RTAGENA.- El conflicto más antiguo de América latina terminó y, a partir de hoy, la región se encamina hacia una nueva era sin guerras. Después de medio siglo de conflicto, el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sellaron la paz ayer en Cartagena y convirtieron al país en un símbolo de esperanza.
"El mundo tiene una guerra menos y es la de Colombia", clamó el presidente Juan Manuel Santos, minutos después de firmar la paz con el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias "Timochenko". Para entrar en vigor, el acuerdo deberá ser ratificado por los colombianos en un plebiscito el próximo domingo.
La ceremonia se llevó a cabo ante más de 2500 invitados, entre ellos 12 jefes de Estado de la región. Todos los invitados, que se vistieron de blanco como símbolo de la paz, escucharon a dos enemigos por décadas, que lograron lo que parecía imposible: acabar con la violencia que dejó en total ocho millones de víctimas, entre ellas 220.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,9 millones de campesinos desplazados a las ciudades.
Tras la firma del pacto, un texto de 297 páginas que promueve el desarme de la guerrilla y su transición a la vida política legal, Santos y el número uno de las FARC se estrecharon por primera vez la mano en suelo colombiano, un símbolo del nuevo camino que empieza a transitar el país.
Al tomar el micrófono, Santos les dio la "bienvenida a la democracia" a las FARC. "Hoy, cuando emprenden su camino de regreso a la sociedad; cuando comienzan su tránsito a convertirse en un movimiento político, sin armas (...) como jefe de Estado de la patria que todos amamos les doy la bienvenida a la democracia", precisó Santos.
El presidente reconoció el trabajo con "seriedad y voluntad" de los guerrilleros encargados de negociar la paz, un complejo proceso iniciado cuatro años atrás en La Habana.
Santos aseguró que, si bien nunca se pondrán "de acuerdo" sobre el "modelo político o económico" que sugieren las FARC, defenderá "con toda la determinación su derecho a expresar sus ideas dentro del régimen democrático".
El líder de la guerrilla, por su parte, auguró una "nueva era de reconciliación y de construcción de la paz" en Colombia. "Que nadie dude de que vamos hacia la política sin armas; preparémonos todos para desarmar las mentes y los corazones", sostuvo Timochenko. "En adelante, la clave está en la implementación de los acuerdos (...) nosotros vamos a cumplir y esperamos que el gobierno cumpla", agregó.
En su discurso, el jefe máximo de las FARC ofreció sus disculpas a las víctimas del conflicto colombiano. "Ofrezco sinceramente perdón a todas las víctimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra", dijo. Además, le reconoció al presidente colombiano "sortear con entereza las presiones" para firmar la paz con su organización.
"¡Que Dios bendiga a Colombia! Se acabó la guerra, estamos empezando a construir la paz", agregó el jefe guerrillero. El aplauso de los asistentes interrumpió el mensaje del jefe rebelde, que se sorprendió por el paso de dos aviones de combate. En su rostro se notó el susto por el sonido de los aviones. "Venían a saludar la paz y no a descargar bombas", atinó a decir Timochenko, con ironía.
Tras la firma del acuerdo, rubricado con un "balígrafo"-una bala usada en el conflicto reconvertida en bolígrafo-, Santos se quitó el prendedor con la paloma que vistió en sus camisas durante los últimos meses y se lo regaló a Timochenko, que de inmediato se lo puso en la solapa.
Miles de colombianos en la plaza Bolívar de Bogotá y en otras ciudades del país aplaudieron, festejaron y ondearon banderas mientras veían la firma del acuerdo en pantallas gigantes de televisión. Las autoridades organizaron shows musicales para celebrar la ocasión, que guerrilleros festejaron con conciertos en sus campamentos de la selva.
Ahora los colombianos tendrán la posibilidad de rechazar o avalar el pacto en un referéndum convocado para el domingo. Todas las encuestas pronostican un triunfo del sí, pero si los vaticinios no se cumplieran, el presidente no podrá implementar los acuerdos y el proceso de paz con el grupo rebelde más antiguo del continente quedaría en el limbo.
El acuerdo de paz ha dividido a los colombianos. Muchos, como el ex presidente Álvaro Uribe, se oponen a que los líderes de las FARC, acusados de haber cometido asesinatos, secuestros y abusos sexuales, entre otros delitos, tengan la posibilidad de ocupar cargos políticos.
La firma del acuerdo de paz es el epílogo de casi cuatro años de negociaciones en La Habana, donde delegados del gobierno y de las FARC virtualmente se enclaustraron para solucionar por la vía del diálogo un conflicto que empezó en 1964. La guerrilla aceptó sentarse a negociar con el gobierno luego de sufrir una larga serie de reveses militares que la habían dejado diezmada. Entre ellas, la muerte en un bombardeo de Raúl Reyes, el número dos de las FARC, y la liberación de rehenes de alto perfil, como Ingrid Betancourt.
Tras negociar desde noviembre de 2012 en la capital cubana, las partes anunciaron el pasado 24 de agosto el final exitoso del diálogo.
Ambas partes llegaron a plenos acuerdos en aspectos como desarrollo agrario integral, la participación política de los guerrilleros desmovilizados, la lucha conjunta contra el narcotráfico y la aplicación de un sistema de justicia transicional para castigar a quienes cometieron delitos en el marco del conflicto.