Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

miércoles, 5 de julio de 2023

ARDE FRANCIA

 Expertos debaten el origen de los disturbios en Francia

Portada: Disturbios en Francia

ARDE FRANCIA

Por PPV

Luego de que la policía asesine a Nahel, un joven de Nanterre, el pueblo francés salió a las calles y la respuesta del gobierno de Macron es la represión y las detenciones en varias zonas del país. El Estado instaló 45 mil policías y gendarmes para frenar las protestas con la excusa terminar con la violencia.

En Francia le dispararon en el pecho a un pibe de 17 años. Lo asesinaron. «Siempre se ataca a los mismos, a los negros y los árabes, a los barrios pobres. Matan a un chico de 17 años así, sin motivo. Esta muerte nos produce odio», sostuvo, Ayoub, un pibe de 16 años presente en la marcha.

Bélgica y Suiza se sumaron al reclamo y  se empezaron a ver las primeras imágenes de la unión entre diferentes territorios. Solamente en las últimas horas hubo 700 detenidos.

Emmanuel Macron convocó hoy a una reunión con diferentes sectores del poder para seguir profundizando la presencia militar y seguir “invirtiendo” euros en represión en lugar de resolver la raíz del problema y responder a los reclamos del pueblo.

Analistas consultados por el periódico chino Global Times sostienen que cuando el país sigue una política que no gusta a EE.UU. se registran en él violentas revueltas y en este sentido aseguró que los disturbios podrían ser consecuencia de «complejos problemas preexistentes».

Según expertos chinos citados por el medio, una de las causas que explican las violentas protestas que últimamente envuelven al país europeo, sería el incremento significativo de la afluencia de inmigrantes y de refugiados a Europa, lo que ha provocado tensiones entre personas de diferente origen cultural, étnico y religioso, así como también enfrentamientos entre policías e inmigrantes.

A ello se suman los desafíos económicos y sociales que el Gobierno francés afrontó a raíz del conflicto ucraniano, en febrero de 2022, pues la economía ya venía golpeada por la pandemia del covid-19, y desde entonces el panorama económico solo se ha ensombrecido. El aumento de los precios de la energía, el recrudecimiento de la situación de seguridad y el entorno empresarial condujeron a un aumento del desempleo, lo que desató la ira entre las clases bajas, mayoritariamente compuesta de inmigrantes de países árabes y africanos, detallan los analistas.

¿EE.UU. detrás de los enfrentamientos? 

Por otra parte, algunos observadores recuerdan que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha hecho una serie de movimientos independientes de EE.UU., como pedir autonomía estratégica de la Unión Europea (UE) y alejar a París de la política exterior de Washington relacionada con Pekín, por lo que —sostienen— algunas fuerzas podrían jugar un papel detrás de estos disturbios a fin de crear problemas y ejerce presión sobre el jefe del Estado.

El investigador de la Universidad Fudan de China, Zheng Ruolin, considera que, si bien no existe por el momento una evidencia clara que pruebe esta teoría, la preocupación es razonable, ya que —explica— la historia demuestra que cuando Francia sigue una política que no gusta a EE.UU. es escenario de revueltas, como pasó con los disturbios de mayo de 1968 durante el mandato de Charles de Gaulle y los ocurridos en 2005 bajo el Gobierno de Jacques Chirac.

«Los disturbios actuales muestran algunas características de revoluciones de color, como el uso de las redes sociales entre los alborotadores y la violencia impulsada por algunas consignas políticas sediciosas», explica Zheng. Otro experto de la entidad china, Song Luzheng, considera que si los disturbios se extienden a más países europeos, ello debilitará significativamente la alianza de los miembros del bloque occidental y su apoyo a Ucrania en el conflicto.

  • Más de un centenar de personas protagonizaron una serie de disturbios entre la noche del pasado sábado y la madrugada del domingo en la ciudad suiza de Lausana. Según medios locales, estas acciones habrían sido «inspiradas» por la situación que se vive en Francia. 
  • El Ministerio del Interior francés ha informado que en la noche del sábado al domingo, las fuerzas del orden detuvieron a 719 personas en toda Francia. Para contrarrestar los violentos disturbios, el sábado se movilizaron 45.000 policías y gendarmes.
  • Los choques en Francia comenzaron el pasado martes, tras la muerte de Nahel M., un joven de 17 años descendiente de migrantes originarios de Argelia y Marruecos a manos de un agente de Policía. Según la versión policial, dos agentes se acercaron al «vehículo que había cometido varias infracciones» para controlarlo, pero no se detuvo, por lo que uno de ellos hizo uso de su arma de fuego.

* Con información de RT y Revista Sudestada

martes, 4 de julio de 2023

SLAVOJ ZIZEK: LA IA Y EL DESIERTO POSHUMANO

 



Fuente: https://www.bloghemia.com/

"¿Libertad para quién hacer qué? ¿En qué sentido éramos libres antes? ¿No estábamos ya mucho más controlados de lo que creíamos? En lugar de quejarnos de la amenaza a nuestra libertad y dignidad en el futuro, tal vez deberíamos primero considerar qué significa la libertad ahora.". Slavoj Zizek 

Por: Slavoj Zizek 

La carta abierta del Future of Life Institute que exige una pausa de precaución de seis meses en el desarrollo de la inteligencia artificial ya ha sido firmada por miles de figuras de alto perfil, incluido Elon Musk. A los signatarios les preocupa que los laboratorios de IA estén "encerrados en una carrera fuera de control" para desarrollar e implementar sistemas cada vez más potentes que nadie, incluidos sus creadores, pueden comprender, predecir o controlar.


¿Qué explica este estallido de pánico entre cierta cohorte de élites? El control y la regulación están obviamente en el centro de la historia, pero ¿de quién? Durante la pausa de medio año propuesta cuando la humanidad pueda hacer un balance de los riesgos, ¿quién representará a la humanidad? Dado que los laboratorios de IA en China, India y Rusia continuarán con su trabajo (quizás en secreto), es inconcebible un debate público mundial sobre el tema.

Aún así, debemos considerar lo que está en juego aquí. En su libro de 2015, Homo Deus , el historiador Yuval Harari predijo que el resultado más probable de la IA sería una división radical, mucho más fuerte que la división de clases, dentro de la sociedad humana. Muy pronto, la biotecnología y los algoritmos informáticos unirán sus poderes para producir "cuerpos, cerebros y mentes", lo que dará como resultado una brecha cada vez mayor "entre quienes saben cómo diseñar cuerpos y cerebros y quienes no". En un mundo así, “aquellos que viajen en el tren del progreso adquirirán habilidades divinas de creación y destrucción, mientras que los que se queden atrás enfrentarán la extinción”.

El pánico reflejado en la carta de IA surge del temor de que incluso aquellos que están en el “tren del progreso” no puedan conducirlo. Nuestros amos feudales digitales actuales están asustados. Sin embargo, lo que quieren no es un debate público, sino un acuerdo entre los gobiernos y las corporaciones tecnológicas para mantener el poder donde pertenece.

Una expansión masiva de las capacidades de la IA es una seria amenaza para quienes están en el poder, incluidos aquellos que desarrollan, poseen y controlan la IA. Señala nada menos que el fin del capitalismo tal como lo conocemos, manifestado en la perspectiva de un sistema de IA autorreproductivo que necesitará cada vez menos aportes de agentes humanos (el comercio de mercado algorítmico es simplemente el primer paso en esta dirección). La elección que nos queda será entre una nueva forma de comunismo y un caos incontrolable.

Los nuevos chatbots ofrecerán a muchas personas solitarias (o no tan solas) veladas interminables de diálogo amistoso sobre películas, libros, cocina o política. Para reutilizar una vieja metáfora mía, lo que la gente obtendrá es la versión AI del café descafeinado o la gaseosa sin azúcar: un vecino amigable sin esqueletos en su armario, un Otro que simplemente se adaptará a tus propias necesidades. Aquí hay una estructura de negación fetichista: “Sé muy bien que no estoy hablando con una persona real, pero se siente como si lo estuviera, ¡y sin ninguno de los riesgos que lo acompañan!”

En cualquier caso, un examen minucioso de la carta de AI muestra que se trata de otro intento de prohibir lo imposible. Esta es una vieja paradoja: es imposible para nosotros, como humanos, participar en un futuro post-humano, por lo que debemos prohibir su desarrollo. Para orientarnos en torno a estas tecnologías, debemos hacernos la vieja pregunta de Lenin: ¿Libertad para quién hacer qué? ¿En qué sentido éramos libres antes? ¿No estábamos ya mucho más controlados de lo que creíamos? En lugar de quejarnos de la amenaza a nuestra libertad y dignidad en el futuro, tal vez deberíamos primero considerar qué significa la libertad ahora. Hasta que hagamos esto, actuaremos como histéricos que, según el psicoanalista francés Jacques Lacan, están desesperados por un amo , pero solo uno al que podamos dominar.

El futurista Ray Kurzweil predice que, debido a la naturaleza exponencial del progreso tecnológico, pronto nos enfrentaremos a máquinas “espirituales” que no solo mostrarán todos los signos de la autoconciencia sino que también superarán con creces la inteligencia humana. Pero no se debe confundir esta postura “posthumana” con la preocupación paradigmáticamente moderna por lograr el dominio tecnológico total sobre la naturaleza. Lo que estamos presenciando, en cambio, es una inversión dialéctica de este proceso.

Las ciencias “poshumanas” de hoy ya no tratan sobre la dominación. Su credo es la sorpresa: ¿qué tipo de propiedades emergentes contingentes y no planificadas podrían adquirir los modelos de IA de "caja negra" para sí mismos? Nadie lo sabe, y ahí radica la emoción, o, de hecho, la banalidad, de toda la empresa.

Por lo tanto, a principios de este siglo, el filósofo e ingeniero francés Jean-Pierre Dupuy percibió en la nueva robótica, la genética, la nanotecnología, la vida artificial y la IA una extraña inversión de la arrogancia antropocéntrica tradicional que permite la tecnología:

“¿Cómo vamos a explicar que la ciencia se haya convertido en una actividad tan 'arriesgada' que, según algunos de los mejores científicos, representa hoy la principal amenaza para la supervivencia de la humanidad? Algunos filósofos responden a esta pregunta diciendo que el sueño de Descartes - 'convertirse en dueño y poseedor de la naturaleza'- se ha torcido, y que debemos volver urgentemente al 'dominio del dominio'. No han entendido nada. No ven que la tecnología que se perfila en nuestro horizonte a través de la 'convergencia' de todas las disciplinas apunta precisamente al no dominio. El ingeniero del mañana no será aprendiz de brujo por negligencia o ignorancia, sino por elección.”

La humanidad está creando su propio dios o demonio. Si bien el resultado no se puede predecir, una cosa es segura. Si algo parecido a la “poshumanidad” emerge como un hecho colectivo, nuestra visión del mundo perderá sus tres temas definitorios y superpuestos: la humanidad, la naturaleza y la divinidad. Nuestra identidad como seres humanos solo puede existir en el contexto de una naturaleza impenetrable, pero si la vida se convierte en algo que la tecnología puede manipular por completo, perderá su carácter "natural". Una existencia totalmente controlada es una desprovista de significado, sin mencionar la casualidad y la maravilla.

Lo mismo, por supuesto, vale para cualquier sentido de lo divino. La experiencia humana de "dios" sólo tiene sentido desde el punto de vista de la finitud y la mortalidad humanas. Una vez que nos convertimos en homo deus y creamos propiedades que parecen "sobrenaturales" desde nuestro antiguo punto de vista humano, los "dioses" como los conocíamos desaparecerán. La pregunta es qué quedará, si es que queda algo. ¿Adoraremos las IA que creamos?

Hay muchas razones para preocuparse de que las visiones tecnognósticas de un mundo poshumano sean fantasías ideológicas que oscurecen el abismo que nos espera. No hace falta decir que se necesitaría más de una pausa de seis meses para garantizar que los humanos no se vuelvan irrelevantes y que sus vidas no tengan sentido en un futuro no muy lejano.

lunes, 3 de julio de 2023

Francia ha ignorado la violencia policial racista durante décadas. Este levantamiento es el precio de esa negación

Rokhaya Diallo 

01/07/2023
Fuente: https://sinpermiso.info/

El asesinato de Nahel, de 17 años, muestra lo poco que han cambiado las cosas desde la muerte de dos adolescentes que huyeron de la policía en 2005.

Desde que el vídeo del brutal asesinato de Nahel, un joven de 17 años asesinado a quemarropa por un oficial de policía, las calles y urbanizaciones de muchos de los barrios franceses más pobres han estallado en una revuelta abierta. "Francia se enfrenta a su momento George Floyd", leo en los medios de comunicación internacionales, como si de repente estuviéramos descubriendo la violencia policial racista. Esta comparación ingenua en sí misma refleja una negación de la violencia racista sistémica que durante décadas ha sido inherente a la policía francesa.

Me involucré por primera vez en la campaña antirracista después de un suceso en 2005 que tuvo muchos paralelismos con el asesinato de Nahel. Tres adolescentes de entre 15 y 17 años se dirigían a casa una tarde después de jugar al fútbol con sus amigos cuando de repente fueron perseguidos por la policía. Aunque no habían hecho nada malo (y esto fue confirmado por una investigación posterior), estos jóvenes aterrorizados, estos niños, se escondieron de la policía en un subgenerador de electricidad. Dos de ellos, Zyed Benna y Bouna Traoré, murieron electrocutados. El tercero, Muhittin Altun, sufrió horribles quemaduras y lesiones que le cambiaron la vida.

Esos chicos podrían haber sido mis hermanos pequeños o mis primos más jóvenes. Recuerdo la sensación de incredulidad: ¿cómo podían perder la vida sin más por una injusticia tan terrible? "Si van allí [a la planta de energía], no apostaría por sus posibilidades de escapar" fueron las escalofriantes palabras pronunciadas por uno de los oficiales de policía mientras veía este horrible suceso.

Francia estuvo en llamas durante semanas por los disturbios que siguieron, los peores en años. Pero al igual que ahora, con la muerte de Nahel, la reacción inicial de los medios de comunicación y los políticos en 2005 fue criminalizar a las víctimas, examinar su pasado, como si algo de ellos pudiera justificar sus muertes atroces. Como si la responsabilidad de su tragedia recayera en sus propias manos. Nicolas Sarkozy, que era ministro del Interior en ese momento, ensució la memoria de los jóvenes, cuyo miedo había conducido a su muerte, con el comentario: "Si no tienes nada que ocultar, no corras cuando veas a la policía".

El número de casos de brutalidad policial crece sin descanso cada año. En Francia, según el Defensor de los Derechos, los jóvenes percibidos como negros o de origen norteafricano tienen 20 veces más probabilidades de ser sometidos a controles de identidad policiales que el resto de la población. La misma institución denunció la ausencia de cualquier apelación contra ese control de identidad como una forma de discriminación policial sistémica. ¿Por qué no tendríamos miedo de la policía?

En 1999, nuestro país, supuesta cuna de los derechos humanos, fue condenado por el tribunal europeo de derechos humanos por tortura, tras el abuso sexual por parte de la policía de un joven de origen norteafricano. En 2012, Human Rights Watch dijo: "el sistema de verificación de identidad está abierto al abuso por parte de la policía francesa... Estos abusos incluyen controles repetidos, "innumerables", en palabras de la mayoría de los entrevistados, que a veces implican abuso físico y verbal". Ahora, después de la muerte de Nahel, un organismo de derechos humanos de la ONU ha instado a Francia a abordar "los profundos problemas de racismo y discriminación racial" de sus organismos encargados de hacer cumplir la ley.

Incluso los propios tribunales franceses han condenado al estado francés por "negligencia grave", dictaminando en 2016 que "la práctica de utilizar perfiles raciales es una realidad cotidiana en Francia denunciada por todas las instituciones internacionales, europeas y nacionales y que, a pesar de los compromisos asumidos por las autoridades francesas al más alto nivel, este hallazgo no ha conducido a ninguna medida positiva". Más recientemente, en diciembre de 2022, el comité de las Naciones Unidas para la eliminación de la discriminación racial denunció tanto el discurso racista de los políticos como los controles de identidad de la policía "dirigidos desproporcionadamente contra ciertas minorías".

A pesar de estos hallazgos abrumadores, nuestro presidente, Emmanuel Macron, todavía considera que el uso del término "violencia policial" es inaceptable. Esta vez, Macron ha condenado inequívocamente un acto que llamó "inaceptable", lo cual es significativo. Sin embargo, me temo que la atención se está centrando en un oficial de policía individual en lugar de cuestionar las actitudes y estructuras arraigadas dentro de la policía que están perpetuando el racismo. Y ni uno solo de los informes y resoluciones condenatorias ha llevado a una reforma significativa de la policía como institución.

Peor aún, una ley aprobada en 2017 ha facilitado que la policía recurra al uso de armas de fuego. Los oficiales ahora pueden disparar sin siquiera tener que justificarlo por motivos de autodefensa. Desde este cambio en la ley, según el investigador Sebastian Roché, el número de tiroteos mortales contra vehículos en movimiento se ha quintuplicado. El año pasado, 13 personas fueron muertas a tiros en sus vehículos.

La muerte de Nahel es otro capítulo de una larga y traumática historia. Sea cual sea nuestra edad, muchos de nosotros, los franceses que descendemos de la inmigración poscolonial, llevamos dentro de nosotros este miedo combinado con la rabia, el resultado de décadas de injusticia acumulada. Este año, conmemoramos el 40 aniversario de un evento fundamental. En 1983, Toumi Djaïdja, de 19 años, vecino de una banlieue de Lyon, fue víctima de la violencia policial, que lo dejó en coma durante dos semanas. Esta fue la génesis de la Marcha por la Igualdad y contra el Racismo, la primera manifestación antirracista a escala nacional, en la que participaron 100.000 personas.

Durante 40 años, este movimiento no ha dejado de denunciar la violencia que vemos dirigida contra los barrios de clase trabajadora y, más ampliamente, contra las personas negras y las personas de origen magrebí. Los crímenes de la policía están en la raíz de muchos de los levantamientos en las zonas urbanas más empobrecidos de Francia, y son estos crímenes los que deben ser condenados en primer lugar. Después de años de manifestaciones, peticiones, cartas abiertas y peticiones públicas, un joven indignado no encuentra otra manera de ser escuchado que mediante los disturbios. Es difícil evitar preguntar si, sin tantos levantamientos en ciudades de toda Francia, la muerte de Nahel habría captado tanta atención. Y como dijo con toda razón Martin Luther King: "Un motín es el lenguaje de lo inaudito".

 

 
escritora, periodista, directora de cine y activista
Fuente:
https://www.theguardian.com/commentisfree/2023/jun/30/france-racist-police-violence-riots-nahel? CMP=Compartir_iOSApp_Otro





jueves, 29 de junio de 2023

«INTERNET Y LAS REDES SOCIALES EXPLOTAN NUESTRAS EMOCIONES PALEOLÍTICAS»

 

El psiquiatra evolucionista Pablo Malo Ocejo, autor de ‘Los peligros de la moralidad‘ (Deusto), del blog ‘Evolución y neurociencias’ y músico de la banda de psico-rock The Beautiful Brains nos invita a adentrarse en un universo de saber y de mesura científica acerca de los grandes retos de nuestra época. Hablamos con él acerca de las tecnologías digitales, los trastornos mentales o la creciente polarización política.

David Lorenzo Cardiel

Usted es psiquiatra, ¿cómo surgió esta peculiar combinación entre ciencia y arte que condujo a la creación del grupo de psico-rock The Beautiful Brains?

El origen se encuentra en una asociación que montamos unos cuantos médicos internos residentes de psiquiatra del Hospital de Zamudio y que se llamó Txori-Herri Medical Association. Por casualidad, coincidió que teníamos inquietudes literarias y musicales además de científicas. Lo primero que desarrollamos fue una revista que se llamó Txori-Herri Medical Journal, la cual era una parodia de las revistas científicas. La verdad es que la revista tuvo mucho éxito y nos generó mucho reconocimiento. También hacíamos las THMNews, un boletín de noticias sobre psiquiatría y psicología con un toque autocrítico. The Beautiful Brains fue la parte musical de este complejo lúdico-científico-literario-festivo.

Además de a la investigación, se dedica a la divulgación científica a través de sus libros y su blog, Evolución y neurociencias. ¿Es la población española consciente de la importancia de la salud mental? 

Tanto mi blog (un poco abandonado últimamente en favor de Twitter) como mi cuenta de Twitter tienen varios hilos conductores. Es decir, no giran sólo sobre la salud mental. Es verdad que, por ejemplo, hablo mucho sobre el suicidio en ambos medios, pero también escribo sobre evolución, filosofía, ciencia en general o los cambios sociales que estamos viviendo. En realidad, el blog fue una especie de archivo personal. No obstante, creo que los temas de salud mental sí interesan mucho a la gente y mis publicaciones sobre ellos son muy seguidas y leídas.

«Ni la depresión ni el suicidio están solo en la cabeza de la persona: tienen mucho que ver con las relaciones y los conflictos interpersonales y sociales»

¿Poseen muchos de nuestros males o trastornos un origen ambiental o social? En este sentido, ¿qué ocurre con la privatización de la salud mental y del sufrimiento que ocasiona?

Este es un tema en el que suelo insistir bastante. En cuanto al suicidio y la depresión, creo que tenemos una visión de que el suicidio es una enfermedad mental que se cura con más psicólogos y psiquiatras que no es correcta ni completa. El suicidio es una conducta humana cuyas causas principales son dos: el sufrimiento o dolor psicológico insoportable y la conciencia –producto de nuestra inteligencia– de que si acabamos con nosotros mismos se acaba el sufrimiento. Por supuesto, la depresión es uno de estos dolores, y es un factor de riesgo importante, pero en la vida hay otras fuentes de dolor, como otras emociones (la venganza, la humillación, los sentimientos de culpa…), la pérdida del estatus y de la reputación, el deterioro físico, los conflictos interpersonales o laborales… que pueden mover al suicidio. El enfoque actual es incompleto. Ni la depresión ni el suicidio son cosas que están solo en la cabeza de la persona: tienen mucho que ver con las relaciones y los conflictos interpersonales y sociales.

Después de los peores tiempos de la pandemia de coronavirus, la tendencia en los países de la Unión Europea alrededor a los casos de ansiedad, depresión y suicidio ha crecido notablemente. Por ejemplo, sólo en ansiedad, un 25% más de casos desde 2020. ¿Cómo cree usted que debería abordarse esta situación? ¿Se reduce todo a la terapia cognitivo-conductual o la farmacología?

Yo me tomaría con escepticismo todos esos datos que se están dando, porque hay informaciones contradictorias. Hay estudios en Estados Unidos, Japón y otras naciones donde no se observa un aumento del suicidio o de los trastornos mentales ni durante ni después de la pandemia. En nuestra Red de Salud Mental de Bizkaia, por ejemplo, tampoco parece haber un aumento de nuevos casos ni de reinicios. Es posible que en ciertos subgrupos de población o en ciertas franjas haya aumentado la incidencia, pero creo que lo primero que habría que hacer es tener buena información sobre lo que está ocurriendo. Creo que hay un componente de moda o de pánico moral con este tema. No digo que no tenga un componente real, pero es difícil saberlo en estos momentos. Creo que necesitamos más datos.

«Para que la sociedad pueda actuar al unísono se necesitan unas creencias compartidas, y ahí es donde entra la religión y sus sucedáneos actuales»

En uno de sus últimos ensayos, Los peligros de la moral, señala que la moralidad es una amenaza para el siglo XXI. ¿Estamos desviándonos de la ética para crear nuevas supersticiones? Antropológicamente hablando, las evidencias parecen señalar que el humano necesita de la superstición para construir sociedad y vínculo social.

Decía T.S. Eliot que el ser humano no puede tolerar demasiada realidad. Y también decía Jorge Wagensberg que el individuo puede sobrevivir sin religión, pero que el grupo o la sociedad, no. Creo que la evolución que están siguiendo nuestras sociedades desde que Nietzsche mató a Dios en 1882 apoya estas afirmaciones. Se está confirmando lo que decía Chesterton de que cuando se deja de creer en Dios se pasa a creer en cualquier cosa. Me refiero a que el ser humano acaba convirtiendo todo en religión: el feminismo, el cambio climático, el antirracismo o la política. Todas ellas, y otras causas e ideologías, son nuevas religiones o tienen muchas de las características de la religión. Hemos visto a mucha gente y a senadores americanos de rodillas autoflagelándose tras la muerte de George Floyd en actos con un claro simbolismo religioso.

¿Necesitamos creer en algo, sea en lo que sea? En este sentido, ¿qué papel juega la fe en la construcción mental de significados ante la incertidumbre? 

Se dice que religión viene del latin religare, «unir» o «crear vínculos». Para que la sociedad pueda cooperar y actuar al unísono se necesitan unas creencias compartidas, y ahí es donde entra la religión y los sucedáneos actuales de la misma. Como decía Eliot, el ser humano no tolera demasiada realidad ni tampoco demasiada incertidumbre. Preferimos creer en historias falsas que nos den una explicación de la realidad –y una ilusión de control– a admitir que no tenemos una explicación de la misma y vernos desvalidos. Una mala narrativa es mejor que ninguna.

En sus libros recalca el peligro que supone la política. ¿Es posible superar la idea del «animal político» aristotélico? Y de hecho, ¿puede haber otro tipo de sociedad que se mantenga en equilibrio sin la existencia de grandes sistemas políticos?

Al igual que no creo que podamos prescindir de la moralidad y parece que tampoco de la religión, no creo que podamos prescindir de la política como gestión de lo público. Sí creo, en cambio, que necesitamos despolitizar nuestras vidas lo máximo posible. Dada la ausencia o declive de la religión institucionalizada, la reducción de la familia a su mínima expresión, la disminución de vínculos con la comunidad y la mayor soledad e individualismo en la sociedad, la política se ha convertido en algo que da sentido a nuestras vidas. Nuestro propósito en la vida nos lo da ahora la política y la ideología. Cuando nos preguntamos «¿quién soy yo?», buscamos nuestra identidad en nuestra ideología política. Probablemente, no es buena idea convertir a la política en nuestra única fuente de realización e identidad personal. Además, estamos convirtiendo la política en un tema de «bien» y «mal», de buenos y malos, de blanco y negro (en un tema más de religión que de política), y eso creo que es muy peligroso. Siempre se había pensado que la gente podía tener diferentes ideas políticas, que todas ellas eran legítimas y que podíamos votar entre ellas. Ahora hay unas ideas que son las buenas (las de nuestro grupo) y las otras ideas que son las del demonio: fascistas, machistas, racistas, nazis… En mi opinión, este planteamiento se carga el juego democrático.

«Preferimos creer en historias falsas que nos den una explicación de la realidad a admitir que no tenemos una explicación de la misma»

Las redes sociales y los espacios digitales son esenciales en nuestros días. ¿Está cambiando el entorno digital la manera en que se estructuran nuestras redes neuronales? ¿En qué manera nos afectan, dado el también creciente número de casos de adiciones y dependencia producida por ellas?

En primer lugar, hay que decir que las redes sociales, los móviles y otras tecnologías han venido para quedarse y nos aportan cosas maravillosas. Y siempre ha habido en la historia humana una fobia a las nuevas tecnologías. El pánico actual con las redes, los videojuegos y demás es, por un lado, un episodio más de esta cadena del desarrollo tecnológico humano. Dicho esto, es verdad que toda tecnología tiene aspectos positivos y negativos y tenemos que intentar maximizar lo bueno y minimizar lo malo. Decía Edward O. Wilson que «el verdadero problema de la humanidad es el siguiente: tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses». Internet, las redes sociales y las nuevas tecnologías explotan nuestras emociones paleolíticas: nuestros instintos sexuales, nuestra necesidad de estatus, nuestra necesidad de pertenencia y aceptación, nuestra apetencia por la información social (cotilleo) o nuestra necesidad de sentirnos buenos moralmente y de señalar esa catadura moral a los demás. Las redes sociales no han inventado nada, simplemente tocan o explotan nuestras emociones paleolíticas para captar nuestra atención y para que permanezcamos en sus plataformas, que es con lo que hacen negocio. Y es verdad que las redes cambian por completo el contexto en el que estas se expresan. Si antes una chica competía con las chicas de su pueblo para ser la más guapa o intentar conseguir aceptación social, ahora tiene que competir en Instagram o TikTok con, literalmente, millones de chicas que tratan de presentar en redes su versión más atractiva. De igual manera, las redes han abaratado el «señalamiento de virtud». Simplificándolo mucho, antes tenías que ir de voluntario a África para demostrar lo bueno que eras, pero ahora basta con soltar unos tuits agresivos contra el grupo rival para quedar como un héroe delante de los de tu grupo. Ha cambiado el terreno de juego en el que ventilamos nuestras emociones paleolíticas.

Como psiquiatra evolucionista, ¿cómo vislumbra el futuro que algunas personas están diseñando para la humanidad en torno a la unión de mente biológica e interfaces digitales? 

De nuevo, creo que el desarrollo de la tecnología a todos los niveles y su aplicación a prolongar la vida humana, a proporcionar órganos de recambio o a fusionar tecnología y biología es irreversible. No hay vuelta atrás en nuestro camino hacia la conversión en «dioses». Vamos hacia un transhumanismo o post-humanismo donde iremos progresivamente enmendando la plana a la naturaleza, a la selección natural o a Dios como creador para las personas religiosas. No estamos de acuerdo con el mundo tal y como es y lo reconstruiremos a nuestra imagen y semejanza. Vamos a ver cosas que nadie creería y no tengo ni idea de cómo afectará esto a nuestro equilibrio psicológico y emocional ni de si nos llevará a la extinción.

Hace unos meses, unos investigadores japoneses consiguieron interpretar en imágenes pensamientos y sueños de diversos sujetos. ¿Hasta qué punto este tipo de tecnologías son legítimas en su desarrollo?

Creo que todas esas tecnologías nos van a poder ayudar a tratar mejor los trastornos mentales y a tener un mayor control de nuestra propia mente; un control que, de hecho, ahora mismo es mínimo. Pero como he repetido varias veces, también tendrán contrapartidas. Creo que estos avances sí son legítimos, pero que la sociedad tendrá que encauzarlos y ponerles unos límites.  Creo que las posibilidades exceden a cualquier cosa que podamos pensar.

Por último, ¿qué opina de la hiperactividad de nuestro tiempo? ¿Cree que hay un desfase evolutivo entre el modelo de vida que vivimos y la configuración a la que nos dirigen nuestro ADN, adaptado a las condiciones de hace 30.000 años?

Sí, tenemos un claro problema de lo que en biología evolucionista se llama «desajuste» (mismatch) entre las condiciones en las que evolucionaron nuestros mecanismos psicológicos y las condiciones de vida en nuestras sociedades modernas. Instagram está haciendo aumentar los problemas de ansiedad y de malestar con el propio cuerpo de las chicas; los videojuegos hacen que los chicos se queden en casa porque en esos mundos virtuales pueden ser guerreros, jugadores de fútbol y baloncesto, héroes y todo lo que necesitan ser y muchas personas pasan ya de las relaciones de pareja y prefieren el porno, las muñecas hinchables y pronto los robots sexuales que probablemente estarán disponibles en breve… Pero el tiempo no espera a nadie, no podemos volver al pasado. Tenemos que enfrentarnos a todas estas novedades de la mejor manera posible.

miércoles, 28 de junio de 2023

No es lo que parece

 Por Justin Smith

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/


Internet sigue sin ser lo que pensamos.

En primer lugar, dista de ser tan novedosa. No representa un corte radical con todo lo que vino antes, ni en la historia humana ni en la historia mucho más larga de la naturaleza que precedió al advenimiento de nuestra especie. Lejos de ello, Internet es apenas la permutación más reciente de un complejo conductual, tan enraizado en el carácter de nuestra especie como cualquiera de las otras cosas que hacemos: nuestras narraciones, nuestras modas, nuestras amistades, nuestra evolución como seres que habitan un universo repleto de símbolos.

Para convencernos de esto, resultará útil pasar por un rato a un plano más general, alejar la mirada del ámbito al que pertenecen los artilugios de factura humana, del mundo humano en general, para obtener una visión distanciada y lúcida del mundo natural que nos alberga junto a todo lo que hacemos. En otras palabras, resultará útil tratar de comprender a Internet en su contexto ecológico amplio, contra el fondo de la larga historia biológica de la Tierra.

Consideremos el pisotón del elefante: un pequeño acontecimiento sísmico con el que el elefante envía una vibración distintiva a sus parientes situados a una distancia kilométrica. O consideremos los chasquidos de un cachalote que, tal como se cree hoy, a veces llegan a oídos de familiares que están en el otro extremo del mundo. Y no es solo el sonido lo que facilita la telecomunicación animal. Muchas (o tal vez la mayoría) de las señales enviadas entre miembros de la misma especie no llegan a través de vibraciones sónicas, sino que se transmiten por medio de sustancias químicas. La hembra de la polilla emperatriz emite feromonas que los machos pueden detectar a más de quince kilómetros, una distancia que, en proporción con el tamaño, es comparable a la que alcanza hasta el más resonante chasquido del cachalote. Y tampoco hay razón alguna para trazar una frontera entre los animales y otros seres vivos. Muchas especies vegetales, entre las que se cuentan los tomates, los porotos pallares, la artemisa y el tabaco, usan rizobacterias aéreas para enviar información química a sus congéneres situados a distancias significativas. En todo el mundo de los seres vivos, la telecomunicación tiende a ser más la norma que la excepción.

Alguien podría alegar aquí que nuestro concepto de “telecomunicación” es equívoco, como cuando decimos, por ejemplo, que un ciclista iracundo en una intersección o nuestra computadora colgada con la insufrible ruedita giratoria están “enojados” con nosotros.  Otros podrían objetar que, aun cuando se conceda, solo por el bien del argumento, que los cachalotes y los elefantes envían señales procesables como información, es decir, como una codificación simbólica de contenido proposicional que luego es decodificada por un sujeto consciente, de modo alguno puede decirse lo mismo de los porotos pallares.

Aceptemos aunque más no sea para evitar complicaciones innecesarias, que los porotos pallares no son conscientes. Aun así cabrá preguntarnos por qué, si la telecomunicación involucra los mismos principios y mecanismos en las formas de vida conscientes e inconscientes, deberíamos precipitarnos a dar por sentado que la telecomunicación de nuestra especie tiene que ser un producto de la conciencia, descartando de plano su posible origen como antiguo sistema que surgió a la manera de la señalización en los porotos pallares, y que solo en una etapa tardía comenzó a permitir la participación de nuestra conciencia humana en él. El supuesto anterior parece captar las cosas exactamente al revés de lo "correcto": las redes de telecomunicación existen desde hace cientos de millones de años. ¿No es posible que los resultados más recientes de la teleactividad comunicativa propia de nuestra especie -sobre todo Internet, pero también sistemas tales como la telegrafía y la telefonía, que tomamos por desviaciones extremas con respecto a la trayectoria previa de la historia humana- sean en verdad un resultado latente desde el comienzo en lo que siempre hemos hecho, una expresión ecológicamente esperada y predecible de algo que ya estaba allí?

¿Y podría ocurrir, correlativamente, que la concepción más apropiada de Internet, lejos de asociarse a artefactos, artilugios, aparatos o meras herramientas inánimes, fuera más bien la de un sistema viviente, o de un producto natural basado en la actividad de un sistema viviente? Si deseamos convencernos a nosotros mismos de que esta sugerencia no es un mero arrebato poético, sino que se apuntala en una suerte de verdad ligada tanto a la tecnología como a los sistemas vivientes, podría resultar útil considerar la larga historia de los intentos de imaginar tecnologías de la telecomunicación basadas en el modelo de los cuerpos animales y las fuerzas vitales.


Fragmento de Internet no es lo que pensamos, de  Justin E. H. Smith (autor también de Irracionalidad, 2021) que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica.

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