Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

lunes, 30 de mayo de 2016

El fin de Europa

El fin de Europa


Enzo Traverso 

23/05/2016
El proceso de unificación europea está sufriendo una crisis profunda, sin duda la más profunda desde que se inició a principios de la década de 1950.  En menos de un año, la UE se ha enfrentado a dos grandes pruebas: primero la crisis griega; a continuación, la crisis de refugiados, que han revelado su verdadero rostro: una mezcla de impotencia, falta de voluntad, egoísmo, arrogancia y cinismo.  No es un espectáculo edificante.  No caben ilusiones sobre esta entidad que, lejos de encarnar el ideal federal, se ha convertido en una cáscara vacía, un objeto de vergüenza y de merecido sarcasmo.  Los que todavía proclaman de manera ritual sus virtudes son los representantes de una clase política muy desacreditada que no parecen albergar ya ninguna cultura o valores.  Cuanto más afirman su creencia en la UE, más se descalifican, incluso a los ojos de los millones de personas que nunca han sentido ninguna simpatía por el conservadurismo, el nacionalismo y la xenofobia.
La xenofobia es precisamente el resultado de esta bancarrota política.  Crece en todas partes, alimentada por el miedo, la búsqueda de chivos expiatorios.  La crisis de los refugiados de la que somos testigos es su expresión más dramática.  Acoger a estos parias es un deber ético y político, en primer lugar porque, más allá de cualquier índole humanitaria, huyen las guerras provocadas por Occidente.  Son el producto de la desestabilización de Oriente Medio y el Norte de África, zonas sumidas en el caos por varias guerras occidentales.  Entre la invasión de Irak en 2003 y la intervención militar en Libia en 2011, estas tierras han sido balcanizadas;  sus estados y economías destruidos;  su equilibrio étnico y religioso, ya precario, creado hace un siglo en la partición del Imperio Otomano, se ha roto.
Decir la verdad significa reconocer algunos hechos elementales.  Europa necesita inmigrantes: los necesita para sobrevivir, para detener su caída demográfica, para que funcionen sus fábricas, sus laboratorios y sus servicios, así como para preservar su poder económico, para financiar el retiro de su envejecida población, y para abrirse al mundo global.  Todos los observadores subrayan esto, pero hasta ahora las únicas medidas que los líderes europeos han sido capaces de adoptar han sido cierre de la frontera, la militarización del Mediterráneo, la expulsión de los indocumentados y la multiplicación de los centros de retención que funcionan como reinos anómicos de humillación y miseria.  Europa considera a sus inmigrantes una amenaza y se niega, en muchos países, a naturalizar a los "extranjeros" que nacieron en su suelo y se educaron en sus escuelas;  promulga leyes cuya única finalidad es estigmatizar a sus propios ciudadanos musulmanes.
Esta falta de visión y coraje hace que los países europeos sean  responsables de la matanza que tiene lugar todos los días en el Mediterráneo.  Algunos cientos de miles de refugiados, incluso uno o dos millones, no son muchos para un continente rico de quinientos millones de personas - nada en absoluto en comparación con los esfuerzos de los países más pequeños y pobres como Líbano, Jordania o Túnez.  Esta crisis, sin embargo, ha sido suficiente para poner en tela de juicio el tratado de Schengen, para provocar el cierre de fronteras dentro de la UE, y, finalmente, para revelar la completa incapacidad de los gobiernos de la UE a la hora de encontrar una política común.  Recuerda a la Conferencia de Evian de 1938, cuando las potencias occidentales demostraron su falta de voluntad para recibir a los judíos que huían de la Alemania nazi.  Nadie los quería, y los argumentos utilizados para justificar este rechazo eran extrañamente similares a la retórica actual de nuestros políticos: la crisis económica, la falta de infraestructura, tales como centros de recepción, la hostilidad de la opinión pública ... La historia se repite, y los monumentos conmemorativos del Holocausto inaugurados en muchos países europeos en los últimos años simplemente demuestran la hipocresía de las instituciones europeas.  Quieren recordar a las víctimas de genocidios pasados ​​y defender los derechos del hombre, pero son completamente indiferentes a las víctimas del presente.
El contraste entre los dirigentes europeos actuales y sus predecesores es clarificadora. Está uno tentado a admirar los padres fundadores de la UE.  Ni siquiera estoy hablando de intelectuales como Altiero Spinelli, quien imaginó una Europa federada, a pesar de vivir en medio de una terrible guerra.  Me refiero a los arquitectos de la UE - Adenauer, De Gasperi y Schuman.  Todos ellos nacieron, como Susan Watkins nos ha recordado recientemente, en la década de 1880, en pleno apogeo del nacionalismo, y crecieron cuando la gente todavía viajaba en carruajes tirados por caballos.  Es probable que compartiesen una cierta concepción europea de “germanidad”: Adenauer había sido alcalde de Colonia, De Gasperi había representado a la minoría italiana en el Parlamento Habsburgo, y Schuman creció en Estrasburgo, en la Alsacia alemana anterior a 1914. Cuando se conocieron, hablaban alemán, pero defendían una visión cosmopolita y multicultural de Alemania, lejos de la tradición del nacionalismo prusiano y el pangermanismo.  Tenían una visión de Europa, que proyectaron como un destino común en el mundo bipolar de la Guerra Fría, y tenían coraje, en la medida en que propusieron este proyecto a unos pueblos que acababan de poner fin al intento de destruirse unos a otros.  Su proyecto de integración económica del carbón y el acero se basaba en la voluntad política.  Concibieron un mercado común como el primer paso hacia la unificación política, no como un acto de sumisión a los intereses financieros.  Para bien y para mal, Kohl y Mitterrand fueron los últimos en perseguir esa meta.  No tenían la misma estatura que sus predecesores, pero tampoco eran simples ejecutivos de los bancos e instituciones financieras internacionales.
La generación que los ha reemplazado con el siglo XXI no tiene ni la visión - presumen de su falta de ideas como una virtud de pragmatismo post-ideológico - ni el coraje, porque sus decisiones dependen siempre de las encuestas de opinión.  El caso paradigmático es Tony Blair, quien ha hecho un arte de la mentira, el oportunismo y el arribismo político.  Está completamente desacreditado en su propio país, pero aún participa en varias lucrativas empresas.  Un europeísta convencido, el más europeísta entre los dirigentes británicos de la posguerra- encarna una nueva mutación: la élite política neoliberal que trasciende la división tradicional entre la derecha y la izquierda.  Tariq Ali lo llama el "extremo centro". Blair fue el modelo de François Hollande, de Matteo Renzi, de los dirigentes del PSOE español, e incluso, hasta cierto punto, de Angela Merkel, que gobierna en perfecta armonía con el SPD.  El neoliberalismo ha absorbido tanto a los herederos de la socialdemocracia y las corrientes conservadoras  cristianas.
El resultado de este neoliberalismo es el callejón sin salida del propio proyecto europeo.  Por un lado, la falta de visión ha llevado a la UE a concebirse como un organismo encargado de la aplicación de las medidas exigidas por el capitalismo financiero.  Por otro lado, la falta de valor ha impedido cualquier avance en el proceso de integración política.  Obsesionados por las encuestas de opinión y los medios de comunicación, los hombres de Estado de la UE creen que la política significa ayudar a la economía de mercado y seducir a los votantes con argumentos populistas y xenófobos.  Imposible la vuelta a las viejas soberanías nacionales y sin voluntad para construir nuevas instituciones federales, la UE se ha convertido en un monstruo tan inusual como horripilante: la "troika" no tiene ni una existencia jurídico / política adecuada, ni legitimidad democrática, pero sin embargo ostenta el poder real y, de hecho, gobierna el continente.  El FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión europea pueden dictar la política a cualquier gobierno nacional, evaluar su aplicación y decidir los ajustes obligatorios.  Pueden incluso cambiar un gobierno nacional, como ocurrió en Italia a finales de 2011, cuando Mario Monti, el hombre de confianza del BCE y Goldman Sachs, reemplazó a Silvio Berlusconi.  A veces sentencian a un país, como el año pasado a Grecia.  El derecho a decidir sobre  la vida y la muerte que, según Foucault, constituye la soberanía clásica, es precisamente el derecho que la "troika" ejerció durante la crisis griega, cuando amenazaba con asfixiar y matar a todo un país.  Cuando la "troika" no tiene intereses específicos que defender, como hoy en día con respecto a la crisis de los refugiados, la UE ya no existe y se rompe: cada país desea cerrar sus fronteras.
Este abrumador poder no emana de ningún parlamento o de la soberanía popular, ya que el FMI no pertenece a la UE y el BCE es una institución independiente.  Por lo tanto, como han observado muchos analistas, después de Carl Schmitt, la "troika" encarna un estado de excepción.  En la actual UE, la política ha quedado completamente subordinada a las finanzas.  En resumen, se trata de un estado de excepción que establece una especie de dictadura financiera, un Leviatán neoliberal.  La "troika" establece las reglas, las transmite a los diferentes estados de la UE y controla su ejecución.  Esto es, en último análisis, el "ordo-liberalismo" de Wolfgang Schäuble: el capitalismo no sometido a reglas, sino el capitalismo financiero que dicta sus propias reglas.  ¿Quién podría personificar mejor tal estado de excepción financiero que Jean-Claude Juncker?  Durante veinte años dirigió el Gran Ducado de Luxemburgo, cuyo propósito principal (y fuente de su prosperidad) es su condición de paraíso fiscal.  Juncker transformó su país en la patria del capitalismo sin reglas.  La definición del estado acuñada por Marx en el siglo XIX, un comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía, ha encontrado su realización casi perfecta en la UE.
Este estado de excepción también plantea una paradoja en relación con el papel de Alemania, el componente más importante de la UE.  En el momento de la Guerra Fría, la "Gran Alemania" (Grossdeutschland) se había convertido en un objeto historiográfico, una especie de "futuro pasado" teñida de nostalgia o alivio: la grandeza demoníaca de Macht der Mitte (Michael Stürmer), la Mitteleuropa soñada por Friedrich Naumann, o la pesadilla de los pequeños países atrapados entre Prusia y Rusia, siempre temerosos de ser aniquilados (y por lo tanto afectados de una forma de "histeria política" estudiada cuidadosamente por una Istvan Bibó).  Tras la caída del muro de Berlín y la reunificación nacional, sin embargo, Alemania recuperó pronto su viejo status de potencia en el corazón de una UE ampliada.
En 1990, este regreso de la "Gran Alemania" atemorizó no sólo a sus vecinos, sino también a muchos de sus ciudadanos.  Acabábamos de salir de la Historikerstreit -la violenta controversia que había enfrentado a Jürgen Habermas con Ernst Nolte, al patriotismo constitucional con el revisionismo histórico-  y algunas personalidades importantes de la República Federal como Günther Grass deseaban mantener una nación dividida: la herida debe permanecer abierta.  Como garantía para la anexión de la RDA a la RFA, Polonia pidió un nuevo tratado que reconociese la línea Oder-Neisse como una frontera sagrada.  En ese momento, Francia, que siempre concibió el proceso de integración europea como una estrategia para neutralizar a Alemania, aceptó la reunificación a cambio de una moneda común.  Con una perspectiva maquiavélica, los más brillantes altos funcionarios franceses- los enarcas- convencieron a Mitterrand de que cualquier ambición de conquista alemana podría ser sofocada mediante la absorción del marco alemán por el euro.  La creación de una moneda europea sin un estado europeo les parecía una estrategia de contención inteligente.  En ese momento, Europa experimentó un poderoso despertar del pasado que situó al Holocausto en el núcleo de su memoria colectiva y reforzó el temor de una vuelta del pangermanismo.  Cuando la República Federal abandonó el marco alemán para compartir la moneda común con sus socios, incluyendo los países del sur de Europa como Italia, España, Portugal y Grecia, la imagen de los soldados de la Wehrmacht desfilando en Praga, Varsovia, Milán o París desapareció definitivamente.
Veinticinco años más tarde, este miedo parece absurdo.  Durante este lapso de tiempo, a ningún político alemán se le ha pasado por la cabeza reconstruir el Reich de preguerra.  Un gigantesco monumento al Holocausto ocupa hoy el corazón de Berlín, al lado del Parlamento, y Alemania sigue siendo, a pesar de las manifestaciones de Pegida y del éxito electoral de Alternativa für Deutschland, uno de los países menos xenófobos del continente en comparación con Francia, Italia, Bélgica y los Países Bajos, por no hablar de los nuevos miembros de la UE, entre los que Hungría se distingue por su racismo.  El Volk ohne Raum se ha convertido en un mito arcaico y el expansionismo alemán ha encontrado en el euro su instrumento más eficaz.  La Alemania ordo-liberal no necesita un poderoso ejército para conquistar los mercados continentales.  Basta el Euro.  Esta es la paradoja europea, que ilustra una heterogénesis asombrosa de fines: el euro, que nació para contener el poder alemán, se ha convertido en instrumento de éste e incluso, como la crisis griega demostró elocuentemente hace un año, en su símbolo.
La unión monetaria sin unión política está destruyendo la democracia al desacreditar a todo gobierno nacional que aplique las políticas de austeridad y amplíe las desigualdades sociales entre los países del continente.  Sin ningún tipo de forma democrática de compartir recursos o sin estrategia de desarrollo común, la unión monetaria se ha convertido en un mecanismo perverso que drena recursos de los pobres hacía los países ricos.  Los bancos alemanes, y la economía alemana en términos más generales, próspera a expensas de muchos países endeudados.
Unos fines tan heterogéneos en la construcción de Europa no sólo revelan la ceguera de los inventores de euros;  también revelan la irresponsabilidad histórica de sus beneficiarios.  El Euro permitió a Alemania reforzar su poder, pero no le dio legitimidad para dirigir el continente;  Alemania ha demostrado más bien su incapacidad para desempeñar un papel dirigente.  El Nacional-socialismo, la derrota al final de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría han agotado las ambiciones geopolíticas de Alemania sin atemperar su egoísmo nacional.  Esta es una de las causas de la crisis europea ya que Alemania está obligada por su posición geográfica y su fuerza económica y demográfica a desempeñar un papel dirigente en el continente.  Esto requiere líderes con visión y coraje, exactamente las cualidades de las que carece la actual dirección alemana.  No tiene ni una visión continental ambiciosa ni el coraje para tomar decisiones que podrían poner en peligro su propio egoísmo nacional.  Jürgen Habermas escribió que, durante la negociación que obligaron a Grecia a rendirse al chantaje "de la troika", Merkel y Schäuble fueron capaces de hacer desaparecer, en una sola noche, los esfuerzos realizados durante décadas para restaurar la dignidad de Alemania dentro de la comunidad internacional.  Esto es probablemente cierto, y el castigo infligido a Grecia es muy poco en comparación con el daño causado a la imagen y la idea de la unidad europea.
Los líderes alemanes no pueden dirigir un continente de quinientos millones de personas actuando como los representantes del Bundesbank.  La definición del colonialismo británico en la India acuñada por los estudiosos de los estudios subalternos, corresponde bastante bien a la posición alemana en la Europa contemporánea: "dominio sin hegemonía". La debilidad evidente del liderazgo alemán también se beneficia de la pasividad de muchos otros países, en particular Francia, que ha perdido sus ambiciones competitivas, pero también de Italia y España, que aceptan su papel de alumnos obedientes (sin ninguna diferencia entre las direcciones izquierda y derecha).
En resumen, la UE está colapsando y corre el riesgo de desintegrarse con la aparición de una ola xenófoba y populista.  El proyecto europeo necesita ser replanteado por completo, lejos del estado de excepción actual.  Tal vez la crisis griega del año pasado fue el síntoma de un cambio aún invisible, subterráneo.  El gobierno de Syriza no pudo resistir el rodillo de la "troika", pero durante seis meses Alexis Tsipras fue un símbolo para todo el continente.  Hoy, las esperanzas se vuelven hacia España y Podemos, así como al Reino Unido, donde Jeremy Corbyn expresa una voluntad similar de cambio.  Muestran que la xenofobia no es el único resultado posible de la crisis de la UE, y que el retorno a las viejas soberanías nacionales no es la única alternativa al neoliberalismo y la globalización del capital.  También muestran que con el fin de construir una alternativa tenemos que cambiar a la propia izquierda, y trascender los paradigmas heredados del siglo XX.
profesor de historia moderna europea en la Universidad de Cornell, Nueva York.
Fuente:
http://www.publicseminar.org/2016/04/the-end-of-europe/#.V0Fma2MUz4e
Traducción:
G. Buster
Temática: 

Francia: la primavera de los indignados. Dossier

Francia: la primavera de los indignados. Dossier

Léon Crémieux 

Enric Bárcena, Xavi Ferrer 

Guillermo Almeyra 

29/05/2016
Los vientos en contra convierten a Francia en un mar tempestuoso
Léon Crémieux
Desde principios de marzo, Francia ha entrado en una nueva situación. La anterior se caracterizaba por la polarización política provocada por el Frente Nacional y el aumento paralelo de la obsesión por la seguridad tras los ataques de enero y noviembre de 2015.
Ninguno de ellos ha desaparecido y habría que estar ciego para pensar que han desaparecido con el movimiento actual.
Pero el acontecimiento político clave de las últimas semanas es que, a pesar precisamente estos dos elementos que pesan sobre la vida política y social, se ha desarrollado una movilización multiforme, pero que ya es comparable a las grandes movilizaciones de los trabajadores y los jóvenes de los últimos 15 años: los de 2003, 2006 y 2010.
Hasta marzo, se podían detectar los primeros signos de una confrontación social. Primero, por la importante corriente de simpatía con la movilización de los empleados de Air France con el episodio de la camisa en octubre de 2015 [1]. En el mismo periodo, el número de paros y huelgas en las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, había tomado una fuerza considerable, incluso sobre cuestiones de salarios durante las negociaciones anuales obligatorias. Del mismo modo, la fuerza de la movilización en relación con la reunión COP21 sobre el cambio climático. Pero los ataques terroristas en noviembre y el establecimiento del estado de excepción permitieron al Estado romper el impulso de las movilizaciones callejeras. Las grandes manifestaciones contra el aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes [2] y el establecimiento de redes de apoyo a los inmigrantes también han sido el resultado de la movilización de decenas de miles de jóvenes y activistas, coordinados por asociaciones y redes sociales.
La primera lección de estas reacciones, de estas movilizaciones, es que la gestión de los intereses capitalistas por parte de la socialdemocracia, la débil oposición política a la izquierda del PS y el letargo de las direcciones de los sindicatos no eran sinónimo de una parálisis y de una deriva equivalente de todo el cuerpo social, sobre todo de muchos trabajadores y la juventud, muy afectada por las políticas de desempleo y austeridad. La situación ya mostraba, por contra, el distanciamiento y el descrédito profundo de los partidos institucionales, que comparten los resultados de las gestiones de gobierno de las dos últimas décadas. Es ese descrédito, en ausencia de luchas sociales, lo que promovió el constante aumento de la abstención y el voto a FN en las clases más humildes en los últimos años.
En el ámbito social, desde el comienzo del quinquenio Hollande, muchos de las exigencias de la MEDEF (la patronal) en relación con el derecho laboral se han aplicado mediante las leyes Macron y Rebsamen, continuando el recorte de derechos iniciado por la ley Fillon en 2008. La adopción por los gobiernos socialistas del discurso patronal sobre los "costes laborales" fue el preludio del Acuerdo Nacional interprofesional que estableció los acuerdos de competitividad (ANI), con el objetivo de igualar a Francia con otros países europeos en términos del cuestionamiento de los derechos sociales.
La ley El Khomri, detonador social
La ley El Khomri, cuyo objetivo es invertir la jerarquía de las normas [3], se ha convertido en un detonador social. Obviamente, debido a su contenido, que acaba con el principio de favor, además de muchos otros ataques, pero sobre todo a causa de todos los otros elementos del contexto, la Ley El Khomri ha sido un verdadero catalizador.
Este no es lugar para trazar el panorama inmediato y es demasiado pronto para hacer un balance de este movimiento que puede conducir a una gran confrontación y crisis política, pero también puede frenarse por los muchos frenos existentes.
Pero varios elementos pueden ya destacarse:
• Su aparición, en primer lugar. Había una gran cantidad de trabajo preparatorio realizado sobre el informe Combrexelle y el proyecto Badinter por las redes militantes, entre ellas la Fundación Copérnico y los sindicatos CGT y Solidaires [4]. Sin embargo, la causa de la movilización, su catalizador y el llamamiento del 9 de marzo lo han hecho clara y directamente las redes sociales con la dicha petición "Caroline De Haas" [5].
• Lo qué es revelador es el tono de la petición, que exige claramente la retirada de la ley, que califica como un ataque frontal, en comparación con la declaración de 23 de febrero de las direcciones de los sindicatos. Estas, no sólo no exigieron la retirada de la ley, sino solo de algunas medidas, se quejaron especialmente de la falta de diálogo y concluyeron en la necesidad de una reunión con el gobierno ... Sin ningún tipo de llamamiento a la movilización.
• Del mismo modo, el llamamiento a la primera manifestación, que también fue la ocasión de numerosas llamadas a la convocatoria de huelga, provenía de un grupo de redes sociales, que fueron apoyadas muy rápidamente por los iniciadores de la petición.
• Hay que insistir en esto, porque lo que puede parecer trivial es indicativo de una orientación general, de la pasividad de las direcciones confederales de los sindicatos (la posición de Solidaires no se puede asimilar). Esta surge, obviamente, de la sensación de pesimismo actual en muchos equipos del sindicato tras el fracaso de la última gran movilización de 2010 (fracaso que también puede achacarse a la política de las direcciones de los sindicatos), pero es el resultado de una orientación general en relación a las políticas de austeridad presente desde 2012, cuando se negó a interferir demasiado con las políticas de un gobierno de izquierdas.
Además, los líderes sindicales no han intentado, antes del anuncio de la presente ley, preparar a sus equipos para llevar a cabo una campaña de explicación, de información, de sensibilización de los trabajadores ... por no hablar de un trabajo de preparación más política, hacer un balance de 2010 y defender la necesidad de un movimiento general, una huelga general para hacer retroceder al gobierno. Dos meses más tarde, la ausencia de este trabajo se hace sentir de nuevo. Es muy necesario para una la clase obrera y los sectores populares que han acumulado más de 30 años de numerosas derrotas en el campo social, tras los múltiples ataques liberales.
Los elementos de la movilización
Sin embargo, están presentes otros elementos contradictorios y es en estos los en los que se apoya la movilización:
• La situación francesa va todavía por detrás de la experimentada por otros países europeos en los que el rodillo compresor capitalista ha hecho mucho más daño. Existe una amplia conciencia de los mucho que todavía hay que preservar, que no se puede perder en el campo de los servicios públicos, la seguridad social, las normas de empleo, las leyes laborales. Desde este punto de vista, la revolución cultural neoliberal del PS afronta muchos obstáculos, incluso en lo que le queda de redes de apoyo y base social electoral. Las reacciones de los que se rebelan y de los iniciadores de la petición traducen este reflejo de supervivencia de los círculos cercanos al PS o al Frente de Izquierda.
• Los militantes del movimiento social, en general, mantienen la memoria de las derrotas, pero también de las fuertes movilizaciones de los trabajadores y la juventud. Francia ha conocido hasta el año 2010, regularmente, enfrentamientos frontales: los trabajadores contra la reforma de las pensiones en 1995, 2003 y 2010, un gran movimiento de jóvenes educados en 2006 que permitió la victoria contra el CPE (Contrato de Primer Empleo ). También hay que destacar la victoria de 2006 contra el gobierno Villepin, después de que el gobierno aprobase su legislación a través del artículo 49-3 (por encima de la Asamblea Nacional). La lección es, obviamente, para recordar, ya que el gobierno está llevado a cabo el mismo proceso, que durará hasta finales de junio (con un paso obligado por el Senado y el retorno a la Asamblea Nacional). [6]
• Muchos jóvenes y menos jóvenes de los barrios populares también guardan la memoria de la revuelta urbana dirigida por los jóvenes de los barrios populares durante cuatro semanas en octubre - noviembre de 2005, después de la muerte de Zyed y Bouna en Clichy-sous-Bois. En esa revuelta, los jóvenes experimentaron una fuerte ruptura con los partidos y movimientos sociales, a excepción de algunas organizaciones de extrema izquierda (LCR). Esa ruptura con los barrios populares, estigmatizados por Sarkozy, especialmente por lo que se refiere a  los jóvenes árabes y negros, objetivo de todas las campañas de seguridad, también las primeras víctimas del desempleo y la inseguridad en el empleo, se ha mantenido en los últimos años y se ha agravado por la ola de islamofobia que se ha extendido desde enero de 2016. Esta ruptura es también visible en el movimiento actual, mientras que, paradójicamente, estos jóvenes habían sido muy activos en el movimiento de 2006, y unos meses más tarde contra el CPE.
• El estallido de las estructuras de resistencia social, sindicales y políticas. Hasta finales de la década de 1990 (a finales del siglo XX...), el movimiento obrero, y los partidos, formaban un tejido con muchas tramas, un tejido con muchos girones, pero que mantenía algunas referencias comunes históricas y sus "grandes" combates.
Los años 2000 y el retorno de la socialdemocracia han consolidado los profundos desgarros anteriores. Esto se traduce, en particular, en que las nuevas generaciones de activistas, a menudo radicales, parte de la lucha por los inmigrantes, contra el fascismo, en muchos sectores sindicales, sobre todo entre los precarios, no viven su lucha como parte en un "movimiento obrero" extinto. Contradictoriamente, mientras que las viejas generaciones de activistas, absorbidos por la política institucional, han abandonado sus esperanzas revolucionarias, las nuevas generaciones, que no tienen el mismo bagaje tradicional, a menudo tienen una fuerte conciencia de los males de la barbarie capitalista y son más receptivos a los argumentos políticos sobre la necesidad de una transformación revolucionaria. Esta toma de conciencia suele ir acompañada de una fuerte demanda de democracia real, del rechazo de la delegación representativa, como balance de la herencia del estalinismo y la gestión socialdemócrata. Sigue habiendo una profunda falta de cohesión de estas generaciones más jóvenes (no hay una juventud, hay jóvenes ...). Se trata de divisiones sociales, por supuesto, que agravan la ruptura de los jóvenes de los barrios populares, que el racismo social divide en negros, árabes y musulmanes. Todos los jóvenes no son Charlie ... El movimiento actual puede superar muchas de estas divisiones, pero aún no lo ha hecho.
• La reestructuración del tejido económico, en la industria y los servicios, provoca obviamente formidables dificultades para la organización y el surgimiento de la conciencia. A los elementos de desintegración política del movimiento obrero se añaden las desestructuraciones objetivas (subcontratación, desaparición de las categorías laborales ...) cuyos efectos no han sido combatidos de verdad por los sindicatos. Las dificultades de expansión de la movilización en muchas áreas son, evidentemente, parte de esta realidad, que debilita aún más la conciencia de pertenecer a la misma clase.
Crisis política
Las últimas semanas también han puesto de manifiesto el nivel de la crisis política. Sobre todo, obviamente, de los partidos institucionales. El repudio permanente del gobierno y el Partido Socialista se refleja en el bloqueo que sufre el gobierno, al que no votan ni sus propios parlamentarios para apoyar sus políticas (sea cual sea el resultado final del debate parlamentario sobre la ley El Khomri). Este descrédito también se refleja en las encuestas, la tendencia es innegable y hace que este gobierno y la pareja Hollande-Valls sufra un fuerte rechazo en las encuestas, probablemente el mayor desde el comienzo de la Vª República. El corolario de esta crisis es, obviamente, la crisis interna del PS, puesta de relieve por los debates grotescos de las primarias de la izquierda - que han acentuado la crisis del PCF - y el papel de Emmanuel Macron. Incluso el proyecto de Valls de hacer evolucionar rápidamente al PS para convertirlo en la contraparte transalpino del partido de Matteo Renzi está perdiendo su sustancia, desbordado por su derecha.
Esta crisis tiene su lado simétrico en la crisis de Les republicains ... [7]) por las mismas causas.
Hoy, todos los partidos dominantes en Europa sufren los cambios impuestos por la globalización y las reformas liberales radicales desde 2008. Después de Grecia, Italia y el Reino de España, Francia se une a su manera a este descrédito alarmante. Obviamente, esto plantea la necesidad para la burguesía de reestructurar su aparato político, rompiendo fronteras que parecen obsoletas.
En Francia, esta crisis puede convertirse rápidamente en una crisis más profunda de las instituciones del propio sistema político. Las instituciones de la Vª República se forjaron para un sistema dominado por un solo partido; lo mismo el Senado, la Asamblea y el Elíseo en torno a un régimen fuerte y un presidente fuerte. Con la crisis del gaullismo y del bipartidismo dominante, fue necesaria la reforma de 2001, que estableció un sistema presidencial, soldando la mayoría parlamentaria al Presidente. Esa fue la solución de excepción para superar los caprichos de la cohabitación. [8] Pero, de nuevo, esto significaba mantener una supremacía de los partidos dominantes.
Hoy en día, el aumento de la abstención y el ascenso del Frente Nacional, el descrédito del PS y de Les republicains debilitan el edificio. También hay que señalar que Francia, a pesar de los "valores de la República" es, con el Reino Unido, el país europeo con el sistema electoral más arcaico, con la elección en circunscripciones uninominales y sin proporcionalidad. Francia es aún peor que el Reino Unido, porque la elección por sufragio universal de un presidente que goza de un fuerte poder político hace que sea el único país en realidad dirigido directamente por un “monarca” en la Unión Europea.
Valls y Hollande han intentado en las últimas semanas frenar la crisis política de diversas maneras.
En primer lugar, tratando de amordazar al Partido Socialista y su grupo parlamentario. El uso del art. 49.3 para la aprobación en primera lectura de la ley El Khomri obviamente busca acortar un debate público que debilita aún más al gobierno. Pero también trata de controlar a la minoría de "disidentes" del PS, obligados a escoger entre someterse o romper la disciplina y abrir el paso a una moción de censura. De hecho, durante un tiempo, la oposición interna del PS eludió la cuestión. Sólo 28 miembros del PS (de más de 40 “disidentes”) han apoyado la presentación de una moción de censura. El texto de una moción de censura debe reunir el apoyo de 10% de los parlamentarios para ser sometida a voto. La moción de la izquierda sólo consiguió 56 diputados de los 58 necesarios ... En cualquier caso, el PS entra en su crisis.
Además, aunque debilitado políticamente, el gobierno pretende hacer valer su autoridad con más represión. Las últimas semanas han visto un in crescendode la violencia policial, la afirmación del poder de la razón de estado, fortalecida por la extensión del estado de excepción dirigido directamente contra los movimientos, las huelgas y las manifestaciones. Los medios de comunicación, en manos del gobierno y los grandes grupos empresariales, sirven de propaganda para enmascarar la violencia policial, la orquestación de una campaña contra los "violentos", y se busca criminalizar al movimiento.
Este autoritarismo tiende a enmascarar la debilidad del gobierno y del PS. Debilidad de sus filas, debilidad en la Asamblea y debilidad en su propia base social.
Como último elemento característico de este movimiento, especialmente en los debates de Nuits debout, es la profunda brecha entre las exigencias de democracia, la toma de decisiones por la base ​​ y no por responsables incontrolables, y la realidad del sistema y sus instituciones. Ello pone de manifiesto que el sistema político es profundamente antidemocrático y también que el poder real está claramente fuera de las asambleas elegidas. Los bancos y las multinacionales, los centros del poder capitalista no sólo hacen las leyes, sino que se exoneran de cumplirlas.
El rechazo del sistema financiero, las opciones energéticas, el cierre de fronteras, el desempleo y la precariedad son los ingredientes que alimentan un rechazo al sistema político, pero también al sistema capitalista. Esto está latente en la sociedad y su expresión evidente es las Nuits debout.
Así que este movimiento tiene muchos puntos fuertes y débiles a la vez. En las próximas semanas se verá cuales prevalecen.
Necesidad y ausencia de una representación política de los explotados y oprimidos
Todo ello pone de relieve la necesidad y la ausencia de un partido político con un discurso y una acción unificadores, que amalgame estas diferencias en torno al motor y el objetivo común: la lucha general contra un sistema político que produce los Papeles de Panamá, Calais y los miles de emigrantes muertos en el Egeo, el cambio climático, la inseguridad y la miseria social ...
El creciente movimiento pone en cuestión tanto los objetivos como las estructuras del sistema económico y social capitalista, denuncia la realidad del poder y las reglas anti-democráticas de la vida política y la toma de decisiones.
Plantea la cuestión de la representación política de los explotados y oprimidos y de un proyecto social a la altura de las reivindicaciones del movimiento. Las luchas sociales de los últimos meses (inmigrantes, cambio climático, Notre-Dame-des-Landes, El Khomri, muchas huelgas) representan todos los elementos de resistencia al sistema, sus reivindicaciones, reclamos y pergeñan las vías de una sociedad dirigida a la realización de las necesidades sociales, capaz de proporcionar herramientas políticas para lograr estos objetivos, herramientas de democracia real, de elección, de debate y toma de decisiones. Las luchas sociales y perspectivas políticas (la política no electoral) se mezclan constantemente. Todos estos elementos de combate, de resistencia chocan con una sociedad de clases, brutal, decidida a mantener y aumentar la explotación, capaz de reestructurar sin fin las instituciones nacionales y europeas para que sean un lugar de poder sin control, dedicadas enteramente a mantener el sistema, crecientemente al margen de todo control democrático y popular. La experiencia griega, el rechazo de los inmigrantes, los Papeles de Panamá, el TTIC han revelado en menos de un año, muchos elementos del funcionamiento real de esta sociedad. El debate sobre estos temas es esencial entre los activistas de los movimientos sociales. Es esencial para la generación más joven que, por diferentes caminos, se plantea los mismos problemas estratégicos.
Cosa rara, las cuestiones institucionales se discuten en las calles y en los círculos de activistas. Las instituciones francesas actuales aparecen abiertamente como un obstáculo frente a la gente. La necesidad de decidir se acompaña de la urgencia de disponer de herramientas de decisión democráticas que permitan la expresión real de las opciones populares. Del mismo modo, la experiencia griega muestra que a nivel europeo, las instituciones capitalistas imponen sus decisiones contra la voluntad de todo un pueblo. En este sentido, la idea de un "candidato adecuado para un buen programa" es la antítesis de los debates actuales. Así como lo ilusorio de toda estrategia institucional basada en victorias electorales que busquen la aplicación, desde el respeto a las instituciones, de una política opuesta a los capitalistas. Una fuerza anticapitalista sólo puede basar su fuerza en el movimiento social, su acción y la movilización política, la única manera de afrontar realmente el sistema. Esto requiere de reivindicaciones "de transición" que ataquen al corazón del sistema de explotación capitalista, la opresión social que estructura y también a las instituciones y las reglas antidemocráticas del sistema político; reivindicaciones de transición que abran el camino a una sociedad libre de la explotación capitalista y capaz de eliminar la opresión.
Inprecor, nº627-628, mayo-junio 2016
Oui, nous pouvons!
Enric Bárcena, Xavi Ferrer 
En respuesta a la llamada internacional que se hizo desde #Nuitdebout para un encuentro internacional de activistas (#Globaldebout) el fin de semana del 7 y 8 de mayo, una quincena de activistas viajamos desde Barcelona a París para conocer, para participar y aprender de él.  La referencia del 15M en todos nosotros era importante e ir a París a revivir la plaza una oportunidad ilusionante.
A  primera hora de la mañana al llegar al centro de la plaza de la República, entre un macizo edificio de la administración y la estatua de la Marianne, símbolo de la República y convertida su peana en el templo del dolor y la repulsa a los atentados islamistas, el vacío es la sorpresa.  Ninguna actividad visible, en pié sólo nosotros.
Espectantes observamos desde la terraza de un bar el lento despertar de la plaza. Pequeños grupos empiezan a montar sus carpas y tendales. A media mañana inicia una asamblea de bienvenida a los asistentes internacionales mientras la ocupación de la plaza crece en modo algo anárquico. Se instalan servicios importantes: una cantina, una radio, un plató de televisión…Y a su vez aparecen más allá de los trabajos de las comisiones y la asamblea, múltiples puntos de encuentro y de debate: africanismo, colonialismo,  refugiados sirios, proceso constituyente,  y carpas de colectivos diversos: sindicatos, estudiantes, grupos ecologistas, una coral o un grupo de esperanto…
Cada noche  las carpas se desmontan. Se vuelven a montar de mañana en orden y posición diferente al día precedente.  Es un renacer diario, una sensación de estar en construcción permanente. Así han resistido tantos días y por ello resurgen tras cada represión policial.
No sólo el montaje diario diferencia la ocupación de Republique del 15 M. Su génesis también es diferente. Surge a raíz de la oposición a una ley de reforma laboral y la presencia y participación sindical es importante. También las diferencias entre las organizaciones presentes son más patentes en Francia frente al total consenso anti-partidos que se manifestaba en España.
A pesar de tener un detonante con una dimensión puramente estatal, el movimiento francés conecta con la ola iniciada en 2010 en Túnez, y que ha  pasado por la Plaza Tahrir en Turquía, Egipto y las primaveras árabes, el 15M español, Occupy en Nueva York, o Brasil. Lo ejemplifican  hechos como la repetición de algunas consignas comunes y la ruptura del marco previo a esta oleada de movlizaciones globales. En la exigencia común de democracia y nuevas formas de participación y representación política  se abre un nuevo espacio de confianza ciudadana mútua.  La ocupación de las plazas que desde 2011 se viene ejercitando en múltiples ciudades del mundo supone un ejercicio de construcción identitaria y puede marcar un punto de inflexión en un proceso de toma de conciencia colectivo sobre la fuerza ciudadana articulado alrededor del municipalismo como movimiento capaz de impulsar propuestas transformadoras de las relaciones de poder desiguales existentes. La ciudadanía europea está dando señales de querer escribir otro pacto social con otras formas de representación política. En definitiva, plantea la necesidad de un proceso constituyente de dimensión Europea.
En este sentido #Globaldebout, el encuentro internacional convocado el fin de semana del 7 y 8 de mayo por #Nuitdebout, ha significado un salto cualitativo y una inyección de motivación y obertura de miras.
Representantes de múltiples ciudades de Europa y del resto del mundo han puesto en común la experiencia de gestión de sus espacios en diferentes estadios y contextos. El resultado ha sido un mayor nivel de concreción en los temas tratados en los diferentes debates y talleres, el intercambio de experiencias y la constatación de la necesidad de crear una red internacional.
Este es el último punto es básico. El movimiento francés se abre a su tendencia auto-referencial y empieza a tener consciencia de su rol principal para la consolidación de un movimiento transnacional donde Francia por su peso y posición tiene un papel clave en la conexión norte sur.
Los temas que se tratan tienen un componente bastante retórico que la presencia de activistas extranjeros  ha permitido articular alrededor de experiencias locales concretas: desde un colectivo austríaco que trabaja por una ciudad comestible impulsando  huertos urbanos a la experiencia napolitana de los centros ocupados que trabajan por dar amparo legal a su situación a partir del valor social de los proyectos que desarrollan.
Los procesos municipalistas surgidos en España, con especial énfasis en la cuestión de la relación entre movimientos sociales  e instituciones y su capacidad de transformación, centran la atención de varios debates por su componente novedoso.
Por ello, frente a las iniciales impresiones del que asiste por primera vez a la plaza, los que hemos vivido anteriormente el 15M, no podemos evitar hacer comparaciones apresuradas que alejan una experiencia de la otra.
Pero #Nuitdebout crece, muta, se adapta y aprende mientras se contruye.  Y por ello, también sorprende e ilusiona.
De tarde, pese a los estrictos controles policiales que hay en cada bocacalle de acceso, la plaza rebosa. Crecen los círculos de personas sentadas en el sucio granito escuchando y esperando turno para hablar. Otros tantos deambulan curiosos entre los distintos grupos. Una señora mayor, banquito plegable en mano, agudiza el oído en busca de un tema que le interese. Finalmente, despliega el asiento en uno sobre  comunicación y redes sociales, mientras el conductor explica los gestos que hay que usar para expresarse según el código usado masivamente durante el 15M.
Se ven algunas mujeres con velo. Desde la banlieu que conecta en metro más fácilmente con la plaza, llegan jóvenes preocupados por el precio de la vivienda. Es difícil determinar si esta diversidad es suficiente. En la plaza hay conciencia del reto. De éste y de la necesidad de ir más allá del propio espacio nacional de referencia. Han logrado movilizarse en toda Francia, ahora desean movilizar toda Europa. Por ello en la asamblea, las intervenciones de los grupos llegados del extranjero levantan el ánimo de la plaza.
En este punto una emoción electriza los presentes, mientras revela el sentido de todo aquello que une lo vivido durante los últimos años en España con el #Nuitdebout.
Más allá del origen de la protesta, el sentido y alcance de los debates o la organización en la misma plaza, #Nuitdebout puede representar  un punto de inflexión en Francia. Las personas reunidas en  la calle se reconocen y toman conciencia de su potencial capacidad de transformación, se sienten el sujeto del debate político y plantean alternativas que hasta ahora eran vistas como marginales por  inalcanzables.
#Nuitdebout es un grito ciudadano que empieza a resquebrajar el marco político francés y el de Europa. Es un ¡Sí se puede! que nos conecta profundamente a ellos.  
Ya de noche, de camino a casa  una vez se desmonta la plaza, repetimos convencidos: Oui, nous pouvons!
www.sinpermiso.info, 28 de mayo 2016

Huelgas y poder en Francia
Guillermo Almeyra
Poco a poco, las huelgas y los piquetes están afectando a todos los sectores estratégicos de la economía francesa. El gobierno actualmente está echando mano a las reservas nacionales de combustible (destinadas originalmente a casos de guerra o de catástrofes) para librar la guerra social que mantiene contra la unidad de las centrales sindicales (y particularmente contra la CGT).
Los pretextos del terrorismo de los grupos salafistas y de la amenaza de la extrema derecha para imponer un estado de emergencia han sido dejados de lado. Hollande y la prensa empresarial y la televisión muestran hoy un enfrentamiento de clase y ponen como adversario principal del presidente y de los empresarios a Felipe Martínez, secretario general de la CGT, la más fuerte de las  cinco centrales sindicales que canalizan unidas las protestas.
Pero, aunque es importante la acción de estas centrales, el odio y la represión gubernamentales se concentran sobre todo contra los trabajadores de las refinerías, los portuarios que paralizan la importación de combustibles y los camioneros y obreros del transporte que, circulando muy lentamente, no sólo dificultan el tránsito en ciudades y carreteras sino que también provocan un aumento del consumo del carburante, que cada día es más escaso.
Ahora el dúo Hollande-Valls deberá hacer frente además a una huelga votada en todas las centrales nucleares que dan energía eléctrica a Francia y a países vecinos y a la falta de combustible se suma la reducción del suministro eléctrico.
Incluso en el partido socialista (según su nombre oficial, no según su política) cunden las protestas. En efecto, a la oposición de entre 30 y 40 diputados de la izquierda socialista al proyecto de ley del trabajo que está provocando las huelgas se sumó la propuesta-inmediatamente rechazada por el primer ministro Manuel Valls- de modificar el art.2 del texto formulada por el presidente del bloque mayoritario en la Asamblea  Nacional.
Ahora bien, ese artículo condensa las intenciones de los empresarios que el gobierno “socialista” hace suyas a pesar de la oposición de la inmensa mayoría de los franceses. En efecto, muchos talleres o pequeñas empresas ocupan pocos obreros o ni siquiera tienen presencia de los sindicatos. Por lo tanto, darle carácter legal prioritario  a los acuerdos entre patrones y obreros a nivel de dichas pequeñas empresas donde los trabajadores tienen menos fuerza equivale a facilitar la rebaja de los salarios reales y el empeoramiento legal de las condiciones y horarios de trabajo rompiendo la unidad que hasta ahora existe a nivel de grupo industrial, cuyo contrato nacional- impuesto con la fuerza de la organización en las grandes fábricas- es norma para los pequeños establecimientos. Además, el intento de modificar la cantidad de horas extras y su pago afecta duramente a los transportistas cuyos horarios dependen del clima y de las condiciones de las rutas y el tránsito en Francia y en los países vecinos.
Al mismo tiempo la situación social se tensa ante la violencia de la represión policial no sólo contra los huelguistas sino también a los estudiantes y a las decenas de miles de personas que siguen animando, día tras día, el movimiento Nuit Debout. La causa común –el rechazo a la ley de trabajo- y la defensa de los derechos democráticos, como el de huelga, el de manifestar, la  libertad de desplazamientos, la libertad de palabra e incluso informar lo que sucede, están cimentando la unidad entre vastos contingentes estudiantiles y jóvenes y los trabajadores industriales que con tanta fuerza cambió el panorama francés en 1936 y en 1968.
En Francia el 20 por ciento en la población económicamente activa tiene un empleo estatal y los obreros representan el 24 por ciento. El índice de sindicalización llega sólo al 11 por ciento y la principal Central Sindical -la Confederación General del Trabajo- abarca sólo el 2.58 por ciento de los sindicalizados, mientras el resto se distribuye entre Force Ouvrière, socialista, Solidaires (de izquierda independiente, fuerte en el transporte urbano), Fuerza Sindical Unitaria (con gran influencia en los trabajadores de la Enseñanza), La CFDT, Confederación Francesa de Trabajadores (socialcristiana, aliada al gobierno) y otras menores.
Dada la actual relación de fuerzas que es cada vez más favorable a los trabajadores, que cuentan con el apoyo de la mayoría de la población, es probable que el gobierno sólo pueda hacer aprobar una versión modificada de esta ley El Khoumri sobre el trabajo. Puesto que los sindicatos sólo aceptan su derogación lisa y llana la lucha seguirá durante todo este período anterior a las elecciones presidenciales y tendrá fuertes repercusiones políticas ya que la derecha opositora y el FN lepenista piden al gobierno medidas de excepción, como la prohibición absoluta de toda manifestación.  Eso politizará aún más el conflicto.
Es evidente que la huelga masiva puede cambiar muchas cosas. Pero por sí sola, incluso en el caso de una huelga general nacional indefinida como pide ya la extrema izquierda, no basta por sí misma para dar una solución política a una situación que es política y exige una salida política.
Una debilidad mayor reside en que el movimiento obrero repudia una ley reaccionaria y regresiva pero no tiene una propuesta propia que ofrecer ni, sobre todo, una estrategia política y aunque despliega su doble poder en las calles no pone en cuestión el poder del Estado capitalista. Otra igualmente  grave consiste que ante la crisis de la Unión Europea no se dirige a los trabajadores de los países vecinos, sobre todo a  los belgas que están en una lucha similar, a los italianos- a quienes el gobierno Renzi y la capitulación de la CGIL impusieron casi sin resistencia una ley del trabajo similar al proyecto El Khoumri – y a los alemanes, que acaban de lograr con su presión la rebaja de la edad para jubilarse de 67 a 63 años.
Para triunfar, los huelguistas en Francia deben salir también del Hexágono francés y fijarse objetivos políticos que den perspectivas a los de Grecia, España, Italia, Inglaterra y toda la U.E.
La Jornada, 29 de mayo 2016
Técnico aeronáutico de Air France jubilado, sindicalista de Sud Aérien y militante del NPA.
 
Militantes de Barcelona en Comú.
 
Miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente:
Varias
Traducción:
Enrique García

lunes, 23 de mayo de 2016

Crisis y mutaciones del capitalismo

Crisis y mutaciones del capitalismo

Alejandro Nadal 

18/05/2016
La crisis global que explota en 2007 no es un pequeño tropiezo en la historia del capital. Es un terremoto de magnitud inusitada que alterará las formas de organizar la producción y el consumo para siempre. Las transformaciones que le están asociadas tocan las estructuras del Estado y de la plataforma de acumulación de riqueza que han caracterizado el movimiento del capital desde hace más de 200 años.
El anterior podría parecer un enunciado aventurado. Después de todo, la historia que nos cuentan los economistas tradicionales, en sus diversos colores, desde los más conservadores hasta los que visten el ropaje del llamado keynesiano, la crisis no es más que el resultado de una desafortunada combinación de eventos, casi un accidente. Para los conservadores la crisis se genera por errores en el manejo de la política económica. Por ejemplo, en Estados Unidos este grupo sostiene que fueron las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac (patrocinadas por el gobierno) las que precipitaron la crisis de las hipotecas sub-prime. Y aunque los datos desmienten esta tesis, el dogma del mal gobierno se perpetua. El corolario es que no hay nada malo con el capitalismo.
Para los keynesianos y acompañantes, la raíz de la crisis se encuentra en una deficiente demanda agregada. Por ejemplo, economistas como Brad Delong y Joseph Stiglitz sostienen de manera explícita desde 2009 que la débil demanda agregada global es la causa fundamental de la crisis.
Los argumentos en contra de la austeridad fiscal van en la misma dirección. Las ganancias de los capitalistas dependen entonces de que los trabajadores gasten más. El estancamiento de los salarios es nocivo para el proceso de inversiones y cuando eso sucede el Estado debe entrar al quite estimulando la demanda. En la parte baja del ciclo económico, cuando las familias ahorran más y gastan menos, los keynesianos sostienen que el gobierno debe gastar más. La austeridad agrava el problema de la deficiente demanda agregada.
Pero la falta de confianza es otro problema: con la incertidumbre los agentes prefieren no despegarse de su dinero. Por eso se necesitó una postura heterodoxa en materia de política monetaria. Pero como no ha dado el resultado esperado, la interpretación keynesiana es que esa postura no ha restaurado el crecimiento porque se llegó al límite de tasas de interés cero.
Olvidan que el mismo Keynes manifestó serias dudas sobre la efectividad de una política monetaria no convencional. La incertidumbre sobre el futuro devenir de la economía, señaló en su Teoría general en 1936, será el factor determinante y no habrá política monetaria que la pueda cambiar. De todos modos los economistas keynesianos y algunos neoclásicos que les acompañan en una parte del razonamiento insisten en la necesidad de mantener una política de flexibilidad monetaria no convencional.
Muchos llegan hasta el grado de proponer que se autorice el despegue del helicóptero monetario. Esta es una vieja idea que implica inyectar el influjo de dinero directamente al público, como manera de incentivar la demanda agregada. Por ejemplo, en una versión extrema esto implicaría acreditarle directamente en sus cuentas a la población una cierta cantidad de dinero. Pero después del festín de sobrendeudamiento que acompañó a la crisis, lo más probable es que los agentes busquen usar ese dinero extra para pagar deudas y no para irse de compras.
Frente a la narrativa de la deficiencia de la demanda agregada comienza a surgir una interpretación distinta basada en los datos sobre el desempeño de las economías capitalistas en los últimos 50 años. Varios investigadores han demostrado que en los casos de las fuertes recesiones de 1974-75 y 1980-82 en Estados Unidos, la relación salarios reales/tasa de ganancia se mantuvo en niveles altos. Es decir, la recesión no habría sido provocada por una caída de los salarios con respecto a la tasa de ganancia, sino al contrario. El trabajo de referencia es de Guglielmo Carchedi y Michael Roberts, y su conclusión choca de frente con la interpretación sobre las raíces de la crisis que ya se ha convertido en una especie de narrativa dominante.
Lo anterior no significa que la demanda agregada no ha sido deficiente. Es un hecho que el crecimiento de los salarios reales se estancó desde principios de la década de los años 1970. Pero hay una pregunta que el análisis convencional prefiere ignorar: ¿por qué dejaron de crecer los salarios a partir de esos años? La hipótesis más fuerte es que la caída en la tasa de ganancia que experimentó el capital desde los años 60 llevó a una ofensiva en contra del trabajo. Eso se tradujo en una acometida en contra de sindicatos y en un endurecimiento anti salarial.
Pero todavía queda otra pregunta fundamental. ¿Por qué cayó la tasa de ganancia? Esta es la interrogante más importante, la Robert Heilbroner consideraría esencial para abordar una reflexión sobre la lógica del capitalismo y las mutaciones que vendrán en el futuro cercano. Regresaremos sobre este tema.
Economista. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente:
La Jornada, 18 de mayo 2016

Entrevista al sociólogo francés Frédéric Lebaron

“El neoliberalismo enfrenta una profunda crisis intelectual”

Lebaron analiza la “crisis de creencia” que atraviesan las propuestas neoliberales después de las experiencias progresistas en América latina y de la crisis financiera global, pero advierte que las elites que las promueven siguen en posiciones de poder.

Por Javier Lorca
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“Más desempleo y precariedad laboral, también más pobreza y más desigualdad”, ve Lebaron en Europa.
“El neoliberalismo ya no es capaz de imponerse como antes”, dice Frédéric Lebaron, pero las elites que lo promueven “siguen estando en posiciones de poder”. Sociólogo francés, Lebaron fue ayudante de Pierre Bourdieu en el Collège de France y está en el país, invitado por el Centro Franco Argentino en Altos Estudios de la UBA, para dictar un seminario sobre “Las políticas neoliberales contemporáneas”. En esta entrevista con Página/12, señala que las ideas y las promesas asociadas a la supuesta “eficiencia natural del mercado” –las mismas que buscan reconstituirse en Latinoamérica– atraviesan “una verdadera crisis de creencia” y han generado en Europa “un crecimiento de las desigualdades en las condiciones de vida”.
–¿Qué especificidades observa en el neoliberalismo contemporáneo? ¿Qué diferencias y qué continuidades analiza respecto de experiencias anteriores?–Desde 2007-2008 y la gran crisis financiera mundial, el neoliberalismo ya no es capaz de imponerse de manera tan evidente como antes como el portador de la única política posible, en particular en América del Norte y en Europa. Se enfrenta a una profunda crisis intelectual: la idea de una eficiencia natural del mercado ha perdido gran parte de su fuerza y las promesas de progreso y justicia relacionadas con un crecimiento económico liberalizado se han desdibujado ampliamente. El neoliberalismo se enfrenta a una verdadera crisis de creencia. En los años ‘80, las conquistas neoliberales se encadenaban con facilidad y rapidez: victorias electorales (Thatcher, Reagan), el cambio doctrinal de los socialdemócratas europeos, rupturas estructurales con la liberalización financiera global, luego, el Consenso de Washington a principios de los 90 tras la caída del comunismo soviético. Todos parecían éxitos. Las cosas cambiaron en la década del 2000 en América Latina con la llegada de gobiernos de izquierda, y después de 2007-2008 los cambios se extendieron a nivel mundial. La inestabilidad endémica de las finanzas globales es la principal causa de la pérdida de crédito del neoliberalismo. Al mismo tiempo, las élites económicas y políticas neoliberales siguen estando en posiciones de poder y continúan intentando promover sus políticas.
–¿Qué consecuencias sociales han tenido las políticas de austeridad en Europa?–La unificación monetaria europea fue acompañada por criterios estrictos en materia de déficit presupuestario y deuda pública. Pero los Estados jugaron un poco con las reglas y, en 2009, hasta dejaron deslizar el déficit para hacer frente a la crisis económica mundial. A partir de 2010, especialmente tras la intensificación de la especulación financiera enfrentada por el Estado griego, gobiernos e instituciones de la zona euro se orientan hacia políticas de austeridad más o menos severas, basadas en una rápida reducción del gasto público. El objetivo es el desendeudamiento de los Estados, pero el resultado es sobre todo un crecimiento económico muy bajo, e incluso una recaída en la recesión, en algunos países muy pronunciada. Entonces, observamos una degradación bastante general del mercado de trabajo. Desde 2013, la situación se agrava menos rápidamente en general, pero en ciertos países se producen no sólo más desempleo y precariedad laboral, sino también más pobreza y más desigualdad. La situación en 2016 sigue siendo de un extremado deterioro en Grecia, Portugal y España. En Francia, las políticas de austeridad son menos fuertes, pero tienen sin embargo efectos graves, con el mercado de trabajo en una situación muy difícil y con un aumento de la precariedad. Estas consecuencias se reflejan en toda la zona euro con un crecimiento de las desigualdades en las condiciones de vida.
–¿Cuál es la incidencia del neoliberalismo y de las lógicas financieras en las universidades y las instituciones de investigación científica?–En el sector de la educación superior y la investigación, las lógicas financieras penetran lentamente y de un modo específico, en la medida en que el peso de las lógicas públicas y la referencia al servicio público sigue siendo muy fuerte. En primer lugar se observan recortes presupuestarios más o menos brutales: en Francia y en Europa es particularmente el sector público y masivo de la enseñanza superior el que ve degradada su posición. Luego, las áreas jerárquicas y las estructuras internas se mueven bajo el efecto de la difusión de los criterios financieros: por ejemplo, son considerados “centros de ganancia” los laboratorios que tienen más contratos con el sector privado y las carreras dirigidas a segmentos más valorizados del mercado de trabajo. Por el contrario, las carreras masivas, las que se dirigen a profesiones del sector público, educación, ciencias sociales, salud, tienen menos apoyo. Los laboratorios de investigación básica sobreviven sólo si demuestran su “excelencia”, según criterios cada vez más cuantitativos. Las lógicas del ranking se extienden en detrimento de la idea de lucha contra las desigualdades sociales frente al acceso y la producción del conocimiento.
–¿Cómo se ha construido el valor mercantil del conocimiento, en detrimento de su concepción como bien público?–En el contexto institucional que analizamos, el peso de las empresas y las lógicas financieras se refuerza también en la producción y difusión de los conocimientos. Pero, al mismo tiempo, la demanda de educación superior de parte de las familias es fuerte, y el sentimiento de injusticia y desigualdad ante el sistema actual es demasiado grande, particularmente en Francia. Tenemos un sistema educativo muy oligárquico y jerárquico, y, por otro lado, la eficacia global de las instituciones se está deteriorando como consecuencia de las restricciones presupuestarias. La educación y el conocimiento son pilares de la democracia, la igualdad y la autonomía. Es por eso que defender estos valores y su carácter de “bien público” es fundamental.
–¿Qué transformaciones analiza en particular en el discurso de las ciencias económicas?–La ciencia económica atraviesa un período difícil desde que se la hizo fracasar en 2008-2009. La teoría de los mercados eficientes, la idealización de la utopía de un equilibrio de mercado cuasinatural, directamente se vieron desafiados por los hechos. A partir de ahí, dos respuestas son posibles. Algunos consideran que los fracasos de las políticas económicas se deben a una insuficiencia de las reformas neoliberales para garantizar el buen funcionamiento de los mercados. Este discurso es muy fuerte en Europa, donde se acusa el Estado de bienestar de todos los males. En Francia esta posición está representada por economistas como el premio Nobel 2014, Jean Tirole. Ellos piensan que el principal problema económico es la rigidez del mercado de trabajo, al igual que los economistas de la Comisión Europea, de la OCDE, sin mencionar a la mayor parte de los economistas del FMI. Son los economistas más cercanos a la industria financiera. Del otro lado, hay dos polos: los que consideran que olvidar los preceptos de la macroeconomía estándar y la influencia de las teorías falsas condujo a una creciente desigualdad y a una mayor inestabilidad (Stiglitz, Piketty y algunos otros), y los que, en el fondo muy cercanos, consideran que el capitalismo financiero entró en una crisis muy profunda que vuelve a poner en cuestión a los pilares del sistema económico, por lo que apelan a reformas aún más radicales. Estos últimos son poskeynesianos, institucionalistas, marxistas. Me parece que la alianza entre estas dos fracciones es portadora de un cambio posible de las instituciones y de las políticas económicas, pero su acercamiento sólo tendrá eficacia si encuentra expresiones en el campo político. Son los movimientos sociales, los pueblos, los que todavía tienen la llave de la Historia.
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