa de una tasa de rendimiento más elevada de los activos financieros y de una tasa de mortalidad ligeramente creciente entre las personas mayores. Parece probable que la tendencia continúe, aun cuando queda abierta la pregunta sobre los efectos de la crisis financiera sobre las valoraciones. Piketty muestra también ?en la pequeña medida en que los datos lo permiten? que la participación en la riqueza global de un ínfimo grupo de archimillonarios ha crecido mucho más rápidamente que el ingreso global promedio.
¿Qué preocupaciones políticas despierta todo esto? Piketty escribe: "Con independencia de lo justificadas que puedan estar inicialmente las desigualdades de riqueza, las fortunas pueden crecer y perpetuarse más allá de todo límite razonable y más allá de cualquier justificación razonable en términos de utilidad social. Los empresarios tienden entonces a convertirse en rentistas, no con el paso de las generaciones, sino en el curso de una sola vida... Una persona que tiene buenas ideas a los cuarenta, no necesariamente seguirá teniéndolas a los noventa, ni es seguro que sus hijos las tengan. Sin embargo, la riqueza sigue ahí." Piketty realiza en este paso una distinción que antes había pasado por alto: la distinción entre la riqueza justificada por la "utilidad social" y la otra. Es la vieja distinción entre "beneficio" y "renta". Pero Piketty nos ha privado de la posibilidad de usar la palabra "capital" en este sentido normal para referirnos al factor insumo que arroja un beneficio en el sector "productivo" y distinguirlo de la fuente de ingresos del "rentista". En lo que hace a los remedios, Piketty hace un dramático llamamiento a favor de un "impuesto progresivo global al capital", entendiendo por tal un impuesto a la riqueza. En efecto, ¿qué mejor para una época de desigualdad (y déficits públicos) que un gravamen sobre los patrimonios de los ricos, cuando, donde y cualquiera sea la forma en que se descubran? Pero si esa fiscalidad no consigue discriminar entre las fortunas que tienen una "utilidad social" activa y las que carecen de ella ?la distinción que Piketty acaba inopinadamente de sugerir?, entonces puede que esos gravámenes no sean la idea mejor concebida del mundo.
En cualquier caso, como el propio Piketty admite, esa propuesta es "utópica". Para empezar, en un mundo en el que sólo un puñado de países son capaces de medir con cierta precisión los ingresos elevados se necesitaría una base fiscal totalmente nueva, una especie de Libro del Juicio Final que, a escala planetaria, llevara el registro de una medida del patrimonio personal de todos. Eso está más allá de las capacidades hasta de la NSA [la agencia de inteligencia militar estadounidense]. Y si la propuesta es utópica, que es sinónimo de fútil, ¿a qué viene avanzarla? ¿A qué dedicarle un capítulo entero, como no sea para excitar a los incautos?
El resto de posiciones políticas de Piketty está contenido en los dos siguientes capítulos, a los que el lector no puede menos de llegar un poco fatigado tras haber recorrido ya casi 500 páginas. En esos capítulos no se nos presenta ni como radical ni como neoliberal, ni siquiera como un europeo típico. A pesar de haber hecho aquí y allá distintas observaciones sobre el salvajismo de los EEUU, resulta que Thomas Piketty es una variante de demócrata social-bienestarista moldeado, y por mucho, por el New Deal norteamericano. ¿Cómo logró el New Deal tomar al asalto la verdadera fortaleza de privilegios que eran los EEUU de comienzos del siglo XX? Primero, construyó un sistema de protecciones sociales previamente inexistentes: la Seguridad Social, el salario mínimo, la regulación laboral equitativa, los trabajos de mantenimiento o el empleo público. Y los funcionarios del New Deal regularon los bancos, refinanciaron las hipotecas y sometieron al poder granempresarial. Construyeron riqueza comúnmente compartida como contrapoder de los activos privados.
Otra parte del New Deal ?sobre todo en su última fase? fue la fiscalidad. Viendo venir la guerra, Roosevelt impuso altos tipos fiscales marginales progresivos, especialmente a los ingresos procedentes de las rentas (no ganadas) del capital. El efecto fue un estímulo contrario a la remuneración de los altos ejecutivos. La gran empresa utilizó sus ingresos no distribuidos, construyó fábricas y (tras la guerra) rascacielos, y no diluyó sus acciones repartiéndolas endogámicamente. Piketty dedica unas pocas páginas al Estado de Bienestar. Apenas dice algo sobre los bienes públicos. Su foco siguen siendo los impuestos. Para los EEUU, urge a un regreso a los tipos marginales máximos del 80% para los ingresos anuales superiores a los 500.000 dólares o al millón de dólares. Puede que esa sea su idea más popularizable entre los círculos liberales de izquierda norteamericanos nostálgicos de los años gloriosos. Y para decirlo todo, el viejo sistema de elevados tipos fiscales marginales fue eficaz en su día.
¿Servirían ahora para devolvernos a aquel mundo? Pues no. En los 60 y 70, esos tipos marginales elevados sobre las grandes rentas estaban llenos de agujeros y resquicios. Los grandes jefes de las grandes empresas podían ya compensar sus bajas remuneraciones con enormes ventajas. Esos tipos marginales eran sobre todo odiados por los relativamente pocos que ingresaban grandes sumas dimanantes (en general) del trabajo honrado y se veían obligados a pagar por eso: estrellas del deporte, actores cinematográficos, intérpretes, escritores superventas, etc. El punto sensible de la Ley de Reforma Tributaria (Tax Reform Act) de 1986 fue la simplificación de la fiscalidad por la vía de imponer tipos menores a una base mucho más amplia del ingreso imponible. Volver a elevar los tipos marginales ahora no produciría ?como el propio Piketty observa con razón? una nueva generación de exiliados fiscales. Porque sería lo más fácil del mundo evadir esos tipos con trucos inaccesibles a los plutócratas no globalizados de hace dos generaciones. Cualquiera que esté familiarizado con los esquemas internacionales de evasión fiscal ?como el "Doble Bocadillo Irlandés/Holandés"? encontrará la manera.
Si en el núcleo del problema está una tasa de rendimiento demasiado alta de los activos privados, la mejor solución pasa por rebajar esa tasa. ¿Cómo? ¡Elevemos el salario mínimo! Eso rebajará los rendimientos del capital fundados en trabajo con salarios bajos. ¡Apoyemos a los sindicatos obreros! ¡Gravemos fiscalmente los beneficios de las empresas y las rentas personales de capital, incluidos los dividendos! ¡Rebajemos los tipos de interés actualmente exigidos a las empresas! Y hagámoslo creando entidades de préstamo públicas y cooperativas en substitución de los megabancos privados zombies de nuestros días. Y quien esté preocupado por los derechos de monopolio ?garantizados por la ley y por los acuerdos comerciales? otorgados al Big Pharma [la media docena de grandes transnacionales farmacéuticas que dominan el mercado mundial; T.], al Big Media [la decena de grupos empresariales que dominan los medios de comunicación en el mundo; T], a los grandes despachos de abogados, a las grandes clínicas médicas, etc., siempre está la posibilidad (como nos recuerda con frecuencia Dean Baker) de introducir más competencia.
Por último, tenemos los impuestos a la transmisión patrimonial y a las donaciones: una joya de la Era Progresista. Piketty es favorable a esos impuestos, pero por razones equivocadas. Lo fundamental en la fiscalización de la transmisión patrimonial no es elevar los ingresos públicos, ni siquiera ralentizar per se la creación de fortunas desproporcionadas; esos impuestos no interfieren en la creatividad o en la destrucción creativa. Su propósito clave es bloquear la formación de dinastías. Y la gran virtud de ese impuesto a la herencia, tal como se aplicó en los EEUU, es la cultura de filantropía conspicua por él generada: el reciclaje de la gran riqueza hacia universidades, hospitales, iglesias, teatros, bibliotecas, museos y pequeñas revistas.
Esos son no-beneficios que crean cerca de un 8 por ciento de los puestos de trabajo en los EEUU y cuyos servicios elevan el nivel de vida del conjunto de la población. Ni que decir tiene, el impuesto que alimenta a esa filantropía está hoy muy erosionado; la dinastía es un enorme problema político. Pero a diferencia del gravamen sobre el capital, el impuesto a la transmisión patrimonial sigue siendo viable, en principio, porque precisa de la estimación de la riqueza una sola vez, a la muerte de su tenedor. Se podría hacer mucho más si la ley se endureciera y reforzara, con un umbral más elevado, con un tipo alto, sin agujeros ni resquicios y con menos uso de fondos a favor de políticas envilecidamente patógenas (como las que persiguen precisamente la destrucción de la fiscalización de la transmisión patrimonial).
En suma: El capital en el siglo XXI es un libro de peso, rebosante de buena información sobre flujos de ingresos, transferencias de riqueza y distribución de los recursos financieros en algunos de los países más ricos del mundo. Piketty arguye convincentemente, desde el comienzo, que la buena teoría económica tiene que empezar con ?o al menos incluir? un examen meticuloso de los hechos. Pero no consigue proporcionar una guía demasiado sólida para orientar la política. Y a pesar de sus grandes ambiciones, su libro no es la obra lograda de alta teoría que sugieren su título, su volumen y su recepción (hasta ahora).
NOTA: [1] *The American Wage Structure, 1920?1947", en: Research in Economic History. Vol. 19, 1999, 205?257. Mi libro de 1998 Created Unequal rastreó la desigualdad salarial entre 1950 y los 90. Para una actualización, cfr. James K. Galbraith y J. Travis Hale: "The Evolution of Economic Inequality in the United States, 1969?2012: Evidence from Data on Inter-industrial Earnings and Inter-regional Incomes", recientemente publicado en: World Economic Review, 2014, no. 3, 1?19: http://tinyurl.com/my9oft8.

Informática es política

“No es lo mismo hacer informática para la soberanía nacional que generar código para los países centrales”, sostuvo José María Louzao.

El presidente de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos de Argentina (CESSI) habló con Puntogov sobre la necesidad de replantear la industria informática local a fin de conectar el conocimiento con los “grandes retos sociales de la Argentina”. También hizo referencia a las compras públicas de tecnología, proclamó por un “Estado inteligente” y advirtió sobre la amenaza que podría sufrir el sector si cambia el rumbo político económico en 2015.

-En su opinión, ¿qué papel desempeña la industria informática en la actualidad y qué desafíos se presentan de cara a la sociedad del conocimiento?
-Yo creo que cumple un papel fundamental. La función que cumplen el software y los servicios informáticos en los distintos sectores productivos y estamentos públicos del país comienza a ser visualizada cada vez más importante. Incluso empieza a tener reconocimiento en forma independiente de los sistemas científicos y las carreras. Antes se la consideraba una ciencia menor. Hoy las carreras de informática están en diferentes facultades. Sin embargo, como aspecto importante, habría que hacer un replanteo curricular.

-¿Qué clase de replanteo?

- Un replanteo sobre el universo total de la informática. En la pirámide están los ingenieros y quienes tienes el pensamiento estratégico, en el medio están aquellos que tienen que determinar cómo se construye ese pensamiento y debajo están los programadores de software. Cuando en el sector decimos si queremos “software-soja”, estamos promoviendo una industria de programadores, que es el modelo indio, con bajos niveles de salarios y altos niveles de exportación. En India han exportado mucho software al mundo, pero son realmente un commoditie y ese modelo tiene un límite. El replanteo superador de una industria diferente parte de la visión de dar una discusión de la currícula. Los ingenieros que ocupan la parte más alta de la pirámide no pueden estar desconectados de la realidad social de un país. No podemos tener una informática generalista. Parafraseando al periodista Alfredo Zaiat, la economía nació como economía política. Y si vamos a hablar de software parar la innovación productiva, tampoco estamos lejos de la política.

-¿La informática es política?

-Es política, si. Porque no es lo mismo hacer informática para la soberanía nacional que generar código para los países centrales. Esta es una diferencia fundamental. Y esto es importante porque la cúpula de la pirámide muchas veces se ve seducida por un mundo corporativo globalizado en lugar de verse atraída a contribuir con los temas de energía, educación, petróleo, transporte; con los grandes retos sociales de la Argentina. Quiero un Estado que fomente esta perspectiva de la informática.

-¿Cómo empalma esta perspectiva con el objetivo de exportar software y conocimiento? También es importante que las empresas del sector generen divisas…-Si yo puedo desarrollar sistemas de inteligencia artificial que ayuden a la producción agrícola local, por ejemplo, o a cualquier otro sector de la economía, o que me ayuden a tener menores pérdida de energía; todos esos desarrollos pueden ser exportables. Sin duda, con una trascendencia económica para la empresa que lo hace, beneficios para el sector económico que lo recibe, pero la mayor trascendencia va a ser para la sociedad que va a vivir mejor.

-¿Qué se hace desde la Cámara para que esto ocurra?

-Nosotros promovemos las PyMEs nacionales y trabajamos en distintas acciones para que las PyMEs disruptivas se asocien, tengan fortaleza para generar un ecosistema y puedan salir al exterior. Venimos activando muchas misiones comerciales, en distintos lugares del mundo. Como dice Christensen (Clayton), las PyMEs disruptoras dejan de serlo cuando son compradas por las grandes corporaciones. Esto pasa frecuentemente en este sector, porque muchas veces las compran para eliminarla, porque son competencia. En nuestro país apostamos a generar un ecosistema que nos permita lograr la soberanía tecnológica, que no significa que todo se haga acá, sino que determinadas cuestiones ligadas a la agenda digital y el sector productivo se tomen como una concepción nacional que permita generar un país industrial y ofrecer trabajo a todos los argentinos. Acá hay muchas empresas extranjeras que están hace muchísimos años trabajando en el país y lo hacen realmente muy bien. Pero hay centros de costos que vienen y se van.

-¿Por ejemplo?

-Uno reciente es el caso de Verizon que deslocalizó su centro de costos en Argentina dejando a las 650 personas que trabajaban para esta compañía. Levantaron todo y se fueron a Singapur. Hay que generar un modelo sustentable.

-¿Cómo se compone hoy el cuadro de empresas nacionales desarrolladoras de software, cuántas son y cuánto facturan?

- Hoy predomina el modelo de producción nacional y además se está exportando mucho. Hay que resaltar que es uno de los sectores menos monopólicos de la Argentina. No hay ninguna empresa que tenga más del 10 por ciento de la facturación total del sector. Son alrededor de 4000 empresas que tienen el 80 por ciento de alrededor de 10 mil millones de dólares de facturación de los cuales 900 millones de dólares provienen de las exportaciones. El corazón de la industria informática debe ser las PyMEs. Eso nos va a ser sustentables. Tener una referencia en Scalabrini Ortiz y no en Canning.

-Esa avenida porteña alternó su denominación en varias oportunidades, coincidiendo con los cambios en la ideología de las administraciones políticas de
l siglo XX. Trazando un paralelo: ¿podría verse amenazada la industria nacional de software si cambia el rumbo político económico de la Argentina?-Sí. Hay cuestiones que sólo puede resolver la industria nacional. Me cuesta creer que un ejecutivo desde una oficina en San Francisco pueda conocer los problemas que tenemos en nuestra agenda. Se trata del famoso triángulo de Sábato. Una vinculación entre la industria nacional, la academia y el Estado, no es vincularse con un partido político. El sector hoy está sólido. Pero una política pendular tira abajo cualquier solidez. Las políticas públicas de los últimos diez años, como la Ley de software que lo declara y promueve como industria, la generación de puestos de trabajo, el plan estratégico 2020 del ministerio de Industria; son la razón del éxito, y de un trabajo coordinado y articulado con una visión estratégica, entre Estado y privados. Es en ese triángulo, en la base, donde hay una integración constante mediante redes sociales, universidades, foros, ONGs, Polos, de lo que es la base social. La base social también propone resolución de problemas. Es fundamental tener un oído para escuchar y ver cómo podemos articular para resolver las demandas sociales.

-¿Le preocupa que en 2015 gane una fuerza política opositora a este gobierno?

-Por supuesto. El modelo de país afecta el modelo del sector. A mí me preocupa mucho lo que pase después del cambio de autoridades. A nosotros nos va a costar rearmar las relaciones si la cosa cambia mucho. Este país está muy acostumbrado a la mentira. Aquí se dice que las grandes empresas vienen e invierten millones de dólares. Si ese va a ser el modelo, vamos a retroceder un montón. Es más lindo bailar en Pachá que en González Catán. Y la Argentina pasa más por González Catán que Pachá. Los centros de costos les sacan recursos a las empresas nacionales. Que te saquen un par de ingenieros o un par de programadores en el medio de un proyecto, es como quitar al cirujano en el medio de una operación. Acá no les exigimos nada a los que vienen de afuera y dicen que invierten millones de dólares, que no los invierten. La inversión es en I+D, recursos, calidad. Estas cosas no están en el centro del debate, aunque los hechos nos vayan dando la razón.

-Una de las demandas históricas de la CESSI se ha centrado en reclamar al Estado argentino que no desarrolle su propio software sino que le compre a las PyMEs del sector. Desde que asumió la presidencia, emergieron acciones mejor articuladas y, al parecer, más fructíferas con el sector público. ¿Es así?

-Si. Por dar un ejemplo, el Plan Estratégico 2020 del ministerio de Industria que determinó once sectores productivos, el software fue considerado el primero. Estamos trabajando fuertemente en temas de innovación productiva y contribuyendo con los sectores productivos de la Argentina porque el software es transversal. Así como exportamos vacas con un chip, podemos introducir software argentino en los distintos productos finales, desde un celular hasta un avión.  Hay que llevar el software al dispositivo. Pero los antecedentes de aquella demanda es la contratación de una Consultoría por parte de un importante organismo del Estado y eso cambió.

-¿Se refiere al caso IBM-Banco Nación?
-Sí. Las consultorías para cuestiones estratégicas del Estado deben hacerlas las universidades, que deben trabajar desde sus centros de investigación para dar respuesta a las demandas de los organismos. Nosotros hemos aprendido que no todo es monetizable de la misma forma. Las cuestiones que son estratégicas para nuestro país deben ser trabajadas por nuestros científicos, desde ingenieros hasta sociólogos. Tras el 2001, y de las pérdidas que sufrió el sector informático, después vino un uso un tanto abusivo de la norma de que el Estado contrate al Estado sin licitación. Ahí lo que se produce es una degradación y aparecemos compitiendo en temas de la base de la escala con universidades en condiciones desventajosas. La universidad no paga ganancias, aportes, etc.

-En los pasillos de las oficinas públicos se justifica este modo de comprar tecnología argumentando que en el Estado las licitaciones demoran una eternidad…

-Entonces tendríamos que discutir cómo hacer para que los procesos de compra de tecnología no demoren más seis meses. El sistema de compras debiera ser más ágil y tener muchas menos posibilidades de impugnación. En las licitaciones las empresas nacionales deben invertir mucho dinero porque deben lidiar contra las impugnaciones de las grandes corporaciones. El empresario nacional, entonces, se retira porque no se puede pagar más a los abogados que a los ingenieros en informática. El Estado tiene que ser inteligente. No creo que en un Estado chico, creo que un Estado fuerte, pero inteligente. Un Estado inteligente implica pisar los deditos del pie de mucha gente que se beneficia con que el Estado sea ineficiente. Porque todo lo que se malgasta en este sentido es lo que falta a la hora de darle asistencia a los sectores más vulnerables de la población.

por Sabrina Díaz Rato

sábado, 19 de abril de 2014

La Argentina partida de Michael Goebel

Sobre "La Argentina partida" de Michael Goebel

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18/04/2014 17:28
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Michael Goebel. La Argentina partida. Nacionalismos y políticas de la historia. Buenos Aires, Prometeo. 2013.
Establecer el estudio del nacionalismo no es sencillo. Existen trabajos diversos sobre todo basado en sus orígenes, ahora, dedicarle una tesis al nacionalismo argentino implica un verdadero desafío. Una de las rarezas que posee nuestra historiografía es que los autores que dedicaron estudios al nacionalismo obteniendo un reconocimiento academicista , son extranjeros. Sin ir más lejos, el trabajo más conocido y citado sobre el nacionalismo argentino remite a la obra del inglés David Rock. Y cuando se refiere al nacionalismo y peronismo las "voces de autoridad" recaen en Loris Zanatta y en Daniel James. ¿Para analizar "el nacionalismo argentino" es necesario ser extranjero? Todo parecería indicar que sí. En este sentido, este trabajo viene a sumarse a las próximas citas bibliográficas y el autor es de origen alemán: Michael Goebel se especializa en historia argentina y latinoamericana y en estos últimos tiempos se abocó al estudio de los nacionalismos. Anteriormente, puse "el nacionalismo" porque evidentemente no existe ni existió un prototipo de nacionalismo en nuestro país y la aparición del peronismo no hizo más que complicar las cosas en ese sentido. Debe ser verdaderamente complicado realizar un abordaje de un tema tan complejo siendo de otro país y de una experiencia nacionalista tan compleja y discutida como se debe generar en Alemania. Por otro lado, ya el título "políticas de la historia" implica para muchos un eufemismo que no es reconocido pues hacer historia es poner en evidencia un proyecto social (en términos de Fontana) y no fueron sólo los revisionistas los que hicieron política de la historia . Desde el título el autor se enmarca en el debate de si existe una "historiografía académica" y una "historiografía militante" como sostienen Fernando Devoto y Nora Pagano, una falacia que por acción u omisión toda corriente establece un objetivo "militante". Ahora, para quién militar eso es harina de otro costal... Las problemáticas que encierra un trabajo de semejante envergadura (estudiar los nacionalismos desde mediados del siglo XIX hasta el 2010 en un libro parece a simple vista, aventurero) conlleva desafíos que a la hora de plantear conclusiones sólo puede resumir que el nacionalismo argentino es difícil de analizar por sus entrelazamientos, sus idas y venidas, sus momentos de convivencia entre ideas tradicionalistas con progresistas y hasta revolucionarias y todo esto con el peronismo en el medio. No sólo eso, el peronismo es como el nacionalismo: no hay uno solo, existe una pluralidad que abre más interrogantes de lo esperado. Goebel toma determinadas teorías para basar sus estudios: pasa por Anderson, Hobsbawn, Gellner, Billig, Breuilly en cada una de ellas hay un intento de querer encajar el objeto al marco teórico a loProcusto , decidido a cortar las partes que no encajan. Por ejemplo, tomar a Breuilly para decir que "resulta apropiado a los revisionistas" caracterizarlos de "típico intelectual nacionalista como profesional fracasado" debido a que no ocuparon lugar en los espacios de poder, reconoce una conclusión un tanto arbitraria. En principio el imaginario nacionalistaen Argentina es bastante heterogéneo y tomar un objeto de estudio tan amplio para luego simplificarlo es una picardía.
image"El municipio español del siglo XVI es el modelo de acuerdo al cual fue organizado el régimen político de los municipios en lo que es hoy nuestro territorio, municipios gérmenes de las actuales provincias argentinas". El trabajo de Rosa "Del municipio indiano a la provincia argentina", es una muestra de que el "neorrevisionismo" atendía los procesos y transformaciones y no se detenía a exaltar constantemente a los "Grandes Hombres" como sentencia Goebel.
El trabajo de Goebel, de todas maneras, es monumental. Hace un rastrillaje de las principales personalidades del nacionalismo en Argentina, sus colaboraciones e intervenciones y la mayoría acompañando su proyecto social con una producción historiográfica contestaria al paradigma en ciernes. Goebel alterna sus afirmaciones algunas con fundamentaciones y otra sumamente arbitrarias, sin siquiera ejemplificar ni brindar especifidad. Por ejemplo, "aunque menos interesados por los detalles que sus antecesores, los escritos de los neorrevisionistas también se asemejan a los del rosismo clásico en cuanto a su visión de la historia. (...) Sin mostrar ningún interés por procesos y transformaciones, reducían la historia argentina a una eterna e inmutable oposición entre dos polos" (p. 147) ¿Cuáles son las obras que entrarían en comparación para afirmar que los revisionistas eran más detallistas que los neorrevisionistas? Por otro lado, evidentemente los neorrevisionistas no utilizaban el mismo método de estudio que el de la historia social pero aseverar que no manifestaban interés en los procesos y las transformaciones es una afirmación que solo se legitima desde un posicionamiento historiográfico, y en ese sentido Goebel considera que el método legítimo es el de la "historia social". Lo que sí se manifiesta como diferencia entre los revisionistas y los denominados (según Halperín) neorrevisionistas son los objetivos, el cambio de enfoque en la historia (estos últimos por lo general abordaron la problemática desde el enfoque cultural). Las confusiones son amplias en ese sentido: te guste o no, desde el neorrevisionismo José María Rosa realizó una obra monumental que difícilmente se relativice a una historia de oposición entre dos polos: "La caída de Rosas" es un trabajo bien documentado que contempla no sólo el acontecer de la federación bajo la égida de Rosas sino también toma en cuenta a los actores del Imperio del Brasil, el antecedente de la rebelión de los farrapos, en sintesís, uno de los trabajos más completos y que sólo se le pudo discutir desde la chicana. "Del municipio indiano a la provincia argentina" es otro trabajo que "no encaja en la afirmación de Goebel". Creo que, por el contrario, existe un cambio evidente en la forma de contar y hacer historia entre los dos revisionismos pero en lo que se denomina "neorrevisionismo" se atiende también el análisis desde un tiempo medio y largo, aunque por lo general más fundamentado desde la ensayística (que no implica una "pereza intelectual" sino un objetivo diferente al "academicismo"). Goebel también descuida la obra de Fermín Chavez que se empecina en llamarlo "sacerdote" (sic) y "peronista" como si con esos motes se desprestigiara al autor. Ahora, de dónde sacó que Fermín era sacerdote es un misterio pero se lo adjudica en todas las pocas partes del libro en el que aparece mencionado.
Más sobre
imageEl "sacerdote peronista" Fermín Chavez.
Lo interesante del trabajo de Goebel que se atiende secundariamente es el campo intelectual de los nacionalistas puede ser explorado de acuerdo a sus conexiones, influencias mutuas y habitus producidos en determinados ámbitos de circulación donde se fueron construyendo intereses comunes, campañas políticas, movimientos y publicaciones. En los sesenta es el ciclo de auge del revisionismo con todos sus matices y donde al decir de Oscar Terán, había triunfado como sentido común en la época (Terán, O. "Nuestro años sesenta"). Con Jauretche y Rosa disertando y publicando en lugares a primera vista muy diferentes (pasando por el nacionalismo de izquierda al de derecha donde el eje central después de todo es el peronismo y una identificación con el revisionismo), Ortega Peña y Duhalde en el Instituto Juan Manuel de Rosas "conviviendo" con sectores del nacionalismo reaccionario, el caso emblemático de Tacuara con sus bifurcaciones internas, etcétera, implica que se atiendan en profundidad cómo se van construyendo el campo intelectual nacionalista a lo largo de este tiempo. Considero, de todas maneras, que Goebel toma el fenómeno peronista como accesorio al nacionalismo. Entiéndase, lo fundamenta y marca su relación ambigua con el poder político pero el peronismo como imaginario social, como estructura del sentir (en términos de Raymond Williams) va más allá de la figura de Perón, Menem y Néstor.
La teoría de la cama de Procusto: lo que no "entra" en la teoría se corta y listo...
Otra de las afirmaciones controvertidas del trabajo de Goebel tiene que ver con una teoría del resentimiento que nos hizo acordar un poco a Sabato: "La producción de "tradiciones inventadas" populistas también puede explicarse en parte mediante una lógica funcionalista... generó una "propensión al resentimiento" que Liah Greenfeld identifica como condición previa de la mayoría de las formas de nacionalismo. El resentimiento de los revisionistas contra una intellingentsia percibida como influyente era típico... Desde esa perspectiva, el nacionalismo y la interpretación étnico-cultural de los revisionistas respecto del peronismo como expresión del interior auténtico de la Argentina aparecen como una "invención", que en realidad fue una mera consecuencia de la constitución del campo intelectual, mientras que la posterior aplicación de sus ideas se rigió por necesidades políticas concretas" (p. 181) Acá tenemos otra inclinación de Goebel hacia el método Procusto al querer explicar desde una autoridad el fenómeno revisionista. El conflicto con la "intellingentsia" representa uno de los abordajes principales, sobre todo del abordaje historiográfico pos 55, basta recordar la coincidencia de trabajo desde distintos espacios: Agosti, Abelardo Ramos, Jauretche, Hernandez Arregui, Fermín Chavez... el "rol de los intelectuales", los "profetas del odio" aparecen visibles cuando se convierten en voceros y legitimadores del proyecto político y social que emprende "La Revolución Libertadora". La "teoría del resentimiento" está íntimamente ligada a la otra afirmación de que eran "profesionales fracasados" La otra cuestión muy rica del trabajo de Goebel está relacionada con el derrotero que siguen los nacionalistas y revisionistas luego del golpe de Estado en 1976, pasando por el alfonsinismo y el menemismo. Son períodos históricos muy poco trabajados y Goebel clarifica un poco (más allá de las opiniones fortuitas que emite de vez en cuando). Por sus distintos contextos en el que se sumerge temerariamente hay mucha tela para cortar como para abrir debates en torno a las ideas que sustenta Goebel y que son funcionales a un campo intelectual. El análisis que hace sobre el conflicto militar en Malvinas refleja la contradicción de un profesional que se apoya en las fuentes de la época pero que no logra discernir la significancia de Malvinas en el imaginario social argentino que trasciende al peronismo y a la triste aventura militar (el tratamiento de esa perspectiva merece un trabajo aparte).
Finalmente, Goebel a la hora de publicar por Prometeo su trabajo tuvo que realizar el agregado en cuanto al resurgir revisionista que se da durante esta era kirchnerista, un tema bastante complejo como para tratarlo en pocas carillas y de difícil tratamiento por su cercanía histórica pero se manifiesta en realidad un nuevo revisionismo sino por el contrario, se rescatan ideas del revisionismo y de la izquierda nacional de los sesenta y setenta. La producción historiográfica actual de "pseudorevisionistas" solo responde a intereses comerciales más que de una legitimación de un posicionamiento político. Pacho O Donnell, un figurín que pasó airadamente por todos los espacios políticos, hoy es un férreo defensor del gobierno que oportunamente cambiará de dueño cuando la canilla de recursos se cierre abruptamente.

martes, 8 de abril de 2014

La Patria Financiera

Se presentó el proyecto para investigar los delitos económicos de la última dictadura

“Derecho a la defensa contra la amnesia”

La iniciativa del diputado Héctor Recalde propone crear una comisión sobre las complicidades económicas de la última dictadura. Está inspirada en una propuesta de Horacio Verbitsky.

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Horacio Verbitsky, Héctor Recalde, Julián Domínguez, Alejandro Vanoli y diputados que acompañaron la iniciativa.
Con las exposiciones del titular de la Comisión Nacional de Valores, Alejandro Vanoli, y del presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales, Horacio Verbitsky, y el respaldo del presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, el diputado Héctor Recalde (Frente para la Victoria) presentó oficialmente el proyecto de ley que crea una comisión bicameral para investigar “quiénes colaboraron con la dictadura y desde qué empresas”. El acto se realizó ante una audiencia tupida y variada –legisladores, miembros de la familia judicial y referentes de los organismos de derechos humanos– que se acercó al anexo del Congreso. La iniciativa, que cuenta con estado parlamentario desde fines del mes pasado, apunta a la elaboración de un informe que desarrolle las consecuencias de la política económica, monetaria, industrial, comercial y financiera que instaló y llevó a cabo la última dictadura y que identifique a los actores económicos y técnicos que colaboraron con la aplicación y el desarrollo de esas políticas y con los delitos de lesa humanidad perpetrados entonces. “Esta iniciativa es un derecho a la defensa contra la amnesia, la mendacidad y la impunidad; porque busca que haya memoria, verdad y justicia”, remarcó el diputado kirchnerista por la provincia de Buenos Aires.
“Con la complicidad de algunos de los representantes de las empresas, durante la última dictadura, la Comisión Asesora Legislativa (CAL) torturó algunos artículos de la Ley de Contrato de Trabajo e hizo desaparecer otros”, mencionó Recalde para ejemplificar alguna de las tantas cuestiones que deberá investigar e informar la Comisión Bicameral de Identificación de las Complicidades Económicas entre empresas, empresarios y responsables y actores de la última dictadura cívico-militar argentina, que creará el proyecto de ley de su autoría, sobre el que versó el acto de ayer. “A partir de estas desventajas laborales los empresarios tuvieron un importante rédito económico, a partir de la transferencia de capitales de los trabajadores hacia las empresas”, insistió el titular de la Comisión de Legislación del Trabajo cuando le tocó clausurar la mesa debate que sirvió para difundir la iniciativa.
Recalde combinó la creación de una comisión para investigar la pata económica del terrorismo de Estado con la política de derechos humanos de la última década. Pero no fue el único. “Es un paso más en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia”, coincidió Domínguez, momentos antes, y desafió: “Esta investigación va a poner luz sobre la parte más oscura de la historia argentina. Los últimos juicios han dejado al descubierto la complicidad civil durante la dictadura militar, pero nos faltaba esto para acabar con la impunidad con que se manejan quienes se apropiaron ilegítimamente de 604 empresas durante esa época”.
Verbitsky inauguró las exposiciones con un repaso de los avances conseguidos desde 1983 a la fecha, poniendo énfasis en “el punto de inflexión que se dio en 2003”. El proyecto de Recalde, de hecho, se basa en una propuesta que se desprende del último libro del presidente del CELS, Cuentas Pendientes, que coordinó en trabajo conjunto con Juan Pablo Bohoslavsky. Ahí se sostuvo la necesidad de una comisión investigadora que se ocupara de la complicidad civil en los delitos económicos del terrorismo de Estado. “Una comisión que emulara el trabajo de la Conadep pero en crímenes económicos o motivados con fines económicos”, explicó. Verbitsky también celebró que estemos en “un momento virtuoso en el que el sistema no está empotrado sino librando batallas para democratizar la democracia”.
Vanoli, por su parte, calificó al proyecto como “una iniciativa seria para que de una vez por todas se termine la impunidad sobre este tema” y aprovechó la ocasión para recordar al ex secretario de Derechos Humanos de la Nación Eduardo Duhalde, quien “tuvo que ver con la apertura de la oficina de Derechos Humanos de la CNV”. El hermano del ex secretario fallecido hace poco más de dos años, Marcelo Duhalde, y el actual titular de esa secretaría, Martín Fresneda, estuvieron presentes en el acto.
De acuerdo con el proyecto, la comisión estará integrada por un presidente designado por el Poder Ejecutivo Nacional, cuatro diputados y cuatro senadores, que serán elegidos por sus propios cuerpos legislativos. Juntos, deberán formular propuestas concretas y útiles para forjar “la memoria, responsabilizar a los cómplices y consolidar y fortalecer las instituciones de la democracia así como reformas legislativas que propendan a desalentar conductas como las investigadas”, acorde los artículos de la iniciativa. El resultado deberá estar listo dentro de los 180 días a partir de la creación de la comisión y, en caso de que se advirtiera la eventual comisión de delitos, podrá formular las correspondientes denuncias ante la Justicia. El equipo podrá trabajar con pruebas o testimonios recogidos en el marco de un cronograma de audiencias que contarán con la presencia de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales, entre otros, así como con informes pedidos a empresas, organizaciones no gubernamentales, a dependencias de los tres poderes del Estado nacional, provinciales, municipales y estados extranjeros para recoger testimonios para comprobar la eventual comisión de delitos.
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miércoles, 2 de abril de 2014

Un debate sobre Malvinas y Rosas el 2 de junio de 1948 con el Bebe Cooke

Un debate sobre Malvinas y Rosas el 2 de junio de 1948 con el Bebe Cooke

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El 2 de junio de 1948 se discutía en la Cámara de Diputados de la Nación la inserción en el diario de sesiones de documentos relacionados con la actuación del gobierno de Rosas en el conflicto de las Malvinas. La interpretación sobre los mismos, proponía un Rosas entreguista de la soberanía argentina sobre las islas a cambio de la cancelación de parte de la deuda con la casa Baring Brothers.El diputado nacional por el Partido Peronista, John William Cooke, alzó su voz contra la interpretación que defendían los diputados Sammartino y Dellapiane, argumentando que con la propuesta "solo se perseguía un fin político" ya que se "estaba buscando una dilación en un momento en que los medios de Inglaterra para sojuzgar a nuestro país eran muy poderosos". Además, sostenía que "en ningún momento se comprometió nuestra soberanía", puesto que si efectivamente las intenciones del gobierno hubiesen sido las de concretar una suerte de trueque, la condición previa era "el reconocimiento por parte de Inglaterra de nuestra soberanía sobre dichas islas".A horas de conmemorarse otro 2 de abril que recuerda a nuestros caídos y reivindica a las Islas Malvinas como territorio nacional, nada mejor que reproducir este debate ¡histórico! que se realizaba en 1948 donde claramente se denota en el discurso de Cooke una gran influencia del revisionismo histórico a pesar que el peronismo no se lo apropiaría como discurso oficial sino a partir de su derrocamiento en 1955. A continuación, transcribimos las intervenciones de los diputados en el Congreso de la Nación:Sr. Cooke:El señor diputado por la Capital sabe que con respecto a los problemas de coloniaje en América tenemos desde hace mucho tiempo una posición totalmente coincidente. No obstante, quiero formularle una aclaración.El señor diputado hizo referencia a la supuesta entrega de las Islas Malvinas programada por el Ministro Arana durante la época de Rosas. El origen de sus manifestaciones es, sin duda, una nota publicada hace algunos años por Jorge Lavalle Cobo, a raíz del descubrimiento del documento de la proposición de Arana.Roberto Laferrére ha publicado un estudio analítico de la actitud del ministro Arana, que aparecía sin congruencia con la seria defensa de la soberanía argentina que hizo ese mismo ministro. Llega a la conclusión de que basta estudiar los antecedentes que originaron la proposición para darse cuenta de que solo se perseguía un fin político, de que estaba buscando una dilación en un momento en que los medios de Inglaterra para sojuzgar a nuestro país eran muy poderosos, y que en ningún momento se comprometió nuestra soberanía, pues aun en el supuesto de que fuese real el propósito del Poder Ejecutivo argentino de entonces, en el sentido de efectuar una cesión de las Islas Malvinas a cambio del pago de nuestra deuda, era condición previa el reconocimiento por parte de Inglaterra de nuestra soberanía sobre dichas islas.Mi opinión es que en ningún momento pasó por la mente de los gobernantes de aquella época la intención de entregar las Malvinas en pago de una deuda; Creo que el proyecto era impracticable e inaceptable para Inglaterra; y eso no lo podía ignorar un ministro como Arana, profundo conocedor de todas las cuestiones geográficas y económicas de entonces.Independientemente de esa opinión personal, dejo constancia de que en el mismo documento se empieza por exigir como condición indispensable, ya que se propone el trueque, el reconocimiento de nuestros derechos exclusivos sobre Malvinas y el reconocimiento de nuestra absoluta y única soberanía sobre dichos territorios. No con ánimo polémico, son únicamente para no dejar en silencio una opinión que difiere totalmente con la mía, respecto a la actuación del ministro Arana, es que formulo esta aclaración.Sr. Presidente (Cámpora): Tiene la palabra el señor diputado por la Capital para una aclaración.Sr. Sammartino: He hecho la afirmación de que la única excepción en nuestra historia, en esta reclamación inalterable de nuestra soberanía sobre las Malvinas, había sido la de Rosas: y esa afirmación la he basado en documentos auténticos que existen en el Archivo General de la Nación.Estos documentos son de puño y letra del ministro de Relaciones Exteriores de Rosas, don Felipe Arana, y de nuestro representante en Londres, señor Moreno. A través de la lectura de esas piezas históricas surge la evidencia de que el gobierno de Rosas intentó negociar o entregar las Malvinas en pago de las amortizaciones del empréstito de la casa Baring Brothers.Para no prolongar este debate no voy a leer párrafos textuales de esas comunicaciones del ministro de Relaciones Exteriores de Rosas y de la respuesta del representante argentino en Londres, señor Moreno: pero voy a pedir la inclusión de estos documentos en el Diario de Sesiones para que resalte en forma incontrovertible la exactitud de mi afirmación.Sr. Cooke: ¿Si me permite el señor diputado?....El señor diputado comprenderá – y creo haber sido claro - que no niego la existencia de esos documentos. Hasta he dicho que quién lo difundió fue Jorge Lavalle Cobo, en un artículo que creo que el doctor Alfredo Palacio tomó en consideración al hacer uno de sus alegatos a favor de Malvinas.Sr. Sammartino: Yo he tomado esas notas del Boletín del Centro Naval, de una publicación de un marino que se titula: "Rosas, el empréstito inglés de 1824 y las islas Malvinas".Sr. Cooke: ¿De qué época es?Sr Sammartino: Del año 1944.Sr Cooke: El artículo del señor Jorge Lavalle Cobo no recuerdo si fue de 1940 o de 1942. No tengo los datos a mano, pero digo al señor diputado que mi afirmación tendía, no a negar la existencia de esos documentos, sino a negar que haya sido la voluntad de Rosas o de Felipe Arana entregar las Malvinas: y sobre todo que en ningún momento se negó la soberanía argentina sobre ella, desde que el primer ofrecimiento que se hizo fue el reconocimiento por parte de Inglaterra de nuestra soberanía, dado que no las podíamos dar en truque sí no las teníamos con anterioridad como propiedad argentina.Sr. Sammartino: Bastaría leer un solo párrafo de la comunicación del ministro de Relaciones Exteriores para demostrar que su interpretación no es exacta.Sr. Cooke: No, señor diputado, porque si me lee un párrafo, el señor diputado va a tener toda la razón ante la Cámara, que no conoce los argumentos en contra, que no puedo exponer aquí en estos momentos por no disponer de los elementos a mano. Quiero decir que respecto de estas notas existe un estudio histórico – que el diputado podrá no compartir, pero que es serio -, y lo remito a una serie de artículos de Roberto de Laferrére que tienden a demostrar mi tesis.Sr, Sammartino: Es una interpretación de Roberto Laferrére, cuya posición rosista conocemos; pero más valiosa que es interpretación es la realidad que surge de los propios documentos históricos.Sr. Cooke: Pero lo que más me interesa en este momento es la posición de Arana, que se opone al bloqueo anglo-francés, que es quien suscribe el pacto con Shoutheon y con Lepedour, como así todas las actividades que consagran la soberanía sobre nuestros ríos. Hay toda una actuación. No se puede pretender que Felipe Arana, defensor de nuestra soberanía territorial en forma absoluta, vaya a claudicar en un asunto como el de las islas Malvinas, que era perfectamente claro.Sr. Presidente (Cámpora): Ruego a los señores diputados vuelvan al asunto en discusión. Se va a votar el pedido de inserción formulado por el señor diputado por la Capital.Sr. Cooke: Pido la palabra.Sr. Presidente (Cámpora): Tiene la palabra el señor diputado por la Capital.Sr. Cooke: En contra de mi costumbre, me voy a oponer a esa inserción. Me parece que esos documentos, así, solos, son truncos, porque los hechos históricos requiere su valoración e interpretación.Sr. Dellepiane: Se trata de la tradición internacional de la República.Sr. Presidente (Cámpora): No interrumpa señor diputado.Sr. Cooke: Pero la tradición internacional de la República, y sobre todo, la tradición internacional de ese ministro, que está en discusión, está dada por actuación integral.Sr. Dellepiane: Si me permite, con permiso de la presidencia......Deseo expresarle al señor diputado que nos oponemos a que se exhiba a Rosas como campeón de la soberanía. Siempre fue amigo de los ingleses. El "viaje a caballo por las provincias argentinas", de MacCann, libro útil para comprender la época, lo prueba ampliamente. El general Mansilla pudo decir, refiriéndose a la misma, "ser inglés, verbigracia, ¡Qué pichincha entonces!"De modo que si nos dedicamos a la tarea de las interpretaciones pasionales, es cosa de nunca acabar. Preferimos el análisis directo de los documentos.Pero el hecho es que Rosas fue permanentemente amigo de los ingleses, eso no lo puede negar nadie que haya estudiado a fondo la época, y sabe perfectamente bien el señor diputado cuál fue el final de su proceso de despotismo, dónde se refugió y dónde pasó sus últimos días.Sr. Cooke: Si, señor diputado.Sr. Dellepiane: El final de Napoleón Bonaparte, que era enemigo de Inglaterra fue muy distinto.Sr. Presidente (Cámpora): Ruego a los señores diputados que vuelvan al asunto en debate. No está en discusión el gobierno de Rosas.Sr. Cooke: Deseo aclarar que Rosas podía ser amigo de los ingleses y, lógicamente, fue a acogerse a la hospitalidad inglesa, lo mismo que antes los ingleses se acogían a la hospitalidad de Rosas: pero una cosas es la amistad de Rosas con los ingleses y otra es la posición de Rosas cuando los ingleses bloquearon nuestro puerto. Rosas resistió el bloqueo victoriosamente y, por mantener simpatía o amistad personal hacia los ingleses, no puede ser tachado de antipatriota, pues esa amistad no le impidió defender la soberanía argentina.

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