Under Pressure x Queen

Presión
Aplastándome
presión aplastándote a ti
ningún hombre la pide.
Bajo presión
Ese fuego que
derriba un edificio
divide a una familia en dos,
pone a l gente en las calles.

La maldita máquina de matar x Billy Bond y la pesada del Rock and Roll

Tengo que derretir esa máquina de matar,
tengo que derretir esa maldita máquina de matar.
Para que nunca más vuelva
a destruir lo que hacemos con amor, amor.

Desencuentro x Almafuerte

Estás desorientado y no sabés,
qué bondi hay que tomar, para seguir.
Y en triste desencuentro con la fé,
querés cruzar el mar, y no podés.
La araña que salvaste te picó.
Qué vas a hacer.
Y el hombre que ayudaste te hizo mal,
dale que vá.
Y todo un carnaval, gritando pisoteó,
la mano fraternal que Dios te dió.

domingo, 3 de julio de 2016

¿Estamos presenciando un nuevo “paradigma sobre la desigualdad” en las Ciencias Sociales?

Mike Savage 

28/06/2016



Los científicos sociales han estado desde hace mucho tiempo interesados en la cuestión de la desigualdad, sin embargo han solido centrarse en sus aspectos teóricos y políticos. Esto está empezando a cambiar, escribe Mike Savage. Gracias a las investigaciones de diferentes académicos junto con los intentos de generar un trabajo interdisciplinar, el foco se está desplazando de los debates normativos hacia los problemas históricos, empíricos y técnicos de la desigualdad.

Comparadas con las ciencias naturales o médicas, las ciencias sociales pueden ser increíblemente conservadoras. Mientras que para los científicos naturales es una rutina definir su ámbito de conocimiento en términos de su capacidad para abordar “problemas” específicos, las ciencias sociales tienden por defecto a hacerlo aislándose en su disciplina de origen, básicamente escribiendo como economistas, sociólogos, politólogos, etc.; y jugando en el confort de la audiencia propia a su campo. Extrañamente, esta tendencia automatizada al aislamiento en la propia disciplina parece haber continuado en gran medida incluso en mitad de los masivos cambios sociales de los últimos años, de los cuales se podía esperar que condujeran a los científicos sociales a poner en común sus habilidades.
Si hoy en día quisiéramos reinventar las ciencias sociales desde cero, ¿realmente las levantaríamos con las mismas provisiones de las disciplinas actuales que dominan las universidades en todo el planeta? ¿Queremos todavía diferenciar la antropología y la sociología en estos tiempos postcoloniales? ¿No deberíamos desear idealmente un encuentro más estrecho entre la economía y las ciencias políticas dados los tumultos, simultáneamente políticos y económicos, de los últimos años? ¿No son todas nuestras preocupaciones fundamentalmente geográficas e históricas hasta el punto que desligarlas como disciplinas separadas las inutiliza? ¿Es realmente útil distinguir entre ciencias sociales “básicas” y “aplicadas”?
De cualquier manera, quizás la situación esté cambiando rápido. Desde hace más de una década el desafío de la desigualdad creciente podría ser considerado un problema real que causa una genuina sinergia interdisciplinar, y está forzando a las ciencias sociales a reexaminar sus lealtades disciplinares.
El significado de este “paradigma de la desigualdad” puede ser visto más directamente a través del sorprendente atractivo de los trabajos realizados sobre la cuestión de la desigualdad desde diferentes disciplinas de las ciencias sociales. Un rápido vistazo por las figuras más destacadas incluiría la obra de economistas como Tony Atkinson, Joseph Stiglitz y Thomas Picketty; de sociólogos como Beverly Skeggs, John Goldthorpe y David Grusky; de juristas como Kimberlé Crenshaw y Nicola Lacey; de epidemiólogos como Michael Marmot, Richard Wilkinson y Kate Pickett; de politólogos como Robert Putnam, Kathleen Thelen, Catherine Boone y Paul Pierson; de geógrafos como Danny Dorling, y de investigadores en políticas sociales como John Hills. La lista está de lejos de ser exhaustiva. Normalmente el trabajo de estos científicos sociales atrae más atención que el de sus colegas en otros campos, y arrastra su influencia a través de otras ciencias sociales. Uno de los aspectos más llamativos de estos preeminentes trabajos es que sus autores critican sus propias disciplinas como una manera de enfatizar la gran importancia que tiene poner en el primer plano los estudios sobre las desigualdades. La crítica de Piketty a los economistas no se muerde la lengua:
“Por decirlo sin rodeos, la disciplina de la economía debe sobreponerse a su pasión infantil por las matemáticas, la teoría pura y a menudo la especulación extremadamente ideológica, a expensas de la investigación histórica y la colaboración con otras ciencias sociales” (Picketty, El capital en el siglo XXI, p.32)
Más allá de estas importantes investigaciones, existe también un número de intentos de institucionalizar el trabajo interdisciplinar sobre la desigualdad. Ejemplos notables incluyen el International Inequalities Institute[1] de laLondon School of Economis and Political Sciences, el cual anunció recientemente una gran financiación por parte de Atlantic Philantropies[2]para formar liderazgos para combatir la desigualdad. Tales esfuerzos incluyen el programa interdisciplinar de Harvard en Inequality and Social Policy[3]; y la reciente inversión de la OCDE en el Centre for Opportunity and Equality[4]. En aquellos centros ya comprometidos con la pobreza existe también una tendencia clara por redefinir sus intereses e incluir otras formas de  desigualdad – este sería el caso del Centre for Poverty and Inequality Research[5]El Consejo Internacional de Ciencias Sociales se ha comprometido a que su Informe Mundial de 2016 esté dedicado a la cuestión de las desigualdades. En resumen: en un corto y rápido período de tiempo estamos buscando una firme inversión institucional en el campo de las desigualdades.
Los rápidos movimientos intelectuales de hoy en día alimentan el espacio teórico de la desigualdad. La más importante de estas intervenciones ha sido la eficacia de Picketty al desplazar el debate del plano predominantemente normativo y por tanto inherentemente politizado, a uno más técnico, empírico e histórico. Por ello, a pesar de que los científicos sociales han estado desde hace mucho tiempo interesados en la desigualdad, este interés ha sido dirigido desde una posición político y/o teórica específica – marxismo, feminismo, liberalismo, anti-racismo etc. – lo cual ha generado disputas y controversias fundamentales en lugar de ponerse a trabajar en los problemas mismos.
Por el contrario, al enfatizar la importancia de la desigualdad creciente en las últimas décadas, Picketty ha esquivado (aunque no erradicado) los debates normativos – él es muy cuidadoso en no entrar en los debates sobre si la desigualdad es mala per se –  y ha centrado el interés en la actual coyuntura en la cual la desigualdad está alcanzando niveles históricamente elevados. Al explorar lo distintivo de la desigualdad contemporánea (por lo tanto especificando en vez de generalizando la cuestión de la desigualdad) es posible que aquellos que tienen visiones fundamentales diferentes sobre la desigualdad encuentren sin embargo una causa común.
Ligado a este desplazamiento podemos identificar, en el sentido de Thomas Kunn, un número de ejemplos que representan cómo el estudio de la desigualdad puede profilerar, exportarse y expandirse. Como en las ciencias naturales, esto tiende a tomar una forma visual, especialmente en las curvas en forma de “U” que tan familiares nos son desde la obra de Picketty. Estas curvas muestran cómo la desigualdad de renta y de riqueza tendió a disminuir a mediados del siglo XX antes de comenzar a incrementarse en las décadas recientes. Estos modelos pueden tomar también la forma de la “Curva del Gran Gatsby” de Miles Corak, denominación popularizada por la White House, y que mostramos más abajo.
Este tipo de visualizaciones son ampliamente usadas por Wilkinson y Pickett para mostrar cómo las sociedades más desiguales están también asociadas con una gama de los peores resultados.
El significado de estos ejemplos necesita ser subrayado. Proporcionan repertorios visuales que nos permiten un acceso inmediato a ejemplos concretos de cómo la desigualdad es crucial. El poder de los modelos visuales en el trabajo de movilización es sorprendente, como podemos ver de forma clara en el maravilloso mapeo de las desigualdades de Danny Dorling. Sin embargo, esto también se presta a una reacción que está empezando a coger fuerza: que el paradigma de la desigualdad es fundamentalmente descriptivo y carece de ambición analítica.
Creo que esta objeción yerra el tiro. Lo que enseñan todas las investigaciones mencionadas anteriormente es que las estrategias descriptivas pueden ser usadas con objetivos analíticos. Sin embargo, no hay lugar a dudas de que centrarse en las dinámicas que generan las desigualdades es crucial para avances más profundos y deberían ser el foco de mayor atención.
Es claro, en mi opinión, que el paradigma de la desigualdad ofrece a las ciencias sociales una oportunidad extraordinaria para reequiparse y demostrar su relevancia actual. Para sacar la mayor ventaja de ello no podemos sencillamente confiar en nuestras visualizaciones y ejemplos – a pesar de lo impresionantes que sean – sino que necesitamos ampliar nuestro rango analítico y demostrar que entendemos las causas de la desigualdad. Este es el trabajo al que se ha comprometido el International Inequalities Institute de la LSE y el cual deseamos y desearemos que juegue un papel clave en futuros debates.

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